Reseña: Violeta en el jardín de fuego

Violeta en el jardín de fuego es uno de esos libros que te atrae desde el momento en que sabes de su existencia. Alicia Sánchez Martínez se ha lucido con el contenido, pero las ilustraciones de Rocío Macías no se quedan atrás. Están hechas para llamarte, no puedes permanecer indiferente ante esa portada tan violenta y visceral. La sinopsis no se queda atrás y nos alerta de que nos encontramos ante una historia diferente:

Violeta es una adolescente que, además de tener un cuerpo extraño (es alta y muy delgada, como un esqueleto viviente) asegura tener poderes paranormales. Cuando su madre, Sola, sufre un ictus, Violeta quedará a merced de todos aquellos que quieren aprovecharse de ella: Flora, una escritora romántica que pretende lucrarse con sus poderes, Dalia, una dominatrix obsesionada con su inusual belleza y, sobre todo, el doctor Alexander, un científico loco que desea utilizarla en sus crueles experimentos.

Pero Sola logra recuperarse y no tardará en vengarse de todos aquellos que han querido arrebatarle a su pequeña. Con el cuerpo y el alma deformados por el dolor, la madre coraje luchará con uñas y dientes para proteger a su hija, la niña rara, la atracción de feria, la flor más hermosa del jardín de fuego.

violeta-portada

Cubierta de la novela.

Si una palabra puede definir este libro, esa es “bestia”. Las escenas eróticas son bestias; el humor es negro, macabro y bestia; las reacciones de los personajes son muy bestias… Creo que lo vais pillando. La escena que abre la historia, sin ir más lejos, es de BDSM bastante explícita y “dura”. Desde el principio sabemos que no nos vamos a encontrar con medias tintas ni “fundidos en negro”, aquí hemos venido a poner toda la leña en el fuego.

Es difícil clasificar el género concreto al que pertenece Violeta. La editorial Applehead la define como una mezcla de “costumbrismo, realismo mágico, terror y erotismo”. La ambientación es donde vemos ese costumbrismo, que yo definiría casi como naturalista. Los escenarios, personajes y acción se nos describen sin idealización de ningún tipo, con un punto cruel y hasta sórdido. La magia la aporta Violeta y sus poderes paranormales, de los que al principio duda todo el mundo. Ya me he referido al erotismo, por lo que solo me queda hablar del terror, representado por la maldad humana más terrenal.

La novela está escrita en tercera persona del presente, con un narrador omnisciente que va saltando por las mentes de todos los personajes. Creo que es la primera obra que leo con esta voz, pero no se me ha hecho extraña en ningún momento. La inmediatez del tiempo presente hace que te sientas mucho más dentro de la historia, sensación a la que también contribuye el estilo descriptivo y detallado de la autora.

Sola trajina por el salón, intentando limpiar el polvo, haciendo como que no ve la carcoma que devora la casa día a día. Es sábado por la tarde y algo tiene que hacer. A través de la ventana contempla los tejados cubiertos de sábanas. Las numerosas antenas, plantadas aquí y allá sin orden ni concierto, dan a ese paisaje de patio interior un aire apocalíptico, como de película de ciencia ficción. El silencio es absoluto. A esas horas de la tarde, en aquella ciudad dormitorio, tan solo quedan los viejos que duermen la siesta en sus sofás delante de la televisión sin sonido.

Los personajes forman un grupo de lo más variopinto en el que solo hay una buena persona: Violeta. El resto se nos presenta como personajes extremos y casi caricaturescos, que llevan los rasgos de su carácter hasta las últimas consecuencias. De esta forma, se nos contrapone el bando de personajes que quieren aprovecharse de los dones o del cuerpo de Violeta frente a aquellos que quieren protegerla, cueste lo que cueste.

Violeta, aun dando nombre a la obra, no es la protagonista de la historia. Su papel es casi el de un Macguffin, puesto que su mera existencia es la que va a motivar los actos del resto de agentes de la historia.

Es una muchacha altísima, de unos dos metros de altura, y muy delgada. Sus largos brazos están rematados por unas manos finas y articuladas como las patas de una araña. También sus pies, calzados con unas zapatillas deportivas de color rosa, tienen un tamaño gigantesco. A pesar de toda esa deformidad, esa criatura es hermosa. Violeta es una grácil jirafa de largas pestañas que se contonea lentamente de un lado hacia el otro, como si intentara liberar su enorme cuerpo de la fuerza de la gravedad.

Sola es quizá el personaje más principal de esta historia coral. Se nos presenta como una mujer derrotada y sin objetivos, cuyo único deseo es conseguir dinero suficiente para poder cuidar a su hija. Pero entonces llega el ictus, poniendo su vida y su cuerpo del revés. La forma en la que la autora nos explica esta transformación y los sentimientos de Sola al verse atrapada en un cuerpo que ya no le responde es magistral, sin caer en ningún momento en la compasión o el derrotismo.

No puedo desvelar mucho más del resto de personajes sin meterme en spoilers, pero espero que si leéis la novela os riais tanto con Flora como me he reído yo.

Ese es otro de los aspectos que no podía dejar de destacar, el humor negro que impregna muchas de las páginas del libro. Jamás se me habría ocurrido pensar que me iba a hacer tanta gracia una escena protagonizada por una persona recién recuperada de un ictus que solo puede decir una palabra.

Me parece evidente, por todo lo que he dicho antes, que la novela me ha gustado mucho. No sabía qué esperar cuando cayó en mis manos y me ha sorprendido para bien. Es muy corta, apenas 150 páginas, y gracias a su ritmo ágil se lee en un momento. No lo recomendaría a personas de estómago sensible, pero sí a quien quiera probar con una historia diferente a todo lo que haya leído antes.

Enerio Dima
Enerio Dima (Novedades/Redacción): Abogada por el día, escritora por la noche y protestona (en Twitter) a tiempo completo. Me gusta leer hasta las etiquetas de los champús, pasando por toda clase de historias y géneros. No sé quién eres, pero te buscaré y te recomendaré un libro.

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