Reseña: Circe

Descubrí esta novela cuando, aún en preventa, empezó a circular por mi timeline de Twitter. Confieso que no tengo apenas conocimientos de mitología griega y que ni siquiera sabía quién era la diosa hechicera Circe antes de empezar a leer el libro. Pero el planteamiento de la sinopsis me llamó muchísimo la atención y por eso, cuando la editorial AdN nos ofreció la posibilidad de hacer una reseña, me presenté voluntaria al instante.

La autora de esta novela es Madeline Miller, una profesora de latín y griego, y también novelista, cuya primera novela, La canción de Aquiles, ya se introducía en la mitología griega para explorar la relación romántica entre Aquiles y Patroclo.

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Edición de la novela en castellano.

Hablando ya de la historia en sí, y como bien indica el título del libro, la novela nos narra la vida de la diosa hechicera Circe, que aparece en mitos clásicos y relatos como la Odisea. Circe es la hija del dios del sol Helios y de la ninfa acuática Perse (que a su vez es hija del dios Océano). Es la mayor de cuatro hermanos, pero pronto se da cuenta de que es diferente al resto de los dioses y ninfas que la rodean, porque no concibe el mundo de la misma forma en que lo hacen ellos.

Tanto su madre como sus dos hermanos gemelos, Pasífae y Perses, se burlan continuamente de ella por su forma de ser y, junto a otros dioses, le hacen la vida imposible. Helios, por su parte, la ignora la mayor parte del tiempo. El único que parece tenerla en algo de consideración es el menor de los hermanos, Eetes. Pero cuando el destino llama a la puerta del joven dios, este tampoco duda en abandonar a Circe para ir a buscar fortuna, dejándola sola.

En pocos días mi vida había dado un vuelco. De nuevo me había convertido en una niña, esperando que mi padre condujera su carro, mientras mi madre pasaba el día en holganza en las riberas de Océano. Me echaba en los salones vacíos, con la garganta arañada por la soledad, y, cuando no podía soportarla más, huía a los días con Eetes en mi playa desierta. Allí encontraba las piedras que habían tocado los dedos de mi hermano. Caminaba por las arenas que habían hollado sus pies. Era evidente que no podía quedarse: era un hijo divino de Helios, brillante y esplendoroso, con voz propia, listo y con esperanzas de llegar a ser rey. ¿Y yo?

La primera parte de la novela se desliza con calma, como un conjunto de relatos interconectados. Tenemos el nacimiento de Eetes, la boda de Pasífae con el rey Minos de Creta, el encuentro de Circe con Prometeo, y su enamoramiento del pescador Glauco. Pero todo cambia cuando Circe descubre su poder de hechicera al convertir sin querer a Glauco en dios; y, más tarde, también transforma a la ninfa Escila en un monstruo, movida por los celos que siente, pues Glauco quiere casarse con ella.

Esto supone un cambio en la vida de Circe, ya que por orden de Zeus y con el beneplácito de Helios, que no quiere iniciar una guerra entre las dos casas de dioses (Olímpicos y Titanes), la diosa hechicera es desterrada a la isla desierta de Eea, como castigo por lo que ha hecho. Allí, la «niña» que se escondía en las esquinas y agachaba la cabeza se ve obligada a madurar y a tomar las riendas de su propia vida.

Sin embargo, Circe es inocente en el sentido que no sabe cómo funciona el mundo, porque siempre ha vivido alejada de él, como mera espectadora, y ahora tiene que aprender desde cero, muchas veces por las malas y en la soledad que implica su destierro.

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Sketch of Circe, por John William Waterhouse (1914).

Pero esa soledad también es una oportunidad para conocerse a sí misma. En Eea, la diosa se entrega por completo a la práctica de la hechicería, habilidad que va desarrollando poco a poco, porque el tiempo no tiene importancia para ella. Su poder viene de las plantas que cultiva y mezcla, en especial de la planta moly, que tiene mucha importancia a lo largo de la historia. Pero, además, esta magia también viene de sus palabras y su voluntad. Y por eso, cuanto más domina esas palabras y esa voluntad, más poderosa se vuelve.

Las diferentes personas, animales y dioses que se cruzan con ella durante su estancia en Eea la ayudan a comprenderse mejor a sí misma y a los demás. Pero es su encuentro con Odiseo, héroe y rey de Ítaca, el que supone un punto de inflexión tanto en la novela como en la vida de Circe.  A partir de este momento la hechicera deja de ser la única protagonista de la narración, para dar paso a un elenco más amplio, que da una nueva dimensión a la novela: la de la maternidad (una maternidad que no siempre es amable) y las relaciones materno-(y paterno)-filiales, la necesidad que tienen las hijas y los hijos de hacer que sus progenitores se sientan orgullosos, o las dificultades de las madres y los padres para aceptar que su descendencia tiene que tomar su propio camino en la vida.

Personalmente esta es la parte que más me ha gustado de la novela, puesto que, a pesar de hablarnos de la vida de dioses y mortales, las situaciones que Miller describe pueden aplicarse perfectamente a nuestro día a día actual.

Los marineros se arrodillaron ante él. No iba a poder soportarlo, pensé. Lo agarraría, lo apretaría contra mí. Pero solo lo abracé una última vez, apretando fuerte, como si fuera a incrustarle en mi piel. Luego le vi ocupar su lugar entre ellos, de pie en la proa, con el cielo de fondo. La luz lanzaba reflejos de plata sobre las olas. Levanté la mano para bendecirlo y entregué a mi hijo al mundo.

Miller utiliza un estilo delicado y poético para la narración, que evoca sensaciones y sabe a leyenda, pero que a veces se ve un poco alterado por las expresiones de algunos de sus personajes. No sé si es problema de la traducción o en el original la autora también usa estas expresiones. Pero a mí han parecido innecesarias, porque, aunque es evidente que lo que buscan es caracterizar a los personajes, en medio de una narración tan clásica resultan grotescas.

Es interesante ver como la historia trata de contarnos que las mujeres con poder asustan y que por eso se las aparta y se las trata de locas o de brujas, lo que supone un lastre para ellas mismas al no ser conscientes de ese hecho, porque las pone en peligro y las hace vulnerables. Al principio, Circe no es la única diosa capaz de usar la hechicería, pero es la única que habla claro sobre sus poderes y los muestra. Eso provoca miedo en su padre, pero también en el rey de los dioses, Zeus, que enseguida buscan la manera de deshacerse de ella. No ocurre lo mismo con los otros dioses que también presentan esa habilidad, porque todos ellos muestran la buena voluntad de mantener ese poder al margen de las cosas de los dioses y no usarlo contra ellos. Están dispuestos a aceptar el statu quo para poder seguir con su vida como si nada. Algo que Circe no piensa hacer (o no sabe hacer).

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Odiseo ante Escila y Caribdis, por Johann Heinrich Füssli (1796).

La novela también tiene sus defectos. El uso de la violación como elemento narrativo que hace que Circe descubra los peligros de los hombres y madure resulta innecesario y molesto. Muchas mujeres estamos cansadas de leer ese cliché en la ficción y esperamos ver nuevos caminos de maduración para los personajes femeninos. No sirve escudarse en el hecho de decir que «el pasado es así». Hoy en día pueden consultarse multitud de artículos que lo desmienten y, además, estamos ante una obra de ficción que se toma sus licencias para avanzar, al margen del canon y las reglas preestablecidas. Pienso que encontrar otro modo de hacer avanzar la historia no hubiese sido tan complicado y habría sido mucho más respetuoso con el personaje y su forma de ser.

Otra cosa que a mí personalmente me ha parecido triste es la poca sororidad existente entre las mujeres de la historia. Circe es una isla durante casi la totalidad de la novela y los pocos lazos que establece son con hombres. Las mujeres que se cruzan en el camino de Circe (su madre, su hermana, Escila, Medea, Penélope) son todas egoístas y desgraciadas, y lo único que buscan es salvarse a ellas mismas en un mundo que las desprecia. Así, aunque la novela intente contarnos que ellas se comportan de esa forma por las circunstancias que las rodean, la sensación que dejan a la lectora es de soledad y desamparo por todas ellas. Por otra parte, la única que se aleja un poco de ese camino, tiene un desenlace trágico que parece decir que escoger una forma distinta de hacer las cosas tampoco garantiza nada.

Circe es una historia de dioses y magia, pero también una historia sobre personas presas de sus pasiones y sus circunstancias, en una sociedad que desprecia lo diferente y teme a las mujeres poderosas. Pasiones, miedos, celos y rivalidades empujan tanto a mortales como a dioses, porque en realidad, las preocupaciones de estos últimos no son tan distintas a las de los primeros.

Queremos agradecer a la editorial AdN que nos haya facilitado el ejemplar para la reseña.

Nota: la imagen destacada de este artículo corresponde al cuadro Circe, de Wright Barker (1889).

Anna Roldós
Anna Roldós (Reseñas/Novedades/RRSS): Irilaya. Química de formación, librera de vocación; me leo hasta los prospectos de los medicamentos. Enamorada de Japón, del manganime, de los videojuegos, de la animación y de la ilustración. Me encanta la ci-fi. También escribo.


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