La fetichización de la violencia contra las mujeres en las distopías feministas

Hace unos meses me crucé con una breve conversación en twitter. Una mujer decía que, para ella, El cuento de la criada era, antes que ciencia ficción, un relato de terror. Un grupo de mujeres le daba la razón y, en medio, un hombre no entendía a qué se referían. Pedía que se lo explicasen, porque él no había visto la situación de terror que plantea la historia.

El cuento de la criada propone un escenario de ciencia ficción para desarrollar un tema que nunca deja de estar de actualidad, aunque hayan pasado 25 años de su primera publicación: el control de los derechos reproductivos y la violencia que se puede ejercer contra las mujeres (cis) en relación con ellos. En los últimos años hemos visto que ciertos derechos que considerábamos ganados y debates que creíamos zanjados vuelven a moverse y comentarse: el retroceso de las leyes del aborto en EE. UU. y el nuevo debate surgido en España respecto a la gestación subrogada, por ejemplo.

A lo largo de los últimos dos o tres años, los casos más mediáticos y que más espacio han ocupado en todo tipo de programas de televisión, radio y periódicos fueron los de La Manada, Diana Quer, y con el documental de Netflix hemos vuelto a recordar el caso Alcàsser. El número de violaciones grupales ha aumentado en los últimos años y las instituciones no dejan de destinar cada vez menos recursos a las mujeres maltratadas.

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Cartel promocional de El caso Alcàsser, el documental de Netflix.

El control de las mujeres es un tema que siempre está en el centro del debate feminista: control de nuestros cuerpos, de nuestro comportamiento o nuestras mentes; la intención final es que las mujeres sean presas de las necesidades o apetencias masculinas. Este control se ejerce mediante el miedo, fundamentalmente, que se irradia desde todos los aspectos de nuestra vida: la televisión, cuando insiste en preguntarse cómo tres chicas iban caminando solas de noche; las instituciones, que te dejan desprotegida si cinco desconocidos te empujan dentro de un portal o que sugieren que no sabes qué pasa dentro de tu cuerpo cuando quieres terminar con un embarazo no deseado; la familia, cuando empieza a hablar de bodas, bebés y futuros que todavía no crees que son para ti; el trabajo, en el que las clientas te llaman valiente por volver caminando a casa sola por la tarde, pasando por el centro de la ciudad y cuando ni siquiera se ha puesto el sol.

Y también desde la ficción, mediante los mundos que plantea y las dinámicas de poder que refleja que, aunque sea de manera inconsciente, no deja de reflejar todas las violencias antes mencionadas como si fueran naturales e inevitables.

En abril de 2017 se estrenó la serie de Hulu basada en la novela El cuento de la criada, de Margaret Atwood, publicada en 1985. Desde entonces, las distopías feministas han sufrido un boom editorial y a las estanterías de las librerías y bibliotecas han llegado muchos títulos que siguen su estela o están claramente inspirados por ella.

Se hacen llamar distopías feministas. La parte de la distopía es clara, porque siguen el esquema de la distopía clásica: se desarrollan en un tiempo indeterminado, presentan un gobierno tiránico y represor y sus protagonistas son un personaje o un grupo reducido de personajes que se rebelan contra su gobierno.

La parte de feminista es la que tengo menos clara. La primera de las novelas de esta tendencia, El cuento de la criada, es obviamente una denuncia de lo que he dicho anteriormente: la pérdida de capacidad de decisión sobre sus propios cuerpos, el miedo como elemento de control y la falta absoluta de derechos reproductivos de las mujeres de clase económica baja. Estos son temas por los que el feminismo se ha preocupado desde hace décadas; la lectura e interés feminista, así como su lectura como una historia de terror, son claras.

Sin embargo, el resto de las novelas que pertenecen a este boom no ofrecen esta clase de reflexión, o por lo menos no aportan nada nuevo a lo que escribió Atwood en el 85. Recogen los elementos distópicos: el tiempo, el gobierno, la represión, la violencia sobre las mujeres, la manipulación de los derechos reproductivos… y nada más. Hagamos un repaso rápido a algunos de los títulos publicados en los últimos tres años:

  • El poder, de Naomi Alderman. Las mujeres adquieren un poder que les permite hacer daño a los hombres y la novela desarrolla idea de que los roles de poder se inviertan: cuando se les da poder, las mujeres son igual de irracionales y violentas que los hombres en nuestra sociedad.
  • Voz, de Christina Dalcher. Un régimen totalitario tiene tan anuladas a las mujeres que estas solo pueden decir 100 palabras al día.
  • El núcleo del sol, de Johanna Sinisalo, sigue tratando el tema de los derechos reproductivos: para calmar el comportamiento de hombres que son violentos porque no pueden sentir placer, se crea una especie de mujer, dócil y sumisa; la única con posibilidad de reproducirse.
  • Hijas del norte, de Sarah Hall: en una Tierra al borde del colapso medioambiental, todas las mujeres están obligadas a llevar dispositivos de contracepción.
  • Insólitas, una antología publicada por Páginas de espuma. El caso de la antología Insólitas me duele especialmente. Este libro nació para recoger y presentar a autoras hispanoamericanas. Según los antólogos, no tiene más hilo conductor que el género de las autoras de los relatos; sin embargo, la mayor parte de ellos tratan sobre la violencia que sufren las mujeres solamente por ser mujeres: en «Sangre correr» (Laura Rodríguez Leiva) la protagonista sangra y sangra y los médicos no pueden darle una solución, de manera que se relaciona directamente su experiencia con la violencia obstétrica; en «Línea 40» (Patricia Esteban Arlés) un hombre encuentra la solución a sus problemas cuando su conciencia pasa al cuerpo de una mujer prostituida, y este se lo toma como un mal menor; en «Paulina» (Laura Ponce) una mujer tiene que llevar en secreto su embarazo para que no la despidan, y cuando descubre que no le pueden dar la ciudadanía aunque parió en la ciudad privilegiada, renuncia a su hija recién nacida para que ella sí la tenga; «Loca» (Elia Barceló) es elocuente por su título; «Gracia» (Susana Vallejo), en el que a las mujeres de clase baja se les retiran sus bebés recién nacidos, que sirven para alimentar a las clases altas; y podría seguir.El caso de esta antología me llama la atención porque tiene un interés feminista (la visibilización y reivindicación de la literatura hecha por mujeres), pero presenta historias tremendamente desfavorables y desagradables para las mujeres. Los antólogos no han dicho que hayan elegido los relatos según una temática común, lo que me lleva a pensar que se les ha escapado, es decir, que han elegido de manera inconsciente textos que desarrollan diferentes maneras de ejercer violencia sobre las mujeres. De toda la obra de este amplio grupo de mujeres (y varias decenas más que estuvieron barajando para formar parte de la obra, según el prólogo), los relatos que consideraron más interesantes fueron aquellos en los que las mujeres sufren por razones por las que un hombre no podría hacerlo. ¿Tenemos fetichizada la violencia contra las mujeres hasta ese punto?
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Portada de El núcleo del sol, de Johanna Sinisalo.

Todas las novelas mencionadas más arriba (son solo las que recuerdo en este momento, pero hay más), están escritas por mujeres, sobre mujeres. El punto central de todos esos libros es que las protagonistas son mujeres que sufren, y alrededor de su sufrimiento se mueve el resto de la historia. Parece que tenemos fetichizado el dolor de las mujeres y la excusa de las distopías feministas nos permite publicar, leer y consumir estos libros sin darnos cuenta de lo que realmente están reflejando.

En nuestro día a día, las mujeres ya sufrimos demasiadas violencias como para necesitar explorar con tanta profundidad todas las cosas terribles que nos pueden pasar.

Las distopías, las novelas y los relatos, por supuesto que pueden tratar sobre mujeres que sufren. Lo que encuentro preocupante es que estas mujeres sufran por el hecho de ser mujeres, mediante violencias específicas que solo se dan en mujeres: violencia obstétrica, acusaciones de histerismo, violencia sexual, control reproductivo, relaciones de maltrato, etc. Después de acumular tantas lecturas parecidas, da la sensación que los personajes femeninos están destinados a sufrir, porque esas historias no pueden concebir que las mujeres puedan tener un destino diferente. No plantean una historia, un futuro o una vida en la que las mujeres estén libres de sus ataduras u opresiones. Las mujeres no aspiramos a ser iguales a los hombres ni siquiera en la ficción.

En ocasiones parece que se glorifica el padecimiento de la mujer, que hemos vuelto a la retórica cristiana de que el sufrimiento eleva y es deseable. Hay en estas obras un morbo complaciente en hacer sufrir a sus personajes femeninos (y a las lectoras que se identifiquen con ellos) que no tiene nada que ver con el feminismo, ni la liberación de la mujer, ni la destrucción de los roles de género y, desde luego, no aporta nada para lograr la igualdad entre géneros.

El contenido de estas obras se complace de plantear situaciones extremas y violentas; en las que los hombres controlan, dirigen y aplastan a las mujeres que se encuentran en su camino. El márquetin que se le da a estas novelas no se apoya en que ellas logren salvarse, ni en que unan fuerzas para rebelarse: solo nos detalla todas las maneras en las que son controladas, reprimidas, en cómo ya no son dueñas de sus cuerpos ni sus vidas.

Hay un glamour oculto en el motivo del sufrimiento de estos personajes femeninos; es un valor añadido.

Me resisto a llamar feminista a un libro o una historia de ficción que repite, sin añadir ninguna reflexión, los esquemas patriarcales, machistas y maltratadores que vemos cada día en nuestra sociedad real patriarcal, machista y maltratadora. Una historia que le recuerda a las lectoras (y a los lectores) página a página todas las opresiones que puede sufrir una mujer solo por el hecho de serlo no puede ser llamada feminista. Una literatura feminista debería plantear alternativas al mundo que ya conocemos; debería ofrecer, aunque sea solo dentro de la ficción, diferentes espacios, ambientes, problemáticas e historias a las que la tradición literaria lleva siglos creando.

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Fotos de boda inspiradas en El cuento de la criada. Fuente: Vandaele & Russell.

En el pasado y en el presente se ha escrito ciencia ficción con esta premisa: Charlotte Perkins Gilman, Margaret Cavendish, Joanna Russ, Ursula K. Le Guin, Becky Chambers, Kelly Sue DeConnick, etc. Sin embargo, son estas distopías, estas tiranías sin escapatoria, las que son llamadas feministas.

La literatura feminista debería plantear mundos en los que las mujeres no sufran las mismas violencias y opresiones que en un mundo machista. Ya bastante miedo pasamos en nuestro día a día como para necesitar acudir a novelas que no dejan de recordarnos que ese miedo es omnipresente, que no tenemos refugio o alternativa ni en la ficción. Porque ni siquiera las autoras «feministas» son capaces de imaginar un mundo alternativo.

No debería ser descabellado pensar en una distopía en la que las mujeres sufren por ser seres humanos, no mujeres. No debería ser descabellado plantearse que una historia de ciencia ficción puede ser interesante sin que el sufrimiento de una mujer sea el motor del argumento. O que plantee este sufrimiento al margen de esta violencia misógina reinante.

Estoy cansada de leer libros en los que sigo siendo la víctima, en los que no tengo otro futuro que la opresión y en los que todo va a ir a peor. Quiero, necesito, mundos que me ayuden a sobrellevar este, que muestren diferentes dinámicas de poder, que se atrevan a pensar de verdad en un mundo en el que las mujeres no sufran solamente por serlo y en el que seamos de verdad iguales.

Laura Huelin
Laura Huelin (Reseñas/Investigación): Licenciada en Filología harta del canon literario y los géneros sociales. Me aburren los mundos realistas y me apasiona la ciencia ficción y las clásicas. Me encanta investigar, aprender y conocer. También organizo el AnsibleFest. Twitter.


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7 respuestas a «La fetichización de la violencia contra las mujeres en las distopías feministas»

  1. Buenas, me ha gustado mucho tu artículo y tus reflexiones, estoy muy de acuerdo. Aunque lo que me ha animado a escribir un comentario es lo anonadada que estoy con la foto de boda inspirada en el cuento de la criada, no se qué pensar además de que me horroriza >.< no me puedo creer que la gente se haga esas fotos, qué quieren contar con ellas???

    Un saludo

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  2. Me sorprende esta visión, pero estoy totalmente de acuerdo. Recuerdo cuando leí «El cuento de la criada» que me dejó un mal sabor de boca. Porque no planteaba soluciones. La protagonista no buscaba arreglar la situación, solo seguir viviendo en ella.
    Y me sorprende darme cuenta de esto, cuando la misma autora escribió un libro (Alias Grace) sobre la fetichización y el disfrute del sufrimiento de las mujeres.

    Gracias por este artículo. Es fantástico

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  3. No puedo más que asentir y aplaudir. Genial explicación de la realidad. La verad, por alguna razón nunca me he sentido cómoda con el «feminismo» asociado a esta clase de historias, porque más que feminismo, lo asocio a machismo desde la perspectiva femenina, quiero decir que sobrevivir en un mundo machista, superar una violación o ser víctima de abusos no hace a una historia feminista, si no tristemente realista. Creo que es preocupante que normalicemos esta clase de historias y que nos gusten por pura empatía y no solo las lectoras, si no también las escritoras, que a veces sin darnos cuenta plasmamos esta clase de temas porque estamos empapados en ellos en nuestro día a día. El problema es que no hay marcha atrás y cuando empiezas a darte cuenta de la distorsión, normalización y romantización que hay con este tema, incluso en las obras que se supone critican al machismo, ya no puedes evitar sentir cada vez más asco y aversión hacia ello.

    Estupenda entrada, enhorabuena, gracias por poner en palabras este sentimiento de rechazo y qué gran verdad que ya vivimos suficiente de esto cada día como para seguir tragando en la ficción también :S Pero que cierto también que hablarlo, criticarlo y escribir sobre ello es, a veces, la única forma de desahogarse o de plasmar una realidad que ya estamos cansadas de esconder, aunque haya quien siga siendo incapaz de ver el terror en estas historias. Un abrazote.

    .KATTY.

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  4. Muy acertado el artículo. A mí me pasó hace un par de años con El cuento de la criada que algún hombre me dijera que «no es para tanto», a veces la empatía va escasita. Y estoy de acuerdo en verlo como una obra de terror más que especulativa (Atwood ya recalca que solo puso en la novela cosas que ya habían pasado en algún lugar).
    No he leído las obras que se citan después. Solo empecé The Power. La premisa me gustaba mucho, pera la ejecución no tanto. Si alguna vez lo acabo, veremos, pero es verdad que apunta mal camino.

    Una cosa que llevo tiempo pensando es que estas distopías tan famosas actualmente (como la serie de El cuento de…) no ayudan en exceso, más bien nos acaban familiarizando con la barbarie… La foto que pones de la boda con estética del Cuento me parece aterradora en ese sentido.

    Yo misma tengo una novela a medio cocer que iba en ese camino de distopía patriarcal, pero la verdad es que tengo que replantearla para no ahondar en esa fetichización de la que hablas en el texto y aportar algo más allá de lo que ya nos da la misma realidad y la historia.

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  5. Muy buen artículo Laura. Comparto contigo la mayoría de tus reflexiones. Pienso que hay que denuncia todo tipo de violencia que haya sufrido en el pasado o pueda estar sufriendo en el presente la mujer, pero también que como escritores tenemos la obligación ética de encontrar espacios literarios donde la mujer pueda superar la violencia y xenofobia machista, porque con iniciativas imaginarias utópicas puede que lleguemos a crean corrientes de opinión y, lo más deseable, circunstancias favorables que hagan posible la igualdad en derechos de hombres y mujeres, sin renunciar a las diferencias evidentes que caracterizan a ambos.

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  6. Me encantó la nota! Coincido totalmente, si bien estás historias cumplen con las etiquetas «distopías» y ciencia ficción, es terror lo que genera, al plantear la viloencia hacía la mujer sin reflexion.
    Terror, fetichismo y amarillismo es la sensación que me han dejado algunos de esos libros (no leí todos).

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