Reseña: La última mujer de la Mancha

El género posapocalíptico, y en general cualquier historia centrada en las vivencias de los últimos supervivientes de una tragedia o suceso misterioso, tienen la virtud de la adaptabilidad. Lo mismo da lugar a tochacos ambiciosos con múltiples subtramas y narradores —o películas y series de gran presupuesto—, que a obras más íntimas y humildes. No obstante, pese a honrosas excepciones, unas y otras suelen compartir sabor anglosajón. Por eso se agradece tanto la publicación de La última mujer de la Mancha, fruto del talento creativo de Enerio Dima. Una historia cercana, con una protagonista creíble y con neto sabor a su tierra, además de muy bien escrita.

La novela nos narra las peripecias de Leo, una mujer en la cincuentena que vive en el monte, aislada del mundo, y se desplaza hasta Albacete para realizar unas pruebas médicas, segura de que vuelve a sufrir cáncer. Al llegar a la capital, se da cuenta de que no se ve a nadie en las calles; tampoco se ha cruzado con ningún coche en el trayecto. El hospital también está vacío y otro tanto ocurre con el piso de su hermana cuando intenta visitarla, aunque la mesa está puesta y hay comida en el fogón apagado. No son los únicos indicios alarmantes que encuentra. Qué ha podido suceder para vaciar la ciudad, lo desconoce. Pero no está dispuesta a refugiarse en su hogar sin comprobar primero si realmente es la última persona sobre la faz de la Mancha.

Aparecen un coche renault laguna de los años noventa y una señora entrada en carnes con un gorro de paja en el centro de la composición. Están sobre una carretera de un único carril y en primer plano se ve un charco de algo que parece sangre. En el fondo se ve un atardecer y molinos eólicos.

Cubierta de La última mujer de La Mancha, obra de Laura Vázquez.

A la hora de elaborar las virtudes de esta obra, la primera la tenemos muy cerca. Su propia protagonista. Leo no es solo un personaje que se aleja de los tópicos, tanto por su condición de mujer como por edad o los problemas de salud que arrastra, también resulta muy creíble. Su forma de hablar, sus habilidades a la hora de sobrevivir y sus actitudes resultan coherentes con esa mujer en la cincuentena poco tecnológica y alejada del mundo que Enerio nos presenta. Además, es fácil identificarse con ella, especialmente por detalles como la escena del supermercado o por cómo su primer referente a la hora de planear qué hacer son las películas que vio en sus tiempos mozos… Leo consigue que nos enganchemos a la historia desde el momento uno.

A partir de ahí, la novela no baja el ritmo. Desde el inicio, la autora nos muestra cómo Leo escucha a veces la voz de su madre, sea para reprenderla o para recordarle, como hacía en vida, que está destinada a morir sola; nunca para nada bueno. Te dan ganas de resucitar a la señora para estrangularla lentamente. Más adelante, se le añadirá la voz de la hermana o incluso alucinaciones visuales. Los diálogos, en más de una ocasión impregnados de ironía, otorgan dinamismo a la historia en momentos que podría resultarnos más monótona y facilitan conocer el pasado de la propia Leo, sin sobrecargar el texto de párrafos explicativos que ralenticen el ritmo. Además, resulta verosímil. Es fácil imaginar que cualquiera de nosotros podría vivir conversaciones semejantes —si hay suerte, con parientes o amigos más amables—, aunque solo fuese como simple mecanismo para sobrevivir a la soledad.

La acertada dosificación del misterio y la inquietud es otra virtud de la novela, especialmente en lo que podríamos considerar la primera parte de la misma. No sabemos qué hay detrás de esa desaparición masiva, pero la autora pronto nos va dando a entender que no se debe a una simple evacuación y que el peligro aún puede estar presente. Para ello, dosifica las pistas con buena mano, yendo desde simples detalles incongruentes, como la ausencia de saqueos, a otros más inquietantes, esos círculos de sangre como el que podéis ver en la portada. Nos desasosiega y capta nuestra atención para seguir leyendo y dar el primer golpe de efecto en el momento adecuado.

Cuando se desvela el misterio, la novela, lejos de decaer, gana en brío. Al contrario de lo que ocurre muchas veces en narraciones hijas del misterio del Mary Celeste, con las que La última mujer de la Mancha guarda similitud en su punto de partida, saber qué ha sucedido no es el fin último de la trama. Es un elemento más de esta. Al desvelar el misterio, se abren nuevos caminos narrativos y la historia desvela su faz más terrorífica. Reconozco que este es mi tramo favorito. Enerio Dima demuestra que se puede escribir horror de mimbres cósmicos sin recurrir a la grandilocuencia vacua que devora lo narrado, distrae al lector e incluso lo satura. Aquí, ni siquiera en un capítulo de fuerte carácter onírico sucede eso. La autora nos fascina con imágenes demenciales, y a su modo bellas, pero se recrea lo justo en ellas y no permite que nos olvidemos de nuestra protagonista o los peligros que la rodean.

Aparece un peluche de ganchillo (un perro de tres cabezas), un chorizo, una navaja y una lata de sardinillas.

Kit para «últimos supervivientes». Cerbero no incluido.

En este tramo final, también, la amenaza se vuelve más visceral, directa. Eso se traduce en una narración más adrenalínica, con escenas de acción bien narradas, y en la que la autora no duda en recurrir al gore cuando resulta necesario. Juro que hubo momentos en que contenía el aliento durante la lectura y pausaba esta durante unos segundos para poder soltarlo si no llegaba a tiempo el momento de calma.

La última mujer de la Mancha es una novela que me ha inquietado, atrapado, fascinado y encantado. Además, a pesar de tener todos los elementos para ser una historia deprimente e impregnada de derrota, transmite una fuerza tremenda para seguir luchando. La de su protagonista, una mujer que se toma las desgracias con pragmatismo y siempre tiene energías para tirar para adelante.

Poco más me queda por decir, solo recomendaros que le deis una oportunidad. Si os atraen las historias sobre últimos supervivientes, desapariciones misteriosas o con tintes posapocalípticos, disfrutaréis con la originalidad de este bocado de genuino sabor manchego. Y si no habéis leído muchas obras de ese pelaje o la literatura de terror os atrae y os echa para atrás a un tiempo, por miedo a pasarlo demasiado mal, puede ser una buena obra para empezar. Se lee rápido, inquieta y tiene escenas chungas, pero también momentos de respiro y algún destello de humor muy bien integrado; es, en resumen, un plato bien equilibrado.

Ana Morán Infiesta
Ana Morán Infiesta (Reseñas/Artículos): Tejedora de historias y monstruos de ganchillo. Amante del terror clásico. También escribe en su propia Cueva. Twitter

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