Christina Orlando: La creación de un canon musical queer y hopepunk

Nota: El artículo original se publicó en Tor.com el 15 de junio de 2020. La traducción corre a cargo de Carla Bataller Estruch y Khardan.

 

Frente a un paisaje desolado, cinco bandos se reúnen para pelear. Cada grupo tiene un color que les representa, llevan armas y se gritan para intimidar a los demás. Pero un nuevo colectivo entra en combate, luciendo un rosa chillón. Traen un mensaje de esperanza y felicidad.

Liderades por Lady Gaga, con su tercer ojo abierto, les punks bondadoses han venido a luchar por el amor.

No es nada novedoso decir que Lady Gaga es un icono queer, aunque sigo sin poder recordar cuándo empezó a serlo. No me extrañaría que fuera algo inmediato; al fin y al cabo, su primer sencillo, «Just Dance», fue un éxito instantáneo y sonó mucho en radios, bares y discotecas durante el año de su lanzamiento. La carrera de Lady Gaga, a falta de una frase mejor, siempre ha sido ultra gay.

Puede que empezara hace mucho tiempo, antes incluso de que la conociéramos: nuestra niña iba a teatro y tenía un grupo de odio dedicado a ella que habían creado estudiantes de su instituto. El bullying extremo es casi una experiencia queer universal; el odio cruel con el que nos apuntan nuestros compañeros es dañino y educativo. Años más tarde, la ahora famosa Gaga recibió otra oleada de bullying, esta vez por internet, con la increíblemente tránsfoba afirmación de que Gaga en realidad tenía pene y era, de hecho, un hombre con peluca. Gaga respondió diciendo: «Quizá lo tenga… ¿Tan horrible sería? ¿Por qué voy a perder el tiempo lanzando un comunicado de prensa sobre si tengo pene o no? A mis seguidores no les importa y a mí tampoco». Y también enseñó un atrevido pene postizo durante su actuación en Glastonbury.

Es fácil ver por qué una persona así crearía una imagen pop potente con pelucas gigantes, vestidos hechos de lentejuelas y cuero y tetas de fuegos artificiales y carne (más tarde Gaga mencionó que ese vestido era un comentario al Don’t Ask Don’t Tell). A esa ceremonia asistió con varies exmilitares a quienes habían despedido por ser queer. Sus declaraciones en forma de moda incluyen guiños a ídoles como Bowie, Prince, Madonna y más. Hizo el papel de joven ingenua en Ha nacido una estrella, personaje que antes habían encarnado Barbara Streisand y Judy Garland, adoradas por las personas queer, y así Gaga se consolidó entre las grandes. Es su forma de decir: «Puedo hacer lo que quiera y vais a verme mientras lo hago, imbéciles». Y aunque no todas las personas queer son, digamos, dramatiqué, existe una historia de grupos queer que luchan mediante el poder de la purpurina y el pintalabios. Quizá sea a esto a lo que más nos aferramos: Gaga es un Que Te Den sobre tacones de veinticinco centímetros.

Cubierta del álbum Chromatica, Interscope Records.

En muchos sentidos, Gaga nos da fantasía. O, al menos, una realidad muy aumentada.

La presencia de Gaga siempre ha hablado de esperanza, alegría e inclusión, enfocadas sobre todo hacia la comunidad queer. Y no es una promesa vacía: la propia Gaga es bisexual y lo ha dicho abiertamente desde el principio, creando así un contrapunto entre ella y las otras estrellas del pop que la comunidad queer adopta. Ha trabajado duro en crear música, espacios de conciertos e imágenes para que sus pequeños monstruos se sientan a salvo y valorades. Sus esfuerzos han sido radicales: en 2009 asistió a una protesta contra el Don’t Ask Don’t Tell y puso el foco de atención en ese problema. Ha trabajado exhaustivamente con el centro Forney de Nueva York para jóvenes LGBTQ+ sin hogar. En 2019 le dijo a la multitud del Orgullo en Nueva York: «Recibiría un balazo por vosotres cualquier día de la semana». Sus mensajes a menudo se han gritado a viva voz: esos pulmones, esa voz, llegan lejos.

Al entrar en la era de Chromatica, vemos una década del hopepunk queer y radical de Lady Gaga. En el mundo que ha creado existen conflictos, diferencias e inquietudes que se combaten con alegría y bailes.

El videoclip de «Stupid Love» está influenciado sin duda por la ciencia ficción; parece una mezcla a partes iguales de Mad Max y Barbarella. Gaga, vestida en tonos rosa iridiscente, equipada con un maquillaje reflectante y con un casco rollo Alien a conjunto con un corsé de satén rosa y un bodi metálico con hombros exagerados, lidera un grupo de bailarines diversos mientras canta una frase sencilla: «Lo único que quería era amor. Quiero tu estúpido amor». Y los colores atrevidos de cada facción se juntan, lo que no es… un simbolismo demasiado sutil. El mensaje es sencillo a la par que efectivo. Gaga nos enseña un futuro donde hay amor, color, cristales y una banda sonora maravillosa.

Captura del videoclip de «Stupid Love», Interscope Records.

Pero no es la primera vez que vemos a Gaga interaccionar con el género, y hasta me atrevería a decir que toda la existencia de Gaga es género fantástico. El videoclip para «Born This Way», un himno queer para la posteridad, empieza con el rostro de Gaga reforzado con prótesis. Quizá recordéis que apareció varias veces así en esta época, con pómulos afilados a lo Maléfica y protuberancias en la frente. La voz en off dice:

Este es un manifiesto de la Madre Monstruo. En GOAT, un territorio extraterrestre en el espacio propiedad del Gobierno, ha ocurrido un nacimiento de proporciones espléndidas y mágicas. Pero el nacimiento no era finito, sino infinito. Mientras se multiplicaban los úteros y la mitosis del futuro empezaba, se percibió que este momento infame de la vida no es temporal, sino eterno. Y así se inició una nueva raza, una raza dentro de la raza de la humanidad, una raza sin prejuicios, sin juicios. Una raza de libertad sin límites.

¿Es Gaga nuestra madre? Sí. ¿Es Gaga Dios? Sí, también. Gaga se establece como madre de monstruos para todas aquellas personas que se sienten alienadas, otreadas, que no pertenecen a este mundo. Va más allá de la marginalización. En ese momento, une las diferencias con la extrahumanidad, algo superior. Aquellas personas por las que se preocupa están destinadas a más cosas de las que este planeta puede ofrecer, están destinadas a las estrellas y a los futuros del más allá. Es intenso, sexy, a veces grotesco y siempre hermoso.

En el videoclip de «You & I», Lady Gaga aparece como una sirena con prótesis faciales a modo de agallas, como un monstruo de Frankenstein a la moda, y como un androide precioso. Y entonces canta una canción de amor y se besa a sí misma al aparecer en drag como Jo Calderone. En «Bad Romance» luce un vestido cilíndrico escultural apodado «La órbita» que viene a significar que ella es el centro de todas las cosas que se mueven en el universo. En «Edge of Glory» se pavonea por una calle de Nueva York luciendo un Versace vintage, bañada por luces de neón rosa, azules y moradas. No es muy cifi, pero nunca está de más mencionar la iluminación bisexual.

El mundo de Lady Gaga siempre ha sido futurista y hopepunk, radical e inquebrantable y a veces hasta feroz en su alegría, pero es, específicamente, un hopepunk queer. Es una estrella bañada de arcoíris. Es, en muchos sentidos, una artista drag. Da a las personas queer lo que quieren.

Dan Levy, el creador de Schitt’s Creek, ha hablado abiertamente sobre sus ganas de crear un mundo en el que la homofobia no exista y ha dicho: «Mostramos amor y tolerancia. Si sacas estos elementos de la ecuación, lo que estás diciendo es que no existen y no deberían existir». Y, al hacerlo, ha cosechado mucho éxito. Les creadores queer han planteado, una y otra vez, productos mediáticos que reflejan la experiencia queer de la mejor manera posible. Ya empezamos a ver muchos más trabajos con una actitud como la de Levy. Tras años y años con creadores que mataban a sus personajes LGBTQ+, que se centraban solo en muertes relacionadas con el sida y la angustia, que mostraban niñes queer a quienes sus padres echaban de casa y recibían palizas por parte de personas homófobas y, en general, que usaban narrativas queer para evocar el dolor y el sufrimiento, lo cierto es que estamos hasta el moño. Es bonito soñar con futuros mejores. Y, así, recurrimos al hopepunk.

Dejaré que mi queride Alex Rowland lo explique:

El hopepunk dice que la bondad y la dulzura no son un sinónimo de debilidad, y que en este mundo de un cinismo y nihilismo brutal, ser bueno es un acto político. Un acto de rebelión.

El hopepunk dice que preocuparte por algo, cualquier cosa, de manera genuina y sincera requiere valor y fuerza. El hopepunk no versa sobre la sumisión o la aceptación: trata de alzarse y luchar por lo que crees. Trata de alzar la voz por otras personas. Trata de EXIGIR un mundo mejor, más amable, y de creer de corazón que podemos conseguirlo si nos cuidamos los unos a los otros tanto como nos sea humanamente posible, con cada gota de poder que reside en nuestros pequeños corazones. 

(Traducción de Laura Morán Iglesias en el artículo Hopepunk: ¿De qué va este género, y por qué es tan interesante?)

El hopepunk es algo más que un final feliz repleto de esperanza, ya que debemos concebir la esperanza como arma, como una herramienta radical contra la opresión y el totalitarismo. En manos de les jóvenes, la esperanza es una luz cegadora en la oscuridad. Para creadores queer como Lady Gaga, la ideología hopepunk se convierte en el combustible de la narrativa, un vehículo con el que podemos ser fuertes, orgulloses y descarades a la hora de trabajar hacia un futuro lleno de alegría, amor y baile. Y Gaga trabaja junto con otros creadores queer en conseguir este objetivo, creando con eficacia un canon queer hopepunk.

Portada del álbum Dirty Computer, Bad Boy Records.

Al igual que Gaga, Janelle Monáe está acostumbrada a usar imágenes de ciencia ficción para acompañar su música. A lo largo de los años, ha hecho referencia con mucho acierto a la película Metrópolis (1927) de muchas maneras, véase: apareciendo como otra versión de sí misma, le androide Cindi Mayweather. Dirty Computer, la «película emocional» de casi una hora de duración, es el medio visual que acompaña al álbum del mismo nombre. En ella, Monáe aparece en una distopía: un cuerpo llega sobre un bloque blanco flotante, escoltado por guardas enmascarados. A Monáe, tumbada sobre el bloque, la conducen a una habitación vacía y la conectan a una máquina a través de un casco blanco arquitectónico. Detrás del cristal, dos hombres controlan el proceso de depuración Dirty Computer mediante complejas pantallas que accederán a los recuerdos de Monáe. La voz en off contextualiza la escena: 

Empezaron a llamarnos ordenadores. La gente desaparecía y dio comienzo a la limpieza. Te consideraban sucie si parecías diferente. Te consideraban sucie si te negabas a vivir según sus dictámenes. Te consideraban sucie si mostrabas cualquier oposición. Y, si estabas sucie, solo era cuestión de tiempo…

Dirty Computer fue un punto de inflexión para Monáe; durante los meses de promoción, Monáe se declaró queer y, además, «una cabrona libre» y llevó un vestido arcoíris a los premios BET. También iba a encabezar el Orgullo de la ciudad de Nueva York en 2020. Su álbum es un álbum de protesta, un álbum que es «joven, negro, salvaje y libre». Las letras hacen referencia al pussy-grabbing, a los anticonceptivos y la brutalidad policial. Para la revista Rolling Stone dijo: «Quiero que las chicas jóvenes, los chicos jóvenes, las personas no binarias, gays, heteros, queer que lo estén pasando mal con su sexualidad, con que los marginen o los acosen solo por ser quienes son, sepan que les veo. Este álbum es para vosotres. Sentíos orgulloses».

Mediante una serie de videoclips musicales, Monáe presenta una imagen del futuro con personas negras y marrones despreocupadas bailando en fiestas. Janelle lleva su distintivo blanquinegro, con sombra de ojos de arcoíris. La figura divina de Tessa Thompson aparece vestida toda de blanco rapando las cabezas de les invitades a la fiesta, como una unción. Monáe y sus amigues celebran una fiesta protesta subterránea que recuerda a la estética de la película de culto Los guerreros (1979), a Whitney Houston, a Janet Jackson. Baila en los ya famosos pantalones de vulva y canta alabanzas sobre la anatomía de su pareja con un imaginario sugerente muy variado. Monáe baila y besa a gente de distintos géneros, bañada en una luz bisexual. Se celebra el pelo natural, los cuerpos alegres negros, el amor queer, la amistad. La letra proclama: «No necesitamos a nadie que gobierne, todes mis amigues son reines / No soy la pesadilla americana, soy el sueño americano». Al acabar cada canción vemos a Monáe de vuelta en el laboratorio, la Casa del Nuevo Amanecer, donde borran sus recuerdos. Cada uno de estos recuerdos y canciones son lo que la hacen única y libre, son su identidad. Pero para quienes ostentan el poder, son un virus que hay que eliminar y borrar del sistema. Monáe traza un camino claro aquí: identidad = libertad, asimilación = destrucción. Es importante que los dos hombres que hacen el borrado sean blancos. Es importante que su ayudante en la Casa sea Tessa Thompson, su pareja en la vida real por aquel entonces, quien más tarde la ayuda a escapar.

Dirty Computer es una evolución de la narrativa que la carrera de Monáe lleva años contando, pero en esta ocasión se presenta como completamente humana en un entorno distópico donde el amor negro y queer es la clave para salvar el mundo. Recuerda a la narrativa ya familiar de «jóvenes contra el sistema» de Divergente o Los juegos del hambre, con imaginería que es una mezcla de Blade Runner, ¡Olvídate de mí! y Prince.

Captura del videoclip de Dirty Computer, Bad Boy Records.

Aunque el grueso de su trabajo sigue siendo nuevo y limitado en comparación, el artista queer Lil Nas X ha creado una serie de videoclips basados en imágenes de ciencia ficción. No olvidemos que la icónica «Old Town Road» es una narrativa de viajes en el tiempo. Sé que me vais a decir que es un western, y lo es, pero escuchad: Lil Nas X y Billy Ray Cyrus empiezan en un western tradicional que «no trata bien a los desconocidos» y luego viajan por un túnel hasta el mundo moderno. En «Rodeo», Lil Nas X aparece como un vampiro, a lo Blade y Crepúsculo. El videoclip para «Panini», una canción con un estribillo que destierra el odio diciendo «Ay, Panini, no seas mala / querías que llegara alto / ¿por qué me haces pequeño?», está muy influenciado por la estética distópica de Blade Runner, llena de anuncios 3D en neón que resaltan tanto los productos como el eslogan «El futuro te pertenece». Lil Nas X baila junto a robots y persigue a la tal chica mala en un propulsor. El videoclip acaba con el artista convirtiendo los conocidos eslóganes de neón en flores y árboles y ofreciendo un camino hermoso y esperanzador hacia la bondad.

Estes tres artistas usan tropos visuales de la ciencia ficción junto a letras esperanzadoras y coreografías para mostrar un futuro positivo lleno de alegría, creado por y para la gente queer. Lady Gaga, Janelle Monáe y Lil Nas X son parte de lo que llamaría el canon del hopepunk queer. Si nos fijamos en los videoclips de «Stupid Love» y «Born Again» de Gaga, «Panini» de Lil Nas X y la película emocional «Dirty Computer» de Monáe, podemos empezar a ver cómo se construyen narrativas similares: le protagonista existe en un mundo de oscuridad y desesperanza, donde el sistema trabaja en su contra. Por quien es, por su identidad innata, le oprimen, torturan, eliminan. En todos los casos, les artistas dejan claro que el mundo no es amable con elles. Pero hay un futuro más allá que promete alegría y aceptación para todes. A través del poder de la canción y del baile, ascienden a un lugar distinto, una dimensión de luz y amor. Les tres artistas usan sus voces para llamar a la liberación de la gente queer.

Estas narrativas se centran en ideologías radicalmente queer. Al presentar cuerpos y voces queer como el camino para alcanzar ese futuro positivo, y para celebrarlo, es como si les artistas queer estuvieran dándole existencia a través de sus canciones y nos llevan a nosotres, les espectadores, con elles. Si cantamos con la fuerza suficiente para superar el dolor, si sostenemos la mano del resto y bailamos, podremos llegar juntes.  

Gaga, Monáe y Lil Nas X nos cogen de la mano y dicen: «Ven conmigo, estarás a salvo, te amarán por ser quien eres. Bailemos».

Es una narrativa que la gente queer está deseando escuchar. Y, sí, a pesar de lo que hemos avanzado, es una lástima que tengamos que pensar en esto como el futuro en vez de verlo como el presente. Es una mierda que tengamos que seguir luchando por algo que debería ser automático. Estoy cansade, amigues. A ver, ya sabéis. No quiero centrarme en eso. Pero parte del motivo por el que estos arcos narrativos son tan importantes para las audiencias queer es porque existe una necesidad histórica de alegría y aceptación. No tengo que deciros que no todo el mundo las encuentra en la vida real y que a menudo nos fijamos en las realidades ficcionales para sentir que hay un lugar mejor para nosotres, algún lugar nuestro. Es un tropo habitual en la ciencia ficción y la fantasía. Un hombre deja una tierra desolada en busca de un nuevo mundo. Una chica abre una puerta a un lugar mágico, donde es reina. Un caballero lucha con honor para derrotar a la oscuridad y liberar al reino del mal. Y así es la narrativa de las vidas queer: escapamos de unas circunstancias de mierda para encontrar una familia que escogemos, un lugar donde el amor y la positividad duran para siempre.

Como el teórico y académico queer José Esteban Muñoz dice en Cruising Utopia: the Then and There of Queer Futurity: 

Lo queer todavía no está presente. Es un ideal. Por decirlo de otra forma, aun no somos queer. Puede que nunca lleguemos a alcanzarlo, pero podemos sentirlo como la cálida luminosidad de un horizonte imbuido de potencialidad. Nunca hemos sido queer y, sin embargo, lo queer existe para nosotres como un ideal que surge del pasado y empleamos para imaginar un futuro. Ese es el dominio de lo queer: el futuro. Lo queer es esencialmente el rechazo de un aquí y ahora y una insistencia en la potencialidad de un mundo distinto.

Estes artistas se convierten en el portal, en cierto sentido, de nuestras fantasías queer. A través de una narrativa visual, somos capaces de atisbar el futuro hopepunk radicalmente queer de nuestros sueños.

En su último trabajo, «Rain on Me», Gaga aparece junto a Ariana Grande, otro gran icono pop queer, cantando: «Seré seca, pero al menos vivo». Las dos mujeres bailan ante un horizonte urbano futurista y, de forma parecida a «Stupid Love», bailan con un grupo de amigues alegres vestides de látex y cuero, esta vez con una paleta de rosa palo, lavanda y azul, inevitablemente bisexual. En un post de Instagram, anterior a la salida del videoclip, Grande escribió: «Una vez, conocí a una mujer que vivía el mismo dolor que yo, que lloraba como yo, que me cogió de la mano y me invitó al hermoso mundo de Chromatica y, juntas, ¡pudimos expresar lo hermoso y sanador que es llorar!».

Si eso no es hopepunk, no sé qué puede ser. 

Colaborador
Christina Orlando (COLABORADORE): es editore de libros y coordinadore de Publicidad para Tor.com, donde le permiten ser amante de los libros a tiempo completo. Como escritore freelance, habla de poesía, género y sexualidad en Electric Literaturegal-demTHEMAdroit JournalBook Riot. Es le ganadore de la beca de Spotify Sound Up para personas racializadas en podcasts y su primer audiodrama se lanzará este año. Puedes seguirle en Twitter.

Carla Bataller Estruch
Carla Bataller Estruch (Artículos/Reseñas): Traductora literaria y audiovisual de día, visibilizadora de autoras de noche en su Twitter. Feminista no sensata. Dadle ciencia ficción social y fantasía no normativa para hacerla feliz.

Khardan
Khardan (Artículos/Otras Narrativas): Traductor, bloguero y tuitero constante. Coadministrador de Los Hacedores, donde reseña todo lo que cae en sus manos. No os metáis con Supergirl o Lois Lane en su presencia.

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