Hoy os vengo a hablar de esta joya en forma de antología que Ediciones Torremozas nos ha hecho llegar y que pertenece a su Colección ETC, enfocada en cuentos, narraciones cortas y antologías de relatos, así como a las ganadoras de su Premio Ana María Matute.
Arantxa Rochet debuta con su primer libro y lo hace por la puerta grande. Aunque no es su primera publicación, pues la madrileña también ha participado en la antología 23 autores y un DNI de El Sornabique & If ediciones, así como en revistas como Cuentos para el andén, Violeta Mag o Poe+.

Portada de Jaulas de aire.
¿Qué nos aguarda dentro de sus páginas? Bueno, Jaulas de aire es una antología de ciencia ficción de corte distópico. Con este dato ya se nos orienta hacia lo que nos deparará la lectura… un poquito de miedo, pero no el que encontraríamos en una novela de terror, sino algo más profundo y mundano quizá: el miedo a lo probable.
Desde el primer relato “Cinco milésimas” y, sin duda alguna, el más profundo y completo, Rochet nos va montando escenarios de futuros no tan lejanos. En el relato mencionado, la humanidad ha conseguido transferir su mente al cuerpo y procesador de robots. De esta manera, uno es quién es, pero con un súper ordenador por cerebro y un armazón por cuerpo. Pero también hay humanos pululando por aquí y por allá, gente que, como es el caso de nuestro protagonista, B-656, han sido castigados con la “conversión a humano” por infracciones. Este relato de catorce páginas goza de una profundidad casi filosófica que, engarzada con la agilidad de la prosa de la autora, atrapa desde el primer momento. Rochet aprovecha la premisa para cuestionar qué nos hace humanos y nos diferencia de las máquinas, qué tenemos nosotros que ellas no pueden obtener ni simular. En esto ayuda enormemente el personaje de Dorthy, una humana que gusta de serlo y con la que B-656 pasa casi todo su tiempo como humano.
El siguiente relato es “Chimenea”, que explora un mundo donde tu acceso al transporte, necesidades básicas y trabajo está supeditado a un sistema de rankings, algo que no nos es tan ajeno pues China va camino a algo muy parecido, aunque se valoren aspectos distintos, no se puede negar que el parecido es aterrador. A pesar de esta premisa, este relato peca de lo mismo que los que lo siguen: no nos cuenta ninguna historia en pos de mostrarnos un futuro posible. Lo cual no es necesariamente malo.
También tenemos “Disfraz”, que se me antojó como una crítica en tono de sátira al consumismo que nos apresa. Aquí nos ilustra un futuro en el que la ropa, el maquillaje e incluso el peinado y los tintes son bienes tan caducos que apenas si duran horas, de modo que la gente se pasa el día entero comprando y, si no lo hacen, tendrán a los Vigilantes de Consumo que, como se deja entrever, velarán por que la gente siga consumiendo.
“Disfraz” no es el único relato que grita contra el consumismo y el poder capitalista, sea o no esa la intención última de la autora, sino que otros como “Amistad” nos plantean un escenario donde “la gente pertenece a las marcas” y los niños se nombran en función de esta premisa con nombres como Pepsia, por ejemplo. También está “Respira”, donde el aire pertenece a grandes corporaciones y la gente ha de pagar por respirar y han olvidado que una vez ese aire que respiran fue gratis. Y, por supuesto, “Tierra”, que es un puñetazo a la desigualdad donde una parte de la población vive con rentas de por vida que les provee de sustento, mientras que la otra parte trabaja a destajo para ellos y para conseguir cuatro duros con los que comprar su sustento.
También tiene relatos más abstractos como “Sombra” o “Biointegrada”, que no sabría cómo hablar de ellos, pues se salen de la línea marcada por los demás.

Homenaje al nacimiento de Clarice Lispector.
Tras la lectura me queda claro que Arantxa Rochet tiene un estilo propio. Intencionadamente o no, sacrifica la posibilidad de contar una historia que atrape para mostrarnos una ventana a un futuro distópico distinto con cada relato. Sacrifica la trama para helarnos los huesos con el miedo a lo factible y lo consigue, vaya si lo consigue. Relatos como el mencionado “Chimenea” o “Tierra” ya están aquí y nos devuelven la mirada. Rochet nos habla de qué podemos esperar si seguimos por el camino que vamos, si seguimos subyugados al consumismo desenfrenado, si permitimos que las grandes corporaciones moldeen el mundo bajo su preferencia y si seguimos tratando al Medio Ambiente como nuestro juguete.
En sus relatos somos la humanidad quienes nos hemos buscado la ruina llegando incluso a olvidar el valor de la literatura o el tesoro que es la naturaleza y el valor de las vidas ahora convertidas en monedas de cambio. Rochet enfatiza en nuestra obra como detonante de la ruina y no en ninguna clase de cataclismo de origen externo; no, nosotros somos nuestros propios verdugos.
Todo esto endulzado con la agilidad de la prosa de la autora, que es capaz de hablarte en tono filosófico sin que resulte denso o pesado, lo que demuestra en “Cinco milésimas”. Además, Rochet emplea neologismos que designan de forma completamente intuitiva objetos cotidianos para nosotros como son los textiles (ropa) o las velocinas (vehículos). Esta terminología ayuda a entrar en esta mezcla de extraño, pero conocido, una amalgama que funciona a la perfección en Jaulas de aire.
En definitiva, ha sido un viaje muy agradable, aunque, en cierta manera, duro. Si tenéis la oportunidad, os lo recomiendo mucho.

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