Lilly y Lana Wachowski, creadoras de Sense8, concibieron esta serie (como contaron en Independent), con la idea de que lo único que puede vencer a la tiranía y a la opresión es atender a aquello que nos une sin que nuestras diferencias nos dividan. Así llegaron a la ambiciosa idea de usar personajes que se encontrasen en puntos distintos del planeta y que pertenecieran a culturas dispares, como lo son Corea del Sur y Kenia, por ejemplo. Probablemente este planteamiento las haya tenido peleadas con sus teclados y con el presupuesto, pues es una empresa enorme.
Ambas cineastas tienen tras ellas una larga carrera con películas generalmente de ciencia ficción, como la ya mencionada Matrix o El destino de Júpiter, y otras que se adentran en una rama de este género algo más apegada a nuestro mundo con un corte distópico, como es el caso de V de Vendetta. Por ello, no sorprende que su primera serie pueda englobarse dentro del tipo de ciencia ficción que no cabalga en naves espaciales ni ve las estrellas, sino en esa otra más “cercana” que profundiza en la especulación sobre el ser humano y, en buena parte, sobre qué le hace “humano”.

Riley, la DJ islandesa
Seré sincero, el principio de Sense8 no es el mejor que podría haber tenido como serie al uso. Nos deja desamparados con cara de idiota porque no entendemos qué leches está pasando, incluso puede hacernos sentir incómodos, pero creo que eso es precisamente lo que las autoras buscaban: que sintamos lo que los protagonistas, es decir, desconcierto. Entiendo que esto pueda echar atrás a más de uno, pero la serie no deja de mejorar desde el capítulo uno y poco a poco va rellenando los huecos que nos faltaban.
Hablar de Sense8 es hablar de la diversidad y de unos cuántos esquemas rotos, pero vamos a ir desgranándolos poco a poco. El elenco protagonista se compone de ocho personas de diferentes culturas conectados por un vínculo que trasciende lo “normal”. Para que os hagáis una idea, tenemos a Will, un policía de Chicago que lleva una vida bastante normal como la de cualquiera de nosotros. A Riley, una DJ islandesa que ha emigrado a Londres y donde se gana la vida haciendo bolos en distintos clubes. También tenemos a Wolfgang, un ladrón de cajas fuertes alemán que siempre ha vivido a la carrera mezclándose con gente muy turbia del mundo del crimen. En Corea del Sur tenemos a Sun, una mujer de negocios que libera estrés peleando en luchas callejeras. Pero el elenco también nos lleva a Kenia con Capheus, un conductor de autobús que invierte el poco dinero que gana en conseguir las medicinas que su madre necesita. En la India nos espera Cala, una farmacéutica que se enfrenta a las dudas habituales previas a su boda. De regreso a Estados Unidos, nos encontramos con Nomi, una hacker que se ve envuelta en una auténtica pesadilla. Y por último, tenemos a Lito, un actor mexicano de películas de acción que se cree que realmente es su personaje.
Añadido a la diversidad del casting, he de señalar dos cosas: una es que los dos personajes que tienen pareja al inicio de la serie son parejas homosexuales; y la segunda es que los actores que interpretan a los protagonistas son de las nacionalidades de sus personajes, con dos excepciones, a saber Riley, interpretada por Tuppence Middleton, que es inglesa, y Lito, interpretado por Miguel Ángel Silvestre, que es español. El segundo caso intuyo a qué puede deberse, pero creo que sería un pequeño spoiler. Además, hay un personaje transexual en la serie interpretado por Jamie Clayton, una mujer trans en el papel de una mujer trans. Eso es verdadera visibilidad.

Nomi y Amanita. Una pareja bien escrita.
El argumento es difícil de contar sin hablar más de la cuenta. La serie tiene una trama principal en la que se entremezclan los arcos argumentales de cada personaje. Mientras Will tiene que lidiar con los tejemanejes de la policía en el caso de un supuesto terrorista, Riley tendrá que “sobrevivir” a las consecuencias de una de las peores noches de su vida. Sun se verá envuelta en un asunto de corrupción que afecta a su familia y tendrá que decidir cómo debe atajarla, mientras que Capheus, intentando conseguir dinero para el tratamiento de su madre, acabará metido entre un grupo criminal y un hombre de negocios keniano bastante cuestionable. Por su parte, Cala y Wolfgang verán sus vidas enfrentadas: mientras él siempre tiene el peligro en la puerta de casa, ella atesora mantener su sensación de seguridad, de que tiene el control.
Nomi, en cambio, tiene quizá uno de los arcos más interesantes y necesarios. No sólo es la detonante de la trama principal, sino que a través de ella vemos su relación como mujer trans con la comunidad LGBT+, además de con su propia familia. Su madre reniega de su condición de mujer y sigue llamándola por el nombre que recibió al nacer, pero su hermana pequeña sí parece aceptarla por quién es. En contrapunto, tenemos a su suegra, una mujer muy abierta que la acepta sin reserva y que tiene una relación poliamorosa con dos hombres. Ambas posturas reflejan a la perfección una sociedad diversa donde hay personas ancladas a un pasado retrógrado y quienes ven el mundo como es realmente: diverso y cambiante.
Además, la trama de Nomi toca de refilón la neurodivergencia, que podemos resumir como personas cuyo cerebro opera diferente y no por ello hablamos de enfermedades mentales, algo que siempre se les ha endosado. Aquí hablan de los Sensate, pero es una analogía que podemos aplicar al espectro autista, entre otros.

El casting de la serie en el Orgullo de Río de Janeiro.
Me puedo atrever a afirmar que esta serie, sus creadoras y sus integrantes son referentes en la lucha, ya no sólo por los derechos LGBT+ sino también, y sobre todo, de la visibilidad de esta parte de la sociedad en la ficción, algo muy importante de cara a conseguir la normalidad. Como muestra de esto, podéis ver aquí lo bien que lo pasaron en el Orgullo de Río de Janeiro de 2016, donde promocionaron su inminente segunda temporada.
En resumen, tenéis que ver Sense8. Es una serie necesaria en estos momentos que sólo espero sea parte de un futuro de avance en el sector donde todos tengamos cabida.

La primera temporada me gustó bastante. A ver cuándo puedo echar el ojo a la segunda. Nada que añadir a tu disección de la serie tratando el tema de la diversidad.
Eso sí, me gustaría mencionar (ya sé que es un hombre, pero…) también al otro creador de la serie, Straczinski (juas, me sé su apellido sin tener que mirarlo), con un gran recorrido en comics y series de TV, como Babylon 5, space opera donde precisamente se trata también el tema de la diversidad, la tolerancia y el respeto (en base a especies diferentes)
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El personaje de Lito es español, lo dice en la serie. Su madre es de Bilbao y se mudaron a México cuando el era pequeñ.
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