Reseña: Jacintos

La televisión se ha quedado atrás. El nuevo modelo de entretenimiento audiovisual son los Sueños. Como suena: se ha conseguido capturar los Sueños para retransmitirlos como un medio de masas, como parte del ocio. Es una experiencia completa: no solamente las imágenes, el movimiento y el sonido son parte de la experiencia; los olores, las impresiones, las sensaciones… Es un medio total. La televisión, la música y el resto de productos audiovisuales han quedado desbancados.

Los Sueños comerciales mueven una cantidad ingente de dinero y solo pueden ser producidos por Soñadores, una gente que tiene el don de Soñar de manera coherente y a voluntad. Todo el mundo conoce sus nombres y sus deseos más profundos. Son las nuevas estrellas de las masas, son admirados y envidiados. Todo el mundo desearía ser un Soñador…

Portada de Jacintos, editorial Júcar, 1990.

…hasta que se convierten en uno. Dentro de las cadenas productoras de Sueños, todo el mundo sabe la verdad: los Soñadores son personas desgraciadas. La mayoría de ellas se queman después de un tiempo Soñando y pierden todas sus capacidades mentales. En el mejor de los casos, cumplen con su contrato y pueden retirarse, con medicación para toda la vida, a un lugar apartado de las grandes ciudades para llevar una vida tranquila. En el peor y más habitual, se necesita su ingreso en unas instalaciones especiales que ya ha habilitado la cadena, donde vivirá con medicación y atención psiquiátrica el resto de su vida, mientras entran y salen de la lucidez.

Siempre defenderé que la ciencia ficción habla del presente y no del futuro. Los libros sobre la conquista del espacio tratan las relaciones entre clase, el colonialismo y cómo decidimos qué vidas tienen valor y cuáles no; no intentan adivinar qué encontraremos cuando consigamos salir del Sistema Solar. Las películas sobre robots nos hablan del miedo al otro, sobre nuestra capacidad de adaptación y sobre la facilidad con la que corrompemos nuestra moral; no es una quiniela que intenta acertar por dónde avanzará la informática en los próximos años.

Sin embargo, con Jacintos, de Chelsea Quinn Yarbro, es difícil de mantener.

La novela se escribió en 1983 y llegó a España en una única edición en 1990. Y al leerla en 2020 parece perturbadoramente profética: el crunch en las empresas de videojuegos, por las que tienen a sus programadores trabajando hasta 80 horas a la semana durante meses; o los streamers, adorados y quemados a partes iguales. Cada pocos meses surge la historia de un streamer que se suicida. Levanta revuelo durante unos días, nos preguntamos cómo permitimos que algo así pase y luego ocurre lo que ocurre con los Soñadores de Jacintos: la exigencia de contenido nuevo nos hace mirar a otro sitio, seguir consumiendo evasión a expensas de la salud y la vida de quien nos la provee.

El tema de fondo que atraviesa todo Jacintos es ese: hasta dónde nuestro ocio debe colisionar con el bienestar de quien lo proporciona, hasta dónde podemos pedirle a alguien que entregue su salud o su vida para que nosotros tengamos un rato de evasión.

La cadena lo tiene muy claro: las vidas de sus trabajadores no importan. Show must go on.

Frente a la cadena que quema en serie a sus trabajadores, que les exige mucho más de lo que pueden dar y cuando los ha destrozado se contenta con pagarles una generosa cantidad de dinero a sus familias para lavarse las manos, nos encontramos a Tony Mackenzie. Tony es uno de los psicólogos que lleva investigando y trabajando con los Soñadores desde que se descubrieron. Y él cada vez tiene más claro que la vida de ninguno de ellos vale tanto como sus Sueños o las ganancias que estos pueden traer a la empresa. Las tribulaciones morales de Tony y el conflicto de intereses, mientras no deja de ganarse la vida quemando jóvenes llenos de ilusión, articulan la primera mitad del libro.

La autora, Chelsea Quinn Yarbro.

Las dificultades que se encuentra Jehanne Bliss son diferentes. Es la única mujer en una corporación masculinizada y está convencida de que puede progresar en su carrera a la vez que protege a sus Soñadores. A través de Jehanne conocemos al resto de personajes de la cadena: los Directivos, los montadores, el resto de psicólogos y alguna enfermera. Y a través de Jehanne se nos deja entrever la perspectiva feminista de esta obra: los hombres que la ningunean porque es mujer o la desigual relación con su pareja, otro hombre con dos caras.

De la misma manera, a través de Tony se articula el profundo carácter anticapitalista y crítico que aporta la novela. Él, con su presencia o su ausencia, deja en evidencia la picadora de trabajadores que es la cadena, que solo se preocupa en producir cada vez más, que quema más rápido a sus Soñadores, los desecha con más facilidad y busca maneras de contratar a otros nuevos que ocupen su sitio cuanto antes.

Las dificultades morales de Tony, la ambición de Jehanne, el mercado negro que ansía hacerse con los Sueños de los quemados, llenos de mutilaciones, violencia y sexo; los Soñadores, de desconocidos a estrellas e, igual de rápido, olvidados… eso es lo que se puede encontrar dentro de Jacintos. Una novela con una extensión bastante corta, con un desarrollo basado en las conversaciones que ocurren dentro de la cadena, con una revuelta social de telón de fondo, con muchísimos personajes grises y cuestionables, y con un aire demoledor y apocalíptico que el capital no podrá frenar.

Eso es Jacintos. Eso se escribió en 1983, aunque a veces se hace difícil de recordar.

Laura Huelin
Laura Huelin (Reseñas/Investigación): Licenciada en Filología harta del canon literario y los géneros sociales. Me aburren los mundos realistas y me apasiona la ciencia ficción y las clásicas. Me encanta investigar, aprender y conocer. También organizo el AnsibleFest. Twitter.


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