Ann Nocenti: Semillas de insurrección

“Una revolución es un salto de fe”.

Layla Martínez (Revista El Salto #53)

Ann Nocenti y su eterna sonrisa.

Tengo la teoría (no demasiado brillante) de que cada autora habla de dos o tres cosas, siempre las mismas, a lo largo de su carrera creativa. Es posible captar la pauta de sus principales preocupaciones leyendo sus historias entre líneas, o en las propias líneas. Que esta pauta esté más o menos implícita o explícita depende de cada obra y de su manera de expresarse. Y, por supuesto, de su intención.

La guionista, periodista, cineasta y editora Ann Nocenti (New York, 1957), con una larga experiencia en las majors editoriales de cómics Marvel y DC (y en menor medida en semiindependientes como Dark Horse), no es precisamente una excepción. Hay poco de arbitrario y superficial en su escritura, como veremos ahora, y sus puntos de interés están muy claros.

¡Indignaos!

Nocenti, ante todo, es periodista de formación y de vocación (con un Premio Humanitario del Festival de Cine de Tulsa en su haber, por cierto). Como tal, tiene un radar permanentemente activado hacia todo lo que ocurre ahí fuera: nada le es ajeno, y en todo posa su sentido crítico.

Longshot #1 (1985).

Nocenti observa el mundo y comprueba que funciona mal. No se conforma. Se rebela. Como el poeta Gabriel Celaya, maldice el cómic concebido como un lujo cultural por los neutrales. Toda su escritura tiene un profundo sentido moral; más aún: una posición activamente política. Ecologismo, especismo, feminismo, carrera nuclear, medios de comunicación, industria cultural, prostitución, consumismo, control de armas, roles de género, gentrificación, oligopolios, neoliberalismo, religión, violencia machista, sistemas judicial y penitenciario… No deja títere con cabeza, pues no sólo aborda todos estos temas, sino que no lo hace limpiamente: aprovecha para dejar expuestas todas sus contradicciones, conflictos éticos y efectos colaterales. Como suele decirse, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones…

La sensación de incomodidad que a menudo genera la lectura de sus cómics (que pueden calificarse de cualquier manera menos complacientes) no es algo muy corriente en el mainstream, más habituado a devolver respuestas fáciles en blanco y negro aunque las preguntas sean difíciles. Y su forma de escribir abrupta, ácida y entrecortada (punk, en una palabra), donde no priman la fluidez ni el esteticismo y donde a menudo hay presente cierta crueldad (normalmente por boca de sus personajes infantiles, que no tienen filtros), contribuye a que la lectura no sea confortable. La pregunta es: ¿queremos que todas nuestras lecturas sean confortables? ¿O a veces es bueno que nos sacudan un poco?

Insumisión y disidencia, pues, son presencias transversales en toda la creación de Nocenti, que ejerce su labor de sabotaje (al género de superhéroes y al sistema en general) desde dentro. A veces de forma muy literal, como aquella escena de su ópera prima Longshot (1985-86)en la que Theo, un ciudadano medio, canta las cuarenta al protagonista porque al ser tan guay hace sentirse al resto como una mierda. Y le da la espalda.

Longshot #3 (1985).

En cierto modo, Nocenti es la Belén Gopegui de los cómics. En sus tebeos tuve conocimiento por primera vez de conceptos y palabras como “letra escarlata”, “obsolescencia programada”, “feminazi”, “línea caliente” o “mass media”, y aprendí los rudimentos del existencialismo y de la fabricación de un cóctel molotov. Unas nociones candentes que no esperas descubrir leyendo aventuras de superhéroes, esas que tanta gente considera aún “un mero entretenimiento infantil” sin querer aceptar que dicho público también merece y precisa ser introducido en las problemáticas del mundo en que viven. ¿Cómo, si no, llegar a desarrollar un sentimiento de compromiso con él?

Para subrayar y conducir todos estos temas (el medio de expresión que trabaja no se presta a demasiadas sutilezas), Nocenti usa personajes que suelen ser fanáticos o sufrir alguna obsesión, a veces impuesta desde el exterior. Los maneja como títeres de manopla para sus disquisiciones peripatéticas, y a menudo se ven sus ecos en obras subsiguientes: el manipulador mediático Hitch (Longshot) podría asimilarse a la cínica periodista Gabrielle (The Seeds); el paranoico/conspiranoico Elliot (Longshot) a Lance, el niño atenazado por el “miedo a la bomba” (Daredevil); Longshot el optimista a la cándida Número 9 (Daredevil), etc.

Hitch vs. Gabrielle, Elliot vs. Lance, Longshot vs. Número 9.

Así, utiliza a sus dos creaciones principales para explorar aspectos contrarios y extremos del ser humano: el andrógino extraterrestre Longshot para la tabula rasa, la inocencia y la pureza primigenias; la “perra loca” María Tifoidea para lo perturbado, lo manipulado, lo pervertido por el entorno. Él no es consciente del peso de su pasado, ella está abrumada por el mismo. ¿Será esa la razón, nos pregunta Nocenti, de que, aunque ambos han sufrido horrendos abusos, sus posiciones ante el mundo sean diametralmente opuestas: confianza y gentileza en el caso del primero, rencor e ira en el caso de la segunda?

¿Quién lo soñó?

Como en el fantástico final de Al otro lado del espejo de Lewis Carroll, es un elemento recurrente en las historias de Nocenti la preocupación (a menudo alarmante) por si lo que se está viviendo es o no real. ¿Quién soñó todas aquellas peripecias en el País de las Maravillas, Alicia o el Rey Rojo? ¿Es ella sólo un personaje dentro del sueño de otra persona? ¿Son auténticas nuestras vivencias y recuerdos, o únicamente una ilusión? La sombra de la locura, tanto en su acepción psiquiátrica como en su acepción liberadora, siempre planea sobre sus argumentos.

En este sentido, Someplace Strange (1988) supone una inmersión total en la madriguera del conejo. Lisérgico, alucinado, cuasi terrorífico en la venenosa dulzura de los pinceles de John Bolton, este cómic de accidentado viaje a otra dimensión materializa esa sensación de pesadilla continuamente cambiante de la que no se puede despertar, y en la que cuanto más se profundiza, más se duda de la consistencia del propio yo.

Someplace Strange (1988).

La realidad y la ficción, lo original y lo artificial, y el dilema sobre en cuál de estos aspectos reside la verdad (si es que reside en alguno, y si es que lo contrario se puede considerar realmente “falso”), es un tema que Nocenti ya exploraba a varios niveles en Longshot. Y que continuó muchos años después en Ruby Falls (2019-20), teniendo como eje a una anciana que alterna episodios de demencia y de lucidez: conciencia, memoria, autoengaños, legado, amnesia, voluntad, recuerdos falsos, mentiras, derecho al olvido, lo que nos hace ser quienes somos y nos proporciona una identidad… y lo que puede perderse por el camino sin que por ello tengamos que renunciar a nuestra autenticidad.

Ruby Falls #1 (2019).

Esta senda del autodescubrimiento, del despertar del sueño dentro de un sueño, la recorre también María Tifoidea (Daredevil, 1988) en su trastorno de identidad disociativo: tras cada trauma, sus múltiples personalidades (María, Tifoidea, Bloody Mary) se van abriendo sucesivamente como capas de una cebolla. Todas son reflejo, y por tanto espejismos, de lo que otras personas (especialmente hombres, pero no sólo) esperan/desean/presuponen de ella, y todas son arquetipos: virgen, puta, madre, arpía, feminista radical, devorahombres, novia entregada… Todas salvo la que, tras despojarse de todas las caretas y corazas, se revela como la (supuestamente) auténtica y, por tanto, empoderada: Mary, sólo Mary Walker.

Un caso parecido, en el que Nocenti sigue explorando el rol de la mujer en la civilización occidental, es el de Número 9 (Daredevil, 1989). Este clon femenino, bautizado con el título de una canción de The Beatles, fue diseñado por su “dueño” masculino de forma expresa para representar, tanto física como psicológicamente, el concepto prefabricado de “mujer perfecta”: ama de casa solícita, amante sexy, animadora chispeante, admiradora sumisa del varón… El estereotipo más groseramente literal de rubia tonta (en sus propias palabras: “nosotras no estamos hechas para pensar”).

Ambas mujeres, como el esclavizado Longshot, son seres a quienes se les ha impuesto desde fuera una “naturaleza” que no surge de sí mismos, sino que es un disfraz prefabricado. Y tienen que llegar a ser conscientes de este fraude para escarbar en su interior, explorar y desenterrar su propia y única personalidad. Personajes subconscientemente insumisos, se rebelan contra la dominación y el papel que les ha sido asignado, contra ser considerados meros objetos, contra el discurso impuesto por el sistema imperante.

Longshot #5 (1985).

A ese respecto, cabe señalar que es en la miniserie Bloody Mary (1994) donde aparece uno de los primeros personajes del cómic mainstream que abordan abiertamente la cuestión de la identidad de género: le mutante queer/trans Jessie, cuyo poder metamórfico le permite hacer la transición de chico a chica.

Bloody Mary (1994).

La televisión es nutritiva

Es natural que, habiéndose formado académicamente como periodista durante los años 80, Nocenti esté fuertemente influenciada por corrientes de pensamiento como las de los filósofos Marshall McLuhan y Noam Chomsky, de modo que su cuestionamiento de los medios de comunicación (casi siempre los audiovisuales) es constante. La construcción del relato dominante (el “consenso manufacturado” de Chomsky), las fake news, la publicidad engañosa, el amarillismo, la dictadura de los rankings, el cine basura, la manipulación de las opiniones, el fanservice, la telerrealidad… Todo pasa bajo su bisturí.

Longshot #4 (1985).

En 1985 prefiguró al ex-presidente Trump dentro de la serie Longshot y le bautizó “Mojo”. Una amarillenta criatura inmadura, caprichosa, demente, psicópata, sádica, de un egocentrismo patológico y una absoluta incapacidad empática, cuyo único objetivo vital es la acumulación desorbitada de poder monopolístico y el culto pseudoreligioso a su propia figura. Los medios de comunicación masivos (que, por supuesto, posee y por tanto están bajo su mandato personal) son su principal arma para conseguirlo.

Mojo no es nada sutil en ese aspecto: bombardea a sus telespectadores (invertebrados sin extremidades inferiores, fundidos con sus propios asientos en una abierta metáfora de su pasividad) con espectáculo y circo en sus vertientes más groseras. Por un lado, apela a su voyeurismo con reality shows, captando con cámara oculta los enredos personales y luchas por la supervivencia (a menudo provocados por él mismo) de los grupos superheroicos de la Tierra. Por otro lado, organiza auténticas snuff movies en su propia dimensión, explotando a la raza esclava que la clase dominante ha fabricado para que se maten entre sí en malas películas de aventuras o en la arena, como gladiadores. El culmen de esta bazofia, que mezcla ambos conceptos, se alcanza en la novela Prisoner-X (1998), en la que Mojo rige un planeta-prisión y retransmite en directo la ejecución de un reo… dando previamente al público la opción de votar a favor o en contra de su indulto con sólo pulsar un botón.

No cuesta encontrar paralelismos de lo anterior, ligeramente más suaves, en nuestra programación televisiva actual, así que nada tendría de extraño que también aquí se acabase materializando el jurado popular por WhatsApp en procesos auténticos (después de todo, ¿no se cancela y condena a gente en las redes sociales cada día?).

Pero donde Nocenti da rienda suelta a su furibundo señalamiento de los medios, al tiempo que se divierte como una loca (y en esto le ayuda mucho el endiablado estilo cartoon de Brett Blevins), es en el número especial The New Mutants: A mutant in Megalopolis (1990). Una sátira despiadada al sector de la comunicación y a la globalización que, una vez más, introduce la sombra de una duda: el medio es el mensaje, pero… ¿cabe la posibilidad de que a veces sea el mensaje el que se aproveche del medio?

The New Mutants: A mutant in Megalopolis (1990).

30 años después, seguiría incidiendo en el sector mediático (esta vez centrada en la prensa tradicional) con The Seeds (2018-20), miniserie que en un primer momento iba a llevar el significativo título de Scoop (“Primicia”).

The Seeds: Semillas de insurrección

Es muy posible que esta reciente y aclamada obra sea su reválida definitiva, donde cristaliza todo su trabajo anterior sobre la búsqueda de la verdad (la que está ahí fuera y la de nuestro interior). Y gracias en muy buena parte al impulso dado por la portentosa labor gráfica de nuestro David Aja.

No voy a pretender hacer un análisis porque ya los hay muy buenos, y el mío sería pobre además de inútil: a ellos me remito. Baste destacar su sorprendente poder profético (intuyó los efectos de un confinamiento pandémico global justo antes de que surgiera el virus COVID-19), su hermosa integración de forma y fondo (con página de rejilla ortogonal y dibujo hiperrealista, estático y de alto contraste, como las fotos de la reportera protagonista), y la repetida simbología visual con la que viene a mostrar que todo en este mundo está formado por lo mismo, a escala macro o micro. Máscaras de gas e insectos, diafragmas de cámaras fotográficas y caparazones de tortuga, lunas y naranjas… y siempre, omnipresente, el hexágono visible en celdas de abeja, cápsulas espaciales, cubos tridimensionales, vallas metálicas… como una nueva sección áurea. ¿Azar o plan cósmico? El caso es que, al final, la vida siempre surge de la muerte.

The Seeds #3 (2020).

Esta constante yuxtaposición de la naturaleza y la tecnología recupera de nuevo el dilema entre lo “real” y lo artificial tan caro a Nocenti, y además le permite ilustrar el tema del neoludismo, que aborda aquí como una posible salida (con moderno Arca de Noé y todo) a la catástrofe causada por la Humanidad en su propio planeta.

La respuesta es antisistema, sí, pero dentro de un contexto de solidaridad, compromiso y responsabilidad. Desde su primerizo Longshot hasta sus últimos trabajos en Dark Horse, Nocenti lleva décadas enarbolando en el mundo del cómic la bandera del pensamiento crítico y el inconformismo, pero también la de la voluntad de cambio, la esperanza y la fe en la revolución. Sus cómics nos desasosiegan porque pretenden despertar nuestra conciencia para que, una vez concluida la lectura, nos levantemos del sillón y salgamos a las calles.

Así sea.

Bibliografía citada/recomendada

  • Longshot, con Arthur Adams (Marvel, 1985-86)
  • Web of Spiderman Annual #2, con Arthur Adams(Marvel, 1986)
  • Daredevil, con John Romita Jr. (Marvel, 1987-91)
  • Someplace Strange, con John Bolton (Epic, 1988)
  • The New Mutants Summer Special: A mutant in Megalopolis, con Brett Blevins (Marvel, 1990)
  • Bloody Mary, con Steve Lightle y Fred Harper (Marvel, 1994)
  • Typhoid, con John Van Fleet (Marvel, 1995-96)
  • Prisoner-X [novela] (Berkley, 1998]
  • The Seeds, con David Aja (Dark Horse, 2018-20)
  • Ruby Falls, con Flavia Biondi (Dark Horse, 2019-20)
Colaborador
Rita Carambola (Colaboradora): Licenciada en Historia del Arte, bibliotecaria de corazón y de profesión, vivo por y para los tebeos. Conductora del Club de Lectura de Cómic El Frenopático (2015-2019). Omnívora cultural. Síndrome de Diógenes. Colecciono marionetas y cuchillos. Twitter

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2 comentarios en “Ann Nocenti: Semillas de insurrección

  1. Un artículo extraordinario. Gracias por escribir sobre Ann Nocenti cuyos guiones de Daredevil fue lo primero que conocí de ella. Y una lástima que no se traduzca la novela Prisoner X para que los que sabemos inglés pudiéramos leerla. Tengo que releer el artículo.

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