Hoy tenemos el placer de charlar un rato en nuestra cubierta con Myriam M. Lejardi, autora, entre otras cosas, de Del amor y otras pandemias (RBA, 2020), Prende fuego a la noche (Molino, 2021) y la recién publicada Cómo (no) enamorarse (La Galera, 2022).
Si algo destaca en las novelas de Lejardi es la variedad de géneros que podemos encontrar en ellas: Olor a menta es una novelette que mezcla la fantasía y la romántica, Prende fuego a la noche es fantasía oscura, y Del amor y otras pandemias y Cómo (no) enamorarse son comedia romántica.

¿De dónde surge la inspiración para conseguir esta variedad de historias? ¿Te decantas más por un género que por otro?
También escribí una distopía, aunque esa no llegó a publicarse en papel. Supongo que la inspiración viene del tipo de historias que consumo: me encanta la fantasía (urbana, a poder ser), la romántica contemporánea y las distopías. Son, de lejos, el tipo de libros que más abundan en mis estanterías. Son los que, al terminar, envidio y pienso «Joder, ojalá haber hecho algo así».
Cuando empecé a escribir originales, varias personas me recomendaron que me centrara en un género. Soy de llevar la contraria y, además, estoy convencida de que me aburriría si solo me dedicara a un tipo de historia, así que hice un poco lo que me dio la gana y ahora me toca avisar con muchas mayúsculas de qué van mis novelas antes de que salgan publicadas. De todos modos, si tuviera que escoger solo uno… La comedia romántica me resulta más agradable y me encanta cuando alguien me dice que ha terminado una y le ha hecho sentir bien.
¿Qué te ha aportado escribir cada una de las novelas que has publicado hasta ahora?
Olor a menta fue mi primera publicación en papel, eso siempre es emocionante. Que te llegue el libro a casa y pensar «¿Ves todas estas páginas? Pues, flipa, han salido de mi cabeza».
Del amor y otras pandemias fue un salto enorme, pasar de una editorial joven a una que ya no solo era más grande, sino mi favorita. Además de que trabajé con unas editoras fantásticas que me ayudaron y enseñaron muchísimo. ¿Ver mi libro en un montón de librerías? ¿Llegar a gente que no me conocía de nada? Menuda pasada.
Con Prende fuego a la noche fui capaz de enseñar que no solo hago historias cuquis, que a veces puedo (me gusta) ponerme intensa. Demostrar que tengo otros registros.
Y, por último, Cómo (no) enamorarse me ha ayudado a terminar de mostrar lo que soy (muy bestia). Fue un libro que empecé a escribir sin pretensiones, para que mi hermana lo leyera, así que no hay ningún tipo de filtro. Que esté gustando me ha servido para confiar en mí, para decirme que no tengo por qué censurarme antes de tiempo.
Pero, además de escribir narrativa propia, Myriam es autora de Mortífago, un fanfic de Harry Potter, escrito a lo largo de diez años. A través de sus más de 1800 páginas, acompañamos a Theodore Nott en los siete cursos de Hogwarts, junto a compañeros que os sonarán, como Draco Malfoy, Pansy Parkinson o el propio Harry Potter.
¿Qué ha supuesto para ti empezar a hacerte un hueco en el mundillo con un fanfic? (a nosotres nos encantan). ¿Qué es lo que más te gusta de escribir este tipo de historias?
Si no hubiera sido por Mortífago, RBA no habría contactado conmigo, así que le debo gran parte de lo que está pasando ahora con mi carrera. De hecho, no solo gran parte, se lo debo todo: gracias a dedicarle diez años a una historia, aprendí a escribir. No hablo solo a redactar, que también, sino a desarrollar personajes y hacer que evolucionen y, lo más difícil, a cerrar tramas.
Lo que más me gusta del fanfiction es… todo. La posibilidad de practicar, como he dicho antes, y de conocer a otra gente. Echo mucho de menos recibir comentarios después de publicar un capítulo, ese contacto tan directo que hay con las personas que te leen. Intento emularlo en la actualidad con las redes sociales, pero nunca va a ser lo mismo.

¿Cómo fue el cambio de empezar a escribir ficción propia?
Por un lado, liberador: ya no estaba sujeta a la historia de otra persona ni a la construcción de sus personajes. Y, por el mismo motivo, terrorífico: iba a depender todo de mí y no estaba segura de ser capaz de hacerlo bien.
Por otro lado, Lejardi también tiene publicados relatos en varias antologías, como «Bella ciao» en Fandom of our own: There was only one bed (autopublicado, 2020).
¿Te sientes cómoda con el formato corto o prefieres la novela a la hora de escribir? ¿Hay algún proyecto de relato por delante?
Odio con toda mi alma escribir relatos o novelettes. De hecho, odio tener restricciones de espacio (aunque la gente con la que trabajo agradezca que las tenga para que así mis historias tengan como mucho cuatrocientas páginas y no dos mil). Prefiero la novela, sin duda. Lo que más me gusta es que los personajes evolucionen y me resulta casi imposible hacer que eso pase en un relato. Además, ¿dónde meto el costumbrismo?
Sí que tengo pensado escribir más, pero relacionados con mis historias: pequeñas escenas de los personajes, cosas que suceden antes, durante o después de la trama. Me resulta más sencillo y agradable porque la gente que lo lea ya conocerá el contexto, como pasaba en fanfiction.
Pero, sin duda, lo que nos ha traído hasta aquí es la publicación de Prende fuego a la noche (Molino, 2021), o «Fuegote» para les amigues, una historia de fantasía urbana new adult, protagonizada por Vail y Cian, dos vampiros que, tras meterse en un buen jaleo, tendrán que huir junto con Lulu, una perra, y Gabriela, una humana.
¿Cómo nació el germen de la historia y cómo fue el proceso de escritura?
La historia surgió por una conversación con las editoras de Molino. Me preguntaron qué me parecería escribir sobre vampiros y, bueno, si os digo que grité seguro que no os extraña. También me asustó de primeras porque quería currarme el worldbuilding, darle un toque personal a algo que ya conocíamos, así que trabajé durante un mes y medio solo en él y en los personajes. Después, antes incluso de tener idea de qué iba la trama, me creé una lista de reproducción que tuviera las vibes adecuadas. Gracias a una de las canciones, se me ocurrió la escena por la que todo el mundo me quiere denunciar (sí, la de la página 311) y, de ahí, fui construyendo el resto.
No tenía mucho tiempo para terminar la novela, un par de meses, y ya había dedicado medio solo a escaletar, así que el proceso fue duro. Trabajaba diez o doce horas al día (escribo muy despacio) y me frustraba cien o doscientas veces por minuto. ¿Estaba dando demasiada información?, ¿muy poca?, ¿era coherente aquello?, ¿la narración fluía? Cuando al fin conseguí terminar, no me lo creía. Ha sido, de lejos, la historia original que más me ha costado.
Después de morir, Vail estaba convencida de que era imposible que su vida se torciera más. Al fin y al cabo, ¿qué hay peor que despertar en un lugar desconocido, cubierta de tu propia sangre y rodeada de monstruos?
Prende fuego a la noche empieza con Vail recordando el momento de segundo nacimiento: cuando, tras abrir los ojos, se encuentra rodeada de monstruos y sin saber dónde está, cuando el miedo la invade y comienza su nueva vida. Lo que Vail no sabía en ese momento era que esa vida no iba a ser fácil.
La acción no se hace de rogar y, al poco de empezar la novela, Vail y Cian se verán inmersos en una espiral de peligros e intrigas de la que tendrán que huir si quieren sobrevivir. Tendrán que abandonar Madrid, donde se sitúa parte de la trama, y atravesar media España en busca de un lugar en el que permanecer a salvo.
Pero los vampiros no son los únicos seres sobrenaturales que podrás encontrar en Prende fuego a la noche. También hay fantasmas (hola, Mamen, eres mi favorita), licántropos (Dome, guapo), hadas y banshees, entre otros.
¿Qué tipos de criaturas fantásticas se van a encontrar los lectores en Prende fuego a la noche?
La mayoría son las que conocemos todos: vampiros, fantasmas, licántropos y hadas. También hay banshees y unos monstruos que me inventé para controlar a todos los demás: la Colmena. Pese a que los únicos inventados sean estos últimos, al resto intenté darle algo propio: a los vampiros les late el corazón de vez en cuando y solo un 2 % de ellos es capaz de convertir; los licántropos son como perretes adorables y pueden transformarse cuando quieran, solo durante la luna llena son incontrolables y peligrosos; los fantasmas solo afectan a cosas previamente muertas y únicamente cuando están en grandes grupos; las hadas son como preadolescentes con cambios de humor espantosos, viven en basureros y se alimentan de contaminación, y las banshees… son mis favoritas. Van de tres en tres, siempre, y son exactamente iguales entre sí. Una de ellas solo dice la verdad, otra solo miente y la que queda está a medio camino entre ambas. Predicen cosas relacionadas con la muerte y comen cadáveres.

Todas estas criaturas tienen un giro peculiar y original. ¿Nos puedes contar algo del proceso de creación de estos seres?
Tardé mucho en crear a cada una. De hecho, había unas cuantas más (sirenas, por ejemplo) que no tuve oportunidad de sacar. Para hacerlas, hablé con amigas o mezclé lo que sabíamos de esas criaturas con otras cosas. Por ejemplo: con los licántropos me ayudó Marina Tena, a la que le encantan. Fue a ella a la que se le ocurrió que un fantasma persiguiera a uno (dadle las gracias por Dome y Mamen). Con los vampiros, fue Raquel Arbeteta la que me estuvo explicando cómo funcionaban a base de sangre, qué pasaría si bebían alcohol y cómo demonios podían ponerse cachondos. Para las hadas me fijé en los niños perdidos (Peter Pan) y con las banshees cogí ideas de las Moiras. De hecho, las que aparecen se llaman Vel, Tret y Drit, como las cabezas de Cancerbero (Veltesta, Tretesta y Drittesta).
La Colmena surgió de una fotografía que vi en Pinterest. Un hombre muy alto, con los ojos cubiertos por una especie de corona, lleno de joyas doradas y vestido con una túnica hasta el suelo. Me pareció supercreepy, estaba encantada. Así que cogí la idea basiquísima de la mente colmena (de los insectos y muchas películas de ciencia ficción), les quité los ojos, hice que fueran casi imbatibles para que tuviera sentido que el resto de monstruos los respetara y listo. Tengo muchísimas más cosas pensadas sobre ellos que, por desgracia, no pude sacar en su momento.
Algo a destacar es la singularidad de la personalidad de los personajes de la novela, especialmente de Cian. Todos bailan entre las distintas tonalidades de grises, con sus momentos buenos y sus momentos crueles, luchando por su supervivencia y muchas veces por su propio interés.
No esperes encontrarte a un bueno muy bueno y a un malo muy malo. De hecho, aunque está claro quién representa la figura del enemigo en la trama, no hay un villano como tal. Solo es un enemigo común, con objetivos contrarios a los de Cian y Vail. Los villanos, en muchas ocasiones, son los propios protagonistas.
¿Qué crees que aportan este tipo de personajes grises a las tramas? ¿Tienes algún tipo de personaje que disfrutes más escribiendo?
Mis personajes favoritos siempre son los villanos. Los escriba yo u otra persona. Creo que, cuando están bien hechos, son fascinantes. Cuando soy yo la que los crea, me encanta meterme en sus cabezas para tratar de justificar las atrocidades que cometen. Porque lo que tengo claro es que rara vez un villano es consciente de que lo es, para mí siempre serán los héroes de sus propias historias. Cuando alguien es malo porque sí, me aburre muchísimo.
Mi intención siempre es que sean realistas, conseguir que a quien le llegue la historia se plantee durante al menos un segundo que, eh, quizá tiene razón. O, al menos, que tiene sentido por qué hace lo que hace.
Sin embargo, Cian no es así. Es gris oscuro (casi negro) y sus motivaciones no tienen que ver con grandes logros, sino con salvar el culo. Es un personaje con la moral deformada en base a su egoísmo y muy pero que muy caótico. Fue el más difícil de escribir y, de lejos, el que más me gustó de todos.
Creo que los personajes grises dan verosimilitud. Ya no hablo tanto de los villanos o de Cian, que es errático (aunque sea a propósito), sino de Vail, con su miedo, o de Dome, con su pasotismo. Nadie es solo virtud y, en lo personal, me cuesta empatizar con protagonistas que no tienen defectos (de ahí que suelan gustarme los antagonistas o los secundarios).
Prende fuego a la noche es una novela divertida y muy mamarracha, en la que se nota la marca personal de la autora a través de su humor, sus personajes y el worldbuilding que construye en torno a un Madrid lleno de criaturas fantásticas de la noche. Si no has leído a Myriam M. Lejardi, no dudéis en comenzar por aquí.
Por nuestra parte, no podemos despedirnos de ella sin hacerle dos últimas preguntas.
¿Tienes algún proyecto de género (fantasía, ciencia ficción o terror) entre manos del que nos puedas contar algo?
Llevo diez años queriendo escribir una historia sobre Lucifer y otros demonios y, hace unos meses, empecé por fin a planificarla. Tengo la idea casi completa, lo que me falta es el tiempo. De todos modos, tarde o temprano saldrá (aunque tenga que autopublicarla después por ser demasiado bestia). Además de esta, tengo a medias otra historia sobre posesiones (los demonios y yo, sí) que, por ahora, está aparcada. Y unas ganas tremendas de escribir un survival game.
¿Qué libro de género nos recomiendas leer?
Es básico, sí, pero después de lo que hemos hablado tengo que recomendar a V. E. Schwab y Una obsesión perversa. Porque es de mis autoras favoritas, porque esa novela va de villanos (¡villanos protagonistas!) y porque está narrada de una forma espectacular.

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