Leyendo a Kelly Robson

Foto de la autora.

Es cierto que el panorama editorial español cada vez trae las traducciones de más autoras extranjeras (aunque sigamos pidiendo todavía más). Una de esas autoras es Kelly Robson, que ha ganado numerosos premios a lo largo de su carrera y está siendo traducida durante los últimos años en nuestro país.

Kelly Robson, natural de Canadá (Edmonton, 1967), empezó dedicándose a escribir columnas sobre vinos y otras bebidas espirituosas para una revista para mujeres. Cuenta también con diversos artículos de no ficción, aunque sin duda destaca en la parte de ficción y ha sido galardonada en varias ocasiones.

Las aguas de Versalles ganó el Premio Aurora, que se otorga a la mejor ciencia ficción y fantasía canadiense, además de quedar finalista en los premios Nébula y World Fantasy Award. Esta novela corta ha sido publicada por Ediciones Gigamesh en el 2021 con la traducción de Laura Martín de Dios. La historia sigue en el año 1738 a Sylvain de Guilherand, un joven que pasa los inviernos en Versalles y que quiere mejorar su posición social a costa de un nuevo elemento para las habitaciones de los cortesanos, siempre a la última moda: retretes.

Con esta premisa, Robson se acerca al bullicio de la corte francesa, donde ganarse el favor de los cortesanos o impresionar al rey es de suma importancia para ascender en el escalafón socia. Hay todo aquello que hace a las cortes de la época: amoríos, intrigas, favores, cenas y galas. Pero Sylvain es un protagonista ambicioso, divertido de seguir en sus andanzas, y que tiene un truco bajo la manga para instalar el agua corriente en el palacio. Aquí es donde entra el elemento fantástico de una historia que, de por sí, ya habría sido suficiente para enganchar: Sylvain cuenta con una ondina a la que le encomienda esta tarea con el agua. Y esto termina de romper la lanza a favor de la novela corta, que se vuelve todavía más divertida.

Cubierta en fondo azul marino. En blanco aparecen el nombre de la autora y el título de la novela sobre una ilustración plana del frente del palacio de Versalles y una figura feérica sacando la lengua y dando una patada a un agua etérea.

Cubierta de la novela Las aguas de Versalles.

Robson combina a la perfección los lujos palaciegos, aunados con su propia decadencia, con el salvajismo mitológico, lo que da lugar a escenas entre Sylvain con la ondina que son de lo mejor de la historia. No solo por el cambio de registro que se nota en el protagonista, de pasar de la corte a los sótanos donde guarda este secreto, sino por la evolución que va sufriendo el personaje. En una novela corta, a veces parece difícil conseguir todo ese proceso: conocer a un personaje, dejarlo bien perfilado, dotarlo de una vida más allá de sí mismo gracias a los secundarios, y hacerlo crecer y cambiar. Pero Robson lo consigue sin lugar a dudas, lo que le da un toque de lo más entrañable a la novela.

Otro de los premios destacados que ha recibido la autora es el premio Nébula en 2018 a la mejor novelette por Una mancha humana, que también estuvo nominado a los premios Locus. En España, esta obra se ha incluido en la antología Agua en los pulmones, que fue publicada por Pulpture Ediciones (junto con historias de Lucy Taylor y Ruthanna Emrys) con la traducción de Sofía Barker. A diferencia de la anterior, esta historia se encuadra dentro del terror, donde la protagonista acepta trabajar como institutriz en un viejo castillo lleno de misterios.

También de la mano de Pulpture Ediciones llegó a España en 2020 la novela Dioses, monstruos y el Melocotones de la suerte con traducción de Cristina M. Caladia. Esta novela ganó en 2019 el Premio Aurora y quedó finalista en los premios Hugo, Nébula, Locus y Theodore Sturgeon. Se trata, en esta ocasión, de una historia de ciencia ficción que también toca los viajes en el tiempo.

Aquí el mundo ha sido prácticamente destrozado por la crisis climática, pero las nuevas generaciones están intentando sobreponerse a la misma y volver a recuperar antiguos ecosistemas. Este punto de ambientación es sin duda, para mi gusto, el más destacado de toda la novela: esa supervivencia que va más allá y lleva a nueva forma de vivir, de sobreponerse, de la humanidad. Eso sí, con todos detalles que cambian lo que ya conoces y que son muy interesantes. Sin ir más lejos, la división de la sociedad que crea Robson, entre los que llama «niños de la plaga» y «bebés gordos», ya es un buen indicativo de esa supervivencia y cómo se va transformando: adultos con diferentes mutaciones o jóvenes que han tenido la ventaja de crecer sanos, alejados de todos los chequeos y controles a los que sometieron los primeros, y que pueden permitirse tener más preocupaciones que su salud.

Cubierta de la novela. Fondo celeste con una trama de melocotones color coral. En el centro el papel parece rasgado y se ve un fondo naranja con el título y nombre de la autora.

Cubierta de la novela Dioses, monstruos y el Melocotones de la suerte.

Pero Robson también carga a ese mundo de Dioses, monstruos y el Melocotones de la suerte de elementos tan típicos como los papeleos, las financiaciones de proyectos para que salgan adelante o otros temas burocráticos. Porque ahí es donde otra la otra baza de la historia: los viajes en el tiempo. Si la primera parte de la novela sirve para encuadrarse dentro de una ambientación tan rica como compleja, la segunda ve el resultado de todos esos procesos administrativos para dejar que los personajes se metan en la trama de verdad. Seguimos a los protagonistas desde la creación del proyecto hasta su ejecución en la antigua Mesopotamia.

Es cierto que esta novela supone mayor esfuerzo al leer que Las aguas de Versalles. La ambientación es más difícil de seguir, aunque para el que le guste leer sobre nuevos mundos (o los cambios posibles en este) resulta muy entretenido y, desde aquí, me habría encantado ver más. Pero por otro lado, quizá la rareza que en Las aguas de Versalles resultaba encantadora con la ondina, aquí se vuelve un poco más árida. Es cierto que el problema de Dioses, monstruos y… se encuentra en los personajes, que no suplen ese esfuerzo que requiere la ambientación: es más difícil encajar con ellos, más complicado conocerlos y engancharse a su historia. Personalmente no he logrado que sus historias personales, o sus relaciones, me interesen tanto como lo hacía la de Sylvain, pese a que su mundo me atraía mucho más.

No obstante, la prosa de Robson es atrayente en los dos casos. Es directa y teje con facilidad descripciones de damas de corte o monstruos que viajan en el tiempo. Permitirse sumergirse en los dos mundos sin mucho esfuerzo, incluso aunque una obra requiera hacer un salto de imaginación más grande. A lo mejor precisamente por eso: el imaginario que teje Robson es apabullante pero colorido, atrayente, y del que te gustaría saber más en todos los casos. Además, mientras que Las aguas de Versalles se codea con la fantasía más entrañable, en ese plus de las relaciones, Dioses, monstruos y el Melocotones de la suerte juega con la una ciencia ficción, y deja también ver el entramado de una nueva sociedad y cómo se acomodan las relaciones de personajes detrás.

Kelly Robson ha ganado numerosos premios a lo largo de su carrera y está claro que hay motivos de peso para leerla, seguirla traduciendo y tenerla bajo la lupa.

 Andrea Prieto
Andrea Prieto (Investigación/Opinión): ¿Matasanos que suele responder con otra pregunta? Sí, justo. Desde antes de eso, lectora de lo que aparezca y escritora de lo que se pueda (o de lo que quiera, según el cambio de la marea), con muchas palabras a la espalda.


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