Entrevista a Catriona Ward

Día de año nuevo. Hogmanay, 1920. Cuando sube la marea, las turbulentas y oscuras aguas del norte de Escocia anegan el camino de piedras que conecta la pequeña isla de Altnaharra con el mundo civilizado. Allí vive «el tío», un hombre de mediana edad y de pasado indeterminado, dueño autoproclamado del castillo en ruinas y de los pastos agrestes, los ponis y los matorrales de florecillas moradas que lo rodean. Le acompañan un par de mujeres y un puñado de niños huérfanos. Son una familia que mira al mar y aguardan a que Él, la gran serpiente, emerja de las aguas y doblegue al mundo. Pero la mañana de Año Nuevo, todos los cuerpos aparecen formando un círculo junto a las antiguas piedras. Les han arrancado los ojos. Solo queda Dinah, y Dinah asegura que la asesina ha sido la pequeña Eve. 

Si hay algo que el lector debe aprender pronto cuando lee a Catriona Ward, la nueva reina del terror anglosajón, es que en sus historias nunca, jamás, las cosas son lo que parecen en un principio. Los personajes viven marcados por grandes secretos, secretos acerca de sí mismos que incluso ellos desconocen, y arrastran al lector hasta la oscuridad, la duda, la pena. El sello especializado en literatura de género Runas, de la editorial Alianza, ya ha traducido al castellano dos de sus libros: La casa al final de Needless Street (2021) y La pequeña Eve (2022). Con esta novela, Catriona Ward obtuvo el premio Shirley Jackson y el August Derleth de los British Fantasy Awards.

Retrato de la autora, Catriona Ward.

El pasado mes de julio acudió al Festival Celsius de Ciencia Ficción, Fantasía y Terror en Avilés, y aprovechamos su visita para hablar con ella sobre la consideración del terror por parte de la crítica, sus personajes atormentados, la situación de las escritoras en la literatura de género y la vigencia del gótico, entre otras cosas escalofriantes.

¿Por qué empezaste a escribir terror? Parte de la crítica literaria aún piensa que se trata de un género menor…

Crecí entre los Estados Unidos, Kenia, Madagascar, Yemen y Marruecos. Aunque tengo la doble nacionalidad estadounidense y británica, no visité Inglaterra hasta los últimos años de mi adolescencia. Pero durante aquellos veranos, mi familia solía volver al mismo lugar en Dartmoor, que es una de las pocas zonas salvajes que quedan por aquí. Está lleno de colinas altas, brezos, círculos de piedras y ponis salvajes. Me parecía muy bonito y exótico. Algo empezó a sucederme en aquella casa cuando tenía trece años. Me levantaba notando una mano sobre las lumbares, como si me empujara fuera de la cama. Podía sentir que había alguien más conmigo en la habitación, y que no tenía buenas intenciones. Nunca he estado más asustada que entonces. Corrí hasta la habitación de mi hermana y me eché a dormir en el suelo.

Cuando leí mi primera historia de fantasmas, La pata del mono, de W. W. Jacobs, tuvo esa misma sensación. Pensé: «Ajá, esta es la casa que contiene los demonios, que los encierra: las historias».

Todavía recibo visitas extrañas por las noches (a los veintitantos descubrí que se les llama «alucinaciones hipnagógicas»). No me importa que la experiencia sea sobrenatural o no: el miedo es el mismo. Y por eso, en mi opinión, el terror es el género literario más empático y compasivo con el que puedes trabajar. Requiere que el escritor se vuelva vulnerable, que abra las puertas a sus miedos más profundos y que les pida a los lectores que hagan lo mismo. A nivel estructural, estamos hechos a base de nuestros miedos, y revelar esas profundidades es aterrador. La gente no suele querer hacerle frente. Creo que por eso mucha gente no se quiere tomar el terror en serio. Porque si el terror es bueno, entonces tus miedos son reales.

En la portada se ve un mar tormentoso y una casa aterradora sobre un acantilado.
Portada de La pequeña Eve.

Tanto La pequeña Eve como La casa al final de Needless Street están narrados por mentes rotas y traumatizadas. ¿Fue difícil dar forma a unas voces tan frágiles?

Ah, todos somos frágiles, ¿no crees? Si profundizas lo suficiente. Para mí, los narradores en primera persona no fiables son la forma más instintiva de escribir. Reflejan, de forma más próxima que ningún otro método, la incertidumbre y la arbitrariedad de estar vivos. En la vida real no contamos con la cómoda organización de la ficción. Si te sumerges lo suficiente dentro de un personaje, el lector sentirá que lo lleva puesto como si se tratara de una segunda piel. Y eso es profundamente perturbador, porque te quedas atrapado en su fragilidad.

¿Cómo es el proceso de crear un personaje tan poderoso, pero a la vez oscuro, como Eve?

A nivel personal, adoro a las protagonistas femeninas complicadas. Es un alivio cuando en la ficción las mujeres pueden tener defectos y ser tan oscuras como habitualmente lo son los personajes masculinos. Aunque mi educación (te alegrará saber) fue muy diferente a la de Eve, creo que algunas cosas han permeado la historia. Soledad. Aislamiento. Desconocimiento del mundo exterior, y de cómo funciona. Creo que tanto en Sundial (sin traducción al castellano) como en La pequeña Eve hay fuertes ecos de estas experiencias. Amo a mi familia. Crecimos siéndolo todo los unos para los otros. Hay una gran fuerza en eso, pero también una necesidad, una dependencia. Mi mente de escritora de terror juega con esas ideas: ¿cuándo se transforma el amor en dependencia?

La memoria es uno de tus grandes temas. También la forma en la que los diferentes personajes lidian con ella. ¿Por qué son tan importantes los recuerdos en tu escritura?

Bueno, la memoria es lo que somos. Somos una amalgama de todo lo que nos ha ocurrido. Por alguna parte están el libre albedrío, la genética y todo eso, pero nuestro pasado nos da forma. Pero lo que encuentro más fascinante acerca de la memoria es su naturaleza imperfecta. Algunas experiencias representan los cimientos de lo que somos, pero ¿realmente sucedieron de esa forma? Nos rehacemos a nosotros mismos y a nuestros recuerdos constantemente.

Parece que en tus historias siempre hay un secreto terrible. Y eres increíblemente hábil manteniéndolo oculto hasta el final. ¿Es el misterio un factor indispensable en tu narrativa?

Muchas gracias. Supongo que los secretos son oscuros y fuertes y a menudo la tristeza es resultado de ellos. ¿Por qué si no se iban a mantener en secreto? Pero creo que la clave es que estos secretos, una vez expuestos, pueden convertirse en una extraña fuente de fuerza en el libro. Desprovistos de poder, los secretos pueden ser empoderadores (si es que esto tiene sentido).

Bajo un cielo nocturno se ve una casa abandonada. Algo de luz sale por los tablones que tapian las ventanas y hay un gato negro de mirada sombría frente a ella.
Portada de La casa al final de Needless Street.

¿Cuál es el origen de todas estas historias tan oscuras? ¿Buscas ideas de forma activa, o surgen mientras investigas en torno a otras historias, mitos…?

Me gusta anclar mis historias a un fenómeno del mundo real, si es posible. Me ayuda a mantenerme con los pies en la tierra. Para La casa al final de Needless Street investigué mucho acerca de los efectos del trauma, y para Sundial sobre los experimentos de control mental de la CIA en los años 60 y 70. Para La pequeña Eve investigué sobre las técnicas de «lectura en frío» (usadas por mentalistas y lectores de la fortuna), magia, sectas, videntes y médiums a lo largo de la historia. ¡Tengo un trabajo fascinante!

Eres la única mujer que ha sido galardonada dos veces con el August Derleth. ¿Crees que algunos géneros literarios como la ciencia ficción o el terror todavía son más duros para las escritoras?

Creo que a veces las cosas necesitan tiempo para cambiar. Pero definitivamente están cambiando. Ahí afuera hay todo un público deseando leer género escrito por mujeres y encontrar protagonistas femeninas, y hay muchas escritoras fascinantes saliendo a la luz.

¿A qué escritoras de terror o fantástico admiras y te encanta leer?

Siempre recomiendo los cuentos de Kelly Link. Sus mundos fantásticos son tan reales. Hacen que el nuestro parezca imaginario. Sarah Pinborough es una narradora sin rival. Joanne Harris, Cassandra Khaw, Sarah Langan… Estamos en un buen momento para el terror escrito por mujeres. Últimamente, el libro que más envidia me ha dado es La señora March, de Virginia Feito. Todavía le estoy dando vueltas. Ojalá lo hubiese escrito yo. Y, por supuesto, la reina, Shirley Jackson.

¿Por qué crees que tantas narradoras han empleado la literatura gótica para hablar de su realidad? Incluso lo siguen haciendo hoy en día.

El gótico es una forma muy poderosa de narrar. Habla del género, de la justicia, del cautiverio, de nuestra relación con el hogar y de la naturaleza. Es particularmente interesante cuando transforma el hogar en un lugar de encierro o inquietud: un lugar en el que se supone que deberíamos sentirnos a salvo, una esfera tradicionalmente femenina. Quizás algún día, cuando todos estos temas ya no sean relevantes en nuestra sociedad, podamos dejar marchar al gótico. Pero hoy no es ese día.

Raquel Moraleja
Raquel Moraleja (Artículos/Reseñas): Ha trabajado en las áreas de comunicación de editoriales como Verbum, Libros.com e Impedimenta y de librera en la Central de Callao, Casa del Libro y FNAC. Ahora es Ayudante de Bibliotecas de la Administración General del Estado. Autora de la novela corta Sin retorno (I Premio Internacional de Narrativa «Novelas Ejemplares», Verbum, 2016).

 

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