Charlando con Eleazar Herrera de Wes Marino: Bajo la piel de la novela

¿Qué mejor plan para pasar las horas en un avión? Con esa excusa fue cómo cogí uno de los bolsilibros de la Editorial Cerbero y lo metí en la maleta sin importar que le quitara sitio a un par de calcetines. Wes Marino: Bajo la piel de la ciudad tenía el tamaño perfecto para venirse de viaje conmigo y, según su autora, el resumen de la novela podría ser: «Eso que estás a punto de hacer no es buena idea».

Eleazar Herrera.

Eleazar Herrera (Vitoria, 1991) es periodista y realizó el Máster en Literatura Comparada y Estudios Literarios. Magia hasta en la sopa es uno de sus relatos, que quedó finalista en el IX Certamen de Relato Corto Jóvenes Talentos en 2009, y tiene otros publicados en diferentes antologías. Además, recientemente ha ejercido de editora en una antología, Grimorio 13 (Carlinga Ediciones). Trabaja, practica kendo, escribe relatos y artículos en revistas especializadas y, por si fuera poco, ha accedido a charlar acerca de esa novela corta que sí es una buena idea (incluimos sus intervenciones entrecomilladas).

Wes Marino: Bajo la piel de la ciudad nos ofrece acompañar a un periodista a través de su nueva investigación, después de descubrir una nueva víctima en una cabina de teletransporte. Todo parece apuntar a una de las grandes corporaciones, que puede estar haciendo unas promesas que van más allá de los límites naturales. Con una premisa que puede parecer sencilla, un periodista que está dispuesto a meterse en todos los líos posibles para responder a sus propias preguntas, Herrera nos acerca a los límites de la propia humanidad.

El transhumanismo es, por esa razón, uno de los pesos más importantes de la historia de Wes Marino; incluso existe una organización que lo regula (el Registro Oficial de Transhumanistas).

«El transhumanismo es un movimiento cultural que ya existe. Yo tuve la oportunidad de estudiarlo como una especie de corriente filosófica, o… construcción identitaria que cree que es posible mejorar a las personas mediante el desarrollo tecnológico y científico. Con esta (chapucera) definición lo primero que le viene a una a la cabeza son las extremidades biónicas famosas en el imaginario cyberpunk, manos y pies que son incluso más resistentes que las propias, y de hecho así es, al menos a primera vista, en Arealevo; los implantes son el pan de cada día, así que había que regularlo de alguna manera, como creo que se acabaría regulando en nuestro mismo futuro. El «lore» transhumanista me apasiona: su sociedad, sus ideas, su símbolo, su representación en la cultura popular, su forma de expandir nuestra imaginación…

Pero lo que más me gusta del transhumanismo es el debate que plantea. ¿Dónde empiezan y acaban estas transformaciones? ¿Seguimos siendo humanos si reemplazamos nuestro cuerpo con otro mejorado, inclemente a los estragos de la edad? ¿Quién decide cuánto «porcentaje» de persona tienes (o te queda)? En 2017 ya no es extraño que coloquen una lente intraocular en la cirugía de cataratas, pero a mí me parece un movidón. Ya no nos sorprende tanto la tecnología, como si diéramos por hecho su avance, y es una pena porque cada pequeño paso merece nuestra atención».

Pero no es únicamente el transhumanismo uno de los puntos fuertes en la ambientación de la novela, aunque sea la corriente que pase por abajo. El mundo por el que se mueve Wes Marino es rico, lleno de colores y de pequeños detalles que hacen que sumergirse en ese futuro sea más sencillo. Nos encontramos con cabinas de teletransporte, androides personales que se ocupan de echarte una mano en casa o exoesqueletos que hacen tu piel más tersa.

«Quiero seguir enseñando Arealevo, la verdad. Creo que he enseñado nada y menos en comparación con todo lo que yo sé de la ciudad. Quiero seguir enseñando Arealevo a través de sus colores y las gentes que lo habitan. En Bajo la piel de la ciudad se ve solo la puntita del iceberg que es el Distrito Cromático ¡pero hay mucho más! Hace poco leí una reseña buenísima que destacaba que esperaba algo fuera de la heteronormatividad, y me dio pena pensar que no había hecho bien mi trabajo en materia de diversidad, así que me dedicaré a explorar los rincones de Arealevo a través de los ojos de Wes y de algunas personas más. ¡Está en mis planes una recopilación de relatos arealevíes!».

Portada de la novela.

El estilo narrativo de Herrera hace que todo sea ágil: los detalles están, pero no tiene que desgranártelos para que te los creas, y así estar metido en Arealevo se convierte en una tarea sencilla, fluida. Sin embargo, eso no quiere decir que no existan descripciones o momentos de calma para dar más pinceladas que las justas, sino que estos se aúnan de una manera precisa, como es el caso de la visita al Distrito Cromático.

«Me gustan los colores. Intento darle mucho color a lo que escribo, ¡y me hace ilusión que me lo digas! Supongo que está relacionado con la sinestesia, sí, y de alguna manera quería trasladarla a un lugar en el que la frontera entre el ser humano y la tecnología está ligeramente desdibujada, pero sin esa nube pesimista por encima. Existencialismo, bien, porque toda idea merece ser cuestionada y porque siempre es bueno hacerse preguntas; angustia, no, que bastante tenemos ya en el presente.

Wes Marino es un cliché con patas, ¿no? El clásico periodista que mete las narices donde no debe. Y sin embargo, es malísimo ejecutando sus propios planes: se mete en líos antes y después de Bajo la piel de la ciudad. Improvisa sabiendo que se lamentará después aunque volverá a hacerlo. Es Un Desastre Con Patas. Tiene mucho de mí, para qué negarlo, y tiene mucho de todos, porque hasta la persona más metódica tiene caos en su interior».

Probablemente Wes Marino, el periodista que tiene una mala idea, sea un desastre con patas, pero unido a la agilidad de la narración, acompañarlo se vuelve una aventura divertida. Podemos acercarnos a esas malas ideas que va teniendo, a los pequeños chistes que hace, y enternecernos con él. Resulta cercano, la clase de personaje a la que esperas que todo le salga bien, porque después de un par de páginas ya te ha conquistado como protagonista.

Pero, por si fuera poco, al lado de Wes Marino se encuentra otro personaje que resulta igual de imponente en la historia. Juárez es la baza del periodista para salir airoso: una mujer que vive en Distrito Cromático y que constituye la fuerza que a veces falla más en Wes. Es difícil no querer saber más de ella, y eso es tal vez lo que falta en el personaje: se da la suficiente información como para conocerla, entender lo que hace en la historia, pero no es suficiente, porque todo en ella destila una historia mucho más grande.

«Sí: Juárez tiene su propio arco. Dos novelas, en concreto: la primera sobre su ascenso a guardaespaldas en la Fuerza Espacial y la misión que la llevará a perder su mano; la segunda, sobre las consecuencias del conflicto de esa misión. Sé que son poquísimos detalles, pero prefiero no decir nada más concreto hasta que no esté totalmente escrito. Juárez no será Juárez, sino Helaine J. Wells, una mujer con una carrera por delante y muchas ganas de ayudar a los demás. Poco que ver con la que es ahora, al menos en la superficie.

La historia de Juárez nació bastante después que lo que ocurre en Bajo la piel de la ciudad. No dejaba de pensar en quién era ella, por qué era tan distante y arisca, por qué no tenía mano y, más importante aún, por qué no quiere tener una nueva hasta que conoce a Wes Marino. Todas esas respuestas desembocaron en nuevas preguntas, y así sucesivamente hasta que tuve que sentarme a escribir un guion. La historia que quiero contar es la de todas las mujeres que se endurecen porque no queda otra. La ciencia ficción solo es el cuaderno donde he decidido escribirla».

Uno de los elementos que compone a Juárez es que le falta una mano y es lo que sirve de unión entre ella y Wes Marino, cuando realizan un trato por el que él le debe llevar manoimplantes a cambio de que ella se una a su investigación. A mí me ha parecido especialmente interesante, porque a veces parece más complicado encontrar mujeres en la ficción que se alejen del canon habitual de belleza, cuando no es tan infrecuente en los personajes masculinos. Eleazar nos dice al respecto:

«Creo que la perfección no existe, ni la física ni la psicológica ni la que sea que convierte a un personaje en «perfecto». Personalmente, lo que más se acerca a mi idea de perfección es la bondad. Como dijo Gloria Fuertes: «Primero, la bondad; luego, el talento. Y aquí termina el cuento». Creo que todos esos atributos tan «fieramente atractivos» son solo decorativos en un hombre, mientras que otorgan mucha profundidad a la mujer (y ojo: puedes tener una mujer 100% perfecta respecto al canon estético de belleza con una profundidad increíble). A mí me gustan los personajes con aristas. Al menos a mí me llama mucho más la atención una mujer con un parche en el ojo que la enésima copia de Solid Snake.

Como escritora no me gusta detenerme en los rasgos físicos a no ser que lo considere necesario. Prefiero dar pinceladas en vez de brochazos. Que cada uno se imagine a los personajes como quiera. En mi cabeza Wes tiene la punta de la nariz redondita, ¿y qué? Juárez tiene la espalda y el pecho llenos de lunares, ¿y qué? Lo que importa es lo que son cuando deciden aliarse».

Ilustración de portada de la artista Carolina Bensler.

Lo que he echado de menos, tal vez, sean otros aliados a mayores que ellos dos. Existen, a lo largo de la historia, otros personajes con los que tanto Wes como Juárez interaccionan, pero no he llegado a conocerlos como me habría gustado. Del mismo modo en que creo que en la ambientación hay detalles suficientes como para que la composición de la escena sea rica, en el coro de personajes secundarios, o incluso terciarios, sería interesante una vuelta más, esa exploración de la que la misma autora habla.

Bajo la piel de la ciudad es una novela corta y una primera parte. Esto se nota sobre todo entrando en el final de la historia, cuando toda la narración había seguido el camino de Wes con calma, paso a paso, y parece precipitarse hacia un desenlace bastante abierto. Quedan resueltos muchos de los hilos de los que tira Wes, pero se abren otros caminos que, para los que quieran ver todo bien concluido, a lo mejor son más incómodos. Ese tramo final de la novela, más rápido y apresurado, no desluce el resto de la construcción de la historia, pero hace pensar en la necesidad de unas páginas más.

O en si los astatos van a terminar haciendo que Wes Marino y el resto de los humanos de Arealevo se convertirán en criaturas radioactivas zombis.

«¡No quiero decir nada! Al menos te digo que no serán zombis ni todo acabará con una especie de pandemia tecnológica. No me apetece. El futuro siempre es conflictivo, vale, pero también divertido».

En definitiva, Wes Marino: Bajo la piel de la ciudad es una novela corta y dinámica, con un planteamiento muy interesante que enseña una ambientación cuidada, de la que estaría bien saber más, y que deja el camino abierto para nuevas historias. A mí consiguió hacerme unas horas en avión mucho más entretenidas y las respuestas de Eleazar (¡gracias!) las ganas de tener todavía más.

«Yo solo escribo para hacer la vida más llevadera. Tanto para mí como para los que me rodean. Si he conseguido entretenerte un domingo por la tarde, haciendo menos domingo a ese domingo, pensando en qué loco el Wes Marino este, tengo todo lo que quería. Sé que solo soy una gotita en el mar de las historias, y está bien».

 Andrea Prieto
Andrea Prieto (Investigación/Opinión): ¿Matasanos que suele responder con otra pregunta? Sí, justo. Desde antes de eso, lectora de lo que aparezca y escritora de lo que se pueda (o de lo que quiera, según el cambio de la marea), con muchas palabras a la espalda.


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