
Mercè Homar Mas nos plantea una sociedad matriarcal rígida incluso para las mujeres de la élite
Guárdate de las hijas de Marte me llamó la atención desde el primer momento en que vi la preciosa cubierta de Libertad Delgado —no hay cubierta suya que no me atraiga y me encante— y leí la sinopsis. Pero el elemento que me fascinó es que plantea una sociedad matriarcal, dominada y regida por las mujeres.
¿Cuántas obras has leído o visto en la televisión o en el cine que desarrollen un sistema político y social controlado por mujeres? Yo pocas, la verdad. Y me gustaría que fueran más.
Veamos qué modelo de matriarcado nos ofrece Mercè Homar Mas en su obra.
La sociedad matriarcal o ginecocracia: el gobierno de las mujeres
El término ginecocracia procede del griego γυνή, γυναικός (gynḗ, gynaikós), es decir, «mujer». Por tanto, es el sistema de gobierno regido por las mujeres, algo poco frecuente. Por eso te cautivará enseguida la obra, porque es algo novedoso para la lectora o el lector y porque, además, Mercè Homar Mas te atrapa desde el primer instante y ya no te suelta hasta el final. Y cuando lo hace, sientes que te falta algo, quieres seguir leyendo.
La ginecocracia que desarrolla la autora está basada en la Antigüedad griega y romana, pues la élite gobierna a través del Consejo de Marte, formado por trece mujeres que se reúnen y deliberan en el Concilium, en el centro de la ciudad. De hecho, los nombres de los personajes remiten sobre todo a la antigua civilización romana.
Pero, además, esta sociedad se desarrolla en el planeta Marte, donde tras un desastre medioambiental este Consejo se encarga de levantar el país y recuperar lo perdido. En este sentido, la obra tiene elementos distópicos, aunque también refleja aspectos de la fantasía como las orejas puntiagudas y la longevidad de la raza —semejante a la de los elfos— y algunos aspectos mitológicos.
Dentro de esta clase dirigente, destacan cuatro personajes femeninos importantes en la trama y que reflejan visiones diferentes del mundo, de ahí la riqueza de la novela de Mercè Homar. Veamos quiénes son.

La obra de Mercè Homar Mas plantea una sociedad matriarcal en Marte
Oceanía Lapislázuli, la heroína
Desde el principio conectas con ella, al menos así me ha ocurrido a mí. A pesar de formar parte de este Consejo, pertenecer a una de las familias más prestigiosas y ser la encargada de levantar el planeta a través de la tecnología, Oceanía es diferente, no acaba de encajar totalmente.
¿Por qué? Pues porque escoge un marido atípico, que no encaja con los cánones establecidos por la sociedad —ya veremos cuáles son esos cánones más adelante— y se resiste a aceptar lo que su linaje le exige.
Ovidia Lapislázuli, la madre de la protagonista
Las conversaciones entre madre e hija no resultan fáciles, pues Ovidia mantiene siempre las formas y defiende los valores establecidos. Es una sociedad encorsetada, incluso para las mujeres de la clase dirigente, donde las relaciones personales se basan en el protocolo y la jerarquía, y los matrimonios son concertados. En esta clase hegemónica el amor no tiene cabida, de ahí que Ovidia y su hija Oceanía no estén muy unidas. Ovidia acepta estas cuestiones, pero Oceanía se rebela ante esos dictados de la sociedad.
Escarlata Stella, la madre de Pluvio
Escarlata Stella pertenece a la élite. Sin embargo, está por debajo en la jerarquía de las Lapislázuli. Con Oceanía pactará el matrimonio de su hijo Pluvio, al que desprecia por tener ya 35 años y no haber podido darle matrimonio debido a su apariencia física, totalmente opuesta a los cánones de belleza masculina.
Mater Severa Sanguis, la antagonista

El culto de las Hijas de Marte tiene cierta semejanza con las vestales romanas
El acierto de Mercè Homar respecto a este personaje es darle la coherencia necesaria para que no sea «la mala malísima». Todo lo contrario: Severa Sanguis actúa y defiende su propia visión del mundo.
Severa —un nombre muy adecuado— es la Mater —semejante a la Suma Sacerdotisa— del culto a la Diosa Mars y tiene a su cargo a las marsianas, las Hijas de Marte. Cada vez está más preocupada, pues observa que las jóvenes están perdiendo el interés por ritos religiosos como el credere —«creer» en latín— y por tanto se propone revitalizar la religión ancestral y captar nuevas adeptas.
Estos ritos a la Diosa me han recordado a las vestales de la antigua Roma, sacerdotisas encargadas de velar por el fuego de la diosa Vesta, entre otras tareas. De ahí la conexión de la obra con la mitología.
Las vestales eran consideradas Hijas de Roma y remiten a tiempos ancestrales. Cumplían rígidas normas de conducta, aunque también gozaban de privilegios. Con el cristianismo, se negó este papel a las mujeres romanas. En cierta forma, estos aspectos se pueden ver en el culto de las Hijas de Marte.
La sociedad patriarcal decimonónica en la obra de Mercè Homar Mas
Pero, ¿qué hay de los hombres en esta sociedad matriarcal? ¿Dónde tienen cabida? Pues en el otro lado de la balanza. Son el género débil y menospreciado, ocupan las tareas domésticas —los trabajos importantes son desempeñados por mujeres, nunca por hombres—, deben permanecer vírgenes hasta el matrimonio, mantener una actitud sumisa —con la cabeza gacha, sin hablar salvo que alguna mujer se dirija a ellos directamente—, esperar a que sea la esposa quien los tome…
Es decir, los hombres en la novela siguen el modelo de «ángel del hogar» que la sociedad patriarcal del siglo XIX estableció para las mujeres. El patriarcado concebía así a la mujer como un ser delicado e ignorante, cuya única función era casarse, tener hijos y obedecer siempre al marido, algo que ahora vemos aplicado a los hombres en Guárdate de las Hijas de Marte.

La sociedad patriarcal del siglo XIX establecía para la mujer un rol totalmente sumiso y doméstico: su función era satisfacer los deseos de su esposo y encargarse de los hijos. Fuente: JSTOR Collection
Para mí esto ha supuesto un doble choque emocional: por una parte, no puedo evitar acordarme de la situación de la mujer en esta época y de obras literarias que denunciaban esa cárcel que suponía el hogar o la insatisfacción sexual femenina —heroínas trágicas como Ana Ozores de La Regenta, de Azorín; Anna Karenina, de Tolstói; o Madame Bovary, de Flaubert. Por otra parte, siento verdadera empatía por el personaje masculino que nos muestra este sistema desigual, Pluvio Stella. Y ahí viene el segundo choque emocional que he sentido al leer la novela: no había leído nunca una obra donde el ser inferior y menospreciado por la sociedad fuera un hombre. Y la verdad es que me ha impactado.
Pluvio Stella, además de representar el modelo ideal de «ángel del hogar» —sumiso y callado, con la cabeza siempre baja, algo desesperante— es despreciado por su aspecto físico. Y en esto Mercè Homar también critica nuestra realidad, ese rechazo al diferente —se podría incluso conectar con el racismo, en cierto modo— pero de nuevo le da la vuelta a la tortilla, pues Pluvio es blanco y de ojos azules —el canon de belleza en la novela es la piel oscura y los ojos rojos.
Todos estos aspectos muestran la genialidad de Mercè Homar Mas al mezclar aspectos de ciencia ficción y fantasía, remitir a sociedades antiguas y sus mitologías, conectar con el sistema patriarcal decimonónico para darle un giro de 180 grados… Y todo ello a través de unos personajes de carne y hueso, con sus limitaciones y sus miedos, su manera de pensar y sentir, en una trama trepidante que va in crescendo y con un final muy bueno.
Una lectura imprescindible, en mi modesta opinión.
Enlaces de interés
Sobre las vestales, en la revista Los ojos de Hipatia.
Sobre el «ángel del hogar».

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