
Portada de Los hijos del vidriero, de Maria Gripe.
He venido a hablar de mi libro. Mi libro favorito.
Ya, ya estoy viendo lo que soltarán algunos (no me cuesta mucho imaginarlos, algunos me lo han dicho de verdad): ¿cómo va a ser mi libro favorito un libro de niños?
Es muy corto, las descripciones son muy infantiles y sencillas. Claro, para que lo entienda un niño. Pero los adultos apreciamos la literatura DEBERDÁ, la complicada. Qué he estado leyendo, si desde entonces no he encontrado ningún libro mejor que lo destronase como favorito.
Lo cierto es que sí que he leído muchos otros libros que me han emocionado, que me han golpeado con un giro argumental o un final especialmente bien hecho o con una trama mejor en general. Pero ninguno me ha supuesto tanto en la vida, en la conformación del carácter, en las ideas como ese libro. Así que, aunque no sea el más complejo y sesudo del mundo, es mi favorito. Sí, son motivos muy subjetivos, pero así son las opiniones.
Lo que parece menos opinión personal es que la literatura infantil está muy denostada, que parece que es fácil escribir cualquier chorrada sencillita para entretener a un niño.
A raíz de esto pregunté en Twitter si los demás compartían esta visión, y si sentían que este desprecio se agudizaba de alguna forma al tratarse de escritoras.
En relación con mi próximo artículo para @LaNaveInvisible voy a recoger opiniones. ¿Alguna vez habéis visto menospreciar un libro por ser «para niños» aunque os pareciera muy bueno? ¿Creéis que este menosprecio está relacionado con si lo escriben mujeres?
— Carmen Lunnely (@Lunnely_Art) 20 de novembre de 2017
No muchos han percibido que esto sea más grave en autoras (aunque algunos confiesan que ni se lo habían planteado; puede que sí que pase, puede que no). De modo que el hecho de que las autoras de infantil estén tan poco visibilizadas respecto a sus colegas debe ser una suma de factores. Si alguien quiere ahondar en esto, yo le invito.
Lo que sí se nota es que se habla de este género de forma peyorativa. La literatura inferior, la simplona. Parece ser que los temas de los que trata no importan a partir de cierta edad.
Me comentaron que parte de la culpa es porque muchos creen que esos libros son solo para enseñar y, por tanto, solo contienen cosas que, a cierta edad, ya sabemos. Incluso aunque así fuera. No se puede olvidar que los libros para estas edades tempranas nos enseñan valores y cosas que vamos a retener con fuerza. Las fábulas tienen moraleja. La literatura nos entra en este periodo como una forma de aprender, además de como un pasatiempo, una evasión o una forma de abrirnos a otros mundos. Esos libros tan aparentemente fáciles de escribir son los que nos entretuvieron y enseñaron, nos introdujeron a la lectura y nos permitieron disfrutar de todas las joyas que encontramos después. Así que sí, mérito tienen.
Los que escriben literatura adulta mirando por encima del hombro harían bien en recordar que deben sus lectores a esos escritores de infantil que los iniciaron.
Esto en los destinados a los más pequeños. Pero en los que se acercan más al juvenil, esos que narran historias, el prejuicio continúa, esta vez cebándose más con los temas. Es ver algo en cuyo argumento hablan de problemas infantiles como “el poder de la amistad” y ya da asco. La amistad es algo irrelevante en las novelas de los grandes, donde solo hay amor (tóxico a ser posible), aliados y enemigos, y mucha traición. Esperad, que ahora viene La Compañía Amable a sacaros las tripas con su poder de la amistad. Porque dejémonos de tonterías, la amistad sí es importante, aunque los adultos la demos por supuesta y no le prestemos la merecida atención. Esas frases como “ser solo amigos”, que parecen decir que la amistad es poca cosa. Quizá tendríamos que haber leído más de esos libros sobre forjar grandes amistades.
Los sentimientos son otra cosa que se desprecia, y aquí sí veo un nexo más claro con ser autoras o no. Que siempre nos encasquetan el escribir sentimental cuando, primero, hay autoras para todo, y segundo, escribir eso no es malo. Se me viene una cita que me encantaba de una saga juvenil bastante interesante: “Ron, que tú tengas la variedad de sentimientos de una cucharilla de té, no significa que todos seamos iguales”. No me seáis Ron, por favor. Si alguien cree que los sentimientos y ahondar y profundizar en ellos es algo superfluo, que se lo haga mirar.
Sobre eso de que “es que salen animalitos y eso no es serio”, que se vayan a leer Rebelión en la granja, anda.
Otra cosa es que el género literario sea uno que no guste a título personal, como fantasía o romántica. Esto puede ser porque para gustos, colores, o por… más prejuicios. Pero ya ahí no me meto, que no acabo. Simplemente, por favor, distinguid.

Ilustración de la novela, por Carmen Lunnely.
Si apartásemos todo eso, sería más fácil ver por qué este libro del que he venido a hablar es tan bueno.
Para empezar, entretiene. La historia va sobre un soplador de vidrio muy pobre al que le secuestran los hijos, y quieres saber qué va a pasar y si volverán a casa. Vas siguiendo la lucha de la madre, de la bruja Aleteo y la señora triste por encontrar lo que anhelan. Pero también enseña. Enseña sobre la tristeza, cómo nos cambia y cómo aun así es imprescindible en la vida. Sobre que ver el lado malo de las cosas es tan importante como ver el lado bueno, y ningún extremo es bueno en eso. Sobre cómo funcionan los sueños y los deseos, cómo el tener todo lo que queremos no siempre nos hace felices (esto me ayudó a superar el cumplir 11 años y no recibir mi carta, ¿vale?). Sobre la vanidad, la pereza y la inutilidad de prometer mucho y no hacer nunca nada. Sobre la bondad y el abuso, especialmente dirigidos hacia los niños, y cómo los niños responden a lo que se les da. Esto último es hasta para que lo lean los padres.
En definitiva, es un libro que se puede disfrutar y enseña a cualquier edad, y así se lo digo a todo el mundo. Como hice en mi inktober de autoras (aunque entonces no recordaba que Klas era en realidad más pequeño que Clara).
Lo que no sabía hasta que volví a revisarla es que había leído otros libros de esta autora. El de Los escarabajos vuelan al atardecer, de hecho, lo hemos leído mucha gente en secundaria, como lectura obligatoria, y fue de los que más me gustó de esos obligatorios.
Así que ahora vamos a hablar un poco de ella y su obra.
Maria Gripe fue una escritora sueca de literatura infantil y juvenil, galardonada con el Premio Hans Christian Andersen y traducida a decenas de idiomas. Nació como Maja Stina Walter el 25 de julio de 1923 en Vaxholm, Suecia, y falleció el 5 de abril de 2007 en una residencia de Rönninge, a las afueras de Estocolmo.

Ilustración de Maria Gripe, por Carmen Lunnely.
Estudió Filosofía y también Historia de las Religiones en la Universidad de Estocolmo. Tras licenciarse, se dedicó a la enseñanza. En 1946 se casó con el pintor e ilustrador Harald Gripe, que la animó a escribir y quien más tarde ilustraría muchos de sus textos. Su hija, Camila Gripe, es escritora y traductora. Maria Gripe vivió la mayor parte de su vida adulta en Nyköping, donde se filmó la película basada en el libro Agnes Cecilia.
Aunque comenzó escribiendo libros de tipo tradicional, surgidos, como ella misma dijo, de las historias que contaba a su hija Camila, pronto comenzó a crear otras obras en las que sacaba a la luz el autoritarismo que se esconde en la familia y en la escuela, lo que la convierte en una de las representantes de la tendencia antiautoritaria en la literatura infantil.
Con un estilo exquisito, un lenguaje certero y simple, afronta cualquier tema realista, por muy peligroso que pueda parecer, pero que preocupa a la infancia: el hijo no deseado o ignorado, el alcoholismo, la cárcel, el desempleo, la envidia, la inadaptación, la muerte, la soledad son parte de la vida cotidiana con la que hay que aprender a vivir o que hay que superar.
Porque, aunque los adultos tienden a olvidarlo, sí, a los niños les preocupan cosas. Los niños se enfrentan antes de lo que creemos a preguntas sobre la vida y la muerte, las relaciones con los demás y sobre lo que les deparará el futuro.
En una entrevista decía que de las cosas que más le gustaban era que sus libros les gustasen también a adultos y que les hiciesen pensar: “Ese es el mayor elogio que puede conseguir, creo. Y si no parece demasiado presuntuoso, cuando pienso en ello solo quiero que mis libros ayuden a la gente a pensar”.
Un detalle bonito de sus personajes es la creencia en las propiedades únicas y valiosas de cada persona, especialmente en la serie sobre Elvis Karlsson. Porque todos los niños necesitan sentir que tienen algo especial, y no hay por qué exagerarles, pues todos lo tenemos.
Algunas de sus obras traducidas al español son:
- Hugo
- Josefina
- La hija del espantapájaros
- Agnes Cecilia
- Hugo y Josefina
- Los hijos del vidriero
- Un verano con Nina y Larsen
- Mi tía, agente secreto
- El papá de noche
- El abrigo verde
- Los escarabajos vuelan al atardecer
- El Misterio de Abu
- El rey y el cabeza de turco
- El país de más allá
- El túnel de cristal
- Elvis Karlsson
- La sombra sobre el banco de piedra (Las Sombras 1)
- Aquellas blancas sombras en el bosque (Las Sombras 2)
- Carolina, Berta y las sombras (Las Sombras 3)
Si queréis saber más de ella, podéis leer en su fanlisting o ver los vídeos de su adoptante.
Ahora la pregunta: ¿cómo alguien con tanto recorrido tiene tan poquísimo reconocimiento? Hasta el punto de que parece que nunca se va a traducir al español la cuarta entrega de la saga Las Sombras, como casi la mitad de su obra.
Ah, mi teoría al respecto parece cada vez más clara, se me demuestra cada vez que digo que este es mi libro favorito. Cada vez que leo algo de juvenil. Cada vez que veo un buen manuscrito de alguna conocida rechazado por no “encajar en la línea”. Cada vez que comento con alguien lo increíble de que Seliria hayan escrito tantos libros ya y sean tan poco conocidas en los medios de difusión corrientes. Hay cada joya que solo descubres si te metes bien hondo en el mundillo a investigar y si no, nada… Con las escritoras ya lo sabemos, y para solucionarlo está La Nave. Pero con las escritoras de juvenil e infantil hay un doble problema.
Librémonos de prejuicios. Yo lo voy a decir bien alto: Los hijos del vidriero, de Maria Gripe, un libro para niños, es mi libro favorito.
PD: ¡Más ediciones a autoras!

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Estoy convencida de que lo que leemos de niñas marca nuestra vida lectora (y nuestra percepción de la realidad, del cine, del arte). «Los hijos del vidriero» fue un libro que disfruté muchísimo de pequeña, que me hizo temblar y me maravilló. Atesoro su recuerdo junto a los cuentos de Andersen, «Barbazul», «El pequeño vampiro», «La historia interminable»…
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Coincido totalmente, y por eso veo la gran responsabilidad que tienen quienes escriben infantil. A mí desde luego me marcó muchísimo. Gracias por comentar.
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