Reseña: El mejor de los mundos posibles

Tal vez recordéis que, cuando estábamos preparando la lectura conjunta de febrero, con vistas a celebrar el Mes de la Historia Negra, una de las autoras que barajamos fue Karen Lord. Natural de Barbados, formada en ciencias y con un doctorado en Sociología de la Religión, Lord ha dedicado la última década a incursionar en la fantasía y la ciencia ficción de corte social, y tiene ya tres novelas en el mercado. La única que ha llegado a España, El mejor de los mundos posibles (The Best of All Possible Worlds), no ganó las encuestas para nuestra última LC; pero la sinopsis me llamó tanto la atención que decidí reservármela para leerla y reseñarla por mi cuenta en el futuro.

Damas y caballeros, el futuro ya está aquí.

Normalmente empiezo mis reseñas haciendo una breve valoración personal de la obra, pero creo que en este caso no va a ser necesario. Quienes me hayáis visto chillar en Twitter y luchar contra el síndrome de abstinencia después de terminarla ya tendréis una idea clara de lo que opino sobre la novela. Aquí quiero honrar a los sadiri revistiéndome de profesionalidad y suprimiendo mi fangirlismo. Pero vamos: que me ha matado de gusto. La sinopsis me dejó en su día con la sensación de que me iba a encontrar una historia mucho más dramática y oscura, y al final he pasado más tiempo llorando de risa que otra cosa. Eso en sí ya es un grandísimo logro, porque ninguno de los temas que trata de fondo es moco de pavo; y, sin embargo, Lord se las apaña para hacernos olvidar el dolor y la gravedad, mostrándonos la cara amable de la vida y la convivencia.

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Portada de la edición española.

El mejor de los mundos posibles comienza con un pequeño prólogo que narra el momento en el que Dllenahkh, un sabio sadiri que está en plenas vacaciones a modo de retiro en un monasterio de una colonia extraplanetaria, se entera de que su planeta natal, Sadira, ha sufrido un ataque a gran escala. Sin explosiones ni fanfarrias: se ha liberado una especie de nube tóxica que ha matado a casi toda la población y ha dejado el planeta convertido en una roca estéril, quién sabe si con posibilidades de recuperarse o no. Los únicos supervivientes son aquellos que se encontraban fuera de Sadira, ya fuesen pilotos, científicos, sabios de retiro o colonos varios; y, en un abrir y cerrar de ojos, toda la raza se encuentra al borde de la extinción.

Tras esta introducción, damos un salto temporal de un año y toma las riendas de la narración Grace Delarua, una funcionaria del gobierno local de Cygnus Beta, un planeta que se ha ido poblando a lo largo de generaciones con exiliados, colonos y refugiados supervivientes de diversas catástrofes intergalácticas. Dado su trabajo como biotécnica y sus conocimientos lingüísticos, fue asignada como enlace de la nueva colonia sadiri cuando estos fueron acogidos por los cygnianos. Y lleva desde entonces trabajando junto al consejero Dllenahkh para asegurar la correcta integración de los supervivientes en su nuevo hogar.

Sin embargo, ya ha pasado casi un año y las cosas no parecen avanzar. La comunidad sadiri es muy cerrada, muy celosa de sus costumbres y su cultura, y sus intentos por «mezclarse» con sus anfitriones no están dando buenos frutos. Tras una serie de incidentes provocados por puro choque cultural, Dllenahkh termina confesándole a Delarua que el problema es más grave de lo que parece: en el momento de la catástrofe, el grueso de la población femenina sadiri se encontraba en Sadira, el porcentaje de mujeres fallecidas es muy superior al de hombres y eso ha dejado a la comunidad muy desequilibrada. No solo se ha roto su columna vertebral, también hay demasiados hombres, muy pocas mujeres y demasiada urgencia por repoblar. Y Delarua contesta que, si ese es el percal, más les vale dejarse ya de tonterías y empezar a buscar soluciones serias a largo plazo.

Deciden entonces poner en marcha una expedición que recorra Cygnus Beta en busca de antiguas comunidades exiliadas de sadiri, cotejando su herencia genética, para ofrecer a los refugiados una posibilidad sólida de salvar a su raza.

Hago aquí un paréntesis para comentar que el tema de la genética es esencial, porque, aunque todas las razas son humanas, cada una tiene ciertas características especiales. Los sadiri son telépatas y este rasgo es un elemento fundamental de toda su idiosincrasia. Los vínculos no solo funcionan a nivel de pareja, sino también a nivel de comunidad, como una especie de mente colectiva. Decir que son reacios a la «contaminación genética» suena fuerte, pero permitir que se diluyan sus habilidades telepáticas a la larga significaría renunciar a todo lo que son. De ahí la importancia de encontrar gente que aún conserve un porcentaje alto de sangre sadiri. Y de ahí el conflicto que actúa como telón de fondo durante toda la obra: ¿qué es mejor, agarrarse con uñas y dientes a lo poco que queda de tu mundo para evitar que desaparezca del todo o afrontar la pérdida para intentar sobrevivir creando algo nuevo?

Con este escenario no parece que haya mucho margen para las risas, ¿verdad? Pero sí, lo hay, en gran parte gracias a Delarua, que nos narra la historia con muchísima chispa y sentido del humor. A través de sus ojos, todo se ve de forma más amable y suave, casi tierna. Es una mujer divertida y se encarga de que nosotros también nos divirtamos acompañándola. Quizá, supongo, se deba a que ella se puede permitir tomarse las cosas con una filosofía diferente y valorar la calidez del aquí y el ahora, en vez de enredarse en la desesperación de la pérdida.

Una vez comienza la expedición y se reúne el equipo que pasará un año viajando por Cygnus Beta, la novela adopta una estructura episódica, como la típica serie de televisión en la que cada capítulo es una pequeña aventura. Aunque de fondo está siempre el hilo conductor de su misión, las distintas anécdotas son independientes entre sí, a veces incluso dejando cabos sueltos que nunca llegan a cerrarse del todo, porque tampoco era necesario cerrarlos. Conflictos armados entre distintas tribus de colonos, ruinas misteriosas, una red de tráfico de esclavos… el equipo cae en medio de varios problemas, pero son científicos, no militares, y muchas veces tienen que largarse sin poder solucionar nada o dejando las cosas a medio resolver. Sin embargo, ninguno de esos sucesos es irrelevante, porque siempre inciden de una u otra forma en el desarrollo de los personajes y las relaciones entre ellos.

Y es que el verdadero argumento de El mejor de los mundos posibles es la historia de Dllenahkh y Delarua, de cómo cada bache que tienen que superar juntos supone un pequeño paso adelante, tanto a nivel personal como dentro de su relación. No somos testigos de cómo se conocieron y tampoco es que tengan que «aprender a tolerarse» durante este viaje; desde el minuto uno, ambos se nos presentan como un dúo dinámico que lleva ya un año trabajando codo con codo, se conoce, se complementa y comparte una confianza muy estrecha. Los dos tienen formas de ser muy diferentes, pero son buenos colegas y están en sintonía. Esa sintonía es la que los ayudará a ir creciendo, enfrentándose a sus propios demonios, ayudándose y colaborando; y supone un soplo de aire fresco muy bienvenido el verlos libres de cualquier toxicidad.

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Portada de la edición americana.

Dicho esto, es obvio que el punto fuerte de la novela son sus personajes, todos muy entrañables. Delarua es la mejor narradora que podríamos tener: una mujer joven, pero camino ya de la madurez, dicharachera, íntegra, muy inteligente e intuitiva, enamorada de su trabajo, con un enorme sentido del humor y ciertas habilidades empáticas debido a su ascendencia. Aunque su buena voluntad hacia los sadiri siempre ha sido sincera, la curiosidad inicial evoluciona conforme se va encariñando con ellos, y es muy interesante ver el arco que va siguiendo su desarrollo.

Su contrapunto es el consejero Dllenahkh, un sadiri ya en su etapa de «sabio» y uno de los mayores de la comunidad de colonos de Cygnus Beta, compuesta en su mayoría por chavales muy jóvenes. Si Delarua es todo energía, él es serenidad y compostura, a un nivel flemático. Antes de la caída de Sadira, Dllenahkh era un destacado maestro de las técnicas psiónicas, muy ceñido a sus tradiciones y su cultura, por lo que la responsabilidad que siente por mantener a flote a su comunidad y evitar la desintegración de los sadiri es muy alta. Esa presión, junto al fuerte síndrome de estrés postraumático que siempre se esfuerza por reprimir, lo convierten en un personaje de ricos matices, muchos de los cuales vemos a través de sus interacciones con Delarua, por debajo de esa fachada imperturbable.

Es muy bonita la forma en que él confía en ella y en su criterio para debatir problemas y buscar soluciones, y cómo su carácter pausado en ningún momento es sinónimo de frialdad o distancia. Hay mucho respeto mutuo, aprecio y camaradería. El tándem que forman ambos es el corazón de la novela. Pero eso no significa que vivan aislados en una burbuja, pues todo el elenco de secundarios que los rodea es también estupendo: la doctora Qeturah Daniyel, en su papel de jefa de la expedición y voz de la razón, genetista y antropóloga ya mayor que no ha permitido nunca que la enfermedad la frene; Fergus, con su seriedad y su carácter medio gruñón; la comandante Nasiha y el teniente Tarik, el matrimonio de científicos sadiri que se une a la búsqueda; Joral, el joven y ansioso ayudante de Dllenahkh; Lian y su simpatía, con sus bromas con y a costa de Delarua…

Quiero detenerme un momento en Lian, no solo porque me ha parecido un personaje genial, sino por cómo ha manejado Lord su caso. Lian es una persona agénero que jamás se ha identificado ni como hombre ni como mujer y Lord respeta esa decisión hasta tal punto que ni siquiera nos describe su físico. Cualquier mínima referencia a su cuerpo es ambigua, la propia Delarua esquiva el tema durante su narración, y considero que es una gran técnica para dejar bien clara la identidad de Lian al mismo tiempo que obliga al lector a renunciar a una imagen física que pueda encasillar al personaje. Al final, disfrutamos de Lian por lo que es: miembro de la seguridad de la expedición, colega y tormento de Delarua, con la que termina forjando una amistad sólida, llena de bromas, confianza y tomaduras de pelo. Es una lástima que gran parte del trabajo de Lord en este aspecto se haya perdido en la versión en castellano, donde es más difícil manejar la neutralidad y se opta más de una vez por referirse a Lian en masculino (también se trastocó su presentación, eligiendo una terminología errónea que alteraba las palabras originales de la autora).

Todos los que forman el equipo de la expedición terminan creando una pequeña familia, tendiendo lazos entre sí, por lo que sus interacciones, en general, son una gozada. Pero incluso los personajes algo más marginales, como Freyda Mar, Naraldi, Gilda, Tonio o hasta Rafi, se hacen querer en mayor o menor grado. Cada cual tiene su papel y su carisma y le dan mucha vida a la novela.

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Portadas de la edición británica… que me parecen preciosas, todo sea dicho.

A pesar de que el buen humor marca toda la obra y las peripecias de los protagonistas reciben el foco de atención principal, los temas que se manejan bajo la superficie están lejos de ser nimiedades. El genocidio de los sadiri, la diáspora, el estrés postraumático y sus múltiples consecuencias nos hablan de la pérdida y la catástrofe. Su hogar ya no existe, su puesto como raza dominante en la comunidad intergaláctica se tambalea y lo poco que queda de su sociedad se desmorona. Lord no necesita regodearse en grandes parrafadas para mostrarnos la profundidad de estas heridas, porque todo se percibe a través de los gestos: la forma en que reaccionan ante la violencia o ante cualquier rayo de esperanza, el temor a volver a perder aquello que es importante para ellos, el celo con el que protegen a los que quieren, la vehemencia con la que se enfrentan a determinados temas… Es fácil percibir estas cosas en Dllenahkh, Joral, Nasiha y Tarik, y conviene recordar de dónde vienen para comprender la coherencia de sus actitudes, incluso cuando lo que hacen es un poco cuestionable.

La propia Lord explica en las notas finales de la novela que todo el asunto de la destrucción de Sadira y el desequilibrio social que provoca la ausencia de mujeres está inspirado en la catástrofe del tsunami de 2004 en el Índico, donde se produjo este mismo efecto. Dado que ellas son la base del tejido social, sin su presencia todo se viene abajo. Y eso es algo que impregna toda la novela: la importancia de las mujeres y su papel en la sociedad. En Cygnus Beta la estructura es matriarcal y se da a entender que la sadiri también lo era, o al menos se siente cómoda con este sistema; de modo que la expedición no se reduce a un «necesitamos mujeres porque hay que procrear», sino a un «necesitamos mujeres porque sin ellas estamos rotos e incompletos», una lucha por reconstruir una comunidad sana e íntegra.

Otro aspecto muy interesante es que, a diferencia del tsunami de 2004, lo ocurrido en Sadira no fue una catástrofe natural, sino un ataque intencionado. Y, sin embargo, El mejor de los mundos posibles no nos habla sobre encontrar a los culpables, castigarlos y obtener una venganza. Se sabe quiénes han sido los responsables, se nos dice que hay un juicio celebrándose de fondo en algún lugar, pero no es algo que importe ya, porque Sadira no va a recuperarse. Todo el peso de la acción recae en ese esfuerzo imprescindible por salir adelante, abandonar prejuicios o estatus, aprender a convivir, a valorar al otro. Es un canto a la esperanza y al renacimiento, a la humildad, la integración, el trabajo en equipo y la alegría de las pequeñas cosas como cura contra la desesperación, la ira y el estado de negación.

En un plano algo más íntimo, el sistema de poderes o habilidades psiónicas sirve a Lord como vehículo para reflexionar sobre las relaciones interpersonales. Los sadiri son los que tienen un desarrollo neuronal más alto, lo que les permite alcanzar la telepatía a un nivel pleno, pero existen otras dos razas humanas con poderes similares, aunque algo más pasivos: los ntshune, con habilidades empáticas, y los zhinuvianos, atractivos y dominantes gracias a una especie de «hechizo» que ejercen sobre la gente. Esto arrastra uno de los subtextos más complejos de la novela, porque ninguno de esos poderes es una panacea: la ética en las interacciones, el derecho a la intimidad, el consentimiento y la confianza, el abuso psicológico, las relaciones disfuncionales, quién utiliza sus poderes para qué, hasta qué punto es uno responsable de la influencia que ejerce sobre los demás inconscientemente, el miedo a ejercer esa influencia o que la ejerzan sobre ti… y, sobre todo, la necesidad de buscar ayuda externa para superar las situaciones problemáticas.

No quiero extenderme demasiado hablando de ello, pero sin duda ha sido uno de los aspectos más interesantes de analizar, porque también influye en la estructura social de cada comunidad: la monogamia y el hermetismo sadiri frente al poliamor y la flexibilidad de Cygnus Beta, con las ventajas e inconvenientes que cada sistema acarrea, pero sin llegar a caer en la trampa de posicionar a uno por encima del otro. La sexualidad, las cuestiones de género y el papel de los pilotos de naves mentales también aportan una buena dosis de material sobre el que especular, y ojalá se hubiese explicado más al respecto.

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Karen Lord durante un evento en Barbados, en 2009.

Cierro estas valoraciones comentando la riqueza del worldbuilding en cuanto a tradiciones, creencias y cultura en general; pero haré hincapié en un aspecto concreto que le da un toque extra de carisma a la historia. Los humanos pueblan toda la galaxia, aunque los mundos de origen son cuatro: Sadira, Ntshune, Zhinu… y la Tierra. Nuestra Tierra. Pero, como los terrestres no son aún una sociedad lo bastante madura para unirse a la comunidad intergaláctica, el planeta está embargado. Eso significa que se puede ver desde fuera todo lo que hacen los terrestres, pero ellos no saben de la existencia de los demás. En consecuencia, hay muchísimas referencias a nuestra cultura mezcladas con las del resto de razas espaciales: literatura clásica, cine y música del siglo XX, todo como si la acción estuviera ambientada en nuestra época (y bien podría estarlo). Es un detalle simpático que hace la historia aún más cercana, sin mellar su personalidad.

Para terminar, a nivel técnico es una maravilla: ágil, amena y muy cómoda de leer. A lo largo de la novela seguimos dos puntos de vista: el de Delarua, que narra en primera persona con un estilo muy cercano y coloquial, y el de Dllenahkh, más sobrio, en tercera persona. Las distintas voces de los personajes también están muy conseguidas y los diálogos son muy dinámicos y naturales. Lord no es prolija a no ser que sea necesario, con pocas pinceladas esboza los ambientes y las situaciones. A veces esto va un poco en detrimento del ritmo, con transiciones que pueden sentirse algo más bruscas, aunque también es consecuencia de la estructura episódica que comentaba al principio. Eso sí, si hay algo que nunca deja de estar presente es el sentido del humor. Esa es la joya de la corona.

¿Qué más puedo decir? Cualquier cosa que añada ya sería meterse de lleno en el terreno personal, donde El mejor de los mundos posibles me ha tocado profundamente. Solo puedo reprocharle una cosa, y es algo que explico en Goodreads, porque son spoilers importantes del final. Aun así, la recomiendo de corazón. Nunca me cansaré de repetir la importancia que tienen este tipo de obras, ligeras y amables, con mensajes positivos que ayudan a oxigenar el espíritu. ¿Es perfecta? No. Quizá solo satisfaga a un tipo de lector muy concreto.

Pero para mí sí que ha sido la mejor de las novelas posibles.

puntuacion4

Pilar Caballero
Pilar Caballero (Reseñas/Corrección): Dikana en el ciberverso. Humanista, escritora y multitasking editorial, fan del storytelling en cualquiera de sus formatos. Criada en el terror, formada en la fantasía y ahora enamorada de la ciencia ficción. Me dedico a reseñar todo lo que caiga en mis garras como si no existiera el mañana.

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4 comentarios en “Reseña: El mejor de los mundos posibles

    • ¡Me alegro un montón de oír eso! 😀 Merece mucho la pena, de verdad; es de esas novelas que te llega al corazón, y no para destrozártelo, sino para recargarte de energía.

      ¡Espero que te guste y que la disfrutes! XD

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  1. Me acabo de dar cuenta de la memoria infame que tengo porque ni me acordaba de que fue una de las que se podían votar en la lectura de Febrero y que fuese una de las que me interesaran además de Ladrona de Medianoche. Ahora sí que me arrepiento de votar a la otra ^^U. Con la antología de Cerbero estaré haciendo lecturas relacionadas, así que cuando las haga, pues lo mismo me pongo con esta novela. En español, eso sí, aunque ya sepa por ti que la traducción cambia cositas pero de momento no me apetece pelearme con el inglés

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    • La verdad es que hubiese sido glorioso leer El mejor de los mundos posibles en la LC de febrero, tiene un espíritu muy a lo Diana Wynne Jones. Pero nunca es tarde si la dicha es buena XD

      Léetelo en español, que no pasa nada. Seguramente encuentres cosas que te chirríen, pero para eso me das un toque y te hago de enlace con la versión en inglés, que me la empecé a leer ayer XD (creo que me la reseña me terminó hypeando a mí misma, jajaja).

      ¡Ya me contarás qué tal! 😀

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