Reseña: Las estrellas son legión

Lesbianas en el espacio, el título humorístico derivado de una reseña negativa que Kameron Hurley ha abrazado para su novela Las estrellas son legión, se queda bastante corto. En esta space opera weird hay lesbianas, sí (no puede ser de otro modo en una historia donde solo existen mujeres cis, con una trama cuya base se sustenta en un romance), pero la orientación sexual de sus personajes recibe tan poca atención real que solo una persona que tenga un problema con que las mujeres se enamoren entre sí lo considerará una descripción adecuada (y no irónica).

Portada alternativa con el título humorístico, que Runas también ha aprovechado para una edición especial.

En una historia sobre genocidios espaciales, cruentas guerras imperialistas, traiciones individuales en pos del bien mayor y el desarrollo de la amistad y el afecto entre personas dispares como método para comprender que el renacimiento y la creación de una identidad nueva son posibles, reducirlo todo al hecho inescapable de que cualquier interacción romántica posible en esta civilización será lésbica es demostrar una miopía curiosa. Pero, conociendo un poco el pensamiento de Hurley, la ausencia de hombres que desarrollen los temas que enumero arriba quizá tenga como objetivo agitar esas cabezas.

Las estrellas son legión sigue la historia de Zan, una mujer amnésica cuyo propósito parece ser atacar una y otra vez una misteriosa nave-mundo, el Mokshi, para mayor gloria y control de Lord Anat Katazyrna. En un ciclo continuo de recuperación, entrenamiento, asalto y pérdida de memoria, Zan está tan perdida como el lector cuando comienza el libro. Su ignorancia sobre las costumbres y tecnología de las Katazyrna es perfecta para enseñarnos poco a poco cómo es la vida en la Legión.

Su única constante, lo poco que parece anclarla emocionalmente al mundo Katazyrna, es Jayd, una de las hijas de Anat. Mientras que la memoria de Zan depende de su éxito a la hora de abordar el Mokshi, Jayd parece sumida en sus maquinaciones políticas, manipulando a su madre y a sus enemigas, las Bhavaja, para cumplir un objetivo superior que Zan ha olvidado. El mundo Katazyrna tiene cáncer. Anat pretende retrasar la extinción mediante la conquista y el reciclaje de otros mundos, pero Zan y Jayd tal vez hayan descubierto otra manera de salvarlo. El problema es que, por algún motivo, Zan no puede recordar cómo.

Tanto Zan como Jayd son narradoras, aunque los capítulos de la primera son más numerosos que los de la segunda.

A pesar de que las andanzas de Jayd son muy interesantes, es comprensible que Hurley escoja centrarse en Zan. El misterio de Las estrellas son legión es saber por qué Zan pierde la memoria cada vez que aborda el Mokshi y en qué consistió la traición de Jayd, esa que Zan no puede conocer antes de tiempo o la hará perder la cordura.

Los capítulos de Jayd son algo tediosos por este motivo: hay una referencia continua a esta traición y a muchos otros elementos que la mujer se calla, pero no nos enteramos porque aún no es el momento. Es comprensible que se opte por esta vía, pero no por ello menos tramposo; aquí es donde más se le notan las costuras a la historia. Por otro lado, es fácil pasarlo por alto gracias a la tensión con la que se maneja la trama.

El libro tiene 39 capítulos y está dividido en tres partes que marcan muy bien los tres actos clásicos de cualquier historia, aunque la parte central narra una serie de peripecias a lo largo de un viaje odiseico que pretende reunir a Zan con Jayd. Es durante este viaje, y gracias a las compañeras que se unen a él, cuando Zan comienza a desarrollar una identidad más allá del ciclo que ha llevado a cabo durante años.

El estilo de Hurley es sencillo y conciso, menos seco en esta ocasión que en otros libros suyos, como God’s War. El cambio de textura resulta palpable: esta no es una historia grimdark en la que la Humanidad está condenada a ejercer una horrible violencia, sino una en la que la hermandad y el afecto pueden reconstruir mundos y con un final decididamente hopepunk. La amnesia de Zan le proporciona una pizarra en blanco donde reescribir su propia historia. Sin experiencias crudas que la empañen, su naturaleza inclinada al amor aflora limpia. Es refrescante leer a Zan después de leer a Nyx, la protagonista de God’s War.

Aunque considero que Jayd es un personaje menos interesante (sin duda por su mantra acerca de la traición y la necesidad de ocultar parte de sus motivaciones para no chafar el misterio), no pasa lo mismo con las compañeras de viaje de Zan. Todas son diferentes, con motivos para desconfiar unas de otras y con objetivos distintos. Mientras que Das Muni se mueve por lealtad, Casamir lo hace por curiosidad, incapaz de creer que realmente haya una “superficie”.

Al principio del libro, la acción se sitúa en la capa externa del mundo, la que puede comunicarse con las otras naves y desde la que sus habitantes pueden comprender que viven en una bola de carne flotando junto a muchas otras. En las capas inferiores, sin embargo, las mujeres viven una experiencia completamente distinta y no por ello menos compleja. En la superficie encontramos un ambiente de space opera al uso, un poco más grotesca de lo habitual, pero en el interior del mundo Katazyrna se desvela todo el potencial weird de Las estrellas son legión.

En esta novela, la gestación se lleva a otro nivel.

Las naves-mundo son entes orgánicos con los que sus habitantes han llegado a una relación simbiótica. A cambio de albergarlas en su interior y alimentarlas, las mujeres colaboran con labores de mantenimiento, como las bacterias que pueblan nuestros intestinos. ¿Y cómo lo hacen? Una de las maneras es dando a luz a las cosas que el mundo precisa, lo que explica por qué la Humanidad está compuesta únicamente por mujeres cis.

Creo que este es uno de los puntos más inquietantes de Las estrellas son legión, pero al mismo tiempo uno de los más valiosos. El tropo de la mujer que da a luz a un ser monstruoso tras ser fecundada por una entidad alienígena se ha vuelto muy popular. Una de las obras recientes que lo incorpora tal cual es el fenomenal videojuego Bloodborne, que hace hincapié en la naturaleza horrible de la experiencia.

Mientras que en Bloodborne dar a luz a seres inhumanos hace perder cordura, en Las estrellas son legión se acepta como una parte más de la vida.

Sin embargo, en este libro hallamos el tropo subvertido y explorado. De todas las mujeres que comentan y presencian este hecho, solo Zan, que lo desconocía hasta el momento, se muestra asqueada por él. Es natural y necesario, y por espeluznantes que puedan ser las criaturas que se den a luz, estas mujeres habituadas no lo ven así. Algunas arrullan a sus descendientes sin rasgos humanos como lo harían con un bebé normal y sienten una pérdida profunda cuando es momento de dejarlos marchar para que cumplan su función en la maquinaria de la nave.

Pero las mujeres no están relegadas a este papel de paridoras para un ente superior; este es un libro escrito con intenciones feministas. Las gestaciones pueden detenerse o manipularse, y las gestantes son capaces de intercambiar sus úteros para decidir hasta cierto punto qué desean dar a luz. Algunas desdeñan este acto basándose en la religión que profesan (algún tipo de fe que reverencia a la nave-mundo como un dios) y otras lo defienden argumentando que les permite vivir como desean.

No es casualidad que estos úteros y las personas que los albergan sean causa de guerras y tratados de paz, matrimonios concertados e intrigas. Como en la vida real, quien posee los medios de producción tiene el poder, ¿y qué medio de producción más fundamental que la capacidad de dar a luz a las hijas? Que sean otras mujeres quienes impongan sus voluntades en esta materia solo le añade matices espeluznantes.

No todo es perfecto. A mi entender, el ritmo flojea un poco antes del último sprint hacia el clímax, o quizá es que las aventuras hubieran terminado por cansarme. Hay un suceso en particular que se resuelve mediante algo que creo que no se llega a explicar y que sabe a deus ex machina. El personaje de Jayd puede resultar tedioso, sobre todo porque sigue una línea de misterio forzado que tarda mucho en resolverse.

El libro es una lectura interesante, especialmente para los amantes del weird y los que no se mareen con descripciones de procesos vitales, entrañas y, sobre todo, el parto. No diría que es un libro especialmente gore, aunque sí que es rico en body horror y criaturas y conceptos cronenbergnianos. Su núcleo es un viaje de la heroína vestido de aventuras entre tripas y placentas y alguna que otra intriga intestina (e intestinal), lo que hace que merezca mucho la pena.

Rocío Vega
Rocío Vega (Reseñas/Opinión): Autora de fantasía y ciencia ficción. A veces escribo cómics y juego demasiado (poco) a rol. Adoro los videojuegos y soy especialista en perder tiempo dentro de ellos. Si dudas, probablemente sea sarcasmo.


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Una respuesta a «»

  1. Lo estoy leyendo y he buscado reseñas para ver si era solo yo… porque se me estaba haciendo un pelín aburrido, y solo la originalidad de los escenarios y en parte de la propia historia, me impulsa a terminarlo.

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