Luego se tumbó con cuidado, tiró de la colcha hasta taparse el mentón, se rascó la garganta y comprendió de una vez por todas que estaba embarazada. ¡Embarazada de nadie! En ese mismo instante, sintió Aquello removerse dentro de su vientre, ¿o no eran más que gases?
Tras una visita al médico, Claude descubre que está embarazada. Pero eso debería ser imposible, porque Claude no ha tenido relaciones sexuales con nadie y, por lo tanto, no es posible que esté esperando un bebé. ¿O sí?
Esta es la premisa de La inmaculada concepción de Catherine Dufour, una novela corta enmarcada en el género de la fantasía y del terror. Nacida en París, en el año 1966, Catherine Dufour es escritora, columnista en Le Monde Diplomatique e ingeniera informática. La inmaculada concepción no es su primer libro de género, ha escrito numerosas novelas de ciencia ficción y fantasía. Fue ganadora del premio Grand Prix de l’Imaginaire dos años consecutivos: en el 2007, con Le Goût de l’immortalité, y en el 2008, con La inmaculada concepción, única obra de la autora traducida al castellano.

Catherine Dufour. Fuente: Wikipedia
La novela llega a nuestro país de la mano de la editorial Aristas Martínez, con traducción de Susana Arroyo e ilustración de portada de Carol Jiménez. La edición es sencilla y cuidada, y la portada refleja perfectamente el sentimiento de inquietud que provoca la historia que hay tras ella.
Claude es una mujer de 35 años. Trabaja en una oficina, desempeñando una labor que no le aporta nada, y detesta el olor corporal de su vecina. Más allá de esos pequeños detalles, Claude no tiene mucho más que darle a la historia; o eso es lo que ella misma intenta vendernos. A través de sus ojos, vemos reflejado un mundo rutinario, con trabajos mediocres y acontecimientos míseros, que, aunque teñido de un destacable pesimismo, no deja de recordarnos al mundo en el que vivimos. Claude nos enseña una sociedad podrida a través de un conductor que es incapaz de resolverle una simple duda, a través de una vecina que le hace la vida imposible o a través de un personal sanitario que no hace más que poner trabas a sus deseos.
Con este marco, comienza la aventura de nuestra protagonista: Claude tendrá que lidiar con un embarazo no deseado del que le es imposible deshacerse a pesar de intentarlo con todas sus fuerzas. Tal es su desagrado hacia la situación, que bautiza al feto como «Aquello» y utiliza este término para referirse a él a lo largo de toda la historia.

Portada de La inmaculada concepción, ilustrada por Carol Jiménez. Fuente: Web de Editorial Aristas Martínez.
Conforme avanza el libro, Claude intentará comprender cómo se ha quedado embarazada, y las dos hipótesis que utiliza la autora son dignas de mención. Por un lado, su compañera de trabajo está segura de que es un demonio quien la ha dejado embarazada con su magia; por otro, en una teoría más interesante, uno de los obstetras por los que pasa le explica que es posible que haya sufrido un abuso sexual, pero, por el estrés postraumático, no recuerde la experiencia. Aunque enseguida es descartado, es muy significativo que la autora plantee esta posibilidad y que exponga las terribles experiencias que muchas mujeres han sufrido a lo largo de su vida.
El desconocimiento y el descontento la llevará a una situación de angustia e incomodidad, emociones que predominan en la novela y crean el ambiente de terror que la caracteriza. Estos sentimientos son destacables, especialmente, en la relación directa que se crea con el feto. Claude se encarga en todo momento de dejar claro su desprecio y su molestia hacia un embarazo que no desea.
Aquello se movía sin parar, con la calma de una serpiente aletargada. Aquello se deslizaba lentamente, Aquello palpitaba como una gran medusa o una garrapata sedienta. Aquello bebía de su vientre, Aquello crecía dentro de sí como una tenia, o como una de esas larvas de avispa que nacen en el interior de una bestia todavía viva pero paralizada y que, al crecer, cavan pasadizos en la carne aún latente.
Claude llegará a usar algunos métodos, sin duda duros y desagradables, para tratar de deshacerse de Aquello. Haciendo que la novela se convierta en una lucha entre una mujer que no desea ser madre, y a quien le están imponiendo serlo, y un feto que lucha por sobrevivir.
A pesar de la dureza que pueden llegar a tener para algunos lectores el argumento de la novela y las acciones de la protagonista, la autora logra una conjunción maravillosa entre el desagrado y el humor.
¿De verdad estaba obligada a volver a la consulta del obstetra, a detallarle el color y la textura de sus… problemas?
Dufour introduce el humor en un tema que es tratado por la sociedad como algo serio e incluso sagrado: la maternidad. La cuestiona desde el desenfado proporcionado por los pensamientos de Claude, que tienen un tono amargo y ácido, pero siempre con desparpajo.
Esta fusión nos permite recordar que el género de terror no tiene que dar miedo y que, por lo tanto, el humor tiene cabida también en esta clase de historias. Y es que La inmaculada concepción no provoca espanto en el lector, sino que genera un estado continuo de agobio en el que el humor actúa como vía de escape.
La maternidad como elemento principal del terror
Sin duda, el tema principal de la obra es la maternidad. Dufour critica el planteamiento que se realiza de la misma en nuestra sociedad a través de dos puntos fundamentales: la imposición de la misma a la mujer y la soledad del embarazo.
Imposición de la maternidad a la mujer
La imposición de la maternidad a la mujer por la sociedad viene reflejada en el hecho de que a Claude le resulta imposible deshacerse del feto a pesar de que es su deseo, por la enorme cantidad de problemas y excusas que le ponen a la hora de gestionar este paso. Surgen a su alrededor todo tipo de impedimentos, así como miradas desaprobatorias y continuos cuestionamientos sobre su decisión.
Dufour refleja de una manera directa y cruda la complicación que supone para la mujer el conseguir interrumpir un embarazo no deseado.
El obstetra levantó una ceja.
—Me parece algo tardío. ¿Está segura?
—Absolutamente —dijo Claude apretando las manos una contra la otra a fin de controlar los temblores. Las tenía heladas.
—Bien… bien. En ese caso, hay que remitirla a una consejera de Planificación Familiar, para asegurarnos de que su decisión está bien motivada.
—¡Lo está! Sí, ay… ¡lo está!
Las dificultades de los trámites administrativos que rodean este hecho se convierten en un elemento más del terror, que queda reflejado también a través del intrusismo que la protagonista siente al percibir que hay algo dentro de ella cuando no lo desea. Su cuerpo cambia, muta y duele, pero nadie parece querer ayudarla porque es una mujer y tiene que ser madre.
Dufour pone sobre la mesa un planteamiento clave: las mujeres no tienen control sobre su cuerpo ni sobre su maternidad, sino que es la sociedad la que dirige y decide. Se infravalora y menosprecia la voluntad de la mujer, y esto se ve en el continuo comportamiento que los médicos y el personal sanitario tienen con respecto a Claude, a quien tratan como si fuera un ser irracional que no ha tomado una decisión de manera consciente y segura.
El embarazo de Claude es fruto de una sociedad machista que le impide llevar a cabo su decisión a tiempo.
La soledad del embarazo
Dufour refleja también la soledad que sufren muchas personas gestantes, en su mayoría mujeres, a la hora de vivir un embarazo. Sin quererlo, se tienen que enfrentar a un proceso de gestación y a la posterior crianza de un hijo, careciendo de una persona que les apoye y les guíe. Este hecho se ve reflejado en la experiencia de Claude, que en el momento de su «inmaculada concepción» está soltera y no tiene a nadie a su lado, ni familia ni amigos, para hacerle más fácil la experiencia.

Ilustración de Heidi Taillefer. Fuente: MTL Blog
La novela nos presenta siempre un panorama oscuro y triste, en el que la individualidad de la protagonista y su desamparo social son elementos más del ambiente de terror que baña la historia. El miedo a enfrentarse a algo tan grande, sin desearlo y estando sola, es un sentimiento que consigue llegar hasta la persona que lee e impregnarla con inquietud y preocupación.
El proceso de gestación no es un hecho que abunde en la literatura, y más concretamente en la de género. Además, la maternidad y los cambios que conlleva se suelen encontrar inmersos en un estado de romantización que acaba generando miradas de rechazo hacia las personas que indican que no quieren pasar por esa situación. En este contexto, Dufour decide posicionarse y reflejar las dificultades y las consecuencias que se experimentan en este proceso biológico cuando el sistema sanitario y social ignora tu voluntad y te da de lado.
En definitiva, nos encontramos ante una novela con un enfoque distinto e interesante, que realiza una crítica de la maternidad y de la sociedad en la que vivimos. Todo esto, de la mano del humor y del terror, en una unión que funciona perfectamente, y con un final que, personalmente, me dejó con la boca abierta y la risa floja. La Inmaculada concepción enseña uno de los lados más oscuros del embarazo.

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