En el mes de febrero, la Editorial Cerbero anunciaba a tres autoras a las que publicaría dentro de su colección Wyser para unirse a Lola Robles. Una de ellas era Sofía Rhei. La escritora es conocida en especial por su versatilidad, con un gran número de libros infantiles a sus espaldas y varios relatos en famosas antologías. Sin embargo, en cuanto a las novelas adultas, solo conocíamos Róndola (Minotauro, 2015), de ahí la ilusión de leerla de nuevo enzarzada en un ambiente similar.

Portada de Domori. Ilustración de Cecilia G. F.
Domori es la novela corta que pertenece a esta colección Wyser. En tan solo 156 páginas (en un formato pequeñito), Sofía Rhei nos muestra un mundo de ciencia ficción que, hasta que nos adentramos bien en la novela para descubrir que estamos en nuestro mundo tras una invasión, por lo que quizá habría colado como de fantasía. Porque ese es uno de los elementos que caracteriza la novela: el modo en que no todo es lo que parece al principio, que toda historia e identidad hay que construirlas.
La historia de Domori trata sobre Luna Roja, una de las guerreras de la tribu de domori que tiene una importante misión: destruir a las abejas. Los domori siempre han estado en guerra con ellas; es un hecho simple: las abejas matan a los suyos, así que ellos tienen que matar a las abejas. Luna Roja no tiene ninguna duda al principio; por eso es uno de los efectivos más valiosos para su gente y, junto con Plata Rápida, se ocupa de realizar lo que tendría que ser el ataque definitivo contra el hogar de las abejas.
Con un argumento que, en la primera lectura de la sinopsis, no deja de ser sorprendente, Sofía Rhei da unas cuantas vueltas para que esa historia de luchas ancestrales vaya a más en esas pocas páginas. Luna Roja tiene clara su función, sabe quién es (o quién le han dicho que tiene que ser, en realidad), sabe qué tiene que hacer por ser una domori, pero el destino le tiene preparado un camino lleno de dudas. Porque la novela trata sobre la búsqueda de la identidad y lo hace de un modo profundo: más allá del color de la piel, más allá de lo que te hayan enseñado, más allá de tu sexualidad o de lo que digan los demás.
Mostrarle a otra persona la propia desnudez era un gesto de amor e intimidad tan extremo entre los domori que todos aquellos desconocidos le parecían, en cierto modo, monstruosos.
Aunque este sea el tema de fondo más patente de la novela, Domori también utiliza esto para hablar sobre la intimidad entre dos personas, el modo en que pueden llegar a engañarse para llegar a conseguir lo que se quiere o cuál es el límite para proteger a los demás, hasta qué punto está bien mentir.
Todo esto se va descubriendo a lo largo de las diferentes escenas que conforman la novela. No hay división por capítulos, pero lo cierto es que no se echan en falta porque las diferentes partes de la historia quedan bastante marcadas igualmente. Desde el inicio de Luna Roja como guerrera hasta su descubrimiento y cómo, finalmente, este se encarga de cambiar a la protagonista.

Y aquí tenemos a Sofía Rhei.
Todo esto valiéndose del estilo de Sofía Rhei, que no deja de ser ágil a lo largo de las páginas, pero sin perder un punto de introspección que resulta importante para la historia que quiere contar. El punto de vista de Luna Roja es el principal, por eso no dejamos de acudir a su propia evolución de ideas, gracias a toda la información que va recibiendo. No obstante, a medida que avanza la novela, este narrador se va transformando en uno más omnisciente, que se coloca sobre la cabeza de personajes como William para completar la visión de este mundo. Es cierto que quizá este cambio se hace confuso a veces, sin notarse la transición de dónde está la visión de Luna a cuál pasa a ser la del chico.
Porque son estos dos personajes los que sobresalen por encima del resto, quienes en cambio no dejan de ser elementos de decoración que se tienen que encontrar con Luna Roja para darle pistas sobre quién es realmente. ¿Habría sido posible desarrollar más a estos otros personajes en la historia? Tengo alguna duda, porque con tan pocas páginas me parecería toda una hazaña, pero uno se queda con ganas de que el hombre verde sea característico y tenga algo importante que lo distinga de, por ejemplo, María.
—Quiero estar contigo —le aseguró. Ella esbozó una media sonrisa, cargada de dudas—. Eres la única que no desea que me convierta en un esclavo.
Este es el fallo principal que le encuentro a los personajes secundarios, que son un fondo borroso que sirve para un fin, pero que no son de verdad un buen medio. Sin embargo, y regresando a esos dos personajes más principales, sí que uno es capaz de imaginarse a Luna Roja o a William.
Luna Roja, como protagonista indiscutible, tiene un temperamento fuerte, preparado para la guerra y movido por impulsos: la ira, el enfado, la venganza. Asistimos a esa explosión y a su quiebra, a cómo va evolucionando al verse privada de lo que creía que la distinguía del resto. Resulta complicado reconocer a la Luna Roja del inicio de la historia como la misma Luna Roja que acaba el camino en Domori y, sin embargo, Sofía Rhei lo consigue.
Por otro lado, William sirve para hacer patente ciertos detalles de Luna, para que no olvidemos quién es ella, pero tiene su propia personalidad, su propio (pequeño) arco dentro de la historia. Enamoradizo e, incluso, entusiasta, William me parece un buen personaje, que destaca por sí mismo en lugar de solo por lo que cuenta para ayudar a construir el mundo.
Un mundo que es, para mi gusto, lo mejor que tiene toda la historia con diferencia. Hasta ahora he resaltado lo importante que es el tema de fondo de la novela, pero todo esto no me parecería destacable si no fuera por la ambientación que ha construido Sofía Rhei en esta novela corta. Nos muestra una historia de fondo, una evolución y unas incógnitas que va resolviendo, lo que hace redondo el mundo de Domori. Resulta difícil explicar mucho más sin descubrir toda la trama, pero aquellos que la han leído sabrán a qué me estoy refiriendo y, los que no, pueden tener claro que todas las piezas que plantea la autora acaban encajando.
—El color y mi alma eran lo mismo, una sola cosa, ¿comprendes? En nuestro idioma «rojo» y «yo» son la misma palabra.
—Tú no eres tu piel, Luna. Tú eres lo que tú piensas y lo que tú sientes.
Leí Domori en unas pocas horas y ahora, en la calma de después de varios días de la lectura, tengo que decir que es una novela que no solo engancha, que invita a esa lectura rápida, si no que va un paso más allá. La historia de Luna Roja queda resuelta, pero no me importaría volver a encontrarme con este mundo en una nueva historia, porque Sofía Rhei ha dejado mucho en estas páginas: para unas cuantas relecturas y para algo más.

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