Hoy me subo a La Nave para entrevistar a una de las traductoras más conocidas en el panorama editorial español: Pilar Ramírez Tello Para aquellos que no la conozcáis, dejad que os diga cuatro palabras: Los juegos del hambre. Así es, grumetes. Pilar tradujo al español la famosa trilogía de Suzanne Collins, pero también ha tenido el honor de traducir a las escritoras Sabaa Tahir, Aliette de Bodard, Veronica Roth, Lauren Beukes, Colleen Houck, Sarah Pinborough y Cath Crowley.

Foto de Pilar Ramírez Tello
Antes que nada, Pilar, muchas gracias por dedicarnos parte de tu preciado tiempo. Sabemos que tienes muchas cosas entre manos, pero lo mejor será comenzar por el principio. ¿Cómo te iniciaste en la traducción literaria?
Es un placer que me permitáis subir a vuestra Nave, así que gracias a ti. Estudié Traducción e Interpretación en la universidad porque me encantaba leer y escribir, y desde el principio tuve bastante claro que quería dedicarme a la traducción de literatura. Como esa especialidad no existía en Granada, donde estudié, y quería afianzar mi inglés, después de la carrera me fui a Estados Unidos a hacer un máster en Literatura Comparada y Traducción. Cuando volví, pasé por unos cuantos trabajos de traductora en plantilla mientras enviaba currículos a editoriales (sin mucho éxito), hasta que me llamaron de La Factoría de Ideas y me ofrecieron traducir un manual de rol. Como entonces no sabía nada de nada, acepté. Al cabo de unos cuantos libros para ellos, me enteré de que las condiciones que ofrecían no eran legales (ni compatibles con la subsistencia humana), así que supliqué y envié otros cien currículos. Al final, por cabezota, me dieron trabajo en otras editoriales más apañadas. Eso sí, a pesar de los pesares, sigo agradeciéndole a La Factoría que me diera un voto de confianza cuando todos pasaban de mí.
Explícanos un poco los entresijos de la traducción literaria… Editoriales, plazos, correcciones, ¿cómo va todo eso?
Ay, qué pregunta más complicada… Lo habitual es que la editorial se ponga en contacto contigo para ofrecerte la traducción de un libro, ya sea porque conoce tu trabajo o porque le has enviado tu currículo y le ha interesado. Te informan de sus condiciones, se negocia la tarifa (a veces no es posible), se negocia el plazo (a veces tampoco es posible) y, si se llega a un acuerdo, se firma un contrato. En este, entre otras muchas cosas, se establece también el porcentaje de derechos que corresponde al traductor por las ventas del libro, ya que la tarifa que se acuerda y que se paga a la entrega de la traducción (bueno, un mes después, normalmente) se considera un adelanto. Ese porcentaje ronda el 1%. ¿Qué quiere decir todo esto? Pues que cobras tu adelanto y, si la obra vende lo suficiente para que ese 1% supere la cantidad que te han pagado, empiezas a cobrarlo. Si no, te quedas tu adelanto y nada más.
Los plazos varían mucho según cuándo quiera la editorial publicar el libro. Hace unos años solía haber más margen, pero ahora va todo muy deprisa. Algunas editoriales prefieren darte tiempo de sobra para que te organices y demás, y otras van con plazos muy justos, sobre todo si son libros de autores famosos o desean publicarlos a la vez que en el idioma original.
Una vez que entregas la traducción a la editorial, lo normal es que esta se la pase a un corrector que localice tus meteduras de pata. Después, la editorial debería enviarte esas correcciones para que les des tu visto bueno, aunque este último paso no siempre se cumple.
Y creo que eso es todo, más o menos…
Ya conocemos al famoso sinsajo, pero ¿tienes más neologismos acuñados en otras novelas?
Buf, un montón: afiloz, anguilear, celgas, farfumo (La Corte del Aire, de Stephen Hunt), leñaflor, baladona (Una llama entre cenizas, de Sabaa Tahir), flor del silencio, hierba pluma (Las marcas de la muerte, de Veronica Roth), rastrevíspula, charlajo (Los Juegos del Hambre, de Suzanne Collins), dragopiojo, perversabueso (Las Edades de la Luz, de Ian R. MacLeod), rodador (Ciudad Abismo, de Alastair Reynolds)…
¿Alguna vez has tenido que hablar con una autora para que te explicara algo del libro que tenías entre manos?
Sí, alguna que otra vez, aunque siempre es el último recurso. Me puse en contacto con Lauren Beukes para consultarle un término que no encontraba por ningún lado (y que resultó ser un error del original). También con Damien Broderick, por un término que aparecía sin explicación alguna en Jugar a dioses… y que no se explicaba hasta el siguiente libro, que aún no se había publicado, y cuyo borrador tuvo el detalle de enviarme. Cosas así.

Portada de Sinsajo, palabra creada por la traductora para la versión española del libro
¿A qué autoras te gustaría o te habría gustado traducir?
Autoras, en femenino… a un montón. Margaret Atwood, para empezar, a la que adoro desde que descubrí sus libros en el máster en los EE.UU. A Jhumpa Lahiri, a Gillian Flynn, a Claire North, a Marion Zimmer Bradley, a Louise Cooper, a Ursula K. Le Guin… Y me encantaría poder traducir más de Lauren Beukes, Cath Crowley y Sarah Pinborough.
¿Las condiciones de trabajo de los traductores literarios han cambiado desde que empezaste a traducir? ¿Qué crees que haría falta hacer para mejorar esas condiciones?
No han cambiado mucho, la verdad. De hecho, han cambiado tan poco que tenemos las mismas tarifas que hace quince años… Si hace quince años ya eran bajas, pues imagínate.
Aunque no sé hasta qué punto resulta útil (ya veremos dentro de unos años), llevamos un tiempo trabajando para darles más visibilidad a los traductores: que los lectores sepan que existimos, que se fijen en nosotros y que no sea solo cuando metemos la pata. Entrevistas como esta, por cierto, son una maravilla en este sentido. Quiero pensar que, de este modo, las editoriales nos tendrán más en cuenta.
También creo que ayuda el hecho de estar asociados y poder recurrir a la fuerza del grupo, dentro de lo que cabe. Y, por supuesto, procurar no aceptar situaciones de abuso, negociar tarifas y contratos, etc. Pero la lucha individual, aunque necesaria, siempre tiene sus límites, porque de algo hay que vivir.
Tras las últimas noticias sobre las publicaciones que nos esperan en 2017, todo apunta a que las editoriales especializadas en fantasía y ciencia ficción están dispuestas a apostar más por las escritoras, pero ¿dirías que esta tendencia se mantendrá o es solo una moda pasajera?
Espero que no sea una moda pasajera. Supongo que todo irá a la par: cuanto más justo sea el puesto de la mujer en la sociedad, cuanto más se equipare al del hombre, más se apostará por las escritoras. El único motivo por el que no se publica a más mujeres es porque la igualdad todavía no existe. Ni existirá a corto plazo, pero, en el futuro, quién sabe…
¿Qué podemos hacer lectores y traductores para que se publiquen a más autoras en nuestro país?
¿Pedirlo…? Como ya se hace con iniciativas como La Nave Invisible o con el contacto directo con las editoriales que nos ofrecen las redes sociales como Twitter y Facebook. Y leer más autoras. Si se venden más, menos miedo habrá a publicarlas.
Son muchos los que se empeñan en calificar de «mala» a la literatura juvenil, pero sabemos que, como en todo, hay libros mejores y peores. ¿Qué es lo que destacarías de este tipo de literatura? ¿Qué autoras nos recomendarías?
Otra pregunta difícil, ¿eh? Como dices, pasa como en toda la literatura: hay libros buenos, malos y regulares. Hay libros «para adultos» que se venden como rosquillas y son lamentables. La única diferencia que veo entre las obras juveniles y el resto es el público al que están dirigidos, así que suelen tratar temas que interesan a esas edades. Quizá por eso es habitual que aparezca alguna relación amorosa (y si no la meten con calzador, me parece lógico). No sé, es mentira que utilicen un lenguaje más sencillo (a veces ocurre y a veces no, como en los libros para adultos); tampoco creo que traten siempre temas más superficiales (ídem)… Como mucho, podría decirse que se habla de sexo con mucho más cuidado, porque la violencia ya casi ha dejado de ser tabú en la literatura para esas edades. Poco más.
Autoras recomendables de juvenil son Cath Crowley, Corinne Duyvis, Sarah Pinborough y Sabaa Tahir (tiene sus detractores, pero a mí me gusta), por ejemplo. Me apetece mucho leer a Iria G. Parente y Selene M. Pascual, a Leigh Bardugo, a Audrey Coulthurst, a Anna-Marie McLemore… Pero no me da la vida…
Además de traductora, también escribes. Has participado en un par de antologías estos últimos años. ¿Sobre qué te gusta escribir? ¿Tendremos ocasión de conocer más esa faceta de Pilar?
Lo cierto es que solo escribo algo cuando me obligan (como lo de la antología en homenaje a Pratchett) o cuando tengo que sacarme algo del pecho. Me quedan un par de cuentos infantiles a medio terminar en el cajón (bueno, en el ordenador), pero, salvo eso, ahora mismo no tengo historias que contar. Y para ser escritor, lo primero es tener algo que contar. De todos modos, soy traductora profesional y me gusta serlo. Lo de escribir de vez en cuando (muy de vez en cuando) no es más que una afición.
Es un placer para nosotras albergar esta entrevista fruto de una conversación entre dos grandes traductoras, llena de recomendaciones de autoras.
Muchas gracias a Carbaes por realizar esta entrevista y a Pilar Ramírez Tello por haberla aceptado. Deseamos a ambas que sus proyectos sigan adelante y que gracias a estos pequeños gestos su trabajo en la traducción sea cada vez mejor reconocido.

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Además de gran profesional y público encantador en las presentaciones micro-minoritarias, más maja que las antiguas pesetas. Ea.
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Gracias, Alberto 🙂
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¡Que bueno!
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