A nadie que frecuente esta Nave le resultará ya desconocido mi amor por la Biblioteca de Carfax. Sus antologías de autoras clásicas se han convertido en lectura obligatoria para mí y siempre me satisfacen. Cuentos del ocaso no es una excepción. Me ha encantado y, pese a mis deseos de racionar la lectura, lo he devorado en un par de bocados.

Bellísima portada ilustrada por Rafael Martín Coronel.
También me ha servido para descubrir a una mujer muy interesante gracias al prólogo de la Doctora Janine Hatter. Broughton, como otras autoras de su generación, encontró en la escritura una forma de sustento económico, dentro de una sociedad que pocas oportunidades dejaba a las mujeres no casadas. En su caso, publicó sus dos primeras novelas gracias a la ayuda de su tío político, el escritor Joseph Sheridan Le Fanu. Ambas consiguieron muchas ventas y escandalizaron a los sectores más rancios de la sociedad por abordar temas como el adulterio, el deseo femenino o la crítica social. Aunque escribiría obras fuera del llamado «género sensacionalista», nunca se quitó el sambenito por ser creadora de personajes femeninos «casquivanos». No obstante, y aunque su fama declinase, pudo vivir de la escritura hasta su fallecimiento en 1920. Destacó también por su visión de negocios y prueba de ello es esta antología. Todos los relatos incluidos en ella se publicaron por vez primera en ediciones navideñas de revistas literarias. Aunque sus tramas carecían de vinculación con la Navidad, esta era ya entonces una época dorada para las ventas, especialmente para las historias foscas. La primera vez que se publicaron recopilados, lo hicieron en 1873 bajo el título de Tales for Christmas Eve, a petición de la propia autora; seis años más tarde se reeditaría ya bajo el evocador nombre de Cuentos del ocaso.
Brougthon era una buena narradora y, sobre todo, una autora que dotaba a sus historias de gran dinamismo y una prosa deliciosamente irónica. Eso se percibe en estos cinco relatos, lo mismo que su buena mano para crear tensión. Y como todos son distintos entre sí, merece la pena analizar cada uno por separado.
«La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad»
Esta es una historia sobre una vivienda maldita. No se desvía de los cánones del género, pero se beneficia del acertado uso de la narración epistolar. Esto no solo le permite pasar rápido de lo idílico al horror, sino que también despliega su sarcasmo a través de las dos amigas que intercambian correspondencia. También cabe destacar que la autora no busca explicación al fenómeno, ni tampoco se recrea retratándolo; conocemos sobre todo los terribles efectos que provoca en quienes son testigos del mismo. Todo un acierto. A veces lo insinuado, lo desconocido, aterra más que lo explícito.
Posee dos preciosas salas de estar, preparadas para que una mujer las abarrote con personas que en realidad no le importan un pimiento (…)
«El hombre de la nariz»
En esta historia, lo fantasmal es sustituido por otra obsesión habitual entre los victorianos aficionados a lo esotérico: el mesmerismo. La tranquilidad de una pareja de recién casados en pleno viaje de novios se ve turbada por las extrañas pesadillas y visiones de la mujer, todas ellas protagonizadas por un hombre de nariz singular. ¿Es real la amenaza o producto de una mente dañada por una experiencia traumática previa? Un relato que te sigue dejando mal cuerpo en algunos pasajes, aún más por lo imaginado que por lo propiamente narrado.
«Bajo la capa»
Si la protagonista de esta historia odia los trenes, yo amo los relatos de misterio y terror que suceden en estos. Esta historia no me ha defraudado. Broughton se aleja de lo fantástico para ofrecernos una inquietud más mundana. Incluso sin necesidad de amenazas explícitas, compartimos la incomodidad que provocan en la protagonista las actitudes y el aspecto de sus dos compañeros de viaje. De nuevo, la autora impregna la narración con su característica ironía y maneja impecablemente la tensión. Pero esta historia destaca sobre todo por la lucidez con que refleja la impotencia paralizante que puede sentir cualquier persona, por resuelta que sea, ante una situación de amenaza, sea esta real o potencial.
«¡Atiende! Todo era un sueño»
Los sueños proféticos —¿o será una pesadilla demasiado intensa?— son el eje de un relato que da pie a plantearse si, de existir, el Destino sería algo ineludible o si ciertos infortunios se forjan precisamente al intentar evitarlos. El desasosiego de la protagonista puede resultar exagerado a algunos lectores; no obstante, para mi gusto, está muy bien reflejado. Supongo que, al sufrir a veces pesadillas que no me abandonaban ni al llegar el día, me resulta fácil epatar con ella. Por otro lado, Broughton no se amilana a la hora de describir la sangre que impregna el escenario del teórico crimen y otros detalles que debían resultar escabrosos en su época. Todo un acierto, una narración más sutil, más indirecta, habría restado casi toda su fuerza a la escena y al espanto posterior de la narradora.
«Pobre y apuesto Bobby»
Un excelente cierre para la antología. Una historia de amor truncado y fatalidad que, aunque pueda compartir elementos comunes con alguno de sus predecesores, en nada se les parece. De este relato, destaca especialmente la voz de su anciana narradora. Esta no solo sirve para reivindicar la valía de nuestros mayores, sino también nos muestra que los choques generacionales siempre han existido y existirán.
No pretendo ofenderte de ninguna manera, pero creo que las jóvenes muchachas de aquellos tiempos éramos menos remilgadas y más puramente delicadas que las de hoy en día.
Como se puede deducir por los comentarios de los relatos, la antología me ha encantado. Si bien hasta ahora solo conocía a Rhoda Broughton por referencias externas (y merecerse el beneplácito de una gourmet de los terrores victorianos como mi admirada L. G. Morgan no es baladí), con esta antología se ha colado en mi grupo de favoritas.

Rhoda Broughton.
Quizá no fuese la autora más rompedora en ideas, pero lo compensaba con su excelente forma de narrarlas. Me parece todo un acierto que a los hechos inquietantes no siempre se otorgue una explicación a lo sucedido y que, a veces, según las notas al final de los mismos, estén inspirados en sucesos reales. Además, dominaba la tensión narrativa y el misterio; prueba de ello es «Bajo la capa», historia que, narrada con menos intensidad, habría resultado roma.
Ahora bien, pese a sus excelentes cualidades como narradora fosca, si por algo me ha gustado Rhoda Broughton ha sido por su manejo de la ironía, ya sea para mostrarnos su visión de la sociedad en la que le tocó vivir, las incomodidades de los viajes o para ver cómo asumen los personajes sus propios defectos personales. No soy amiga de las comparaciones entre autoras, pero su manejo del humor me recordó en más de una ocasión al que destilaban las mejores obras de mi admirada Jane Austen.
Teniendo todo esto en cuenta, no puedo más que recomendaros la lectura de estos Cuentos del ocaso, tanto si sois aficionadas a lo fosco como si ni siquiera os atrae habitualmente la literatura fantástica.

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