Elizabeth Gaskell y la literatura gótica
A poco que te hayas adentrado en el mundo de la literatura de «los clásicos» y, más concretamente, en el de los clásicos victorianos, te sonará o conocerás a Elizabeth Gaskell, escritora inglesa autora de novelas e innumerables relatos. Sus historias poseen los elementos característicos de la época: moralidad, costumbrismo, reflejo de las distintas capas de la sociedad, crítica social al mundo que le rodea, reflejo del avance industrial del siglo XIX y salseo, mucho salseo.
Sin duda, su novela más conocida es Norte y sur, de la que la BBC realizó una miniserie como adaptación; en esta historia, Margaret Hale tiene que trasladarse al norte de Inglaterra a pesar de que ella siempre ha vivido en el sur. Su adaptación a la nueva tierra nos presentará los círculos sociales que crecen en torno a una fábrica textil y los conflictos que nacen de la revolución industrial. Si no conoces este imprescindible de la literatura victoriana o quieres saber más sobre la obra de Gaskell, te recomendamos el vídeo que realizó Magrat Ajostiernos en su canal de YouTube hablando sobre algunas de las publicaciones de la autora.

Pero, además de literatura de género realista, Elizabeth Gaskell se ha ganado un espacio a bordo de nuestra nave por sus novelas y relatos góticos.
Gaskell no es la única mujer que escribió sobre este género, y, en otras ocasiones, ya hemos hablado de ellas porque sí: nos encantan las victorianas. Laura Huelin y Nuria Martín realizaron una aproximación a su contexto, Ana Morán ha reseñado la antología Eva Fantástica con relatos de escritoras como Amelia Edwards o Catherine Crowe, y Andrea Díaz nos habló de Mary Shelley y su monstruo de Frankenstein. Además, muchas otras autoras victorianas han sido mencionadas en artículos que hablaban de antologías de terror y otras tantas tienen ficha en nuestra base de datos.
Pero, aunque cada vez se visibiliza más a las autoras victorianas que escribían terror o fantasía, es innegable que todavía queda mucho camino que recorrer. Sus obras realistas han eclipsado a las obras de género, y Norte y sur sigue siendo mucho más conocido que la recopilación Cuentos góticos de «la Gaskell». Como explica Míriam López Santos (2008), la literatura gótica fue considerada «simplista y falta de calidad». Sería interesante preguntarse el por qué de este motivo, y es que la literatura de género siempre ha estado considerada inferior que la literatura realista, que era, supuestamente, la intelectual, la buena y la válida.
De esos Cuentos góticos de Elizabeth Gaskell es precisamente de lo que vamos a hablar hoy. Publicada de la mano de Alba Editorial en el año 2007, esta colección de relatos reúne nueve historias independientes que tienen un punto en común: son literatura gótica y la mayoría de ellos pertenecen al subgénero del terror gótico. Los fantasmas, la intriga, los asesinatos y las maldiciones son los hilos conductores de la mayoría de estas historias, y a su vez, como ya hemos mencionado, son algunos de los elementos más comunes en este género literario. Los relatos que componen la colección son: «Desapariciones« (1851), «La historia de la vieja niñera« (1852), «La historia del caballero« (1853), «La clarisa pobre« (1856), «La maldición de los Griffiths« (1858), «La bruja Lois« (1859), «La rama torcida« (1859), «Curioso, de ser cierto« (1860) y «La mujer gris« (1861).
Pero antes de comenzar a hablar de la obra de Gaskell debemos conocer el contexto en el que nace y en el que se desarrolla.
¿Qué es la literatura gótica?
La literatura gótica es la narrativa que aparece en Inglaterra a finales del siglo XVIII. Es un movimiento intelectual que nace en contra de las ideas marcadas por la Ilustración y que busca recuperar y explorar sentimientos como el miedo, los prejuicios o los errores. Este deseo deriva en el subgénero del terror gótico, que, aunque tiene sus raíces en Alemania, enseguida creció en Inglaterra.
Desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, nacieron numerosas historias ambientadas en este género, que, poco a poco, fue asentando unas ideas y unos elementos en común. Las mansiones grandes y misteriosas, los bosques oscuros y tenebrosos, las criptas y cementerios, los fantasmas, las maldiciones e, incluso, los monstruos formaron enseguida una imagen nítida y común que demarcó las características del género.

El cambio en la sociedad genera un espacio literario en el que es posible explorar los límites del terror y realizar, a la par, una crítica social sobre el mundo en el que viven. La situación de las mujeres se pone en el foco de algunas historias, especialmente de las escritas por autoras, y, además de encontrarnos a la aristocracia como protagonista indiscutible de las obras, las fábricas y los trabajadores del campo son puntos sobre los que ponen su atención.
Tenemos que tener en cuenta, antes de adentrarnos en los párrafos sucesivos en la obra de Elizabeth Gaskell, que el terror que encontramos en la literatura victoriana es distinto al que acostumbramos ahora. A veces un único clima de intriga alrededor de un misterio ya generaba la atmósfera suficiente para inculcar miedo e incomodidad al lector. Lo que sí tenemos en común, y es un punto muy interesante, es que ya se usaba el género como arma de protesta y como espejo de los miedos y ansiedades del presente. El entorno social, las injusticias políticas o las leyes crueles eran unos monstruos tan terroríficos, ya por aquel entonces, como lo podía ser un fantasma o un asesinato cruel.
Además de esta diferencia, es inevitable que otra pregunta se dibuje en los pensamientos del lector mientras disfruta de, por ejemplo, el relato de «La historia de la vieja niñera», en el que enseguida nos topamos con la presencia de un fantasma, o mientras lee «Curioso, de ser cierto», donde el aura de fantasía es más grande. Es inevitable reflexionar sobre si se está leyendo terror o fantasía porque, al hablar de seres sobrenaturales y carecer de ciertos ambientes inquietantes, la diferencia se vuelve leve en según qué lecturas.
Esta misma pregunta se la han hecho también numerosos académicos, generando un debate complejo en el que se buscan las diferencias entre la literatura gótica y la literatura fantástica. Inés Ordiz Alonso-Collada (2014) resume en apenas dos líneas la distinción principal:
La literatura fantástica debe contar con la presencia de lo sobrenatural. Se excluirían, por lo tanto, las narraciones de lo meramente extraño, lo psicopático, lo policiaco, lo perteneciente a la ciencia-ficción y, en última instancia, una gran parte de lo gótico. Este es también el punto de partida del primero de los rasgos diferenciadores entre lo fantástico y la literatura de terror: mientras que en la primera la presencia de lo sobrenatural es indefectible, la segunda la manifiesta de manera optativa.
Y es que, aunque en la narrativa gótica abunda lo sobrenatural, ese elemento no tiene por qué estar ahí. Al igual que ocurre en el género de terror actual: muchas veces el ser humano con sus acciones y sus pensamientos es más que suficiente para generar incertidumbre, inquietud y miedo. Y, personalmente, creo que es lo bonito tanto de la literatura gótica como de este género de terror en particular: la experiencia bailará entre lo terrorífico y lo fantástico, cogiendo lo mejor de cada parte para crear una composición que no dejará al lector indiferente. Y esto lo tenemos en los relatos de Elizabeth Gaskell.
Elementos del gótico de Elizabeth Gaskell
Para realizar un mejor comentario de los elementos que aparecen en el gótico de Gaskell, dividiremos los nueve relatos en tres grupos: los relatos cuyo eje central son las maldiciones, los relatos con fantasmas como protagonistas, y un tercer grupo en el que lo fantástico no está presente sino que otros elementos góticos toman el protagonismo.
Además, es interesante mencionar que, como punto en común de la mayoría de estos relatos, Gaskell siempre desarrolla la trama en torno a intrigas familiares. Vamos, cotilleos buenos y movidas jugosas.
El poder de las maldiciones
Hay dos historias en Cuentos góticos que desarrollan su trama en torno a las maldiciones, y ambas funcionan de una forma muy similar.
En «La clarisa pobre», la maldición nace a raíz de un accidente. La única compañía de la anciana Bridget es un pequeño perro que muere en un accidente provocado por señor Gisborne, sobre quien la mujer lanza la maldición: vivirá para ver a su ser querido más amado sufriendo una vida tan desgraciada que solo podrá desear su muerte. En «La maldición de los Griffith», un miembro de la nombrada familia comete un acto de traición con un muy buen amigo y es condenado por ello: su familia se extinguirá tras nueve generaciones y, en la última, el hijo matará a su padre.
Era mi sino. ¿Cómo iba a evitarlo? Me ayudó el diablo. Él colocó la piedra (…).
En ambos relatos, Gaskell desarrolla la historia de las familias sobre las cuales cae el peso de la maldición para que, con el avance del tiempo, podamos ver cómo les afecta aunque ellos ni siquiera las tengan en cuenta. Sus actos son elección propia, pero el final que desencadenan está controlado por algo superior. El destino está escrito y no puede cambiarse.
De los dos cuentos, «La maldición de los Griffith» es el que mejor expresa la incertidumbre de lo inevitable. En él, Gaskell nos cuenta la historia de la novena generación de los Griffith, la última de la familia y con la que debe finalizar todo. Nos encontramos ante una sucesión agónica de desgracias en las que Owen, el protagonista, va viendo cómo se cumple lo predicho, poco a poco, y ve que los pasos que le llevarán hasta el inevitable asesinato de su padre.
El fantasma de su hijo muerto se alzaba sin tregua ante él y parecía clamar pidiendo venganza. ¡Y, cuando el pobre joven pensaba en la víctima que exigía ese fiero deseo de venganza, temblaba, porque la víctima era su padre!
El miedo, el agobio y la incertidumbre en estos relatos nacen de algo imposible de gobernar por el ser humano, de algo intangible a lo que ni siquiera se le puede poner un nombre. ¿Qué puede dar más miedo que lo incontrolable?
Historias de fantasmas y personajes fantásticos
Las criaturas mágicas, con una variedad sorprendente que van desde los fantasmas hasta los monstruos, son otro de los elementos más habituales en la literatura gótica, y están presentes en dos de los relatos de esta colección: «La historia de la vieja niñera» y «Curioso, de ser cierto».
Aunque los argumentos de ambos son distintos, guardan una similitud muy concreta, que se repite continuamente a lo largo de la narrativa gótica: la historia se desarrolla en una gran mansión. Este es uno de los escenarios más habituales de la narrativa gótica y es que sus amplias habitaciones, en muchas ocasiones semiabandonadas, dan pie a que en sus rincones aparezcan fantasmas de antiguos inquilinos o curiosos personajes.
En «La historia de la vieja niñera», la mansión está situada en un páramo donde el viento aúlla y la nieve cae con fuerza (permitidme que este paisaje me recuerde a los páramos de Cumbres borrascosas de Emily Brontë). Nuestra protagonista llega hasta ahí para cuidar de la niña de la casa, Rosamund, y enseguida descubrirá que, en el salón, el órgano suena solo en las noches de tormenta y que, por el jardín, se pasea una niña que no deja huellas y que grita pidiendo entrar en la casa.
Agnes me dijo que no debía contarlo nunca (…), pero que se oía un ruido muy extraño y que ella lo había oído muchas veces, y sobre todo las noches de invierno y antes de las tormentas; la gente decía que era el señor que tocaba el órgano del vestíbulo como cuando estaba vivo.
La niña sin huellas es, por supuesto, un fantasma, pero no es el único. Un torbellino de intrigas familiares, que se desgranan poco a poco, se desarrolla en este cuento que, personalmente, es uno de mis favoritos.
La mansión de «Curioso, de ser cierto» es distinta, y el tono del relato también. Es un enorme castillo rodeado de un bosque siniestro, oscuro y tenebroso, gracias al cual Gaskell nos lleva de la mano hasta un ambiente inquietante en el que no sabes qué vas a encontrar. El protagonista, el señor Whittingham, acabará dentro de ella y se verá rodeado por personajes de cuentos de hadas y criaturas fantásticas, entre los que también surgen los fantasmas.
Cuentan que esta es la única noche del año que ronda el antiguo y gran bosque que rodea el castillo el fantasma de una niña campesina que vivió en tiempos en los alrededores.
Los elementos sobrenaturales de la narración gótica se unen con el humor cuando Whittingham atraviesa la puerta de la mansión y comienza a sentir más curiosidad que miedo. Por el tono del relato y por sus personajes, es, quizás, el cuento menos gótico de todos los de la colección aunque siga teniendo elementos fundamentales del género.
Además, es interesante comentar sobre este relato la intencionalidad con la que Gaskell lo escribe. El cuento está desarrollado como el fragmento de una carta que escribe el propio protagonista contando lo sucedido, y en todo momento se juega con lo que el título adelanta: ¿será verdad lo que cuenta? ¿Será cierto lo que cree que vivió? Esta incertidumbre sobre la veracidad de los hechos y de la realidad es también un elemento de la narrativa gótica. Y es que dudar sobre si la realidad es cierta puede dar miedo.
Asesinatos, desapariciones y la familia como elemento de terror
Finalmente, en el tercer grupo, se ha decidido meter los relatos que no tienen elementos fantásticos como tal, sino que están orientados hacía un gótico realista en el que el ser humano es el propio elemento terrorífico de la historia. Los crímenes y el misterio serán el elemento en común para estos cinco cuentos: «Desapariciones», «Historia de un caballero», «La rama torcida», «La mujer gris» y «La bruja Lois».
«Desapariciones» obtiene el ambiente de intriga a través de la narración de una serie de desapariciones de personas que se han ido dando en la ciudad. El misterio y el miedo de los protagonistas ante semejantes sucesos es lo que crea el ambiente gótico del relato que, a mí parecer, es el más flojo de todos los de la colección. El terror queda eclipsado por una historia de novela negra de la que no se puede añadir mucho más.
«Historia de un caballero» introduce el que será un elemento recurrente en los próximos dos relatos: el asesinato como origen del terror. El crimen se vuelve un arma concreta para conseguir el clima tenebroso que necesitan las historias. Esta, en concreto, es una narración sencilla, una confesión del protagonista, el Señor Higgins, que en apariencia es una buena y feliz persona. Al final del relato, descubrirá ante sus invitados su secreto más oscuro y mejor guardado.
Es interesante el uso que Gaskell hace de la intriga para, además de atrapar al lector, generar un ambiente de incertidumbre que, unido a la ambientación de este segundo relato en una gran mansión, nos proporciona el escenario perfecto para el desarrollo de una historia gótica.
Esta misma intriga, unido a un sentimiento continuo de desagrado y nerviosismo, es lo que se siente al leer «La rama torcida», historia de un matrimonio con un hijo descarriado que se aprovecha continuamente de ellos, llegando a cometer actos ilegales y crímenes atroces. Gaskell introduce aquí la maldad. Coloca a la figura del ser humano como centro de origen de las inquietudes y de los miedos de los protagonistas, haciendo que lo único que mueva al hijo del matrimonio sea el egoísmo y ese afán de hacer daño.

La maldad que vemos en «La rama torcida» es también la protagonista de «La mujer gris», que, a nivel personal, es el relato que más me ha gustado de toda la colección. Con narración en primera persona, Gaskell nos cuenta la dramática historia de una muchacha que es obligada a casarse contra su voluntad. La figura de su marido será el factor terrorífico principal cuando la joven descubra que una de sus aficiones es asesinar. La escena del descubrimiento del secreto es puro terror: los nervios de la protagonista, el miedo que siente por ser pillada en la habitación mientras escucha la conversación a hurtadillas y la agonía que siente son un maravilloso coctel que ponen los pelos de punta. Estos sentimientos acompañarán a la joven el resto del relato cuando emprende la huida de la mansión en la que vive, acompañada de su doncella personal. «La mujer gris» combina perfectamente la tensión y el miedo creando un perfecto ejemplo de historia de terror de narrativa gótica.
Además, es interesante mencionar, tal y como lo hacen Lucía Solaz (2003) en su artículo, que este tropo de mujer perseguida por un familiar masculino es un continuo en la literatura gótica. Las escritoras aprovechaban sus narraciones como altavoz con el que exponer las situaciones que vivían las mujeres en aquella época, de manera que realizan una dramatización de las mismas con el fin de reflejar el miedo que sentían, los matrimonios concertados a los que estaban expuestas y el peligro que sufrían en algunos de ellos. La narrativa gótica, en muchas ocasiones, era un texto político y «La mujer gris» de Gaskell lo es.
También es un grito de protesta el último relato que falta por comentar en este subgrupo: «La bruja Lois». Esta historia narra los acontecimientos sucedidos en Salem contra mujeres que fueron acusadas de brujería. Es una magistral narración en la que Gaskell va mostrando, poco a poco, cómo crece la paranoia entre los habitantes de la localidad y cómo la tensión y el miedo se van haciendo dueños de los vecinos que desconfían cada vez más de todos los que les rodean. Pero, al final, las mujeres son las víctimas de este miedo.
El rumor de brujería era como el eco de los truenos entre las colinas. Había estallado en casa del señor Tappau y sus dos hijas fueron las primeras de las que se sospechó que estaban embrujadas; pero de todas partes, de todos los rincones del pueblo llegaban informes de víctimas de brujería. Apenas había familia que no contara con una. Se alzaron luego los gritos y las amenazas de venganza de muchas casas, amenazas que no se mitigaron sino que se agravaron por el terror y el misterio del sufrimiento que las había inspirado.
Con cada página que avanzas, se puede notar cómo empeora la situación. La paranoia y la desconfianza crecen y se crea un ambiente insostenible que va a estallar en cualquier momento. El manejo de la tensión narrativa que Gaskell usa en este relato es el elemento fundamental del mismo; es lo que crea el recelo, es lo que crea el miedo en una historia que, sin duda, es tenebrosa, oscura y terrorífica. Lo es especialmente cuando pensamos que los hechos que cuenta están basados en acontecimientos reales.
A lo largo de estos nueve relatos, Elizabeth Gaskell nos demuestra su dominio del género gótico en todas sus variantes: desde la fantasía de la mano de fantasmas y maldiciones hasta el manejo de las acciones más oscuras del ser humano, de sus miedos y de sus paranoias como elemento de terror. Esta colección es un ejemplo perfecto de la narrativa gótica y de los elementos que podemos encontrar en ella.
Bibliografía
SOLAZ, LUCÍA. (2003). «Literatura gótica«. Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid.
LÓPEZ SANTOS, MIRIAM. (2008). «Teoría de la novela gótica«. Estudios Humanísticos. Filología, n.º 30. Universidad de León.
ORDIZ ALONSO-COLLADA, INÉS. (2014). «Estrategias ficcionales de lo insólito: la literatura gótica frente a la literatura fantástica«. Badebec, vol. 3, n.º 6. Universidad.

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