Ayer mismo salía a la venta oficialmente La carrera, primera «novela larga» de Nina Allan, publicada por Ediciones Nevsky, que ya trajo a España también su Máquinas del tiempo. Para ningún lector de La Nave creo que sea una obra desconocida, después del exitazo que ha tenido el concurso de microrrelatos que hemos hecho en torno a ella y el ánimo con el que habéis participado (en serio, muchísimas gracias, sois geniales).
¿Pero qué esconde La carrera y qué le espera a todo el que decida hincarle el diente? Hoy os la reseño para que no os enfrentéis a ella a ciegas.

Portada de la obra
Creo que lo principal y más importante que hay que saber con respecto a La carrera es que se trata de una obra bastante especial; y con especial me refiero a diferente o poco usual. No vais a encontrar en sus páginas una novela al uso, con una trama definida y una ordenada estructura de inicio-nudo-desenlace. De hecho, no hay desenlaces. No existe un punto fijo hacia el que avance un argumento y, por tanto, la narración se centra en la inmediatez del presente, el aquí y el ahora, lo que está sucediendo, sin que eso que sucede tenga de desembocar irremediablemente en una conclusión. De algún modo, importa más el camino que el destino al que se dirige. Es lo que podríamos llamar un slice of life. Y tener presente esta particularidad me parece esencial para poder disfrutar la obra, porque pedirle o exigirle algo distinto solo conseguirá frustrar al lector.
A Nina Allan le gusta experimentar, y en La carrera lo demuestra. Ella misma nos explica lo que pretende con esta obra en boca de Christy, cuando esta le cuenta al lector su forma de crear y su técnica literaria: ¿y si tomásemos el mundo real, nuestro mundo, y escribiéramos sobre él alterando solo pequeños detalles? El nombre de los lugares, una guerra que nunca existió, un avance científico que en realidad nunca se ha dado… El escenario en el que nos moveríamos nos seguiría resultando familiar, pero al mismo tiempo ajeno, discordante. Podríamos estar tomándonos una Coca-Cola y tuiteando, mientras vemos una carrera de perros biónicos.
Esa es la base de este libro, el núcleo de lo que nos ofrece Allan. No está ambientado concretamente en el pasado ni en el futuro, es más bien atemporal, la vida cualquiera de una persona cualquiera de nuestro ambiente ordinario, pero en un mundo divergente. La ciencia ficción y ese halo sobrenatural, casi místico, que se puede sentir en algunos pasajes son pinceladas de un telón de fondo en el que nunca se llega a profundizar demasiado, porque no es eso lo que le importa a la autora.
En realidad, La carrera no es exactamente una novela, sino una recopilación de historias cortas entrelazadas de formas más o menos sutiles. El libro se divide en cuatro partes principales (Jenna, Christy, Alex y Maree), cada una narrada por un personaje diferente, y un anexo final que actúa como secuela a la de Maree, pero que conserva cierta independencia, por estilo y por línea temporal. Aunque ya digo que hay hilos conductores que las unen, merece la pena encarar cada parte de forma individual, entendiéndolas como historias autoconclusivas o relatos largos. Porque en general La Carrera desprende una fuerte sensación a relato, con todo lo que ello implica.
La parte de Jenna se ambienta en la ciudad imaginaria de Sapphire y es la más explícitamente conectada con la ciencia ficción. Sapphire es una ciudad turística costera venida a menos, desolada por la toxicidad derivada del fracking, que ahora subsiste sobre todo gracias al negocio de las carreras de perros biónicos (canes modificados con genes humanos para desarrollar sus capacidades cognitivas). Con Christy, nos trasladamos a Hastings, que sería la versión «real» de Sapphire, en nuestro mundo, nuestro universo. Aquí, el costumbrismo toma el relevo y nos encontramos ante la historia de la familia Peller sin más, la difícil relación entre Christy y su hermano Dereck y esa curiosa forma que tiene ella de enfrentar la realidad. Esta parte se puede hacer difícil para quienes buscábamos ciencia ficción en La carrera, pero su mayor atractivo reside en los paralelismos que crea con el relato de Jenna, presentándose como la otra cara de la moneda, y en la reflexión metaficticia sobre lo que la propia Allan quería construir en La carrera.
La parte de Alex actúa como complemento a la de Christy, ambientada también por tanto en el mundo real, pero veinte años en el futuro; y con Maree retomamos la realidad de Sapphire, también con un salto temporal de quince años, con sus perros biónicos y sus experimentos genéticos. Al menos en parte, porque el mundo de Maree no es exactamente el de Jenna, aunque sus historias podrían ser continuación una de otra. Una vez más, leves divergencias separan ambas realidades y nos ofrecen un escenario casi igual, pero diferente. En cuanto al anexo final, también está protagonizado por Maree, aunque ya de adulta, y retoma ciertos cabos tratados en el relato anterior, entrelazándolos con algunos de los elementos más «mágicos» que ya nos había narrado Christy. En cierto modo, y a pesar de no estar apenas relacionado con lo anterior, se podría considerar la piedra angular que sostiene las conexiones entre las distintas partes.
Aunque los vínculos entre estas historias son claros, la dispersión de temáticas y de escenarios puede llegar a afectar al conjunto. Porque no es solo que La carrera se componga de distintos fragmentos, sino que cada parte muestra también una composición bastante caleidoscópica. Son relatos dentro de relatos, una serie de anécdotas que se van hilvanando hasta formar una especie de patchwork de la vida de cada protagonista. Esto es especialmente pronunciado en los casos de Jenna y Christy, mientras que Alex y Maree acotan más la línea temporal; pero esa alternancia entre pinceladas técnicas del mundo y explicaciones íntimas del ámbito más personal hace que el ritmo de la narración oscile. No siempre se consigue mantener el equilibrio entre lo interesante y lo superfluo, no se profundiza en nada y es muy fácil decepcionarse si lo que vienes buscando es pura ciencia ficción.

Las carreras de galgos biónicos son el eje principal de la primera parte, pero los perros no son los únicos que parecen correr buscando algo.
Sin embargo, una vez que te acostumbras al estilo de Allan y permites que cada personaje te cuente su historia a su ritmo, la lectura se hace más cómoda y es más fácil dejarse llevar. Basta con tener en mente que el libro que tenemos entre manos es de corte intimista, no de frenética acción; y que, al igual que un relato, da la información justa y suele dejar un buen puñado de cosas a la interpretación del lector, con finales abiertos.
Dentro del elenco de personajes, destacan casi más los secundarios que las propias protagonistas. Jenna, Christy y Maree narran en primera persona, por lo que sus voces se hacen muy similares (en el caso de Jenna y Christy, tendría sentido que fuese intencionado); a Alex, al que seguimos a través de un narrador equisciente, o a la Maree más madura del anexo, que también se desprende de la primera persona, se les nota algo más de autonomía. Pero son Del y Dereck, Em, Claudia, Tash, Monica y Linda, Lin Hamada, Dodie Taborow… los que dan más vida a cada relato. Todos ellos retratados con maestría en poco espacio, a través de sus acciones o su forma de expresarse. Sean nobles o retorcidos, se los siente humanos, de carne y hueso. Y, en una trama en la que el peso recae sobre todo en las relaciones personales, eso es de agradecer.
Porque en La carrera lo que importan son los personajes y los lazos que los unen, dentro de un mismo mundo o fuera de él. Relaciones tóxicas o amor sincero, qué es la familia, qué es la libertad, qué es la amistad… qué somos nosotros mismos, a fin de cuentas. La búsqueda de la propia identidad es uno de los pocos hilos conductores constantes que recorren todo el libro, explícita o veladamente. Por encima de los dramas familiares, los perros biónicos, los experimentos genéticos, las ballenas del Atlántico y el misticismo que las rodea, los empáticos y controladores, la comunicación o la lingüística extraterrestre. Sí, todos esos elementos adornan el escenario en el que se mueven los personajes, pero es en estos últimos en los que se apoya la tensión.
Termino haciendo hincapié en que el estilo de Allan es informal y cercano, como si nos estuviera contando un cuento, pero también muy, muy preciosista en los detalles. Aunque no ahonda demasiado en temas de worldbuilding, describe al milímetro situaciones y lugares (a qué olía el aire en un determinado momento, qué estaba sonando en la radio cuando sucedía tal cosa). Esto acentúa muchísimo la inmersión, pero también puede saturar por el exceso de información. La técnica que utiliza en La carrera se ciñe bastante al stream of consciousness, donde un pensamiento conduce a otro y va encadenando distintas cosas para llevarnos a donde nos quiere llevar. Toda la fuerza de la obra reside realmente ahí, en su forma de narrar y presentarnos los hechos, así que merece la pena tenerlo en cuenta también cuando empecemos la lectura.
Al final, La carrera ha resultado no tener nada que ver con lo que me esperaba, pero reconozco que se me ha hecho muy fácil de leer y, una vez me adapté a sus peculiaridades, conseguí disfrutarlo más de lo que me esperaba. La parte de Christy sigue siendo la que más se me atascó, no solo por lo desconectada que está de la ciencia ficción, sino también por ciertas cosas que narra. Pero el Sapphire de Jenna y la travesía marítima de Maree compensaron el resto. Tiene personajes femeninos que se me han hecho bastante potentes, habla con mucha naturalidad de la sexualidad (aunque la violencia sexual no la maneja tan bien) y, sobre todo en los dos últimos relatos, cuenta con una importante representación queer.
No creo que sea un libro para todo el mundo, sobre todo si estás acostumbrado a la ciencia ficción más convencional; pero si te gustan las historias pausadas y personales, encuadradas en un escenario diferente e inquietante que no acapare la atención con una avalancha de tecnicismos… bien, esta carrera es para ti.

no he leído nada de Allan pero me apetece mucho y mas con ese estilo tan peculiar que parece tener
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¡Hola!
Adoro este blog 🙂
Y el libro me llama un montón, me tengo que hacer con él^^
Besitos
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