
Elena Romea (Madrid, 1979) se dedica a la enseñanza de idiomas y diversas materias lingüistico-literarias. Es licenciada en filología inglesa e hispánica, y doctora en estudios hispánicos; labor que ha compaginado durante los últimos años con la traducción de textos, destacando las obras completas de Javier Trujillo, el prólogo del libro Muchas gracias Señor Lobo, y subtítulos para películas como El hombre que vio llorar a Frankenstein. A eso hay que añadirle los años dedicados a guionizar y presentar el podcast en inglés Horror rises from Spain entre 2010 y 2018, que han tenido continuación con El Podcast surge de la tumba, esta vez en castellano.
A nivel de influencias literarias, Romea confiesa su interés por el posmodernismo americano (en especial Paul Auster), obras como el Fuego pálido de Nabokov, e incluso autoras actuales como Cristina Morales (de cuya Lectura fácil se declara admiradora). Todo lo cual se combina con su obsesión por A sangre fría (según ella, la obra que más veces ha leído, tanto por lo que supone en la evolución de la literatura como por la historia que la rodea), y cualquier obra gráfica o literaria que tenga que ver con los crímenes de asesinos en serie y la temática policiaca. Un campo que se amplía a la narrativa del terror, como lleva dejando patente en su labor en podcasts desde hace una década.
A pesar de que la creación literaria ocupa una parte de sus inquietudes, fue durante el año 2020 cuando logró publicar algunas de sus obras. Primero fue incluida en la antología Trabajar es fantástico (2 cabezas, 2020), con su relato «El ecógrafo», y después el libro que va a centrar la reseña: Para quien pueda interesar; trabajo que, según ella misma, fue fruto de su necesidad de sobrellevar la situación provocada por el confinamiento en la primavera de ese año, y que le llevó a dar forma finalmente a esta peculiar colección de relatos, cuyo hilo conductor es la ficticia revolucionaria a la que Romea ha regalado la autoría de estos. En esas historias breves ha volcado las principales temáticas que más le interesan como estudiosa y lectora: la experimentación con los narradores y el discurso narrativo, usando formatos poco habituales, así como lo multidisciplinar y la combinación de medios. Este último, un interés que se pone de relevancia mediante los códigos QR que nos esperan a lo largo del texto, ofreciéndonos una banda sonora con la que acompañar la lectura de los relatos, e incluso un audio en el que la propia autora nos lee un breve de título Neon.

En cuanto al libro en sí, para realizar la reseña he aprovechado la charla que se realizó con la autora, y su editor, en la reunión mensual del club de lectura Bibliogoth Madrid, en la cual quedó muy clara una cosa: aunque Elena Romea no es Justina Saavedra, Justina Saavedra se ha vuelto real gracias al cúmulo de experiencias y obsesiones puestas por escrito por Elena Romea a lo largo de los años. Y probablemente haya que empezar por ahí, por la fuerza de los hechos que narra (sean biográficos, exageraciones ficticias, o el resultado de dar rienda suelta a su imaginación). Y es que, a pesar de situarnos en una distopía Orwelliana en las primeras páginas del libro, el personaje en torno al que pivota la historia es una mujer de nuestro tiempo. Una que ha crecido junto con las nuevas olas del feminismo de finales del siglo XX y principios del XXI, los movimientos en defensa de los derechos de los animales y diversas corrientes anti-capitalistas, militando en casi todas (por no decir todas ellas).
La premisa inicial, ya lo he dicho, es un futuro de fecha desconocida en la que los peores miedos de los conspiranoicos pandémicos se han hecho realidad: una sociedad de ciudadanos para los que el confinamiento es su estado natural y las relaciones personales han quedado limitadas al plano virtual, siempre bajo el escrutador ojo inquisidor de sus gobiernos. Sin embargo, que no busquen aquí los lectores de ciencia ficción más ortodoxa elaboradas explicaciones sobre cómo se ha llegado a ese punto. Ni siquiera hay más que pinceladas dejadas aquí y allá sobre la realidad del mundo que Elena Romea ha imaginado, de modo que quedan grandes huecos para ser rellenados por los lectores como mejor crean conveniente. Y ese detalle es probable que haga su obra más atemporal y duradera, porque su discurso es uno que, por más optimista que se quiera ser, tiene aspecto de ir a seguir vivo muchos años: el de la erradicación de los valores machistas de nuestra sociedad.
A lo largo de los nueve capítulos de este ficticio estudio académico, se repasan los distintos aspectos del ideario feminista y revolucionario que habrían marcado las principales temáticas en los escritos de Justina Saavedra: el poder, la percepción del cuerpo femenino, el especismo, el abuso de poder… combinando una introducción «histórica» al personaje y el marco del que se habla, antes de pasar a los relatos de Justina. El aspecto donde se hace más de notar que esta haya sido una obra «de confinamiento» es en el uso de referencias a situaciones y elementos que no habíamos conocido ni se habían generalizado hasta la primavera de 2020: una enfermedad letal que obliga a los habitantes del mundo a encerrarse en sus hogares, las apps de rastreo y geolocalización que se animan a instalar en los móviles, culpabilizar a ciertos eventos multitudinarios de extender el mal, e incluso versiones más radicales de esa vigilancia vecinal que tanto ha dado que hablar.
Respecto a los relatos, y por orden de preferencia, puedo comentar lo siguiente:
«Imagina». Según la autora, fue inspirado por un vecino de hábitos ermitaños (por decirlo con suavidad) al que nunca llegó a ver en persona. El relato, narrado en segunda persona, nos permite acompañar a un sociópata a través de sus obsesivos, a veces alucinatorios, y siempre escalofriantes, pensamientos, a lo largo de las horas que van desde la Nochebuena hasta la Navidad.
«Imagina que es veinticuatro de diciembre, que ya casi es Nochebuena y que no quieres ir a cenar. Por tu mente pasan imágenes de las fiestas anteriores y solo quieres vomitar. Hace seis meses te mudaste a este piso de treinta metros cuadrados y de más de cien años de antigüedad. Pero tenías que huir (…)»
«Neón». El único relato que no podemos leer, sino que debemos oír de boca de la propia autora, en el cual nos narra en un formato más bien poético las contradicciones internas de la protagonista con respecto a su amante.
«Metro de Madrid informa». La autora vierte aquí el odio acumulado por todas las experiencias incómodas sufridas durante años en el Metro, en un relato ácido y misantrópico en el que, por medio de la técnica del fluir de consciencias, vamos pasando por las cabezas de varios viajeros del subterráneo en hora punta. Y conocemos así de primera mano las ideas que despierta en cada uno tan poco placentero viaje.
«Mira esa, se ha quedado dormida. Yo creo que se ha pasado de estación. Esta llega más tarde que yo. Tiene pinta de haberse quedado viendo la tele hasta las tantas. Señora, hay que irse antes a la cama, que ya está mayor (…) Huele mal. Esa no tiene familia. No se ha dignado siquiera a ducharse.»
«Nuevos Ministerios». Aunque a título personal le encuentro un fallo de congruencia, resulta interesante porque se trata del único relato ubicado en ese futuro distópico que esboza Romea. Historia dramática y pesimista que puede recordar a La carretera de McCarthy, aunque la autora confiesa que lo escribió antes de leerla, nos pone en la piel de un hombre que se ha abandonado a su suerte en un rincón de una ciudad moribunda.
«Becca». En el ecuador de los relatos más interesantes y los menos impactantes, sitúo este texto de reivindicaciones animalistas en un tono pesimista que, sin embargo, resulta casi inocente y naïf al compararlo con el resto de las narraciones incluidas en el libro.
«El desguace comenzaba. Becca entonces se encerraba en el sótano de la casa, intentaba no escuchar los gritos de dolor de las víctimas, pero era imposible. Lloraba y lloraba y en ocasiones tardaba tres días en salir de allí.»
«Quince años». Reconozco que, otros lectores, podrán pensar que este relato se merecería una posición más relevante en mi listado. Si lo coloco aquí es porque choqué con la mezcla de técnicas narrativas que aplicó la autora (cambios en el punto de vista del narrador, uso de un formato teatral…), y las dudas que me dejó el argumento de la historia: una narración en primera persona, en la que su protagonista nos cuenta la reunión con una antigua pareja a la que había abandonado, y cómo eso le conduce a cometer un crimen.
«Mamá Zara». Uno de los relatos más largos de la colección, y el que pone punto final a la misma, sobresale por todo lo contrario que «Nuevos Ministerios»: aquí juega Romea con el realismo mágico, en un pasado decimonónico que ha sido envuelto en referencias mitológicas de Centroamérica, para narrar una historia de abuso y revolución contra el patriarcado imperialista y sus lacayos. Dejo, eso sí, para otros con más nociones teóricas si puede haber incurrido en apropiación cultural en este caso.
«Andrews». Tras el relato de un psicópata que nos regala Romea en «Imagina», esta historia de un condenado por un asesinato múltiple que se confiesa a un periodista en el corredor de la muerte me resultó estereotípico y falto de gancho en comparación. Correcto y bien ambientado y documentado, pero poco impactante (más allá de la revelación sobre el futuro que se oculta en uno de sus pies de página).
«Me había cansado. Estaba harto de las tonterías diarias y decidí poner fin a todo lo que me estaba amargando la vida. Al juez le conté otro rollo, pero… ¿qué iba a hacer? Decirle «sí, me los cargué a todos porque eran una panda de gilipollas.» No hubiese sonado bien en aquella sala.»
«El poeta». Para rematar dejo este relato que, en contraste con los demás, me pareció un buen ejercicio de artificios literarios y exhibicionismo lingüistico, pero nada más. Efectivo para ilustrar el apartado en el que se ha incluido, aunque algo falto de vida en mi opinión.
Mi conclusión es que abráis un hueco en la estantería y le deis una oportunidad a este breve suspiro literario que es Para quién pueda interesar. A algunos puede que os sirva de terapia catártica contra el 2020. A otros, os traerá ejemplos de escritura a estudiar para el futuro. A todes, una visión muy particular y castiza de la lucha feminista desde finales del siglo XX.

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