Reseña: La Nación de las Bestias. Libro I

Cada vez que aparece una nueva saga en el horizonte lector, la sensación de que toca subirse las mangas y respirar hondo también está ahí. Por muy bien que hayan hablado de la historia, hay que hacerle frente al hecho de que no va a terminar en un solo libro y que a lo mejor hacerse con todos los demás y seguir atendiendo a esa trama a través de los que lleguen va a ser arduo. Fue un poco lo que pensé cuando me encontré con el primer libro de La Nación de las Bestias, y lo terminé cogiendo con ese respeto de saber que no iba a terminar de verdad cuando a El Señor del Sabbath se le acabaran las páginas. Pero la autora ha conseguido que no me arrepienta de haber vuelto a meterme de lleno en una saga.

Foto de la autora.

Mariana Palova (1990, Jalisco) es una diseñadora y artista mexicana que escribe desde muy joven. Ha expuesto sus trabajos visuales en diferentes lugares del mundo, como Estados Unidos, Asia o Europa, y ha sido reconocida por la Universidad Autónoma de Aguascalientes como una de las artistas representativas del estado. En su web, refiere que es una amante del misticismo y las artes ocultas, lo que sin duda deja ver en la primera parte de esta saga.

 El Señor del Sabbath trata la historia de Elisse, un chico que llega a Nueva Orleans desde la India con el objetivo de encontrar a su padre. Lo que parece una premisa bastante típica de las historias juveniles —niño huérfano con capacidades especiales busca a sus padres— se acaba retorciendo a medida que Elisse se va internando en los entresijos de la ciudad. No solo el misticismo de Nueva Orleans sirve para envolver a Elisse, sino que se convierte en una pieza más de la historia con el vudú con el que tiene que lidiar el chico y los viejos mitos que tiene que aprender. Por si fuera poco, el protagonista además se encuentra con una familia de cambiapieles, que se convierte en un punto muy importante, y tiene que enfrentarse a los monstruos que al principio parecía que estaban solo en sus pesadillas.

Así que, por un lado, tenemos las historias que circulan sobre esta ciudad y, por otro, las leyendas que crea la autora. Nueva Orleans resulta fascinante desde el inicio, por el ambiente que siempre se muestra de la ciudad y que la autora ha sabido transmitir también en las páginas. Aunque, para mi gusto, la aportación imaginativa de Mariana es más relevante todavía. La mitología que ha creado para El Señor del Sabbath es rica, interesante y profunda, como varias capas que hay que ir destapando para saber qué va a haber debajo. Igual que en muchas historias que utilizan ese recurso, aprender con Elisse los diferentes entresijos de los cambiapieles, al mismo tiempo que aprende sobre vudú, permite que sea más sencillo ir viendo esa composición de la ambientación, cómo se ha entrelazado todo y, en algún momento, llega incluso a tocar cosas que ya conocemos, como los dioses de las diferentes culturas.

—¿Qué tal te sientes? Es decir, con todo esto de tu ancestro.

—Es raro tener un ciervo en el estómago sin habérselo comido, si es eso lo que quieres saber.

Portada del primer libro.

Como decía, que nos encontremos con Elisse de narrador hace fácil este viaje a través de toda la historia. El protagonista ocupa gran parte de las páginas del libro con sus reflexiones, lo que hace que en algún punto sea más cuesta arriba la lectura. Elisse es un buen personaje y sí que consigue tener una voz propia en la narración, se llega a entender y comprender, pero el exceso de sus pensamientos parece que quiere darte demasiado masticada esa comprensión, que se podría haber alcanzado igualmente. No es necesaria una demostración constante, con su reflexión al lado para hacerlo más claro, de por qué Elisse actúa de cierto modo, porque ya me había dado cuenta.

Aunque el problema principal en los personajes no lo encuentro ahí, sino en que, al lado de Elisse, los personajes secundarios quedan un poco deslucidos. Es cierto que se puede llegar a saber qué piensan, qué quieren, qué pretenden hacer en toda esta historia, pero se colocan también en zonas arquetípicas para hacerlo más sencillo. Las mujeres más mayores, como Tallulah o Louisa, son maternales y no hay mucho más que pueda decir ahora mismo de ellas. Tared es el líder justo que protege a los que están a su alrededor, igual que lo hace Nasuah desde su perspectiva cerrada de la familia. Me habría gustado que les dejara salir de ese cuadro en el que se pintan desde su primera aparición, porque parece que no puede haber un trazo fuera de ese marco y es mentira. Y aseguro que es mentira porque hay capítulos que se narran lejos del punto de vista de Elisse y su primera persona, en los que parece que se esboza un poco mejor esa mancha en el cuadro preestablecido de los personajes.

Me subo a una calavera de vaca colgada sobre una de las paredes para tener una vista completa de la tienda, estremeciendo mi esqueleto alrededor del pobre cadáver y escuchando que su espíritu clama por salir corriendo de este lugar maldito.

Impaciente, tocas una y otra vez el timbre sobre la mesa. Segundos después, unas pisadas resuenan en la madera de la trastienda, lo que te provoca una sonrisa tan torcida como una rama.

Imagen oficial de la web de la autora.

Desde mi punto de vista, esos capítulos que están narrados en una segunda persona y que tocan a los personajes de otra forma, son los más interesantes. Me habría gustado que hubiera más y que fueran más largos porque, aunque no fueran esclarecedores ni permitieran un avance de la trama, tenían una visión que los hacía muy potentes.

Porque Mariana Palova es capaz de ofrecer, con muy poquito, imágenes muy potentes. No le hacen faltan las reflexiones excesivas para conseguir enganchar, al contrario. Tal vez esa sea la razón por la que destaco tanto que se hacen cuesta arriba los pensamientos de Elisse, porque cuando llega la acción, El Señor del Sabbath da un giro y atrapa completamente. La fantasía oscura de Mariana, con sus descripciones de horrores, son estupendas. Las escenas en las que genera tensión con pequeñas pinceladas, con detalles justos, hacen que una se estremezca de verdad y acabe con las tripas revueltas.

Ya no estaba solo. Algo espantoso estaba allí conmigo, moviéndose como un parásito. Una masa de carne sanguinolenta iba arrastrándose de un lado a otro, impulsada por un montón de brazos famélicos que le sobresalían de distintas partes de su repugnante cuerpo. No tenía cabeza ni rostro, así que era parecido a una cochinilla o a un hígado que palpaba lo que se encontraba con todas y cada una de sus manos, como si reconociera por medio del tacto lo que tenía en frente.

Porque si juntamos todo esto, El Señor del Sabbath se convierte en una historia grande que parte de ese tema que parece manido: escenas terroríficas, vudú, cambiapieles, la búsqueda y creación de una familia… La trama que construye Mariana se retuerce, pero no pierde la perspectiva ni en el final. Es cierto que hay subtramas que parecen que quedan muy atrás y cuando se rescatan para su resolución ya no parecían importar mucho como lector, porque habían sido olvidadas, pero la principal queda resuelta para completar este primer libro de un modo que hace que quiera que llegue el segundo. Es lo que hay que pedirle al inicio de una saga.

Además, de manera reciente, Mariana Palova anunció que El Señor del Sabbath iba a ser publicado por una editorial. Desde aquí, nuestra enhorabuena por ello. Esperamos que la segunda parte no tarde en llegar.

 Andrea Prieto
Andrea Prieto (Investigación/Opinión): ¿Matasanos que suele responder con otra pregunta? Sí, justo. Desde antes de eso, lectora de lo que aparezca y escritora de lo que se pueda (o de lo que quiera, según el cambio de la marea), con muchas palabras a la espalda.

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