Reseña: La ciutat dels joves

En 2017 se celebró el Any Bertrana, la conmemoración tanto del escritor Prudenci Bertrana como de su hija y figura de la que hablaremos en esta reseña, Aurora Bertrana; entre tanta celebración y reedición me sorprendió la ausencia de comentarios o reediciones sobre su última novela, que trataremos en breves: La ciutat dels joves (La ciudad de los jóvenes en español).

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Fotografía de la autora, Aurora Bertrana, en 1924.

¿Quizás era porque dentro de su bibliografía era la que menos encajaba, paradójicamente? ¿Era por el género al que pertenecía, tan distinto a sus otras obras? ¿O era porque quizás sus ideas han quedado desfasadas por el paso del tiempo? En cualquier caso, después de leer su breve biografía después de finalizar la lectura de Paraísos oceánicos me sorprendió que una autora polifacética como Bertrana escribiera como última novela una de ciencia ficción y se supiera tan poco de ella. Afortunadamente, este año la editorial Males Herbes la reedita de forma íntegra para el público catalán, una ocasión perfecta para hablaros de ella.

En primer lugar, antes de adentrarme en la reseña de La ciutat dels joves debemos hacer una contextualización sobre la publicación de esta obra en su época. Ya se escribía en catalán desde hacía treinta años, a mediados de los años 40, incluso en la clandestinidad; el catalán se podía usar como lengua privada, en los hogares y en círculos pequeños, pero no fue así en los ámbitos públicos. Quien quisiera publicar en catalán debía hacerlo a través de mecenazgos privados, como el caso de Josep Maria de Segarra con sus traducciones de Shakespeare.

También hay que tener en cuenta, en segundo lugar, otro factor en el que también se vio involucrada Aurora Bertrana: el exilio. Al cabo de los años hubo una clara diferenciación entre los escritores que se fueron, como Mercè Rodoreda, y los que se quedaron o crecieron bajo la dictadura. Bertrana, que no volvió a Cataluña hasta los años cincuenta, vivió incomodidades y dificultades a pesar de proceder de una familia burguesa.

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Portada de La ciutat dels joves (Pòrtic, 1971).

Durante los años sesenta se recuperaron antiguas editoriales y surgieron algunas de nuevas, como Pòrtic, gracias a cierta relajación por parte de la dictadura, aunque la censura seguía alerta y se comenta en alguna de las biografías de Bertrana que algunos de los fragmentos de la novela fueron suprimidos. Hojeando la colección, repleta de ensayos y de biografías como la de Jacint Verdaguer, choca la introducción de una novela como La ciutat dels joves. Al fin y al cabo, una de las intenciones de los editores era proporcionar temas muy variados para las mentalidades más exigentes, tratados por los autores más indicados1.

Tal y como reza en el subtítulo de la novela, reportatge fantasia (reportaje de fantasía), la palabra reportaje es la que mejor define esta historia. En ella, un periodista sin nombre y habitante de la Ciudad de los Viejos decide investigar la Ciudad de los Jóvenes para una investigación en el diario semanal en el que escribe.

La dinámica en toda la historia es la experiencia en primera persona de un periodista insertado en una ciudad cosmopolita y con unas ideas muy progresistas, en contraste con una vieja Barcelona mencionada un par de veces; tan moderna que la dificultad de este para comprender según qué innovaciones es notable. Al fin y al cabo, se asume que la procedencia del protagonista es una sociedad tradicional y religiosa, tan antigua como sus habitantes.

En la tertulia del Saló Rosa —la de los miércoles después de cenar que se forma cerca de la vidriera del Passeig de Gràcia— todos los compañeros se ríen de mí. No entienden qué es lo que voy a buscar a la Ciudad de los Jóvenes.

—Los jóvenes de hoy son los viejos de mañana, de la misma forma que los viejos de hoy somos los jóvenes de ayer —opina el filósofo del grupo, el viejo escritor de principios de siglo.

Así pues, el periodista disimula su edad, superior a la máxima permitida en la Ciudad de los Jóvenes, para poder entrar sin problemas. Tras un largo viaje en avión, el periodista descubre que ni calles ni hoteles tienen un nombre particular y que la gente usa aparatos para surcar los aires en lugar de usar un vehículo propio.

Y no será el único descubrimiento: el tiempo meteorológico se modifica a gusto, no se dan las gracias porque se considera antiguo, no se lee porque la televisión es suficiente, cualquiera puede ejercer una profesión independientemente de su género… Todos estos descubrimientos serán relatados por la Relaciones Públicas del hotel, una joven que le concertará entrevistas con los delegados de cada sección.

Así pues, en cada capítulo el periodista entrevista a uno de ellos, quién le explicará todas las diferencias en su sección respecto a la Ciudad de los Viejos; el de Orden Público le explica la ausencia de núcleos familiares, la falta de robos y la jubilación obligatoria a los cuarenta años y la falta de una figura institucional.

En cuanto a la religión, es el periodista quien le explica al delegado eclesiástico cómo la iglesia ocupa todos los estados de la vida en la otra ciudad, para consternación de este último, quien habla de la falta de pompa y circunstancia a la hora de celebrar los funerales, de la diferencia de trato en las distintas clases sociales, de la hipocresía en los divorcios y en el matrimonio de los monjes. Una sociedad sin aparente distinción entre religiones por parte del estado y reducido al ámbito privado es chocante para el periodista, quien intenta dar más peso a su argumentación.

—Mi opinión —añado con cierto fervor— es que vosotros sois un pueblo que ha desterrado a la poesía.

—La poesía funeraria —comenta el delegado, a buenas y riéndose.

—Cualquier tipo de poesía —replico—. Y todo tipo de pompas, de aparatos fastuoso.

Este caso no es el único, como se puede comprobar a través de la lectura; el protagonista intenta demostrar sin ninguna evolución en este aspecto a lo largo de toda la novela que su punto de vista es el correcto. Esto mismo se repite en cuanto trata las artes, la desaparición de los conservatorios y las escuelas de bellas artes, el sorteo en los concursos literarios, donde el ganador se escoge con un papel para evitar injusticias.

De aquí se abre un paréntesis donde se nos sugiere la visita del periodista a una tienda de órganos artificiales, para consternación de este. Quizás lo más sorprendente es la sugerencia, no tan alejada de nuestros días, en que la televisión lo sustituirá todo, donde solo falta llegar a oler el champú de la actriz famosa de turno.

Más tarde pasamos a la educación, a la falta de maestros, los exámenes realizados por cerebros artificiales (lo que seguramente hoy en día sería un ordenador), la ausencia de armas y de ejército; donde adultos y niños viven separados y lo que les une es el respeto mutuo. Y bien relacionado se encuentra la orientación profesional: dicho delegado, de un modo que podría considerarse extraño dentro de su orden, indica el futuro de los jóvenes una vez llegan a la adolescencia y su porvenir a través de objetos y un loro que insulta en hebreo.

En cuanto a los deportes, el fútbol ha pasado de moda y ya no existen los jugadores profesionales, solo aficionados, a causa de la cantidad de problemas que había traído. Y aquí llegamos a la sexualidad y a una idea que se plantea desde el principio, cuando el protagonista es incapaz de distinguir a las personas por su género a causa de su vestuario: el «sexo único», es decir, la uniformidad de géneros.

En primer lugar, le he preguntado al delegado qué pasa con la gran pretensión de algunos en alcanzar el sexo único. Hasta qué punto avanzan en su extraordinaria búsqueda los sabios encargados de la gesta anatomicofisiológica que debe alterar hasta los cimientos de toda la vida de la humanidad.

El delegado sonríe.

—No creo que suponga una tarea fácil ni creo que tampoco podamos asegurar un éxito rotundo del experimento, aunque contamos con los más eminentes investigadores, fisiólogos y biólogos del mundo. Pero los jóvenes, sobre todo las niñas, se han empecinado tanto con esta idea de sexo único que no podemos, es lógico, defraudarlos. Les decimos la verdad: «todo el mundo trabaja en ello». Pero obtener la realización de un hermafroditismo total, general y constitucional, de la forma que quiere el joven (no sé por qué, lo confieso), es una especie de ilusión utópica.

En las siguientes páginas se desarrolla esta concepción, aunque el mismo delegado lo asume como algo a lo que aspira la juventud, en especial las mujeres. Es decir, más allá de llegar a un género único, se llega a plantear la posibilidad de que también los hombres puedan dar a luz y que haya una igualdad real en este sentido. Además de esto, el periodista es acompañado por la Relaciones Públicas en el Hogar del Amor Pasajero, donde una desconocida descrita por sus atributos físicos y alguno emocional puede darle unas horas de confort a un extranjero como él. Sin embargo, el periodista lo acabará rechazando, asustado.

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Cubierta de la reedición de Males Herbes (2019), con prólogo de Adriana Bàrcia.

Pero no todo permanece en las ideas, sino que en la novela de Bertrana podemos observar que no solo permanece en el punto de vista del periodista; aunque sea su alter ego, el tratamiento de la homosexualidad en La ciutat dels joves no tiene nada de moderno, pues es considerada una enfermedad a causa de la represión sexual y una deformación física y costumbres adquiridas en la infancia.

Planificación familiar, homosexualidad, fútbol, religión, revolución tecnológica… Todos estos puntos, todo este debate especulativo bajo una mirada irónica es una mera reflexión sobre los temas sociales de su época y aunque Bertrana errara en ciertos futuros, es verdad que en algunos no se alejó tanto como creemos e, incluso, hay algunos a los que deberíamos aspirar hoy en día.

Entonces, ¿después de todas estas explicaciones sin exposición narrativa en qué cree el periodista? En que la Ciudad de los Viejos es sangre de su sangre y que, a pesar de tanta innovación y modernidad, la contradicción, la suciedad, la hipocresía, forman parte intrínseca de su identidad. Tras tantas semanas de viaje, en el retorno al hogar nada ha cambiado y él tampoco.

En conclusión, La ciutat dels joves es una novela corta compleja para su época, con la perspectiva de una autora experimentada que expresa las contradicciones de una época a la que ella está enraizada y pertenece de forma permanente.

Bonnín, p. 152.

Bibliografía

Bonnín, Catalina. Aurora Bertrana. L’aventura d’una vida (Diputació de Girona, 2013)
Real, Neus. Aurora Bertrana (Ajuntament de Girona, 2017)
VV.AA. Breu història de la literatura catalana (Edicions de la Magrana, 1998)
Fondo de los manuscritos de Aurora Bertrana en la Universitat de Girona
Pàgina en Lletra, un espacio virtual de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya)
«Aurora Bertrana: El món és vostre, només us cal voluntat per a conquerir-lo», un álbum realizado por PEN Català (2017)

Gracias a Carla Bataller Estruch por la traducción de los textos de la novela.

Claudia Fontana
Claudia Fontana (Reseñas/Fichas de autoras): Izoldaval. Filóloga hispánica en proceso. Era lectora de fantasía épica, pero ahora estoy virando hacia costas extrañas y múltiples. Me encantan los cómics, en papel o en digital, las series y películas de animación y Star Trek.


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