No me acuerdo del día exacto en el que descubrí a Katie O’Neill (Nueva Zelanda); es de esas autoras de cómic que parecen estar siempre rondándote: ves un dibujo suyo en redes, alguien la recomienda, anuncian la portada de su nueva obra… Pero nunca acabas de situarla ni te animas a leerla, y como la pila es inmensa y amenaza con desplomarse, te guardas su nombre en la lista de Goodreads para echarle un vistazo más adelante.

Autorretrato de Katie O’Neill. Fuente: La Cúpula.
Y, de repente, va y esa misma autora recibe dos premios Eisner con La sociedad de los dragones de té: a Mejor Webcómic y a Mejor Publicación para Jóvenes entre nueve y doce años. Y entonces te enteras de que La Cúpula ha decidido traducir este mismo cómic y claro, no te queda más remedio que enviar la pila a la porra y hacerte con él.
Por unas cosas o por otras, Katie O’Neill nunca ha sido fuente de interés en España, aunque un buen puñado de sus webcómics está disponible de forma gratuita en su web, pero ya sabemos que eso de leer en inglés da cierto respeto. Así pues, esta reseña tendrá un doble propósito: por una parte, quiero incitaros a leer La sociedad de los dragones de té, la única obra que por ahora hay disponible en nuestro idioma de O’Neill; y ya que estamos, reseñaré Princess, Princess, uno de sus webcómics, aunque, ¡sorpresa!, solo podréis leerlo en inglés. Espero que, con estas dos recomendaciones, os animéis a investigar un poco más sobre autoras e ilustradoras de otros continentes (algo un poco más sencillo gracias a iniciativas como #VisibleWomen, impulsada por Kelly Sue DeConnick).
Os recomiendo que os preparéis una buena taza de té con galletas para disfrutar de esta reseña.
La sociedad de los dragones de té
Katie O’Neill comenzó a publicar La sociedad de los dragones de té (The Tea Dragon Society) de forma independiente en 2016 a través de su página web. Un año después, estos dragones tan adorables veían la luz en papel gracias a Oni Press. A nuestro idioma ha llegado en 2018, gracias a La Cúpula y Brúfalo Lector, y con una traducción excelente de Natalia Mosquera.
La protagonista, Greta, es una aprendiza de herrera que se encuentra un día con un dragón perdido en un callejón. Tras hacer unas indagaciones, descubre que la criatura pertenece a un misterioso anciano que se dedica a cultivar té. Cuando va a devolvérsela a su propietario, Hesekiel, este la invita a volver a visitar a su dragona Jazmín cuando quiera. De camino a casa, la muchacha conoce a Minette, una chica muy tímida que apenas le dirige media palabra y que, al parecer, también se dedica a cuidar a uno de esos dragones tan peculiares en cuyos lomos crecen hojas de té. Fascinada por los dragones y sus cuidadores, Greta decide convertirse en aprendiza para llegar a ser algún día cuidadora de dragones de té.
El cómic está dividido en cuatro partes, una por cada estación del año, desde la primavera hasta el invierno. A lo largo de este año, Greta y Minette aprenderán el arte de cuidar dragones de té y también a confiar la una en la otra. Este cómic ensalza la magia de lo cotidiano y narra las maravillas que aporta un día tranquilo con tus seres queridos. Las raíces de la historia residen, cómo no, en el amor por una buena y reconfortante taza de té y en los dragones. El tomo incluye un epílogo sobre las distintas razas de dragones y los secretos de su cuidado.

Portada de La sociedad de los dragones de té.
Me gustaría destacar la originalidad del mundo que ha creado Katie O’Neill. ¡Dragones de té! Dragones que producen té y té que se recolecta de los dragones de una forma amable y sin ningún tipo de crueldad. El mensaje está claro. Da igual que tengas cuatro patas o dos, pelo, escamas o plumas: debemos ser amables, respetarnos y cuidarnos los unos a los otros.
O’Neill crea una fábula moderna cimentada en el amor, la amistad y la confianza donde lo más importante son las relaciones entre los distintos personajes. Así pues, tenemos la relación que mantiene Greta con Minette, una completa desconocida cuya amnesia no le permite confiar en nadie; la relación de los padres de Greta (su madre es herrera y su padre, comerciante) y la relación entre Erik y Hesekiel, antiguos guerreros reconvertidos en cuidadores de dragones. Es en estos dos personajes donde presenciamos un amor puro que traspasa barreras.
Erik y Hesekiel son dos hombres, uno humano y otro con aspecto lobuno. Durante una misión, Erik se quedó paralítico y, desde entonces, Hesekiel cuida de él. La vida tranquila no estaba hecha para Erik, pero su pareja lo ayudó a adaptarse a su nueva realidad. Juntos, cuidan de los dragones de té y de la extraviada Minette. Contamos, pues, con una buena representación LGBT en un cómic indicado para niños entre nueve y doce años.
Por otra parte, una de las cosas que más llama la atención de esta obra es el dibujo, con unos colores y unos trazos suaves pero llenos de fuerza. Además, ninguno de los personajes es marcadamente masculino. Todos poseen un aura femenina que, para mí, constituye una de las mayores delicias de este cómic, pues envía un claro mensaje: ser una mujer herrera, como la madre de Greta, no te dota de características masculinas; ser un guerrero tampoco implica que seas como el Gastón de La bella y la bestia. La fuerza inherente a las personas no reside en el físico, sino en el corazón. Que seas hombre o mujer no significa que tengas que realizar unas tareas específicas a tu género, igual que tampoco es sinónimo de que debas tener un determinado aspecto físico.
Por cierto, hace poco se anunció la publicación de The Tea Dragon Festival, una precuela de La sociedad de los dragones de té. Saldrá en septiembre de 2019, y ojalá llegue también a nuestro idioma.
Princess, Princess
Este webcómic de O’Neill (disponible para leerlo de forma gratuita en la web de la autoraen la web de la autora y publicado también por Oni Press en 2016, con el título Princess, Princess Ever After) es una versión LGBT del típico cuento de hadas en el que un príncipe va a salvar a la princesa en su torre solitaria y deberá enfrentarse al dragón que la custodia.
Solo que el príncipe es en realidad Amira, una princesa acompañada de un unicornio, y el terrible dragón es un zampón de galletas. Lo que sí que hay es una princesa en una torre, Sadie, aunque al principio no está muy conforme con eso de que la salven. Al final, el entusiasmo de Amira la convence de que vale la pena arriesgarse a sufrir con tal de ser libre.
Nada más «salir» de la torre (aquí no hay nada convencional, ni siquiera el rescate en sí), las dos princesas se encuentran con un príncipe que también es reacio a ser rescatado. En su caso, sin embargo, no quieren que lo rescaten porque siente vergüenza por tener que solicitar la ayuda de dos mujeres. Pero pronto, los tres congenian y se lanzan a la aventura, a rescatar pueblos en apuros y a la propia Sadie, que vuelve a caer en las garras de su malvada hermana.
A lo largo de apenas cincuenta páginas, O’Neill reflexiona sobre la libertad, los privilegios y las expectativas que los demás depositan en nosotros. Princess, Princess derriba los clichés de cuento de hadas uno detrás de otro, pero no de una forma brusca o violenta, sino mediante el pacifismo. Esta es, de hecho, una de las peculiaridades de las obras de Katie O’Neill: los problemas se resuelven hablando, pues ¿qué necesidad hay de matar a un ogro? ¿No se le puede preguntar por qué lo hace? A lo mejor su respuesta os sorprenderá.
Este webcómic posee un estilo más simple que La sociedad de los dragones de té, pero no le faltan esos elementos que son tan característicos de la autora: la paleta de colores cálida y suave, un toque punk en los personajes, rostros muy expresivos y dragones, magia y galletas.

Extracto de Princess, Princess, de Katie O’Neill. Fuente: web de la autora.
Ambos cómics son perfectos para todas las edades. Y, como ya he comentado antes, Princess, Princess es ideal para empezar a leer en inglés, ya que tiene un vocabulario muy asequible que se apoya en la expresividad de los dibujos.
Espero que sigamos oyendo hablar de Katie O’Neill, una autora que aboga por el pacifismo, la amistad y el buenrollismo, elementos muy necesarios en este mundo donde se sigue ensalzando lo oscuro y lo sombrío como muestra de madurez.

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