Como seguramente sabréis nuestros lectores habituales, en la sección de reseñas de La Nave solemos alternar cada mes la ciencia ficción, la fantasía y el terror, clásico y contemporáneo, en lengua hispana y extranjera. Sin embargo, tener un esquema tan estricto ha hecho que se nos vayan acumulando las obras que nos han hecho llegar tanto autoras como editoriales; hay mucho volumen de trabajo, nosotras no siempre llegamos a todo y tener un calendario de publicaciones tan apretado no ayuda. Por esta razón, hemos decidido dedicar los tres meses de año que nos quedan a centrarnos en esas propuestas de lectura que estamos apilando y que merecen que les demos salida de una vez. Os pido perdón por la espera, en mi nombre y en el del equipo de reseñadores, pero ya estamos con los motores a toda máquina trabajando en ello.
Inauguramos esta maratón con Diana P. Morales y su novela Zaibatsu, editada por Triskel en 2015. A Diana Morales es posible que ya la conozcáis, no solo por su presencia en las redes sociales, sino por ser la directora de Portal del Escritor, donde imparte talleres y cursos de escritura y del oficio de las letras en general. También fue una de las promotoras del Premio Ripley, cuya antología está a punto de salir a la venta, y tuvimos la suerte de compartir espacio con ella hace varios meses en el hangout Danza de letras de Aitziber Conesa, para hablar sobre la visibilización de autoras. Yo ya conocía su trabajo desde hacía varios años y, como su novela se mueve en el ámbito distópico/especulativo que tanto me gusta, le hinqué el diente con mucha ilusión.

Portada de la novela.
También confieso que no esperaba algo extraordinario de Zaibatsu, más que nada por ser una novela relativamente corta (tiene poco más de doscientas páginas) y por presentar un planteamiento muy sencillo. Pero al final resultó ser engañosamente sencillo. La autora nos va atrapando en el misterio poco a poco, con tanta suavidad que apenas te das cuenta, dejando caer pequeñas pistas aquí y allá, hasta que empiezas a vislumbrar la verdadera magnitud de lo que se esconde tras esa trama «inocente» y de apariencia convencional. Terminé disfrutándola muchísimo y me dejó muy buen sabor de boca; mucho más que si se hubiese enredado con mil subtramas o hubiese estirado la historia solo por ganar páginas extra.
Lo cierto es que el formato corto le sienta a Zaibatsu como anillo al dedo: tiene la longitud justa para contar lo que quiere contar y no necesita nada más. El planteamiento, como mencionaba antes, sigue una fórmula que puede sernos bastante familiar: sociedad futura marcada por una férrea jerarquización, ciudades burbuja que aíslan a los supervivientes del exterior contaminado, un protagonista cuya vida da un vuelco al presenciar algo que no debería haber visto (provocando que empiece a cuestionar el orden establecido) y la consecuente investigación que lo aleja de su vida ordinaria y lo conduce a la verdad. Estos elementos nos dan la sensación de estar recorriendo un camino ya conocido, de tintes clásicos (Zaibatsu bebe de los clásicos distópicos en varios aspectos, en mi opinión), pero no por eso hace el trayecto menos interesante.
A lo largo de la trama, avanzaremos de la mano de Sandor Hero, un empleado del departamento de salud, cuyo trabajo consiste en analizar los niveles de radiación del interior de la Burbuja de Grand Jersey, para garantizar la seguridad de sus habitantes. Sandor lleva una vida normal, feliz. Está casado con Michelle Desir, una joven senadora del Consejo que gobierna la ciudad, tiene un buen puesto, aspiraciones, un ascenso en ciernes… las preocupaciones simples de cualquier ciudadano corriente. Pero un día, durante su ronda, se topa de bruces con una escena impactante: unos agentes uniformados irrumpen en el vagón en el que él viaja y abaten a tiros a una muchacha sin código de identificación ciudadano. Aunque este tipo de redadas no son algo extraño, porque en las Burbujas hay un férreo control contra los indocumentados, Sandor no logra sacarse la escena de la cabeza. Al llegar a la oficina, comenta lo sucedido con el resto de sus compañeros. Solo una de ellos parece darle la misma importancia que él, mostrando una abierta curiosidad por lo sucedido. Y, al día siguiente, dicha compañera resulta haber desaparecido del mapa también.
Es a partir de ahí cuando Sandor empieza a ser verdaderamente consciente de las cosas extrañas que rodean su vida y la de todos los habitantes de la Burbuja. El poder que ejerce el Consejo, el conformismo crónico, lo penalizada que está la «curiosidad». Los secretos. Incapaz de pasar por alto lo sucedido con esa joven en el tren y la misteriosa desaparición de su compañera, comienza a indagar. Y, a través de su investigación, Morales va desgranando ante el lector los entresijos de ese mundo de apariencia perfecta y ordenada.
La trama sigue una estructura lineal (muy lineal, y por un motivo), con un ritmo que va ganando agilidad conforme se desvela una nueva capa del misterio; pero uno de sus grandes logros es el reguero de pistas que la autora va sembrando desde el primer capítulo. Algunas cobran sentido a lo largo de la novela, otras no encajan en el puzle hasta el mismísimo final, pero son ellas las que dan solidez al conjunto. Gracias a estos matices, puedes sentir lo bien atado y redondo que resulta el argumento cuando llegas al desenlace. Zaibatsu es una de esas obras que engañan con su aspecto simple y que merecen una relectura, para captar cada pequeño guiño.

Portada de la edición conjunta que compartió Zaibatsu con La edad del vuelo, publicada en 2013 por Espiral.
Como suele ocurrir en las historias cortas, los personajes son los que salen más damnificados, porque la escasa extensión impide profundizar mucho en ellos. Sin embargo, todos los miembros del elenco de la novela cumplen bien con su función. En Sandor podemos reconocer a un protagonista guía, el personaje a través de cuyos ojos vamos descubriendo los secretos de Grand Jersey y de ese mundo en el que se desarrolla Zaibatsu. Sin su curiosidad, sin esa inquietud que le provocó la mirada de la chica del tren y que puso su vida patas arriba, la historia no existiría. Habría sido muy fácil para él correr un tupido velo y seguir adelante con su cómoda vida, mirar hacia otro lado. Pero no pudo y eso también tiene un por qué.
Aunque a Brown lo disfrutamos poco y parece tener un papel más de apoyo, también está bien construido, tanto en sus gestos y tics como en su forma de hablar. Es un secundario muy correcto, lejos de resultar gris. Pero la más carismática y más tridimensional es, sin duda, Maya d’Hont, periodista e investigadora caída en desgracia por intentar sacar a la luz cosas que nadie debería saber. En Maya, que lleva ya mucho a cuestas y está mucho más curtida, es fácil apreciar las capas de complejidad: el peso de conocer una información que ha sesgado vidas, la frustración inicial y la resignación posterior ante una lucha contra el sistema que parece inviable, y aun así su compromiso con la «resistencia», el no tirar nunca la toalla por completo, la responsabilidad que siente hacia la verdad. En mi opinión, Maya es la joya de la corona en Zaibatsu.
Quiero hacer hincapié también en Michelle, porque me causó una grata sorpresa. Es demasiado habitual que las parejas de los héroes de las distopías clásicas salgan bastante mal paradas; mientras que ellos representan el inconformismo y la lucha contra la injusticia, ellas ejercen de contrapunto personificando al perfecto producto del sistema o quedándose a medio gas al intentar rebelarse. Michelle tenía todas las papeletas para ser una esposa mezquina y caprichosa, pero terminó manteniéndose alejada de ese cliché. Ella y Sandor se quieren de verdad y se quieren hasta el final, a pesar de todo. Aunque en cierto modo sí es un producto del sistema, Michelle lucha a su manera desde las instituciones (o hace todo lo que considera posible, teniendo en cuenta la mentalidad con la que ha sido criada). No es perfecta, tampoco es una heroína, pero desde luego no es un lastre ni una caricatura de ser humano. Felicito a Morales por ello, porque ha sido un detalle muy de agradecer.
Zaibatsu recupera temáticas a las que también estamos ya acostumbrados. Esa Tierra destrozada por la mano del hombre, donde solo los poderosos pueden permitirse el refugio de la Burbuja mientras el resto de la población se pudre fuera. Esa sociedad donde lo que importa es la productividad y el beneficio, ya que el gobierno está en manos de las compañías y la vida funciona como una empresa. Esa tecnología llevada al límite para potenciar la eficiencia. La dicotomía entre seguir dejándote arrastrar como un pelele sin voluntad o abrir los ojos y sacudirte las cadenas. Pero, incluso hablándonos de temas ya conocidos y explorados, mantiene una personalidad propia. Hay un trasfondo fuerte de solidaridad. En el agotamiento de Maya vemos reflejado lo duro que es intentar cambiar el mundo tú solo, pero formando comunidad, buscando aliados, confiando y apoyándose quizá sí se pueda hacer algo. Quizá. Ahí está la clave.

La autora, Diana P. Morales.
No me gusta hacer comparaciones en mis reseñas, porque prefiero valorar una obra por lo que es en sí misma, no por lo que se parece a otra. Pero quiero hacer una excepción en este caso, porque vi mucho a Bradbury y a su Fahrenheit 451 en Zaibatsu, especialmente en el desenlace y en la puerta que deja abierta a la esperanza. Ese poso positivo en el mensaje, el recordatorio de que es importante seguir adelante a pesar de la situación, los sacrificios y las pérdidas, es lo que ayuda a las personas a no abandonar la lucha por lo que es correcto. Y es el aspecto que hizo de esta una lectura enormemente satisfactoria, a pesar de su sencillez.
Termino con el apartado técnico: la prosa de Morales es muy accesible y cómoda de leer, concisa, limpia, sin florituras. Puedes terminarte la novela de una sentada sin darte cuenta. Está estructurada como una recopilación de grabaciones o archivos (llamadas «filmaciones sensoriales», ya que las personas pueden grabar todo lo que piensan y experimentan), técnica que le da una vuelta de tuerca al formato diario. Narrado en presente y en primera persona, nos mete aún más en la piel de Sandor para que recorramos este viaje con él, detalle que tiene su paralelismo dentro de la propia trama, en una de esas conjunciones tan interesantes de contenido y forma. Y, repito, las pistas. En eso no ha escatimado. Hasta algunos nombres encierran más de lo que puede parecer a simple vista.
En definitiva, Zaibatsu es una pequeña joya muy disfrutable, que cuenta perfectamente lo que quiere contar, de la forma que quiere contarlo, sin necesidad de complicarse la vida con enfoques más enrevesados.

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