Heavy Vinyl es una cabecera bajo la que se han publicado hasta el momento dos aventuras autoconclusivas, protagonizadas por el mismo elenco, aunque interrelacionadas entre sí. Guionizados por le escritore y directore Carly Usdin y dibujados por Nina Vakueva, ambos tomos nos ofrecen una lectura muy entretenida, diversa, además de impregnada de sororidad y afán por luchar contra la intolerancia y la injusticia.
En lo personal, gracias a la primera entrega retomé la afición por los cómics y conocí la excelente labor de la editorial Fandogamia.

Portada de Nina Vakueva.
Es una historia ambientada en los noventa, pero con un enfoque del feminismo y una representación LGBT+, más propia de nuestro tiempo… Bueno, viendo el odio que destila cierta gentuza hoy en día y la virulencia e impunidad con la que los conservadores están logrando destruir los derechos de los colectivos más vulnerables, el ambiente de normalización que destila la serie es casi utópico.
Y bienvenido sea. Ojalá hubiese podido leer historias como esta en mi adolescencia y juventud.
¿Pero de qué van los cómics?, os estaréis preguntando.
En ambos asistimos a las aventuras de un grupo de jóvenes trabajadoras de una tienda de discos que desarrollan una doble vida como detectives y luchadoras contra la intolerancia. En algunos casos, además, lo compaginan con estudios, sea en los últimos años de instituto o la Universidad. El peso de la narración recae, especialmente en el primer tomo, sobre los hombros de Chris, la última en llegar a la tienda. Es una protagonista con la que conecté desde la primera viñeta. Me resultó fácil identificarme con su torpeza e inseguridad o el sentimiento de exclusión ante la actitud extraña de sus compañeras de trabajo. Pero, sobre todo, me caló ese sentimiento de «por fin siento que encajo en un lugar», que experimenta cuando por fin logra integrarse en el grupo y ser aceptada incluso por la compañera más crítica.
Además de entrenar a su nueva compañera, en este primer tomo, nuestras heroínas deberán investigar la misteriosa desaparición de la cantante Rossie Riot, que puede estar relacionada con las extrañas actitudes que están teniendo algunos grupos de rock. Sin entrar en destripes, la trama incluye elementos de manipulación mental muy propios de películas o series rodadas en los años noventa. Lo veamos más o menos fantasioso, este detalle resulta importante para recalcar la importancia de la identidad y reflejar nuestra propia voz e inquietudes a través del arte. En este caso, de la música.
La premisa funciona, aunque la resolución de la trama resulta un pelín apresurada, sobre todo en comparación con lo bien que se desarrolla la evolución personal de Chris y su relación con sus compañeras.
Este problema se resuelve en el segundo tomo. Efecto 2K-O!, mucho más equilibrado en su desarrollo. Por un lado, cierra los cabos que quedaron sueltos en el tomo previo; por otro, nos sumerge en una nueva investigación para descubrir qué trama ahora cierto productor. Todo con el telón de fondo de la paranoia sobre el «Efecto 2000», perfectamente retratada en la historia. Eso no implica que Carly Usdin, le guionista, se olvide de las vivencias más personales de sus protagonistas. De hecho, al optar por una narración más coral, le permite profundizar en las dificultades que pasa la relación de Kennedy con su novio, cuando este debe marcharse para empezar la universidad, mostrarnos facetas inesperadas de Dolores, la borde oficial del grupo, o sumergirnos en las inseguridades de Chris en su relación con Maggie.

Portada de Nina Vakueva.
En resumen, le guionista nunca se olvida de que, por extraordinarias y molonas que puedan ser, nuestras protagonistas son también jóvenes reales con los problemas propios de cualquier otra persona de su generación. Y por eso se hacen querer tanto.
Las interrelaciones entre nuestras cinco heroínas también funcionan muy bien, tanto en sus encuentros como en los desencuentros. El cómic destila sororidad, respeto hacia la personalidad de cada una, pero también recalca algo tan esencial como ser capaz de disculparse cuando una se pasa de frenada y hiere, verbalmente, a una compañera.
Si los guiones y el desarrollo de personajes son buenos, el dibujo de Nina Vakueva (entintado por Irene Flores, a quien se une Lea Caballero en el segundo tomo) no se queda atrás. Cada personaje tiene un aspecto y personalidades propias. Esto podría parecer una obviedad, pero seguro que a muchas lectoras se os ocurren nombres de dibujantes ilustres que intercambiaban rostros clónicos entre las mujeres que aparecían en sus obras y a veces, casi, entre todos los personajes que pululaban por la misma.
Además, el dibujo resulta efectivo tanto en las escenas más calmadas y de diálogo como en los momentos de acción. Me encantan las escenas a doble página reflejando entrenamientos, especialmente en el segundo tomo, cuando estos se mezclan con ensayos musicales, recalcando el ritmo frenético al que se están preparando las chicas para su misión. En momentos puntuales, Vakueva también recurre a un estilo más caricaturesco (por ejemplo con los rubores de Chris), dando comicidad a la escena a la par que acentúa los sentimientos del personaje en cuestión.
No puedo cerrar esta reseña sin mencionar el retrato que los cómics hacen de los años noventa. Me ha encanto cómo muestran un escenario reconocible para quien los viviese —desde en la estética de los personajes, el cameo de un Tamagochi (verif), o el retrato que se hace de la paranoia provocaba por el «Efecto 2000»—, sin caer en la nostalgia ciega. Y esto os lo dice alguien que fue adolescente en los noventa y no volvería a esa época ni aunque le pagasen su peso en oro. La mejor prueba de ello es la labor que realizan nuestras heroínas. Porque, sí, entre ellas y su entorno impera la sororidad y la celebración de la diversidad, pero si tienen la doble vida que tienen es porque hay racismo, homofobia, machismo… o capitalistas sin escrúpulos.
En fin. Si os apetece leer un cómic entretenido, con un elenco principalmente femenino y sáfico, que además os deja con buen cuerpo tras la lectura, dadle una oportunidad a Heavy Vinyl. A mí me ha ganado por completo.

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