
Cubierta de El secreto de la guardiana.
Un mundo extenso, diversas razas y mucha magia son los ingredientes principales que solemos encontrar en la fantasía épica. También los hallaremos en El secreto de la guardiana, la primera novela de la joven escritora Mónica Prádanos. Sin embargo, no encontraremos una oposición real entre el Bien y el Mal, como suele darse en las historias más clásicas del género. Si bien este enfrentamiento estará presente, la escritora llena todos estos componentes de matices que diluirán la beldad de los argumentos de nuestros héroes.
Nada más comenzar, nos introducimos de lleno en el inicio del problema. Extraños eventos geológicos están destruyendo montañas y sepultando aldeas: corrimientos de tierras, terremotos, erupciones de volcanes, tsunamis, grietas en el suelo… Lianne y Eleth son dos de los Guardianes que intentan paliar los efectos cuando tienen tiempo suficiente para actuar y evitar daños mayores. En una de sus misiones encuentran a un joven que es capaz de crear un escudo protector a su alrededor sin utilizar la misma fuente de magia que ellos. La naturaleza de esa magia les obligará a cruzar el continente para comprobar si pueden devolver el equilibrio a su mundo.
Así pues, en pocas páginas se nos abren varios frentes: los desastres naturales, la magia desconocida y un secreto que la Guardiana, nuestra protagonista, no puede desvelar. Poco a poco iremos conociendo la naturaleza de dicho secreto y las consecuencias que puede haber si se desvela. La autora sabe entrelazar todas estas problemáticas para crear un relato coherente y acompañar al lector sin detenerse en grandes descripciones ni explicaciones. El secreto de la guardiana está lleno de acción sin llegar a ser apabullante, manteniendo muy bien el ritmo durante toda su extensión.
La novela se puede dividir en dos partes, cada una de las cuales ocuparía la mitad de la obra.
En la primera nos encontramos a los personajes principales que nos acompañarán durante todo el camino: los ya mencionados Lianne y Eleth, así como el maestro Ótem y el joven Altair. Los conoceremos a través de los diálogos y sus acciones (o inacciones), aunque serán Lianne y Altair los mejor perfilados, quizá por ser los aspirantes a héroes. Pero ninguno de ellos responde por completo al arquetipo. Lianne tiene mucho carácter y, aunque es compasiva, se enfada con facilidad, además de ser terriblemente celosa. Altair, por su parte, parece que el papel que le ha tocado desempeñar le queda grande, ya sea por su edad o por su perspectiva hacia el mundo. Sin embargo, Ótem responde al arquetipo de sabio y mentor, mientras que Eleth queda bastante relegado al segundo plano. Otros personajes secundarios, como Kahrin y Reko, son dibujados con unas pinceladas, aunque en general responden a la idiosincrasia de su raza. Y así ocurre en general con el resto de razas, que apenas hay individuos tratados en profundidad.

Los Guardianes tendrán que cruzar bosques y ríos repletos de peligrosas criaturas. Fotografía de Jon Flobrant en Unsplash.
Los Guardianes junto con Altair deberán emprender viaje hacia los confines del mundo para tratar de restablecer el equilibrio y averiguar qué está ocurriendo. No obstante, cuando llegan a ese punto, los acontecimientos dan un giro (ciertamente esperado, dado que queda todavía bastante novela por leer) y dará comienzo una historia bastante diferente, en la que la guerra es inminente y el precio por evitarla puede ser demasiado alto.
Es esta segunda parte la que me ha parecido más atractiva en su fondo. Si bien no utiliza elementos que no se hayan visto antes, le da una nueva dimensión a la historia. Como he dicho al principio, ni el enemigo es tan pérfido, ni los aliados tan puros. Descubriremos que la verdadera historia es bastante diferente de como la cuentan y que, si bien los medios pueden ser cuestionables, las razones a veces no están tan erradas. ¿El fin justifica los medios? ¿Validamos ese argumento solo cuando nos conviene? Prádanos dibuja situaciones similares en bandos opuestos para plantear un sesgo de juicio y esto no solo tendrá consecuencias sobre los lectores, también sobre los personajes.

Mónica Prádanos, autora de El secreto de la Guardiana.
El mundo se está desarrollado en su justa medida, con los apuntes necesarios para dar vida al escenario por el que se mueven los personajes, pero sin resultar excesivo. El estilo de la autora es sencillo pero efectivo, con margen para ser pulido. Utiliza el narrador omnisciente sin recrearse en exceso en paisajes o sentimientos, con lo que la lectura se hace ágil, si bien en algunos momentos los cambios de punto de vista pueden resultar bruscos en exceso o las escenas de lucha poco claras.
En resumen, El secreto de la guardiana es una buena primera novela, que cumple su cometido como producto de entretenimiento y también deja varias reflexiones al lector: qué significa ser justo, qué distancia separa la discriminación y los prejuicios del miedo, cuánto cambiaría el mundo si fuéramos más compasivos y menos tajantes. Me ha gustado especialmente que apenas haya respiro y cómo los personajes son marcados por sus propios actos. Y, por supuesto, ese final no tan feliz. La recomiendo a quienes quieran pasar un buen rato y gusten de este subgénero.

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