Hace unos años, en parte por curiosidad por algunas cosas de mi trabajo, que me dediqué a leer sobre el viaje espacial. Más concretamente sobre su historia, apasionante como pocas. El punto álgido por la carrera espacial fue durante la década de los 50 a los 70, pero en las décadas siguientes, el interés por las misiones espaciales (sobre todo las tripuladas) fue cayendo en el olvido general. En parte porque pasaron a formar parte de nuestro día y día y nuestra rutina: cada seis meses se produce el relevo de tres tripulantes en la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés), una estación en la órbita baja terrestre que empezó a tener tripulación permanente en noviembre del año 2000. La labor de la ISS no suele ocupar grandes titulares por su rutina pero durante estos años han realizado una gran labor divulgativa. El vídeo de Chris Hadfield cantando “Space Oddity”, o el equipo de astronautas mostrando como es su día a día allí son algunos de los ejemplos. Sin olvidar el vídeo cuando subieron un disfraz de gorila para gastar una broma.
El interés por el espacio pareció reavivarse en septiembre de 2022 con el lanzamiento de la misión Artemis, cuyo objetivo es iniciar los trámites para que el ser humano vuelva a la Luna. Por pequeños fallos técnicos, la misión se fue retrasando y como es normal, el interés decreció con ello, haciendo que su lanzamiento el 16 de noviembre pasara más desapercibido que los preparativos. Aun así, no deja de ser un proyecto interesante y que involucra a varias agencias espaciales de distintos países. En contra de lo que suele parecer, la NASA no es el único organismo de gestión espacial que existe. En Europa tenemos la ESA, que es un conjunto de agencias y organismos de distintos países europeos que no podrían tener representación de otra forma. De forma similar, tenemos la JAXA (Japón), Roscosmos (Rusia), CSA (Cánada), CNSA (China)… Hace mucho que las misiones espaciales no son cosas de Estados Unidos, aunque por “renombre”, historia y muy buena estrategia de comunicación, la NASA tiene más presencia que el resto de agencias.
Desde hace bastante tiempo se ha puesto de nuevo el foco en reactivar las misiones espaciales, al menos las tripuladas, ya que los envíos de rovers, landers y orbitadores ha estado a la orden del día. No hay más que ver lo dedicado a Marte, o el histórico de la ESA.
Con esto en mente, resulta fácil encontrar algunos paralelismos entre nuestra historia actual y la cronología que nos encontramos en la saga de La Mujer astronauta de Marte de Mary Robinette Kowal. La primera entrega, nos muestra el punto Jonbar de la ucronía: en 1952 un meteorito ha impactado en la Tierra y provoca que una buena parte de Estados Unidos desparezca. En el medio del caos de refugiados e inestabilidad política, Elma York descubre algo grave: un efecto invernadero va a calentar la Tierra hasta hacerla inhabitable. La única forma de que la humanidad escape de este destino es el espacio. Por ello se debe impulsar una carrera espacial que es inexistente en ese momento. La novela, como ya comentamos, se centra en el machismo de la época, aunque tiene algunos problemas, como un síndrome importante de Salvadora Blanca con Elma, que he de decir se “arregla” en las siguientes entregas.
Los hechos que se muestran, así como la cronología son precisos, ya que no deja de ser una versión condensada de los hechos reales que se vivieron. La propia Mary Robinette Kowal, en las notas finales de cada entrega añade notas aclaratorias sobre los elementos técnicos de los cohetes y naves, además de agradecer a quien la ayudó en la documentación. Por qué todo tiene mucho rigor: la presencia de las calculadoras y su papel como ordenadores humanos, lo podemos apreciar en la novela de Figuras ocultas, que fue adaptada a película en 2016.
A este mimo y cuidado por el detalle hay que ponerle una pega importante sin embargo, que tiene que ver con que Estados Unidos impulse el programa espacial. Acepto las circunstancias y suspender un poco la incredulidad, pero esto no deja de ser un sesgo estadounidense sobre su importancia en la carrera espacial. Hay que reconocerle a la NASA su buen hacer (son los únicos que han conseguido amartizar una misión con éxito) pero no son los únicos que han hecho cosas sorprendentes en el espacio. Tenemos los ejemplos de la competición entre la URSS y el país norteamericano en los inicios de la era espacial, pero la ESA, sigue siendo a día de hoy la única que ha posado una sonda en un meteorito (técnicamente, aterrizó tres veces). Hay múltiples motivos para sólo pensar en la NASA cuando se habla de misiones espaciales (marketing y globalización de las producciones cinematográficas sobre todo), pero chirría mucho cuando se lleva a los extremos de la saga de La Mujer Astronauta de Marte. Incluso tardan mucho tiempo en aceptar mover la base de lanzamiento fuera de Estados Unidos.
Aunque se nos muestre un conjunto global, en un país que es el principal afectado por la caída del meteorito cuesta de creer que sean capaces de llevar adelante la carrera espacial, por una simple cuestión de logística y técnica. Incluso el salir del espacio se critica por determinados grupos en la novela, exigiendo que se apoye a los que se quedan. Porque otro detalle bastante crudo y realista de la saga es que no todo el mundo podrá salir de la Tierra. Las pruebas físicas para astronautas son muy duras, tanto física como mentales, por el hecho de vivirse situaciones de vida o muerte de forma continua, como se muestra a lo largo de la saga. Pero está la gente del día a día, que no debe sufrir un entrenamiento tan duro pero sí deberá soportar las fuerzas G de salida de la Tierra. Más la aclimatación a un entorno aislado en la Luna o Marte, como se nos muestra sobre todo en La Luna Implacable, que transcurre en la colonia lunar. También se nos muestran las consecuencias de largas estadías en el espacio, tanto a nivel físico como mental.
En general todo lo que se plantea en la saga es creíble y realista (salvo algunas cosas por el bien de la narración), como el cancelar una misión a punto de despegar porque hay un pequeño detalle que no cuadra en la sala de control. El espacio, como se nos muestra en múltiples ejemplos, es un entorno peligroso, donde muchas veces lo que separa de la vida y la muerte es un trozo de metal que en Tierra parecía mucho más grueso y firme. O los momentos que se olvida cómo funcionan las cosas en gravedad cero. Se nota la labor de documentación de Kowal, pero sin caer en el llamado “porno para ingenieros”, centrado en glosar hasta el último componente de las naves. A veces resulta un poco apabullante cuando se pone más técnica pero la maestría con la que narra la acción general resulta clara y sobre todo entretenida. Si tenéis curiosidad por la carrera espacial, no deberíais perder de vista esta saga.