A mí no me gusta mucho la ciencia ficción. Las historias de este tipo que me he encontrado acababan tratando temas muy grandes, muy trascendentales. Me costaba bastante conectar con ellas porque prefiero historias sobre cosas más concretas y cercanas porque, al final, soy una lectora simple y egocéntrica, me temo.
Houseki no kuni (“宝石の国” en japonés) es un manga de ciencia ficción, técnicamente post-apocalíptico, que reflexiona sobre el sentido de la vida. Y al que estoy enganchadísima y sigo religiosamente.
Pero a mí no me conoce nadie y me temo que decir “¡es mi favorito!” sobre un manga que ya está agotando su minuto de gloria de después de la adaptación animada, no es una gran idea. Así que vamos a empezar por el principio.

Paseo nocturno.
Houseki no kuni (El país de las joyas en español) es el primer manga largo de Haruko Ichikawa, una autora que hasta entonces solo había publicado mangas breves de un solo capítulo y que en 2010 ganó el Premio Cultural Tezuka Osamu al artista incipiente con la antología Mushi to uta (“Insectos y canciones”). Es una historia lenta y que empieza dando muy pocas explicaciones más allá de la ambientación, que le exige a quien lee que acepte una premisa bastante extraña y que espere con cuentagotas las respuestas a las preguntas que hace.
El universo de Houseki no kuni se concentra en lo que queda de la Tierra después del impacto de seis meteoritos consecutivos. El manga utiliza constantemente viñetas de fondo monocromo o en las que los personajes están prácticamente solos en enormes extensiones de hierba o nieve que en su conjunto transmiten el vacío y el silencio de un último continente que es poco más que una isla. Queda un solo edificio en el planeta. Los humanos se extinguieron hace millones de años. En su lugar, habitan gemas (宝石, “houseki” en japonés): los personajes del manga son seres que aparecieron en la Tierra siglos después del cataclismo y la gran extinción que viven en una comunidad de un par de decenas de individuos bajo la tutela de un maestro y la amenaza constante de los habitantes de la luna (月人, “tsukijin” en japonés). Estos viajan desde el espacio para romper a las gemas, capturarlas y usarlas como accesorios y decoración en su mundo.

Los habitantes de la luna recogen los fragmentos de una gema a la que han alcanzado.
En este contexto conocemos a Fosfofilita, que a sus poco más de trescientos años es el más joven del grupo y que pasa sus días sin hacer nada. Las gemas de Houseki no kuni son seres hechos del mineral que les da nombre: Fosfofilita, con una dureza de 3,5 en la escala de Mohs, no puede encargarse de ningún trabajo pesado sin romperse y es demasiado torpe como para las tareas minuciosas que son construir muebles o ayudar a reparar a sus compañeros. Desde luego, es demasiado frágil y demasiado torpe como para formar parte de la tarea que considera de mayor estatus, que es unirse a uno de los equipos de dos que defienden la comunidad de los ataques de los habitantes de la luna. El manga, pues, inicia con Fosfofilita que, bajo encargo del maestro que cuida de las gemas, empieza a recopilar una enciclopedia de historia natural.
Ese es el primer paso. El manga dedica poco tiempo a Fosfofilita navegando la pequeña isla en la que vive y observando las escasas plantas e insectos que la habitan. El trabajo que se le ha encargado le parece aburrido e inútil, poco más que una obra de caridad, y no es capaz de entender qué se supone que debe hacer para poder hacerse notar y ser realmente valioso como todos sus compañeros. Entonces, Fosfofilita conoce a otra gema inadaptada. Más que conocerla por primera vez, lo que hace Fosfofilita es encontrársela por error y hablarle en lugar de evitarla. Esta gema es Cinabrio.

Fosfofilita, con el pelo más claro, y Cinabrio.
Cinabrio trabaja haciendo rondas nocturnas que de momento no han tenido mucha utilidad, porque los habitantes de la luna nunca han aparecido de noche. Esta tarea se le ha asignado también porque no podía trabajar con ninguna otra gema: Cinabrio emite mercurio y no es capaz de controlarlo completamente y, si este entra en contacto con una de las gemas, la parte sucia no puede recuperarse. Cinabrio es, sin poder evitarlo, un peligro para todos los demás y tiene un carácter desagradable y agresivo, rechazando a las otras gemas en las pocas ocasiones en las que intentan acercarse a él. Fosfofilita, que reconoce en el igualmente solitario e igualmente frágil Cinabrio alguien con quien congeniar, y que descubre que si Cinabrio se encarga de esas rondas inútiles es porque el maestro ha sido incapaz de encontrar algo mejor, decide que va a pensar en un trabajo “nuevo, divertido, y que solamente [Cinabrio] pueda hacer.”
Con esta premisa básica, Ichikawa construye un universo con unos límites poco definidos, pero que el lector entiende enseguida (cada llegada a unos escenarios que nunca están muy alejados el uno del otro es un evento), y con unas reglas y un tono particulares que se apoyan, no solo en un diálogo que va desde conversaciones muy dispersas sobre el tiempo hasta explicaciones detalladas sobre la estructura física de las gemas, sino que también se aprovechan del estilo tan personal de la autora y de su forma de narrar. Las líneas de Ichikawa son finas y delicadas y sus personajes son estilizados, tienen unos miembros tan largos y flexibles que le recuerdan a quien lee que no son humanos, y llevan peinados, vestuario y armas que se utilizan como marcos para la acción.

Diamante observa el ataque de Bort.
Siempre dentro del apartado gráfico, también es interesante notar cómo el diseño de los personajes trabaja a favor de la ambientación. Todas las gemas, a excepción del maestro, tienen la misma forma, con ligeras diferencias en sus caras: son personajes de largas piernas y brazos y caderas anchas, con facciones delicadas que resultan aún más violentas cuando se rompen o se exageran. Personalmente, no estoy particularmente en desacuerdo con algunas críticas que ha recibido Houseki no kuni en este aspecto. Es cierto que la inhumanidad de los personajes podría haberse expresado de otra forma, y que la justificación que se da en el manga es, al final, algo que ella misma ha escrito.
Sin embargo, también he visto comentarios positivos por cómo Ichikawa evita asignar un género a sus personajes: en el contexto original japonés, su forma más típicamente femenina se combina con un habla más masculina o neutra y crea una sensación muy concreta, alejada de los roles que el lector conoce. Este efecto se refleja en las traducciones, puesto que es algo buscado por la autora: en la edición francesa, publicada por Glènat, los personajes hablan de sí mismos en masculino, como hago yo en este artículo. En inglés, en la traducción de Kodansha Comics, el texto del manga no emplea ningún pronombre, mientras que los subtítulos de Anime Strike! de la adaptación animada optan por usar el they singular.
No comentaré sobre la potencial representación no binaria que podría suponer este uso, porque los personajes no dejan de ser inhumanos en un contexto muy alejado de nuestra realidad, y como persona cis no me corresponde a mí decidir algo así. Por parte de la autora, parece que la falta de género de sus personajes responde más a una consecuencia lógica de la desaparición de las sociedades humanas y sus conceptos más que de una voluntad de representar a un colectivo; sin embargo, no me parece correcto descontar el confort que puedan encontrar en las gemas les posibles lectores.
Finalmente, otro de los aspectos que distinguen de forma más particular el universo de Houseki no kuni es la evidente influencia de la formación budista de Ichikawa, que asistió a un colegio de esta religión en su juventud. Los elementos más evidentes están en los habitantes de la luna que, con sus ropas vaporosas, sus flechas de doble punta, sus coronas redondeadas y sus motivos de flor de loto, evocan la influencia del budismo hasta al lector más lego. El maestro de las gemas tiene la apariencia de un monje y toma su nombre, 金剛 (“kongou”), de la mitología budista: la palabra en japonés significa ‘adamantino’, un material indestructible como el diamante, símbolo de la verdad indestructible cristalizada en el arma del dios Indra.

Fosfofilita ante el maestro.
Pero la influencia, por supuesto, es temática además de visual. En una entrevista de 2016 (link en inglés con ligeros spoilers de la trama), Ichikawa describe cómo las descripciones del Paraíso Occidental la inspiraron, puesto que pensó en tomar de manera literal la metáfora que lo define como un lugar repleto de joyas. También apunta que la búsqueda de Fosfofilita de su lugar en el mundo, del significado de la vida, bebe del ideario que recibió, según el cual un trabajo útil para los demás es una forma de realización del yo; algo que se refleja también en la forma en que Fosfofilita pretende salvar a Cinabrio, ofreciéndole un trabajo nuevo que realmente tenga un objetivo, y en los dilemas que tienen los otros personajes. La influencia budista es la que articula la forma de Ichikawa de definir la inmortalidad de sus personajes: todas las gemas están sumergidas en una rutina cómoda sin objetivos, en unos días que pasan sin apenas cambios y que no les permite evolucionar.
Más adelante, el tono del manga cambia y se vuelve más oscuro. Ichikawa no deja de comentar sobre cómo la eternidad estática a la que están sometidas las gemas las convierte en personas infantiles y volubles, que buscan una meta. Se explora también el papel del maestro, una gema que, a diferencia de las demás, no tiene un aspecto andrógino y delicado y que parece tener más conocimientos del mundo que las rodea y, cuando empiezan a suceder, se reflexiona sobre los cambios por los que pasan Fosfofilita y sus compañeros.
Actualmente el manga parece haber entrado en una recta final que, aunque lenta, está llena de curvas y de revelaciones para los personajes. Fosfofilita sigue en los empeños que van saliendo de su trabajo, que desde el principio ha sido una búsqueda de conocimientos, mientras recibe el consejo de varios personajes con distintas intenciones.
Houseki no kuni no está licenciada en España en el momento en que escribo el artículo, pero espero que en el futuro pueda corregir este párrafo. De momento puede adquirirse como L’ère des cristaux en francés y como Land of the Lustrous en inglés, así como con su edición original japonesa.
Los nombres y términos en español de este artículo, así como la decisión de utilizar el masculino para los personajes, son de traducción propia y, por tanto, no oficiales.

¿Nos ayudas con una donación?