(Este artículo analiza en profundidad las obras El mundo encantado de Ela y Dos princesas sin miedo, por lo que pueden desvelarse aspectos concretos de las tramas).
Los libros de los que vamos a hablar hoy fueron todo un éxito cuando se publicaron, allá por el principio de la década de los 2000. En una librería de mi ciudad los recomendaban tanto que ese verano me regalaron dos ejemplares de El mundo encantado de Ela por mi cumpleaños. No sé si acertarían tanto con todas las niñas a las que se lo vendieron, pero desde luego conmigo sí. Tanto esta como Dos princesas sin miedo me marcaron muchísimo en su momento, y es imposible contar la cantidad de veces que las he releído, que las he recomendado o que he recordado sus pasajes con todo cariño. Como comprenderéis, este no va a ser un artículo objetivo, pero espero que sí sea apasionado y que os anime a conocer estas pequeñas joyas de la literatura fantástica.
La autora inglesa Gail Carson Levine está especializada en escribir libros de fantasía y retellings de cuentos de hadas. El mundo encantado de Ela (retelling de La Cenicienta) y Dos princesas sin miedo son las dos únicas obras de Levine que nos han llegado a España, por desgracia. En ambas obras se nos presentan historias de apariencia sencilla y juvenil, con un trasfondo mucho más adulto y temas que solo se perciben al releer con cierta edad.
Este artículo no va a ser una reseña, ni un resumen, sino que va a analizar todos esos puntos y aspectos que me han llamado la atención como adulta que soy ahora. La pequeña Enerio que vive en mí me recuerda que os hable de sus gritos de entusiasmo por poder, por fin, ofrecer el homenaje que estas obras se merecen.
Representación femenina

Portada de la edición de Harper Collins de El mundo encantado de Ela
Aunque en ningún punto se señala que estos sean libros para niñas, creo que el factor decisivo para que se recomendara tanto entre las mismas fue su abundante y variada representación femenina. Es en El mundo encantado de Ela donde nos encontramos más ejemplos, puesto que al ser una obra más larga se puede permitir todos esos detalles. En la historia tenemos mujeres jóvenes, mayores, guapas, feas, humanas, gigantas, ogras, hadas… Las hay valientes y cobardes, osadas y tímidas, malvadas y amables.
Las protagonistas no podrían ser más diferentes entre sí, aunque mantienen un punto entrañable que nos ayuda a cogerles cariño desde el primer momento. Ela es alegre e ingeniosa, con un corazón rebelde y el espíritu inquieto. Su personalidad está marcada por el hechizo (maldición, más bien) que le lanzaron al nacer: está obligada a obedecer cualquier orden que le den.
Addie, la protagonista de Dos princesas sin miedo, es una chica dulce y miedosa, bastante seria y aplicada en tareas creativas y “propias de mujeres” como el dibujo o los bordados. Estas cualidades no la hacen débil, sino que también es muy determinada y capaz de hacer cualquier cosa por el amor que siente por su hermana Meryl. Esta última es todo lo contrario a Addie, pues le gusta pelear con espada, montar a caballo y no teme a ningún monstruo. Ambas se quieren y se apoyan a pesar de sus diferencias; tienen una relación preciosa.
Meryl nunca se burlaba de mi timidez ni me tomaba el pelo por mi miedo a las arañas. Cuando veía una, me quedaba paralizada de terror, imaginando que correteaba por mi piel, que se metía en mi boca y en mis orejas, que me pasaba por encima de los ojos abiertos.
Sin embargo, ni una ni mil arañas podían asustar a Meryl. Si se topaba con una, sencillamente la recogía y la sacaba del castillo, pues ni ella ni yo deseábamos matarla.
Dos princesas sin miedo
Todos estos personajes femeninos son fuertes y tienen agencia y capacidad para hacer cosas, tanto las que se sujetan a los roles tradicionales asignados a las mujeres como las que los contradicen. Una vez más, una buena escritora nos demuestra que no es necesario ponerle una espada en la mano a cada personaje para hacer que sean interesantes y estén bien construidos.
Algo que no podía dejar de destacar es que ambas novelas pasan el test de Bechdel en su primer diálogo.
La responsabilidad
Sin duda este es otro de los temas recurrentes en las dos obras, aunque quizá lo vemos más claro en la historia de Ela. El principio de toda la historia viene provocado por la irresponsabilidad del hada Lucinda, que no duda en usar “magia mayor” sin recapacitar en sus consecuencias, como el hada Mandy le reprocha sin parar.
La responsabilidad es también, en el fondo, el pilar de la personalidad de Ela, puesto que el encantamiento que sufre le impide hacerse responsable de sus actos. Sin embargo, ella demuestra su madurez y decisión al buscar siempre el recoveco por el que no hacer nada que pudiera dañar a sus seres queridos. Ela podría rendirse, podría cumplir las órdenes sin más y excusar sus actos en el hechizo, pero no lo hace. Ela lucha por ser dueña de su vida.
Addie, por su parte, se ve obligada a salir en busca de la cura para su hermana debido a la irresponsabilidad del padre de ambas, incapaz de afrontar la situación como era de esperar.
—Nunca confié en que encontrase el remedio —comentó Meryl serenamente, hundiéndose en sus almohadas—. Da igual.
Me enfurecí con mi padre por rendirse, y conmigo misma por haber esperado algo de él.
Dos princesas sin miedo
La enfermedad

Portada de la edición de Collins Voyager de Dos princesas sin miedo
Es un tema recurrente en las dos obras: la madre de Ela fallece al poco de empezar la historia por culpa de unas fiebres y el reino de Bamarre, del que Addie y Meryl son princesas, vive azotado por una terrible enfermedad mortal llamada la Fiebre Gris.
Si antes he señalado que las novelas tienen lecturas muy adultas, ha sido pensando principalmente en este tema. La Fiebre Gris es como un fantasma, un personaje más dentro de la obra, lento pero implacable y siempre mortal. Cualquier persona puede contraerla, ya que se desconoce la forma de contagio, y se desarrolla en tres fases: en la primera, quien la padece comienza a sentirse más y más cansado hasta que cae en un profundo sueño que dura nueve días exactos (fase del sueño). Tras despertar, se sufren unas fiebres altísimas durante tres días, y después llega la muerte.
Sorprende encontrar un tema tan cotidiano y serio en una obra juvenil, más cuando la costumbre en la fantasía es obviar todas aquellas circunstancias que en el mundo real nos limitan y nos hacen frágiles. De esta forma, Levine aprovecha a sus personajes para reflexionar de un modo que nos resultará hasta cierto punto familiar, como estas palabras que pronuncia Addie cuando aún es una niña:
—Si alguna vez pillo la Fiebre Gris no moriré, aunque no hayas encontrado el remedio todavía. […] No me rendiría a ella. Cuando la enfermedad me produjera cansancio, fingiría que no estoy cansada. Cuando me diera sueño, permanecería despierta. Si a pesar de todo tuviese calentura, correría de un lado a otro para entrar en calor. Si me niego a obedecer las órdenes de la Fiebre Gris, lograré ahuyentarla.
Dos princesas sin miedo
¿No os recuerda a todas esas personas que piensan que las enfermedades son una batalla y que la cura reside en la actitud de quien las padece? Pero claro, Addie solo es una niña y no sabe que a la Fiebre Gris no le importan sus ideas ni sus planes de futuro. La novela nos cuenta cómo de niñas las hermanas jugaban a encontrar la cura. En esos juegos, Addie enfermaba y Meryl luchaba contra grifos y dragones para salvar a su hermana. Ninguna de las dos esperaba que la enfermedad fuera a atacar a la aventurera Meryl.
La historia está narrada desde la perspectiva de Addie, por lo que serán sus miedos los que conoceremos más de cerca, aunque siempre se reserva un espacio para los sentimientos de Meryl. Al principio, la princesa trata de luchar contra la Fiebre Gris, intentando ignorarla y hacer vida normal, pero pronto se agotan sus fuerzas. Meryl tiene momentos optimistas, pero también tiene dudas y está asustada. A veces grita a sus seres queridos y solo quiere estar sola. El libro no nos permite el lujo de olvidar de que, por muy mal que lo pase Addie, es Meryl la que más sufre.
La pérdida
Muy relacionado con lo anterior está el tema de la pérdida de seres queridos. A la madre de las princesas de Bamarre no llegamos a conocerla, mientras que la de Ela fallece al poco de comenzar el libro. Ela siempre había tenido una afinidad maravillosa con su madre, juntas habían disfrutado de risas y aventuras. Su fallecimiento la deja sola con un padre del que apenas sabe nada.
El primer tercio de esta novela trata casi exclusivamente del duelo de Ela, de cómo se recompone y aprende a vivir con la ausencia de su madre.
Las lágrimas que había contenido durante todo el día brotaron de repente. Lloré, allí de pie, ante toda la corte, con un gemido incontenible, incapaz de calmarme.
Papá me abrazó contra su pecho. Aunque parecía que quisiera consolarme, en realidad sólo intentaba amortiguar mis gemidos, pero no lo consiguió. Al fin me dejó marchar, mientras me susurraba con voz firme:
—Vete y no vuelvas hasta que te serenes.
El mundo encantado de Ela
También Addie se ve en la situación de afrontar la idea de perder a Meryl. Como ya se ha señalado, la Fiebre Gris es siempre mortal. Al principio, Addie solo puede negarse a aceptar que su hermana esté enferma, es incapaz de albergar esa idea en su cabeza. Su actitud irá evolucionando a lo largo de la historia, hasta el punto en el que decide ignorar todos sus miedos y abandonar la comodidad del castillo para lanzarse a buscar una cura para Meryl.
Padres ausentes

Portada de la edición de Rocco de El mundo encantado de Ela
Como ya he comentado, nuestras protagonistas son huérfanas de madre casi desde el principio. Los padres siguen vivos, pero en ambas historias deciden mantenerse al margen de la vida de sus hijas salvo en lo imprescindible.
El rey de Bamarre pronto demuestra ser una persona cobarde e inútil. Cuando Meryl enferma pasa días deliberando qué hacer, y al final su aportación se resume en viajar por el camino más seguro del reino para que los elfos le den una respuesta que ya conocía. Este personaje se caracteriza por pasar la mayor parte de su tiempo consultando su refranero favorito, “El libro de las verdades hogareñas”. La pasividad del rey será el factor decisivo para que Addie se lance a buscar el remedio por su cuenta. Addie tiene claro que ella es tanto o más cobarde que su padre, pero no está dispuesta a permitir que Meryl muera sin al menos intentar hallar la cura.
El padre de Ela es prácticamente un desconocido para ella. No estuvo presente en su nacimiento, ni en sus cumpleaños, ni tampoco cuando su madre enfermó. Siempre ha aprovechado su trabajo de mercader para vivir enlazando viajes de negocios. Solo le preocupan el dinero y las apariencias, apenas siente la muerte de su esposa y el único aprecio que siente por Ela es el del dinero que espera conseguir cuando la case con algún noble.
—Un buen entierro. Ha venido todo Frell, o por lo menos toda la gente importante —comentó, como si en lugar de estar hablando del funeral de mamá hablara de un torneo o de un baile. […] Tu madre era muy hermosa —Su voz sonó triste—. Me apena mucho que haya muerto.
El mundo encantado de Ela
El abuso emocional y físico
Este es otro tema en el que Levine no puede permanecer neutral. Tanto Ela como Addie sufren abusos por parte de personas que dicen quererlas, y en todo momento se deja claro que una relación con maltrato no es amor.
El caso más evidente es el del padre de Ela. No solo coacciona a Ela mediante palabras y amenazas, sino que hasta aprovecha la magia para obtener lo que desea. Ela llega a descubrir que también había tenido esos comportamientos abusivos con su madre, a la que engatusó hasta que consiguió casarse para después mostrarse como era en realidad.
—Tú harás lo que yo te diga, Estela. […] Tu padre no es un hombre bueno, como ya te habrán dicho los criados si no me equivoco. […] Deben haberte dicho que soy egoísta, y llevan razón. Deben de haberte dicho que soy impaciente, y también es verdad. Deben de haberte dicho que siempre voy a la mía, y es cierto que lo hago.
[…] Cuando papá se enfadaba me recordaba a un muñeco de feria, un puño de piel atado a un resorte que se usa en los teatros de marionetas. Cuando se suelta el muelle el puño golpea a una pobre marioneta. Con papá, lo que me ocurría era que no temía al puño sino al muelle, porque este determinaba la fuera del golpe. La cólera en sus ojos era tan tensa que no sabía qué pasaría si el muelle se disparaba. Odiaba estar asustada, pero la verdad es que lo estaba.
El mundo encantado de Ela

Portada de la edición de Harper Collins de Dos princesas sin miedo
El caso de Addie es más curioso y atípico, ya que el personaje que abusa de ella es una dragona, Volys. Este ser captura a la princesa y la encierra en su guarida, estableciendo una relación macabra y asimétrica. Volys no para de repetir que se siente sola y que le encanta tener compañía en la cueva. Siempre hace hincapié en lo mucho que ha amado a todos sus “huéspedes” y en lo mucho que amará a Addie también. Podría tratarse de una historia preciosa, pero Volys tiene la fea costumbre de acabar por comerse a todos los humanos que acoge.
Para controlar a Addie, la dragona le explica un “juego” de premios y castigos. La princesa será la dueña de una estantería en la guarida, donde poder colocar los tesoros que se le regalan si se porta bien. Los tesoros le son arrebatados si se porta mal, y si la estantería se queda vacía, Addie pierde. Es entonces cuando Volys se la comerá. El problema es que Volys es agresiva e irascible, se enfada por cualquier nimiedad y aprovecha las excusas más ridículas para robarle tesoros a Addie. Todo ese “juego” se desarrolla mientras Volys no cesa de atacar a Addie o de decirle lo muchísimo que la quiere y lo que la echará de menos… cuando se la coma.
A pesar de todo, os aseguro de que mientras dura la lectura es imposible no encariñarse de la dragona, con la que llegas a empatizar en muchos momentos. No me queda duda de que Volys amaba a Addie, aunque su amor fuera sinónimo de muerte, llegando a dedicarle sus últimas palabras:
—Llora por mí, princesita —jadeó. Intenté soltar mi brazo—. Yo habría llorado por ti.
Dos princesas sin miedo
El amor
En contraposición a las relaciones abusivas de las que he hablado en el epígrafe anterior, ambas protagonistas tienen intereses románticos masculinos con los que establecen relaciones basadas en el cariño y en la confianza. Se separa así también Levine de otros autores de juvenil en cuyas obras el amor surge como una llamarada espontánea basada en la atracción física. Ela y Addie son jóvenes, sí, pero se enamoran de personas, no de cuerpos (o torsos esculpidos en mármol). Incluso Ela, que no deja de ser una versión de La Cenicienta, va a tener una historia de amor que tarda años en desarrollarse. Nada de amor instantáneo, de un baile y de matrimonio.
Quizá yo no me enamoré entonces, pero ahora le quería igual o más que él a mí. Amaba su risa, su letra, su mirada, su honradez, sus pecas, su aprecio por mis bromas, sus manos, su determinación a que yo conociera sus defectos. Y aunque me dé vergüenza admitirlo, lo que más amaba era su amor por mí.
El mundo encantado de Ela
Conclusiones
Como decía al principio, estas son novelas orientadas a un público juvenil, pero de las que los adultos también podemos disfrutar y extraer reflexiones. Es una pena que el resto de obras de la autora (aproximadamente un libro al año hasta 2015) no hayan sido traducidas ni publicadas en nuestro país. Estoy segura de que todas esas historias también albergan mensajes tan dulces como las que conozco.
No perdáis la ocasión de conocer a Ela y a Addie, de cruzar Kyrria y Bamarre con ellas, de descubrir que la verdadera fuerza de las personas está en el interior… De soñar, en definitiva.
Las decisiones eran fáciles después de haber roto el hechizo. Adoraba tener el poder de decir sí o no. Rechazar algo era un verdadero placer.
El mundo encantado de Ela

¡Hola! Tengo el de Ella desde hace mucho tiempo en ebook, ¡me has dado todas las ganas de leerlo! También está en español Historias de 2 castillos (o algo así), ¡espero que te ponga contenta! ^^.
E.
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Dos princesas sin miedo es uno de los libros que más me han gustado en mi vida, ¡y lo leí siendo adulta! 😀
Una entrada estupenda, gracias por escribirla 🙂
¡Un saludo!
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