Reseña: El hombre hembra

A veces parece que los astros se alinean de una manera especial y de repente empieces a encontrarte un libro o una autora por todas partes. Algo así me ha pasado con la novela de la que os voy a hablar hoy, de la que llevaba mucho tiempo queriendo hacer reseña y que estas últimas semanas me he cruzado varias veces mencionada por Twitter.

Quizás por eso, lo primero que me pasó por la cabeza cuando empecé esta reseña fue “¿quién soy yo para hablar de un libro tan grande y tan importante, y del que ya se han dicho tantas cosas?”. Pero después, meditándolo a fondo, llegué a la conclusión de que nunca es demasiado y nunca es suficiente, y que hay hablar más de El hombre hembra, necesitamos que todo el mundo lo lea y lo conozca. No basta con mirarlo desde la distancia y mitificarlo como una obra de culto. Hay que acercase a él, porque esta novela tiene mensajes muy importantes que transmitirnos.

Por esas mismas razones, me parece muy triste que la última edición publicada en España de este título tan importante, ya no sólo de la ciencia ficción feminista sino de la ciencia ficción en general, sea de 1987, y que actualmente sea una odisea encontrar un ejemplar del mismo. Quiero mencionar que se han oído campanas de que quizás más pronto que tarde podamos tener una reedición. Esperemos que sea cierto.

Pero hablemos un poco de la autora de esta novela antes de entrar en materia.

Joanna Russ en un aula. Fuente: Delirium Nerd

Joanna Russ fue (y sigue siendo, a pesar de su muerte) una de las grandes autoras de ciencia ficción, aunque casualmente no suele aparecer en las listas de los grandes del género. Nacida en el 1937, en Estados Unidos, Russ se dedicó a la ciencia ficción y la fantasía, pero además escribió ensayo e hizo un gran aporte al activismo feminista. Ganadora del Nébula a mejor relato corto en 1972 por When it changed y del Hugo a mejor novela corta en 1983 por Alma, entre sus obras destacadas se encuentra How to suppress women’s writting, un libro de no ficción escrito a modo de guía que describe los métodos que se utilizan para infravalorar o menospreciar las obras literarias (y también otras obras artísticas) creadas por las mujeres; un libro que, inexplicablemente, no ha sido publicado nunca en España (aunque nos han llegado rumores de que está al caer, crucemos los dedos).

Otra de las grandes obras de Russ es, precisamente, El hombre hembra, la novela de la que os voy a hablar. Se trata de una novela que se inscribe dentro del subgénero de la ciencia ficción feminista (rama de la ciencia ficción que analiza el papel de la mujer y los roles de género en el mundo) y se considera uno de los grandes exponentes del mismo. Lo que más sorprende de la obra es que, a pesar de que fue escrita en 1975, no deja de resultar terriblemente actual.

El hombre hembra puede leerse como una novela de viajes entre distintas realidades, sí, pero también es un poderoso ensayo que nos muestra la discriminación y el menosprecio que sufre la mujer respecto al hombre en nuestra sociedad. Para mostrárnoslo, Russ se vale de una historia en la que entrecruza el camino de cuatro versiones de la misma mujer en distintos momentos y probabilidades, para poner de manifiesto las diferencias entre ellas debidas a la sociedad en la que viven.

La historia empieza cuando Janet Evason, una mujer de mediana edad que vive en un posible mundo futuro llamado Whileaway (juego de palabras que vendría a significar “pasar el rato”) en el que los hombres han desaparecido debido a una epidemia que los extinguió, es enviada al pasado en los que todavía existen los hombres, para estudiar cómo es esa realidad.

En su primer salto hacia atrás, que no sale todo lo bien que tiene que salir y acaba llevando sin querer a un hombre a Whileaway, Janet se ve transportada al año 1969 de una realidad en la que la II Guerra Mundial no tuvo lugar y el mundo sigue sumido en la Gran Depresión, y cuyas costumbres recuerdan bastante a unos años 30 eternos. Allí Janet conoce a Jeannine Dadier, una joven de 29 años muy clásica que no quiere tener nada que ver con ella, pero que se ve arrastrada a la aventura que Janet vive entre pasados.

El segundo salto la lleva al año 1969 de nuestra realidad (o sea, la actualidad de Russ en el momento de escribir la novela), donde Janet se da a conocer como emisaria de su futuro y se pone en contacto con las autoridades para hacer una especie de intercambio cultural con los hombres. Allí Janet conoce a Joanna, una mujer de su misma edad que le hará de guía tanto a ella como a Jeannine.

Las tres protagonistas viven varias aventuras, tanto en los dos pasados, como en el futuro de Janet. Son precisamente esas aventuras y situaciones las que permiten poner de manifiesto las diferencias que existen en el modo en que se trata a la mujer en las distintas realidades y el choque que provoca eso en las protagonistas.

Es muy interesante ver como Janet, una mujer que viene de un mundo en el que los hombres no existen, se toma la condescendencia y el trato despectivo que le brindan los hombres en el pasado de Joanna, y que ve como burlas, insultos o incluso ataques personales (mientras que Joanna lo ve como algo normal, aunque tampoco le guste). Un buen ejemplo de ello es una escena en la que Joanna invita a Janet a una fiesta “para conocer a hombres” y en la que Janet acaba horrorizada por lo que se supone que es un cortejo normal en la época. Una escena hilarante y aterradora al mismo tiempo.

La novela también nos muestra cómo es la vida de las tres Jotas (sobrenombre con la que se llama a las tres protagonistas, pues el nombre de las tres empieza por J) en sus mundos.

La más llamativa de las tres realidades, y a la que la autora dedica más tiempo, es Whileaway, el futuro probable en el que los hombres se han extinguido y las mujeres se reproducen por recombinación genética. Russ nos describe con todo lujo de detalles cómo es la vida en esa sociedad, en la que las mujeres viven con muchísima libertad (a pesar de que el trabajo es algo sagrado y no se puede escapar de él hasta la jubilación); en la que tienen la costumbre de tener a sus hijas al cumplir los 30; en el que la baja maternal es de cinco años pero después de ese tiempo las niñas son enviadas a escuelas y ya no regresan a casa nunca más; en la que no existe el concepto de familia de dos progenitores sino que las mujeres viven en casas comunales de hasta treinta miembros; en la que antes de empezar a trabajar en el oficio que les asignan, y mientras estudian todo lo que les servirá para el futuro, las niñas recorren libremente el mundo, sin ningún impedimento, miedo o peligro para ellas.

Whileaway no es un paraíso, tiene sus cosas malas también. Pero, como cuenta la misma Janet, si realmente lo fuera, la humanidad se habría acabado extinguiendo por inanición.

Entrevistador: […] Seguramente esperarán que los hombres de nuestra sociedad visiten Whileaway.

Janet: ¿Por qué?

E: Información, comercio, ah… contactos culturales (risas). Temo que me lo está usted poniendo difícil, señorita Evason. Cuando la ah… plaga de la que habló mató a todos los hombres de Whileaway, ¿no los echaron de menos? ¿No quedaron rotas las familias? ¿No cambió todo el modelo de vida?

J; (lentamente): Supongo que la gente siempre echa de menos aquello a lo que está acostumbrada. Sí, les echaron de menos. Incluso un conjunto de palabras, como «él», «hombre», etc., han sido desterradas. Luego, la segunda generación las empleaba entre ellas, por rebeldía, y la tercera generación no, por cortesía, y a la cuarta, ¿qué le importaba? ¿Quién se acordaba ya?” 

El contraste más marcado entre sociedades lo tenemos entre la sociedad de Whileaway y la sociedad en la que vive Jeannine, un pasado especialmente machista en el que lo que se sigue esperando de la mujer es que encuentre a un buen marido y dedique su vida a cuidarlo y a cuidar a los hijos.

El personaje de Jeannine es el de una joven de 29 años que tiene un buen trabajo de bibliotecaria, un piso propio, un gato y una relación sin ataduras con un hombre con el que en realidad no quiere nada serio, pero que se siente desgraciada e incompleta porque todavía no ha encontrado marido. Jeannine siente que hay algo mal en ella, algún tipo de problema o tara, y dedica grandes esfuerzos a encontrar al hombre perfecto, aunque eso implique renunciar a lo que ella quiere realmente. Y es que, según lo que le dice la sociedad, un matrimonio de conveniencia siempre será mejor que convertirse en una solterona amargada sin lugar en el mundo.

—Creo que deberías reunirte con ellos, Jeannine —dije—. Tu madre es una mujer maravillosa que nunca ha levantado la voz desde que la conoces. Os ha criado a todos y os ha mandado al instituto, aunque ella tenía que trabajar. Tu hermano es un hombre fuerte y equilibrado que mantiene desahogadamente a su mujer y a sus hijos, y Eileen no desea otra cosa en el mundo que a su marido y a sus niños. Deberías estimarlos más, Jeannine.

—Lo sé —dijo Jeannine con suavidad y precisión. O quizá dijo: Oh, no.

—Jeannine, nunca conseguirás un buen puesto —dije—. Ahora no los hay y, aunque los hubiera, jamás se lo darían a una mujer, y menos a una niña grande como tú. ¿Crees que podrías conservar un puesto verdaderamente bueno, aunque lo consiguieras? Además, son todos aburridos, duros y aburridos. Tú no querrás ser una seca solterona a los cuarenta años, pero eso es lo que serás si sigues así. Tienes veintinueve años. Estás envejeciendo. Tienes que casarte con alguien que te cuide, Jeannine.

—No importa —dijo ella. ¿O dijo: No es justo?

—Cásate con alguien que te cuide —continué, por su propio bien.

En el pasado de Joanna ese machismo evidente empieza a desaparecer, pero aun así sigue arraigado en casi todas las parcelas de la vida, mientras que se hace creer a la mujer que eso  no es así. Como la misma Joanna nos cuenta, para ser respetada y valorada por sus compañeros varones, la mujer tiene que convertirse en hombre y adoptar su forma de hacer las cosas. Lo femenino sigue viéndose como algo poco deseable y las feministas, como unas locas radicales que luchan por tonterías.

A Joanna no le gusta su realidad, le saca de quicio cómo la tratan por ser mujer y sabe que es injusto. Pero no puede hacer mucho para arreglarlo, y por eso lo sobrelleva lo mejor que puede, convirtiéndose en hombre y anulándose como mujer para ser aceptada. Aunque todo ello cambia con la aparición de Janet en su vida, a la que primero quiere cambiar para convertir en alguien como ella, pero que luego le hace darse cuenta de la situación.

Antes de que Janet llegara a este planeta yo estaba de mal humor, inquieta, desdichada e insoportable. No disfrutaba de mi desayuno. Me pasaba todo el día peinándome y maquillándome. Otras chicas practicaban el lanzamiento de peso y comparaban sus puntuaciones en el tiro con arco, pero yo —indiferente a la jabalina y detestando la horticultura y el hockey sobre hielo— lo único que hacía era

vestirme para El Hombre

sonreír Al Hombre

conversar ingeniosamente con El Hombre

compadecerme Del Hombre

halagar Al Hombre

comprender Al Hombre

someterme Al Hombre

entretener Al Hombre

conservar Al Hombre

vivir para Al Hombre.

En ese pasado también tenemos la presencia de otro personaje con un peso importante en la trama: Laura Rose Wilding, una joven estudiante que forma parte de la familia que acoge a Janet a vivir en su casa durante un tiempo, para que la emisaria del futuro comprenda lo que es la vida en una ciudad y una familia cualquiera de Estados Unidos (de aquí el nombre del pueblo en el que viven, un genérico “Anytown”, “Cualquier ciudad”).

Laura es una chica  de unos diecisiete años que no se siente cómoda en el papel de mujer que le ha sido asignado y que al intentar luchar contra el mismo para convertirse en lo que ella quiere ser (Gengis Khan) recibe enormes presiones de su entorno para abandonar un camino que, según le dicen, acabará dejándola completamente sola o que la acercará demasiado al feminismo o lesbianismo, con todo lo negativo que eso puede suponer en su vida.

Más adelante, una cuarta mujer llamada Alice-Jael Razonadora, que viene de una realidad a medio camino entre las de Joanna y Jeannine, y la de Janet, invita a las Jotas a que la acompañen a visitar su mundo, donde hombres y mujeres viven separados y en constante guerra los unos con los otros.

Portada de una de las ediciones de la novela en España. Fuente: Librerías Solon.

El libro está dividido en nueve partes, todas ellas muy cortas. Los capítulos son irregulares: los hay que sólo ocupan una frase y los hay que se extienden varias páginas. No se trata de una lectura fácil ni amable, por lo que no es recomendable sumergirse en ella sin un buen bagaje.

Para empezar, el estilo de Russ es muy poético y a veces cuesta seguir el hilo de lo que nos quiere contar porque lo envuelve todo en figuras retóricas y juegos de palabras. Eso sí, su humor fino e irónico  te arranca más de una carcajada

Otra cosa que dificulta la lectura es que no sigue un camino exactamente lineal, sino que salta de situación en situación para mostrarnos diferentes momentos que pueden ser relevantes para la trama o que quieren mostrarnos el choque cultural que existe entre las distintas Jotas.

El narrador principal suele estar asociado al personaje de Joanna, que en realidad actúa como una especie de self-insert de la misma autora. Aun así, en ciertos momentos, el narrador cambia y se pone en la piel de alguna de las otras Jotas; a veces avisa de este cambio, a veces no; a veces ese cambio se detalla como si fuera la misma Joanna la que se pone en la piel de otra de las protagonistas; a veces como si ella fuera una sombra que está presente en la escena que tiene lugar, pero a la vez lo no está. Todo ello, aunque interesante, hace que el hilo de la lectura se vea ligeramente interrumpido y que si no se está cien por cien concentrado en ella te acabes perdiendo.

Del mismo modo, en la narración a veces se nos dice que lo que ha ocurrido ha sido un sueño (como le ocurre a Jeaninne después del viaje a Whyleaway), o se nos da a entender que quizás las protagonistas están locas y todo lo que ocurre es una invención (como insinúa Joanna sobre su convivencia con Janet durante medio año). Además, la autora pone reflexiones propias en boca de sus personajes, o incluso se dirige ella misma al lector, saltando la barrera de la novela y hablándole de tú a tú.

Aun con todo eso, El hombre hembra es una lectura muy recomendable, por todas esas reflexiones y verdades, afiladas como cuchillos, que la autora te lanza a la cara y que te hacen reflexionar profundamente. No soy de marcar los libros que leo, pero mi ejemplar de “L’home femella” (edición en catalán de 1989 que encontré de segunda mano) acabó la relectura con más de 30 pósits.

La novela también tiene sus puntos negativos. Al estar escrita en 1975, tiene algunos pasajes que desprenden una visión tránsfoba, y no sé hasta qué punto era esa la intención de la autora. Pero, de todos modos, es interesante ver como Russ aborda este tema en los últimos capítulos, cuando Jael aparece en la historia y las cuatro protagonistas se sumergen en una realidad en la que hombres y mujeres viven separados. Cuando visitan el mundo de los hombres, descubren que la figura de la mujer cisheterosexual es sustituida por la de mujeres trans (de aquí el elemento tránsfobo, al no considerar esas mujeres como tales) y por hombres gays, que son los que se encargan del cuidado y la crianza, y que son usados como objetos sexuales.

De todos modos, si se contextualiza la historia en su tiempo y se pasa por alto el pequeño esfuerzo de más que supone su lectura, no puedo hacer más que invitaros a que la leáis. De verdad. Hacedlo. No os arrepentiréis.

Anna Roldós
Anna Roldós (Reseñas/Novedades/RRSS): Irilaya. Química de formación, librera de vocación; me leo hasta los prospectos de los medicamentos. Enamorada de Japón, del manganime, de los videojuegos, de la animación y de la ilustración. Me encanta la ci-fi. También escribo.


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