Leer antologías siempre se me ha antojado complicado. No es algo que me apetezca todos los días, a diferencia de las novelas. Sabes que te puedes encontrar relatos que te encanten, relatos que te dejen más indiferente o incluso que no te gusten, o relatos que habrías deseado que fueran una novela, y a lo mejor por eso suelo andar con más tiento a la hora de elegirlas, sobre todo después de un empacho que hubo hace un par de años con un auge de antologías.

Ilustración de cubierta por Julie Dillon.
Abrazando la revolución me llamó la atención en una época en la que me he mantenido alejada de las antologías. El título es una llamada de atención difícil de ignorar, eso está claro, pero sobre todo lo es el proyecto que hay detrás y que creo que da en la tecla exacta para perdonar todas las reticencias o empachos posibles. Como bien explican les editores de Crononauta en el prólogo, Abrazando la revolución surge de una recopilación de relatos del Matreon de la editorial. Esta iniciativa nació en 2020, con el fin de ofrecer diversidad de voces y, en definitiva, relatos en un portal online para llegar a todos les lectores que estaban encerrades en casa por una pandemia.
Creo sinceramente que proyectos así merecen la pena, aunque sea para echarles un ojo, porque ¿autores no binaries y autoras traducido al español y tan cerca? No en todas las editoriales están dispuestas a ofrecerlo. Pero sobre todo a cuidarlo tanto como ha demostrado Crononauta al, además de subirlo a su Matreon, hacer una recopilación para que el resto del público que no esté suscrito pueda tener un trocito de esa oferta. Por si eso fuera poco reclamo, en 2021, los premios Ignotus premiaron como Mejor Cuento al relato de Cristina Jurado que da nombre a la antología, y como Mejor Cuento Extranjero a Las ocho personas que me asesinaron, de Gwendolyne Kiste, también incluido en esta recopilación. Pero además en 2022, resultaron finalistas varias publicaciones más de Matreon: Interregno, de Nieves Delgado, No te sientes a la mesa de la bruja, de Marina Tena Tena y Sentir lo suficiente, de Caryanna Reuven (de la parte de Mejor Cuento; Guía para razas trabajadoras, de Vina Jie-Min Prasady Madres cañeras en el apocalipsis zombi, de Rae Carson (estas dos como Mejor Cuento Extranjero).
Así, con todo ese preámbulo, Abrazando la revolución habla por sí sola, como una pequeña revolución del panorama literario que está calando. Pero además sus relatos también juega con esa fuerza: aparte de sus autorías (con las traducciones de Carla Bataller), muchos de ellos no dejan de ser una crítica a temas sociales o políticos, o una alternativa a temas de actualidad bajo la óptica de la fantasía, el terror o la ciencia ficción.

Cubierta del relato en Matreon.
Las ocho personas que me asesinaron (fragmento de diario de Lucy Westenra), de Gwendoyn Kiste es una reinvención de uno de los personajes secundarios de Drácula. Ya solo con eso resulta de lo más atrayente, por la particularidad que supone coger a uno de los secundarios y ofrecerle una voz propia, tan cargada de rabia, y darle todo el escenario.
Los muertos, con su poder incontrolable, de Karen Osborne es un relato del corte de space opera con una ambientación increíble. En una nave generacional, una familia está condenada a ser la que coma los pecados mientras que la persona con el liderazgo puede librarse de las pesadas cargas que eso supondría, y así mantener el (supuesto) equilibrio para salvar a todos los viajeros.
Guía para razas trabajadoras, de Vina Jie-Min Prasad es un relato formado por intercambio de mensajes entre dos robots uno que debe ejercer de mentor del otro, mucho más novato en eso de trabajar. Es uno de esos relatos que deja una sonrisa, por lo entrañable que resulta, y sin duda uno de mis favoritos de toda la recopilación, quizá por ese punto divertido que sirve de calma, pero sin perder ni ápice las críticas al sistema.
El sicomoro y la sibila, de Alix E. Harrow versa sobre una mujer convertida en árbol, como una especie de retelling de la historia de Dafne, y tanto los motivos que la llevaron a ello como una nueva historia que tiene lugar cerca de ella y que le recuerda a ese pasado. Una historia reivindicativa, dura y en la que cada frase está afilada.
Pronuncias las palabras y ya no eres una mujer. Eres un arce pequeño y enjuto, con las hojas de un rosa húmedo en primavera; o un enebro con bajas de azul pálido; o un sicomoro que se alza alto y redondo en las orillas del Big Sandy. Sin cuerpo ni voz y sola, y al fin estás a salvo.
Semejante a una revolución, de Rafeif Ismail traslada a unas supervivientes de la guerra de Sudán a Australia, donde deben de nuevo enfrentarse a la opresión, con la pérdida de su libertad.
Corazones enterrados, de G.V. Anderson es un relato acerca del duelo que está narrado con soltura y destreza, con las metáforas bien hiladas para llenarlo todo de fantasmas y alegorías sobre casas nuevas (o viejas).
Verás, Naneen, de Malka Older es un relato futurístico donde las niñeras robóticas sustituyen a las madres en la crianza. Narrado desde la óptica de una madre (o quizá una espectadora de lo que ha sido la crianza de sus hijes), sirve como alegato a lo que es la maternidad y la educación.
Estas constelaciones os pertenecerán, de Elaine Cyegkeng es otro de los relatos enmarcados dentro del space opera que habla sobre el colonialismo y los efectos que puede llegar a tener en un pueblo.
—Acalla ese futuro. Emparédalo vivo. La amenaza de una revolución siempre existe y siempre ha nacido muerta. Solo hay un futuro que garantice la paz y es uno en el que tú asumes tu lugar entre los galeones.

Cubierta del relato en Matreon.
Madres cañeras en el apocalipsis zombi¸ de Rae Carson es una historia sobre, precisamente, un apocalipsis zombi pero con unas vueltas que no suelen mostrar las historias convencionales: las mujeres, el embarazo y toda la sangre implicada, con lo que eso significa. Una forma de hablar, al final, sobre amistades y familia (como todas las historias de zombis que me acaban gustando).
Como los últimos de mi vida, de S.L. Huang es un relato acerca de una niña en cuyo corazón están los códigos para acceder a unos misiles que pueden cambiar el transcurso de una guerra. Con una premisa así, el tema sobre el perdón y el arrepentimiento o la responsabilidad, así como lo que se está dispuesto a pagar por lo que creemos que es lo correcto, vuelve al relato redondo.
Abrazar el movimiento, de Cristina Jurado trae a una raza alienígena que vive en una absoluta comunidad y que intenta comunicarse con alguien de otra especie. La narración es de lo más impactante en la primera lectura, pero gana haciendo una segunda para atender a todo ese sistema social nuevo.
Cuando Robot y Cuervo salvaron East St. Louis, de Annalee Newitz es un relato acerca de un dron médico que se queda solo y como une fuerza s con un cuervo y una niña para salvar a una comunidad. Supone un cierre tanto divertido como enternecedor para una antología que no deja de dar puntadas, lanzar mensajes y colarse dentro de quien esté leyendo cada uno de los relatos.
3gritos se inclinó y, con cuidado, le quitó un poco de tierra del borde de la boca.
Robot sacó una pluma rota del lomo de 3gritos.
Tras limpiarse mutuamente, fue como si un humano le sonriera a Robot y Robot le devolviera la sonrisa.
Si alguien tenía dudas de qué podría seguir saliendo de antologías, esta propuesta es excelente. Hay mucho de lo que hablar, mucho de lo que escribir y mucho que editar fuera de las zonas habituales (aunque, por suerte, quizá lo sean menos cada vez), y Abrazando la revolución lo demuestra.

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