Desde hace más de veinte años, la ciudad de Valencia vive un fenómeno terrible e imparable. Dos veces al año, en los meses de enero y junio, cientos de ciudadanos desaparecen para siempre o aparecen muertos en condiciones grotescas, claramente asesinados. La policía es incapaz de detener los sucesos o de encontrar a estos asesinos en serie, y lo peor es que las pruebas físicas pintan una imagen que desafía toda lógica. ¿Seis mellizos con parte de ADN desconocido? ¿Una arena que contiene partículas similares a los glóbulos rojos? No es de extrañar que parte de la población piense que algo sobrenatural pasa en la ciudad de Valencia.

Portada de La ciudad mimética.
La ciudad mimética (Obscura Editorial, 2021) es la segunda obra publicada de la autora Mari Carmen Copete, después de su novela autopublicada Enûma Elish, de ciencia ficción. Esta obra nos lleva a una Valencia asediada por unos misteriosos asesinos en serie que solo atacan dos veces al año, pero con una ferocidad y una violencia que deja en cada ocasión más de trescientos cadáveres, y cuyas pruebas físicas desafían el sentido común. En estas circunstancias imposibles, no es de extrañar que los valencianos piensen que hay algo sobrenatural en juego, y cada vez más gente se une a extraños grupos que creen que algo llamado «la ciudad mimética» tiene algo que ver. Y en este contexto se nos plantea el inicio de la novela a través del inspector Eduardo Castañeda, que se reincorpora a la policía tras haber estado superando la muerte de su hijo en extrañas circunstancias.
El planteamiento de la novela es, por tanto, de un thriller policial relativamente clásico, con unos asesinos en serie que parecen imposibles de capturar y un policía atormentado que se vuelca en el trabajo para olvidarse de sus misterios y tragedias personales. Cabe destacar la documentación sobre ciencia forense en esta parte, de manera que se plantea un escenario con pruebas físicas, científicas, que sin embargo son ilógicas a todas luces. Y de esta manera, lo mundano se funde con lo imposible hasta que lo imposible se lo traga todo, en un viaje a través de la madriguera de conejo que lleva a una realidad retorcida, a medio camino entre Lovecraft y Lynch. El desarrollo de la novela nos separa cada vez más de esa realidad tan cruda del inicio, en la que los misterios son mundanos, humanos, a medida que los personajes aceptan que tienen que dejar sus pretensiones de lo que es real o posible a un lado para poder llegar a la verdad. Un cambio de paradigma que pone a prueba la suspensión de la incredulidad de los personajes y, de camino, del lector.

Fotografía de autora de Mari Carmen Copete.
La creación del mundo de la novela está cuidada al detalle, con una gran investigación detrás para fusionar los elementos más fantásticos de la narración con el estilo descarnado del thriller policial. Una mezcla arriesgada, pero que funciona por esa cualidad progresiva del cambio de paradigma entre lo mundano y lo imposible, y que habla maravillas de Copete como autora por esa capacidad de enredar a los personajes y al lector en la parte más fantástica de la trama, que, me gustaría destacar, y sin querer entrar en spoilers, me ha recordado a algunas obras de Kameron Hurley por el uso de lo orgánico como elemento fantástico. También funciona gracias a los personajes, particulares y bien definidos, que conducen la acción. Son personajes grises en su mayoría, complejos, que viven en un mundo oscuro y endurecido y son ellos mismos, a su vez, duros y oscuros.
Mención aparte merece el personaje protagonista de la novela, Eduardo Castañeda, ya que verlo a través de sus propios ojos y de los ojos de los distintos personajes que lo rodean conlleva todo el rato la duda de si estamos viviendo la historia a través de un héroe trágico o un villano irredento. Durante la novela se pondrá en duda si maltrató a su mujer y a su hijo y si tuvo algo que ver en la desaparición de la primera y en la muerte del segundo, con personajes absolutamente convencidos de su honestidad y otros, de su carácter violento. Un juego de puntos de vista poco fiables que llevan al lector a la línea entre la confianza y la sospecha. Y este me parece un punto arriesgado pero muy interesante de la historia, porque ¿acaso no es lo que pasa con una acusación de maltrato a alguien a quien apreciamos? ¿No queremos a la vez apoyar a una víctima y creer lo mejor de las personas de nuestro entorno? ¿Cómo es una familia en la intimidad del hogar? ¿Cuáles son sus secretos?
La ciudad mimética es, por tanto, una lectura difícil por sus temas, pero fácil por la intriga. La crudeza de los crímenes que se narran, con la muerte de un niño pequeño, asesinatos y torturas crueles a los asesinados en ese Ciclo de violencia que no parece que vaya a poder acabarse y personajes de dudosa moralidad nos plantean una Valencia sumida en la oscuridad, en la que todos estamos desamparados y perdidos. La ciudad mimética como novela (y como concepto) no tiene sitio para la esperanza, ya que todo lo bueno se marchita en este escenario malvado y cruel.

La ciudad de Valencia y sus localizaciones son elementos clave de esta novela. En la fotografía puede verse la emblemática Casa de los gatos, una de estas localizaciones.
A nivel personal, puedo decir que ha sido una experiencia lectora emocionante y que ha jugado con mis expectativas hasta la última página. El estilo a veces un tanto rococó de la autora y los temas oscuros hacen que no sea una lectura agradable en el sentido estricto de la palabra: no es un paseo por el parque, ni lo pretende. Lo que sí es es absorbente, con un lore propio lleno de personalidad, un ritmo con la tensión narrativa en constante crescendo y una serie de apuestas temáticas y narrativas arriesgadas pero efectivas. Si te gustan las novelas de investigación y las historias sobre horrores ocultos, esta lectura es totalmente recomendable.

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