Anya Borzakovskaya quiere ser una chica normal como cualquiera de su instituto. Pero tiene un apellido complicado, no quiere ir a la iglesia ortodoxa y está cansada de su hermano pequeño. No tiene dinero para comprar tabaco y quiere salir con Sean, un chico muy guapo que tiene novia. Se le acumulan muchísimos problemas hasta que se pierde en el bosque, resbala y cae en un pozo. Además de un esguince y de permanecer dos días sin poder salir, allí encontrará un esqueleto y también su espíritu: Emily Reilly, una fantasma que lleva noventa años esperando a que alguien la encuentre.

Portada de El fantasma de Anya de Vera Brosgol (Norma Editorial, 2013).
Anya decide llevarse uno de los huesos de Emily y tendrá que lidiar con tener un fantasma a su lado. Al principio todo va bien; le ayuda a aprobar un examen de ciencias, pero no puede ayudarla en educación física y evitar que Anya caiga de la manera más vergonzosa posible. También la ayuda a maquillarse y a vestirse para salir de fiesta. Pero llega un momento en que Emily empieza a retrasar la investigación de su muerte y, poco a poco, quizás Emily quiere algo más que parecerse a Anya…
El fantasma de Anya es una novela gráfica de crecimiento y mayoridad escrita y dibujada por Vera Brosgol, quien dibujó storyboards para películas como Coraline, Los Boxtrolls y Kubo y las dos cuerdas mágicas. Parte de esto se refleja claramente en la plasticidad de la obra: los personajes tienen una gran expresividad y gestualidad que sobre todo destaca en las escenas sin diálogos. Las líneas claras y la aparente simplicidad en el estilo gráfico, tal y como se pueden ver en el proceso de creación, ayudan a agilizar la lectura y a visualizar de modo muy sencillo la historia.
El cómic acompaña al tono de la historia en una gama de tonos grises, blancos y negros que no varían, a excepción de un par de escenas de Emily, donde el blanco sobre negro muestra un pasado oscuro, desordenado y desagradable.
Los personajes mantienen una relación de un tipo u otro con la protagonista, aunque todos ellos tienen un carácter muy diferente y están marcados desde el inicio: desde su familia con la inocencia de Sasha, quien se cree un arqueólogo maravilloso, pasando por su madre, una persona cariñosa que se preocupa por su familia; en el instituto con Siobhan, una adolescente cínica y sincera, con Dima, un compañero ruso de clase y conocido de Anya, que padece bullying; con Sean y Elizabeth, los populares, y en medio de todo ello, Emily como hilo conductor.

Los complejos de Anya, en este caso físicos, se manifiestan gráficamente.
Mientras que Anya es un personaje acomplejado e imperfecto a pesar de ser “una americana más”, que comete errores y mete la pata, a lo largo de la obra vemos un cambio desde la negación de su imperfección hasta la aceptación. Por un lado, Emily actúa como un motor que cambia la situación y provoca que la protagonista deje atrás las preocupaciones por su aspecto físico o a fumar para intentar encajar en el instituto. Por el otro, también es un espejo: ambas son parecidas. Sin embargo, Anya se da cuenta de que no puede fingir una vida que no tiene y así se lo dice a su amiga.
Me necesitas para ir a la escuela, vestirte y ligar con chicos, porque nunca lo pudiste hacer. Pero no voy a vivir tu vida por ti. Tuviste tu oportunidad y la estropeaste.

Hay que intentarlo todo para ir a la fiesta de los populares.
El fantasma de Anya no solo habla del amor y de la amistad, que puede ser pretendida o real, como la de Siobhan, que comparte cigarrillos, confesiones y malos pensamientos hacia sus compañeros de clase. Con aproximaciones autobiográficas, pues Brosgol tiene un pasado relativamente parecido al de la protagonista, contiene una de las subtramas más interesantes en el peso de la inmigración y la relación con Anya con su familia y, por extensión con Dima, uno de los personajes secundarios.
“¡Durante años los niños se metieron conmigo porque hablaba raro, fui a clases especiales de inglés, y ya no tengo acento!”, comenta Anya en cierto momento. Ella ya está insertada en la sociedad, pero Dima carga el peso extra de ser empollón y extranjero, como comenta con cierta sinceridad cruda la protagonista; como ella misma admite más tarde, el instituto pasa e “impresionar a adolescentes fanfarrones no es un objetivo en la vida muy ambicioso”.
La novela gráfica de Brosgol se dirige a un público juvenil a partir de la secundaria y pretende reproducir un típico aire de instituto estadounidense. Asimismo, tiene en sus virtudes la subversión de varios recursos narrativos relacionados con este, como la idea de la pareja popular. Emily, procedente de un pasado que quiere esconder, refuerza en sus ideas un amor romántico, donde se pueden cometer locuras y que pretende acabar en un “felices para siempre”, opinión que Anya no comparte. Este amor pretendido ayuda a ver lo que se encuentra en el cómic: la pareja de populares es una máscara, una falsedad que una chica “rara” como Anya rechaza.
En conclusión, El fantasma de Anya es una obra muy recomendable para introducirse como joven o adulto en el mundo del cómic, mezclando una nota muy realista con una sobrenatural y terrorífica.

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