
La reina renegada.
No sé si coincidiréis conmigo en que 2020 no está siendo un año en el que apetezca engancharse a series especialmente densas y sesudas. Por lo que a mí respecta, llevo desde marzo oscilando entre las historias cálidas y blanditas y las historias ridículas que hacen reír; por eso, cuando vi el tráiler de Vagrant Queen en la tele, poco antes de que SyFy la estrenara en España, me pareció que tenía todas las papeletas para ser mi tipo de mierda. Y no me decepcionó. Para cuando, en el capítulo 2, el trío calavera tiene que escapar de una banda de caníbales mediante una batalla de karaoke y se marcan un tiroteo al ritmo de Nothing’s gonna stop us now, ya le juré amor eterno. Con el guiño al Cluedo del capítulo 8, me casé en matrimonio. Creo que los dos meses que ha estado en pantalla han sido los más divertidos de todo este año horripilante.
¿Cómo explicar lo que siento por esta serie? Solo puedo deciros que me hizo reír un montón, me enterneció con un elenco súper entrañable y me dio una agradable sorpresa detrás de otra por la forma en que enfocaba determinados temas que en otras space operas rezuman ranciedad. No me sorprendió nada descubrir que tras la cámara tiene un equipo cien por cien femenino, porque se nota y mucho. Creada por Jem Garrad, escritora, directora y productora anglo-canadiense que ya ha trabajado en otras comedias de ciencia ficción, unió su pluma a la de Mika Collins y Mariko Tamaki para dar forma al guion y compartió dirección con Danishka Esterhazy, Natalie Haarhoff y Cindy Lee. Eso no es todo, porque la serie, a su vez, está basada en el cómic homónimo de Magdalene Visaggio, otra estrella joven de la cifi gráfica, nominada varias veces a los Premios Eisner y GLAAD Media, que se caracteriza por su desarrollo de personajes y sus narrativas inclusivas (Vagrant Queen en concreto tuvo seis números, publicados por Vault Comics entre 2018 y 2019, y una secuela titulada Vagrant Queen: A Planet Called Doom).
Son precisamente esos dos puntos, los personajes y la diversidad, el fuerte de esta historia. Así que aquí estoy para predicaros sobre la adaptación de Garrad, que, aunque no sé bien cómo de fiel es al cómic de Visaggio, merece mucho la pena por méritos propios.
Anastasia en el espacio
Cuando empecé a ver Vagrant Queen, pensé que la mejor forma de describir el argumento era como «retelling de Anastasia en el espacio», y lo mantengo. La historia se nos presenta así: quince años atrás, la monarquía espacial de los Feyr (ubicada en otra galaxia, no la nuestra) fue derrocada por una revolución que dio paso a la República de Arriopa, liderada por el Almirantazgo. Durante los disturbios, la reina Eldaya, apenas una niña pequeña que acababa de suceder a su padre al morir este, logró escapar junto con su madre Xevelyn y un grupo de fieles monárquicos. Empezó entonces un periplo de varios años para ambas consistente en huir, entrenar para la guerra por el trono y seguir huyendo, hasta que finalmente les dieron caza, dispararon a Xevelyn y Eldaya se quedó sola, siendo aún una adolescente. Ahora, ocho años después, la heredera al trono de Arriopa se hace llamar Elida, vive como carroñera en una nave espacial que se cae a cachos, robando, trapicheando, pateando culos… Y así es como quiere seguir.
La serie arranca un poco in medias res, cuando Elida está en una estación espacial cobrando un encargo e intentando arreglar la chatarra que tiene por nave. De repente aparece la flota del Almirantazgo que la viene persiguiendo (liderada por su archienemigo, el comandante Lazaro), aparece un grupo de la resistencia monárquica que lleva años intentando encontrarla, aparece su colega/socio del que se había separado unas semanas atrás por una pelea… y Elida tiene que hacer frente a que su anonimato se acabó y toca ver cómo se los quita a todos de encima sin palmar en el intento. Eso, sumado a la repentina revelación de que su madre sigue viva y podrían rescatarla.
Durante los primeros capítulos mantuve la serie en cuarentena, hasta ver cómo manejaba el espinoso tema de la República (que se presentan como los malos) y la monarquía (que por simple asociación con Elida parecen los… ¿buenos?). Pero al final el viaje me gustó mucho, porque se ocuparon de mostrar las luces y sombras de cada uno, y Elida es el punto de equilibrio perfecto. Ella huye por igual de quienes quieren matarla que de quienes quieren volver a colocarla en el trono, porque odia a muerte la idea de ser reina. Con ella vamos viendo la corrupción del Almirantazgo, pero también que reinstaurar la monarquía no es la solución, puesto que ya era a su vez un sistema opresor y corrupto. Y, conforme avanza la serie, se nos muestra lo que hay detrás de las motivaciones Lazaro (que juró aniquilar a todos los Feyr al más puro estilo Rasputín) y la deriva que va tomando su personaje, así como las verdaderas intenciones de la resistencia monárquica o de la propia Xevelyn en el pasado.
En realidad, Vagrant Queen se limita a reproducir sin tapujos una secuencia que nos es muy familiar: monarquía absolutista cae por su propio peso cuando la gente se rebela contra la opresión, líderes de la revolución asumen el poder «temporalmente», dichos líderes se corrompen y se convierten en los nuevos opresores a lo Rebelión en la granja, comandante revolucionario pierde la pinza ante la decadencia de los ideales y se convierte en dictador porque «si quieres algo bien hecho, hazlo tú mismo»… He leído que Visaggio comentó que quería retratar cómo una revolución podía irse a la porra si perdía el norte, y eso lo hemos visto repetirse montones de veces a lo largo de la Historia, en distintos países, en distintas culturas, con diferentes matices, pero con un desarrollo casi idéntico. Aquí el escenario está en otra galaxia, pero el mensaje sigue siendo el mismo: el poder corrompe muy fácilmente si te dejas enredar por él, por muy nobles que sean tus intenciones o tus ideales, y la peor trampa en la que puedes caer es creer que tú y solo tú puedes salvar al universo con tus decisiones individuales.

El comandante Ori Lazaro, visionario de la revolución caído en desgracia.
La encarnación de este descenso a los infiernos cuesta abajo y sin frenos es el propio Lazaro, el gran antagonista de la serie. Me resultó muy interesante ver cómo el villano sádico y relamido, con su propio puntillo ridículo digno de malo de dibujos animados, iba ganando cuerpo conforme pasaban los capítulos, hasta revelarse como lo que era en realidad: los restos de ese joven noble lleno de ideales sobre la justicia social y la democracia, que dio su vida por la revolución hasta perderlo todo y del que luego el Almirantazgo se deshizo porque, pasado el levantamiento, su fanatismo resultaba «incómodo». Para cuando empieza la historia, parece que persigue a Elida obsesivamente solo porque se le ha ido la olla, pero no es el odio a la monarquía lo único que lo mueve, sino también la frustración, la decepción y el resentimiento contra el nuevo régimen. La máxima revolucionaria de «Todo lo viejo debe morir» alcanza para él una nueva dimensión cuando se convence de que el Almirantazgo son los mismos perros con distintos collares, y entra en modo anarquista, dispuesto a acabar con todas las formas de gobierno del universo, que solo se dedican a oprimir. El problema es que, para ello, acapara el poder y se convierte en dictador, porque solo se considera apto a sí mismo para realizar esa limpieza. En su cabeza, Lazaro sigue convencido de que todo lo hace por el pueblo, pero desde esa perspectiva retorcida, paternalista y privilegiada de quien cree que solo él puede crear un mundo mejor, reduciendo primero el existente a cenizas sin importar el coste y olvidándose con facilidad de todos los inocentes a los que subyugó, torturó y mató por el camino.
Me hace torcer el morro que toda esta temática viniera de la mano de Lazaro, que está como una regadera, pero la disfruté aun así porque los referentes me parecen clarísimos. Por el contrario, las decisiones de Elida podrían parecer egoístas, propias de una reina fracasada e irresponsable que rehúye sus «obligaciones para con su pueblo». Pero en realidad ella es la única de todo este plantel político que entiende ese punto vital sobre los peligros del poder absoluto: nadie es lo bastante bueno como para usarlo bien, las personas deben decidir por sí mismas y también puede ser revolucionario negarse a luchar por un régimen caído que no merece resurgir.
Lo mejor son los amigos que hacemos por el camino
«Pero Dik, ¿no habías dicho que esta serie era de risas?».
Que sííí, pero una cosa no quita la otra, y la verdad es que uno de sus méritos es encajar este tipo de reflexiones entre chiste y chiste, porque hace muy humano todo el conjunto. Vagrant Queen no es una historia hueca, pero tampoco te suelta el discurso en plan grandilocuente, lo que sirve para recordarnos que un carácter desenfadado, inocentón y hasta mamarracho también tiene capacidad para sacar a la palestra temas importantes, sin necesidad de ponerse intensito y oscuro.
Pero no penséis que todo gira en torno al politiqueo, porque lo verdaderamente importante en esta historia son las relaciones, la amistad, la familia, la confianza, y ahí es donde brillan como soles los tres mendrugos que tenemos de protagonistas.

El trío calavera es muy RGB: la Reina, la Gusiluz y el Bobito.
Una de las razones principales por las que me he reído de lo lindo con esta serie es que los protas son tontísimos. Ya está, tal cual. Pero no ese tipo de tontaina alivio cómico exagerado que termina haciéndose cargante con sus estupideces y solo tienes ganas de estrangularlo. No, son tontones en plan entrañable. Ya os he hablado un poco de Elida, que es la que corta el bacalao y va de tía dura por la vida, pero no os he dicho que parte de su desarrollo como personaje incluye perder rigidez emocional y aprender a soltar frases ingeniosas en los momentos clave para quedar guay. Isaac, en palabras de Raquel Froilán, es el himbo definitivo: virtualmente inútil, pero con buen corazón. Amae es la encarnación del rollito de canela por excelencia, empática y cariñosa. Y si los metes a los tres en una nave (los dos viejos amigos que necesitan reconciliarse, la ex reina y la mecánica que están pilladísimas la una por la otra pero no se enteran), escapando de la República al tiempo que lidian con los monárquicos e intentan frenar una hecatombe galáctica, te sale un cóctel de aventuras muy majo.
El punto en común que une a estos tres es que han perdido a sus respectivas familias, por lo que la Winnipeg es su hogar y tienen ese toque de «familia encontrada» tan característico de estas space operas y que tanto me gusta. Pero tampoco es una relación perfecta. Xevelyn crio a Elida baja la máxima «no te fíes de nadie», porque una reina no puede permitirse tener amigos que le hagan bajar la guardia. A causa de esto, siempre intenta mantener las distancias, a pesar de que se le nota que quiere implicarse con la gente, y confiar en los demás le supone un esfuerzo que a veces le reporta más disgustos que alegrías. A lo largo de la serie le toca aprender que los sinsabores pueden merecer la pena, se permite perdonar y se da a sí misma la oportunidad de luchar junto a sus amigos en vez de sola. Amae, por su parte, lo perdió todo cuando arrasaron su planeta natal; lo único que le queda es su hermano mayor, del que también tuvo que separarse durante la trifulca en la Estación Xija del primer capítulo. Quizá su deseo de formar parte de algo es el que actúa de pegamento en el trío, al igual que se encarga de reparar la Winnipeg para que no se descuajeringue, suavizando el carácter de Elida, concienciando a Isaac y creando esa sensación de hogar a su alrededor.
Me detengo en Isaac, porque ha sido mi personaje favorito. Un abogado canadiense que, cinco años atrás, durante un viaje de trabajo a Júpiter, fue catapultado a la otra punta del universo a través de una anomalía y se quedó varado allí. En el momento del accidente, su mujer estaba embarazada, y su única obsesión es regresar a la Tierra como sea junto a ella y su bebé. Terminó trabajando como carroñero porque le dijeron que se ganaba más, y solo espera ahorrar lo suficiente para conseguir una nave que pueda hacer el salto de vuelta a su galaxia. La promesa de enviarlo a casa lo atrae como la luz a las polillas y le hace cometer muchos errores de los que va aprendiendo poco a poco; porque, a pesar de los años, Isaac sigue de duelo, no es capaz de aceptar la pérdida, está más pendiente del pasado que del presente, y eso lo hace egoísta inconscientemente y lo lleva a defraudar a quienes quiere por perseguir un espejismo que no conduce a ningún sitio. De modo que tenemos a un personaje que a todas luces hace de bufón, por lo cándido y paquete que es en la mayoría de situaciones, pero con una motivación y unos objetivos tan marcados que está lejos de ser un simple payaso unidimensional. El capítulo dedicado a su flashback fue de los que más me emocionó, porque deja cristalino que el amor que le tiene a su familia es inmenso y cada segundo que pasa en esa otra galaxia que no es la nuestra lo hace polvo.
Los desarrollos de Elida y Isaac están muy entrelazados, porque ella se la juega confiando en él y él traiciona esa confianza varias veces sin mala intención, y ver cómo su amistad se lleva palos, se restaura y evoluciona de forma más sana, mientras cada uno va solucionando sus traumitas, ha sido uno de los aspectos que más he disfrutado. Tenía muchas ganas de encontrar una pareja de amigos mujer-hombre donde el foco se pone al cien por cien en la amistad y la camaradería, con cero tensión romántica/sexual entre ellos. Por si eso no bastara, ella es la líder y él el sidekick, y ha sido de lo más refrescante no encontrar en toda la serie a ningún machito con complejo de vaquero espacial que jugara al héroe galáctico.
Siempre digo que me encantan las historias que invierten los roles típicos de personajes femeninos y masculinos, y Vagrant Queen en ese aspecto cumple fenomenal.
¿Queerbaiting, machistorros…? ¿Y eso qué é’?
En general, el tratamiento de la amistad tiene más peso que la subtrama romántica, pero quiero dedicarle un apartado propio porque me parece buenísima la forma en que la han presentado y desarrollado.
¿Sabéis esa típica escena en la que dos personajes se ven por primera vez, se quedan parados, la música cambia y absolutamente todo el conjunto te grita en la cara que acaban de tener un flechazo? Pues así es el momento en el que se conocen Elida y Amae, sin sutilezas ni ambigüedades, sirviéndose con toda naturalidad de uno de los recursos más clásicos de los romances heteronormativos. Acostumbrada como estoy a que las relaciones LGBT tarden en arrancar, te las presenten con la boca chica o se dediquen a jugar al despiste para refugiarse rápidamente en el «no homo» si hace falta, me impresionó que Vagrant Queen fuese tan directa nada más empezar, y la cosa solo mejora a lo largo de la serie.

Amae: ¡Hola! 😀 / Elida: *gay panic*
Todo el juego de miradas, los pequeños momentos de intimidad, la atracción física mutua que se mastica en el ambiente y demás elementos que nos hacen engullir en todas las series entre el héroe protagonista y la bella interés romántico de turno se aplica también aquí, pero de una forma muy tierna, muy de andar por casa. Creo que es uno de los aspectos en los que más se nota que la batuta de esta serie está en manos de mujeres, porque no es una relación pensada en absoluto para satisfacer la mirada masculina. Desde el primer momento se nos deja claro que Amae es una persona que se siente muy segura y cómoda con su sensualidad, la vemos varias veces flirtear con mujeres de fondo a lo largo de sus viajes, pero no como una sexy femme fatale, sino manteniendo siempre su dulzura y su condición de rollito de canela. Elida, por su parte, sabe mucho de cómo volar cabezas, pero es La Torpeza a nivel emocional y social, se siente muy insegura, y da pie a un buen puñado de entrañables momentos incómodos al querer acercarse y no saber cómo. Todo el tira y afloja, las fases de «seguro que ella no siente lo mismo» y demás le dieron a su relación un toque tan cercano que me conquistó. Y, por si os quedan dudas: sí, su romance sale bien, tiene final feliz y nadie muere, que ya es más de lo que nos suelen dar.
He agradecido mucho que la trama romántica se centrara en ellas dos, sin nada que le hiciera sombra; y, en ese aspecto, me encanta también lo que han hecho con Isaac. Él es, junto con Lazaro, el único protagonista masculino, y Garrad y su equipo lo aprovechan para pegarle una patada a todos los clichés de la masculinidad tóxica. Ya no es solo lo paquete que es o que más de una vez acabe de damiselo en apuros (cosas de las que él no se avergüenza nunca), sino que se muestra tan fiel a su mujer que su sexualidad queda completamente fuera de la caracterización del personaje. Nunca, jamás, mira a otra mujer, hace comentarios rancios pasados de rosca ni le tira los tejos a nadie. Porque quiere a Hannah, es a ella a quien echa de menos y punto. De hecho, su presentación habitual es «Sin cosas raras, que estoy casado», y ha sido todo un descanso para mí. Estoy tan harta del exceso de testosterona en las historias de aventuras, donde el prota va de fuckboy por la vida, que me ha parecido importante destacar también este tipo de representación. Hacen falta muchísimas más relaciones LGBT que sean canon, y hace falta que las relaciones hetero no sean pura mierda tóxica.

Isaac: Cariño, cuánto te echo de menos. / Hannah, con voz seductora: Mmm, ya sé qué echas de menos… *saca una hamburguesa y se la come en su cara*
Este aspecto se aplica también a todos los personajes masculinos secundarios, el arquetipo de conquistador baboso brilla por su ausencia y, de verdad, no te das cuenta de lo mucho que necesitas una historia sin machistadas rancias hasta que te topas con una y se te abre el cielo.
Un CGI que haría llorar al Niño Jesús, pero maquillaje e interpretaciones sobresalientes
Podría estar mil años divagando sobre las maravillas narrativas de Vagrant Queen, pero no sería justo por mi parte cerrar esta reseña sin advertiros sobre los efectos especiales. Sí, son horribles. Lo más chusquero que os podáis imaginar, dignos del meme «Graphic design is my passion». Pero confieso que ese despropósito terminó siendo parte de su encanto para mí, porque no es ningún secreto que Vagrant Queen chilla «bajo presupuesto» en cada fotograma. Se aprovecha mucho de las escenas en interiores con decorados sencillos (la Winnipeg, bares, edificios abandonados, un vagón de tren, alcantarillas, subterráneos, calabozos), y cuando ruedan en exterior les basta un descampado, un bosque o un mini pueblo de calles estrechas que despista al no ofrecer profundidad. Todo es muy sencillo y modesto, pero cumple bien con su función, y os aseguro que el mejor capítulo de la serie transcurre por completo dentro de la nave. Eso sí, las escenas de casquería y las torturas de Lazaro chirrían más que unas uñas en una pizarra.
En contraste, el maquillaje general para caracterizar a los aliens está muy conseguido. Con un par de excepciones que parecían versiones perturbadoras de los muñecos de Sylvanian Families, la gran mayoría son una pasada, con diseños muy chulos. Y las actuaciones son fantásticas, de todos, lleven o no máscara. Adriyan Rae es una Elida soberbia, clava el porte, la dicotomía entre dureza e inseguridad; Tim Rozon es un Isaac maravilloso, capaz de emocionar con su ternura y partirte de risa con sus ridiculeces; y Alex McGregor encarna a una Amae adorable y carismática, con su jerga de mecánica y su carácter brillante. Aplausos también para Paul du Toit en el papel de Lazaro, por conseguir darle personalidad al villano marca ACME.
Y, nada, si habéis llegado hasta aquí, ahora es cuando os parto el corazón con la mala noticia: después de una primera temporada de diez capítulos, los soplagaitas de SyFy han decidido cancelarla. Por baja audiencia, dicen. Porque es muy mala, ajá. Pero yo qué sé, el CGI chungo no ha parado a Disney a la hora de seguir destrozando sus clásicos de animación con adaptaciones de «imagen real». Es curioso que le haya tocado a la serie escrita y dirigida por un equipo de mujeres jóvenes, con una mujer racializada como protagonista, en una relación sáfica canónica con la coprotagonista, que huye de los estereotipos de la masculinidad tóxica, que mezcla cifi y humor, que tiene un cast bastante diverso de actores y actrices estadounidenses, canadienses y sudafricanos, con una amplia variedad de personajes femeninos en puestos de poder, que habla sobre el peligro del totalitarismo… Se han marcado un buen bingo, ¿eh?
Ved Vagrant Queen, os la recomiendo un montón. Os calentará el corazoncito y os entretendrá durante seis horas. Os recordará que este tipo de historias son posibles, y que no es que no existan, sino que nos las roban. Vedla, disfrutadla, hablad de ella, y sigamos alimentando nuestra propia revolución.

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