Una de las cosas que más me está ilusionando de trabajar en La Nave Invisible es la posibilidad de conocer autoras que, de otra forma, jamás habría descubierto. Ya sea porque están empezando, publican con sellos pequeñitos o incluso porque han decidido autopublicar, lo cierto es que es muy fácil que sus nombres se pierdan en el barullo de la oferta editorial (una auténtica lástima, porque a veces te llevas muy gratas sorpresas). Pero, gracias a la buena acogida que ha tenido este proyecto y a la colaboración de autoras y editoriales, están llegando a nuestras manos obras de lo más interesantes, a pesar de su modesta proyección.
Si el otro día Enerio nos reseñaba La otra cara del espejo, hoy es el turno de Claudia González Rivas, una joven autora asturiana que el año pasado publicó con la editorial Tandaia su primera novela: Golden Galaxy Tour, una space opera desenfada, cómica y divertidísima, con un espíritu muy pulp, en la que seguimos las peripecias de Jane, la última superviviente humana del universo.
Como ya dije en su día con respecto al terror, el humor también es algo muy personal que no satisface a todo el mundo de la misma manera. En mi caso, he tenido mucha suerte porque el sentido del humor de la autora (que impregna la novela entera) estaba muy en sintonía con el mío, de modo que me tuvo tronchada de risa de principio a fin. Es cierto que la parodia y las situaciones estrambóticas tienen un peso muy importante en esta obra, pero Rivas no se limita a enlazar chistes sin más. También tenemos una estupenda galería de personajes entrañables, el humor nunca se siente vacío y hay un buen equilibrio entre las risas y los momentos algo más serios, sin llegar a perder nunca la ligereza. Lo cierto es que me hizo disfrutar como una enana y me lo terminé en apenas dos días porque no podía parar de leer. Después de haber pasado casi todo el año con obras a cada cual más espesa y sesuda, poder hincarle el diente a esta fue una bendición.
Golden Galaxy Tour empieza con la propia Jane despertándose en un lugar desconocido, sin tener ni idea de cómo ha llegado allí o de qué ha pasado en las últimas horas. Junto a ella hay un tipo de apariencia corriente, que terminará respondiendo al nombre de Mate, pero también otras criaturas alienígenas que han estado cuidándola a modo de doctores. Es entonces cuando Mate le explica que están en una base espacial, que él también es un alien, que la Tierra ha reventado y que ella se ha salvado porque él estaba allí en el momento del cataclismo y se agarró a lo que tenía más cerca antes de huir del planeta. Sin más. En un parpadeo, Jane se descubre siendo la única humana que queda viva en el universo, sin tener ningún sitio a donde ir ni nada que hacer con su vida.
Su destino queda desde entonces ligado al de Mate, que es un individuo bastante tarambana, pero se ofrece a hacerse cargo de ella, si está dispuesta a acompañarlo en sus locas aventuras. Y, a partir de ahí, la novela nos sumerge en una sucesión de viajes, malentendidos, pifias, huidas a la desesperada, «misiones» a cada cual más hilarante, muchas bromas, muchas pullas y, en definitiva, un tour galáctico de lo más entretenido.
Si vais buscando un fascinante análisis antropológico sobre la otredad de las razas alienígenas, desengañaos; esa no es la intención de esta novela, ni falta que le hace. De hecho, a excepción de algunas peculiaridades muy concretas, los aliens que rodean siempre a Jane tienen dinámicas idénticas a las nuestras (hay piratas espaciales, ¡hay hasta comunas hippies!). Esta impresión se acentúa aún más porque Mate es un perfecto conocedor de la raza humana y se relaciona con Jane empleando sus mismos códigos culturales. Se profundiza poco, no más de lo imprescindible, en temas de worldbuilding. El objetivo principal es divertir, y por eso el peso de la historia recae en los protagonistas, sus interacciones, su relación y sus aventuras, sin enredarse en detalles que pudieran lastrar ese tono de guasa general.
Por esa misma regla de tres, a pesar de que hay una línea argumental más o menos concreta de fondo que da cohesión al conjunto, la estructura de Golden Galaxy Tour es más bien episódica. Se construye a base de anécdotas que se van enlazando para avanzar. Es un estilo que refuerza aún más el dinamismo de la narración, pero tampoco está exento de problemas. El tramo final de la historia, por ejemplo, da un giro algo más brusco que los anteriores, descolgándose de esa línea argumental que había servido de base hasta el momento. Y, aunque la aventura en la que se ven envueltos a partir de aquí sigue siendo divertida (e incluye una de las parodias más descaradas y tronchantes de la novela), también es cierto que se siente demasiado desconectada del resto. Esto afecta negativamente al ritmo de los últimos capítulos y torna el desenlace un poco anticlimático. Por suerte, para entonces ya estarás tan enganchado a estos dos tipejos que, cuando llegue el final, te quedarás con ganas de más.
Y es que los que hacen la novela son los personajes; sobre todo sus dos protagonistas. Jane es una veinteañera normal y corriente, irónica, honesta, con bastante chispa y un puntillo friki, que no tenía más preocupaciones en la vida que la universidad, el trabajo, pagar el alquiler y visitar a su familia en vacaciones. El cambio de su situación es tan surrealista que, en un principio, la deja bloqueada. Pero Rivas nos escribe una historia para hacernos reír y no se podía permitir tener a su protagonista sumida en una depresión por la pérdida de la Tierra; de modo que Jane saca a relucir muy pronto su carácter pragmático y se esfuerza por adaptarse, aparcando la pena e intentando flaquear lo menos posible.

Nos cuenta la autora que su libro es tan viajero como los dos locos que lo protagonizan, y aquí tenéis pruebas fehacientes de ello.
Es agradable también que, incluso siendo una mujer fuerte, no caiga en el manido estereotipo de «tía dura»: es insegura, no sabe gestionar del todo bien las relaciones sentimentales (en algo que, para mí, se acercaba bastante al arromanticismo) y además demuestra una inutilidad de lo más lógica, dadas las circunstancias. Como humana que no ha salido jamás de su planeta, no conoce nada del espacio ni de la tecnología o la cultura alien. Y tampoco lo aprende mágicamente de la noche a la mañana. En ese aspecto, es Mate quien lleva las riendas.
Mate, por su parte, es un delincuente de poca monta que a lo largo de su vida ha conseguido que le prohíban la entrada en más de un mundo por ir liándola parda en cada sitio que pisa. Al igual que Jane, también tiene un carácter sarcástico, con mucha labia y muy dado a las coñitas ingeniosas; pero su desparpajo es mayor, es un sinvergüenza con bastante cara y un marisabidillo que, en el fondo, no se libra del todo de ser un pringado. Entrar en más detalles sería spoileroso, pero tanto él como ella tienen matices de carácter bastante interesantes que se van perfilando a lo largo de la novela y los convierten en personajes muy redondos, con sus luces y sus sombras.
Mención especial merece la relación que se desarrolla entre ambos, que es en la que se sustenta buena parte de la acción en general. Pocas veces se invierte tanto en la construcción de una amistad tan estrecha entre un hombre y una mujer (pongamos «hombre» entre comillas, porque él no deja de ser un alien), sin segundas intenciones de por medio. Todo el despliegue de camaradería y colegueo entre ambos ha sido una gozada, mucho mejor cimentado de lo que esperaba y muy refrescante. Haber prescindido de tensión sexual real entre ellos, algo a lo que se suele recurrir en la ficción con excesiva frecuencia, consigue que sus dinámicas se disfruten mucho más, y que las pullas, los chistes y el vínculo que comparten se sientan más naturales y orgánicos. Si la novela se disfruta tanto es porque la química entre estos dos es fantástica y Rivas ha sabido exprimir todo su potencial, tanto en su faceta más cómica como en la más íntima. Es, sin duda, el punto fuerte de Golden Galaxy Tour.
No me olvido de la galería de personajes secundarios. Aunque Jane y Mate son los que más brillan, los demás tienen el suficiente volumen como para resultar autónomos, con su propia personalidad característica: traficantes, piratas, viejos cascarrabias, una madre armada con una buena sartén, dioses espaciales… Tampoco entraré aquí en detalles, porque merece la pena ir descubriéndolos a lo largo de la lectura, pero fue muy de agradecer que ninguno pecara de figurante de cartón-piedra.
¿Y si rascamos un poco bajo la capa de cachondeo generalizado? Pues en Golden Galaxy Tour hay espacio suficiente para hablar de la libertad, la familia y la amistad, sin grandes reflexiones trascendentales, sino ciñéndose simplemente a la naturalidad de la vida ordinaria. A esto contribuye muchísimo el estilo de Rivas, que narra en primera persona desde la perspectiva de Jane y le da a la novela el aire de la típica batallita que te cuenta un colega el sábado noche mientras os tomáis unas cañas en un bar. Esa espontaneidad se refleja también en los diálogos, que son de diez. El registro es coloquial, salpicado de guiños y referencias a nuestra cultura pop; pero también es ingenioso, manejado con tanta maestría que proyecta en nuestra protagonista un carisma arrollador. Aunque no siempre se mantiene el mismo nivel y hay un par de momentos muy puntuales en los que el discurso interior de Jane fluctúa un poco, en general este rasgo hace la lectura muy amena y que resulte fácil conectar con los personajes y las situaciones. Todo esto queda rematado por la estupenda edición de Tandaia, que me dejó muy satisfecha.

Si no os fiais de mí, fiaos de él. Esta novela tiene sello de aprobación gatuno.
Resumiendo: si os gustan las comedias espaciales y buscáis algo con lo que desconectar y echaros unas risas, sin renunciar a una buena prosa y unos personajes muy queribles, dadle una oportunidad a Golden Galaxy Tour. Merece mucho la pena conocer a este dúo dinámico y a esta genial autora. Os dejo con la sinopsis, que es Rivas en estado puro, para poneros los dientes aún más largos.
No esperaba que mi vida fuese esto. Iba a terminar mi carrera, encontrar un trabajo, quejarme bebiendo cerveza con los amigos cada noche, puede que incluso acabase casándome o (más probable) coleccionando gatos y aprendiendo a hacer ganchillo. Quizás no era el mejor plan del mundo, pero era mi plan.
El problema es que la Tierra tenía otro plan: implosionar. Adiós a la carrera, la cerveza y al resto de la Humanidad. No tanto a los gatos, pero esa es una historia más larga. En estos momentos solo me quedan un alien proscrito, la delincuencia y mucho tiempo libre para hacer turismo. Y el peligro añadido de ser la última humana del Universo, que es como decir «venid a venderme por trocitos». ¿Sabíais que somos una especie de fetiche para otras razas?
Da igual… Ahora estoy sola con Mate, entre cuyas aficiones se encuentran seducir mujeres, pilotar con los pies y confundir el cine con la realidad. Supongo que robar una nave y huir del hospital solo ha sido el principio…

si el gato lo aprueba yo me lo apunto.
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Es un libro muy gato-friendly X’D Fuera coñas, merece la pena, el estilo es una maravilla.
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