Reseña: Viaje a la costa

El mes pasado, cuando en la sala de reuniones de La Nave discutíamos qué lectura fantástica extranjera reseñar para enero, nos encontramos con ciertos problemas para dar con una obra adecuada. Buscábamos algo actual, pero aprovechando también que estábamos abriendo nuevos horizontes con la lectura conjunta de febrero (sobre la que podéis leer aquí), queríamos hablar de una autora que no fuera blanca y anglosajona.

Descartada Helen Oyeyemi (que había sido nuestra primera opción), porque acabó formando parte de las posibles elegidas para la lectura conjunta, se nos ocurrió dirigir el catalejo hacia el país del Sol Naciente. Entre las obras de autoras japonesas traducidas al español nos encontramos mucho realismo y mucha novela negra, pero nada de fantasía (aunque recientemente hemos descubierto que la editorial Quaterni tiene varias obras traducidas de una autora llamada Miyuki Miyake, algunas de las cuales son de fantasía).

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Cubierta de Viaje a la Costa por Nocturna Ediciones.

Entonces, a punto de rendirnos y escoger autora de otra nacionalidad, me vino a la cabeza Kazumi Yumoto, editada por Nocturna Ediciones. Tenía en la pila su obra más conocida, Los amigos, de la que me habían hablado muy bien. Si esa me gustaba tenía intención de leer también Viaje a la costa, porque la sinopsis (con claros elementos fantásticos) me había llamado la atención.

Por eso, después de consensuarlo con mis compañeras, decidí hacer un giro en mis planes y leer primero Viaje a la costa, convirtiéndola en la reseña de enero.

Por ese motivo, hoy en La Nave dejamos a un lado la fantasía más explícita para adentrarnos en una historia sutil de realismo mágico, que es la que nos cuenta esta novela.

Su autora, Kazumi Yumoto, nació en Tokio en 1959. Estudió música, pero se dedicó a escribir para radio y televisión. Su primera novela, Los Amigos, que escribió a los 33 años, alcanzó un gran éxito y ganó los premios Batchelder Award y el Boston Globe-Horn Book. Eso la llevó a dedicarse por entero al mundo de las letras, escribiendo varias novelas tanto para niños y adolescentes como para adultos. En España tiene dos obras traducidas y Nocturna Ediciones prepara el lanzamiento de una tercera.

Viaje a la costa, publicada en Japón en 2010, nos cuenta la historia de Mizuki, una mujer que se reencuentra con su marido fallecido y con el que inicia un viaje para poder arreglar las cosas con él, antes de dejarlo marchar para siempre. La novela alcanzó un gran éxito en su país y fue adaptada al cine por el director Kiyoshi Kurosawa.

Antes de centrarnos en la obra en sí, me gustaría hablar un poco del contexto que la rodea:

En la cultura japonesa, la muerte y el más allá forman parte del día a día. No se trata de algo que se esconda o que se ignore, sino que se abraza como una cosa natural. Ese hecho se refleja en costumbres cotidianas como el O-Bon, la festividad de los muertos, o el Butsudan, un pequeño altar en forma de mueble que muchas familias tienen en sus casa y que está dedicado a recordar y dar culto a familiares fallecidos (podéis leer este excelente artículo al respecto).

El enfoque que los japoneses toman respecto a la muerte depende de la religión que profesan (budismo, sintoísmo o un sincretismo de las dos religiones), pero, sea cual sea su religión, la creencia de que las alamas de los muertos pueden permanecer en el mundo de los vivos o regresar del más allá para arreglar ciertos asuntos está muy extendida entre la población japonesa, especialmente en caso de suicidios, muertes violentas o muertes inesperadas.

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La protagonista de AnoHana rezando ante un Butsudan. Fotograma extraído del anime.

De hecho, son muchas las obras japonesas que usan la premisa del regreso de las almas de los difuntos para arreglar un asunto pendiente antes de desaparecer para siempre. Son ejemplos de ello la serie de anime Ano hi mita hana no namae wo boku-tachi wa mada shiranai, también conocida como AnoHana, escrita por la guionista Mari Okada, o el manga Nieve en verano, de la mangaka Haruka Kawachi.

Esas historias pueden tener distintos enfoques, como el de la aceptación del fantasma como algo natural (historias de realismo mágico), la visión del mismo como algo extraño o ajeno a la realidad (fantasía), o el uso del fantasma como un ente maligno (terror).

Viaje a la costa formaría parte del primer grupo.

Para aquellos que no estéis acostumbrados al término o no lo conozcáis, las obras que se inscriben en el realismo mágico son aquellas fundamentalmente realistas pero en la que aparecen entidades sobrenaturales, imposibles o mágicas que son aceptadas con total normalidad por los personajes. Además, en estas obras también hay una fuerte presencia de lo sensorial como parte de la percepción de la realidad.

La novela de Yumoto es una historia de fantasmas, pero no es una historia de fantasmas al uso. El fantasma de Yusuke, marido de Mizuki, no regresa para vengarse, ni para asustar, sino para cerrar un ciclo. La autora no busca  generar terror con su historia sino hablarnos de sentimientos y exaltar la propia vida. Además, lo que convierte la historia en una de realismo mágico es la total aceptación por parte de Mizuki de que su marido haya regresado de entre los muertos. Ella ni siquiera se plantea que eso sea o no posible, sino que abraza ese regreso con naturalidad e incluso con alivio. En ningún momento se pregunta si ha enloquecido o si lo que está pasando está fuera de toda lógica, sino que para ella es algo normal.

En ese sentido, y de algún modo, Viaje a la costa podría incluso llegar a considerarse una novela realista a ojos japoneses, porque nos habla de un suceso que aunque desde nuestro punto de vista pueda parecer fuera de la razón, en ese país está ampliamente aceptado.

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Imagen promocional de la película (título en inglés).

La novela empieza cuando una noche Yusuke aparece de repente en la casa de ambos. Yusuke lleva desaparecido tres años y Mizuki no tiene ni idea de dónde ha estado todo este tiempo. Ella lo ha estado buscando sin conseguir nada, pero después de pasar por una depresión, decidió aceptar su marcha y ahora intenta rehacer su vida.

Con su regreso, Yusuke trae una terrible confesión: el día de su desaparición se lanzó al mar y murió, y su cuerpo fue devorado por los cangrejos. Durante los tres últimos años ha estado viajando de un lado para otro intentando regresar a casa.

A pesar de saber que el que ha regresado no es más que el fantasma de Yusuke, Mizuki se siente incapaz de dejarle marchar por segunda vez y por eso acepta la propuesta que él le hace: la de iniciar un viaje juntos para regresar al lugar en el que él se suicidó. No será una gran aventura, ni siquiera un nuevo inicio, sino un modo de redimirse y de arreglar las cosas que quedaron en el aire tras la repentina desaparición de Yusuke, antes de que él se marche para siempre.

De hecho, la novela apenas da detalles del tiempo que toma este viaje ni de los lugares que el matrimonio visita, más allá de las relaciones que establecen de algunas de las personas que se cruzan en su camino. Porque en realidad lo que ocurre en el exterior no tiene demasiada importancia y el objetivo de la novela no es contárnoslo, sino hablarnos del cambio interior que el viaje supone para la pareja.

Gracias a la segunda oportunidad que reciben, Mizuki y Yusuke pueden hablar de muchas cosas que estando él en vida no pudieron llegar a decirse. Salen a la luz detalles del matrimonio que demuestran que a pesar de las apariencias este nunca fue idílico. Pero ninguno de los dos se lo reprocha, sino que se lo toman como un aprendizaje, como la oportunidad de seguir conviviendo juntos para conocerse un poco mejor el uno del otro mientras saborean los pequeños placeres de la vida.

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Cartel de la película original en japonés.

Una de las cosas más curiosas de la novela es que, a pesar de ser un fantasma, Yusuke es totalmente corpóreo y visible para el resto de la gente; incluso puede sangrar, necesita comer para seguir siendo corpóreo y le crecen el pelo y la barba. Solo unos pocos, que también son como él, conocen su verdadera condición. Y es que en el mundo que crea Yumoto son muchos los muertos que no han emprendido su viaje al más allá todavía y que siguen conviviendo con los vivos, incapaces de dejar ir a las personas que quieren o a las cosas que amaron estando en vida.

Se trata de una novela corta y con un estilo muy sencillo, narrada en primera persona a través de los ojos de Mizuki. Eso sí, es una narración muy japonesa, no apta para todos los lectores. La acción es mínima, centrada en pequeñas escenas cotidianas, como pueda ser la descripción de Mizuki cortándole el pelo a Yusuke o que ella contemple un salto de agua escondido en el bosque. También en conversaciones que pueden parecer banales, pero que en realidad buscan mostrarnos el modo de ver el mundo de los personajes.

Tenemos un primer capítulo introductorio, en el que Yusuke y Mizuki se reencuentran y deciden emprender juntos ese último viaje. Ese primer capítulo tiene lugar en la cocina de la casa del matrimonio y gira entorno una escena tan cotidiana como es la de Mizuki preparando shiratama, un dulce típico japonés, y a Yusuke comiéndolo mientras hablan.

A ese capítulo le siguen otros cinco capítulos que narran distintos momentos de su viaje. Los capítulos 2, 4 y 6 nos cuentan diferentes encuentros que el matrimonio tiene con otros personajes, algunos de ellos fantasmas también. Yusuke y Mizuki crean fuertes vínculos con todos esos personajes, llegando a vivir y a trabajar con ellos. Pero llegado cierto momento siempre tienen que abandonar la tranquilidad de la vida que llevan y proseguir su viaje.

Los capítulos 3 y 5 se centran en hablarnos del pasado de los dos protagonistas y a sacar a relucir detalles de su relación.

Para terminar, tenemos el capítulo 7, que actúa como desenlace.

Encontramos en la novela muchos elementos de la cultura japonesa de la pareja. Incluso podríamos decir que la mayoría de personajes son estereotipados con la intención de mostrarnos el típico matrimonio japonés.

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Cartel de la película en Francia.

Mizuki es una mujer de 38 años que después de casarse con su marido dejó de trabajar y se convirtió en ama de casa, mientras que Yusuke era un profesor de odontología con problemas de salud y socialización que pasaba el día fuera de casa, y al que tanto su vida profesional como su vida personal llevaron al borde del colapso.

Ella es cándida y servicial, y nunca se mete en los asuntos de su marido, mientras que él es serio y distante, y suele tratarla con cierta condescendencia. Esas actitudes forman un muro entre los dos, convirtiendo el matrimonio en una convivencia pacífica pero fría de algún modo.

La falta de comunicación en la pareja antes de la muerte de Yusuke es evidente y fue una de las cosas que lo empujó al suicidio. Yusuke tenía la certeza de que su mujer no lo comprendía y, por los recuerdos que se nos muestran, había un importante distanciamiento entre los dos.

Cuando se ahonda en el pasado de los protagonistas, descubrimos que incluso su relación fue problemática en sus inicios. Sus familias no acababan de ver con buenos ojos aquel matrimonio y, de hecho, Yusuke no se casó con Mizuki hasta que su madre hubo muerto.

Por eso, cuando Yusuke desaparece, todos (incluso la misma Mizuki) creen que él se ha ido con otra mujer (algo que es relativamente frecuente en Japón). Aun así, y cuando se descubre que Yusuke realmente sí tenía una amante, en lo único que puede pensar Mizuki es en que ojalá su marido hubiese sido feliz con esa otra mujer.

Otra cosa que llama especialmente la atención de Viaje a la Costa son la multitud de elementos sobrenaturales, simbólicos y sensoriales que aparecen en ella.

Los sueños tienen una fuerza especial a lo largo de toda la historia, siendo a veces proféticos y a veces abriéndonos la puerta a experiencias pasadas de los protagonistas.

“Tuve una vez un sueño en el que trabajabas en una especie de granja en algún campo. Algo así como una bodega… […]. Por eso, gracias a ese sueño, estaba segura de que seguías vivo”.

El agua tiene mucha importancia durante todo el viaje y rodea a la pareja allá donde van (quizás relacionado con el elemento sui, que en la filosofía japonesa de los cinco elementos se asocia a la adaptabilidad al cambio). Mizuki cuenta en todos los capítulos como se duerme escuchando el sonido del agua, ya sea el agua del mar, la de un río o la de la lluvia. Y cuando este elemento desaparece, el lector entiende que el final de la historia está próximo.

“Habíamos pasado mucho tiempo rodeados por el sonido del agua y ahora sólo oíamos el viento”.

Otro detalle sensorial remarcable es que, en determinados momentos importantes de la trama, Mizuki siente una especie de zumbido eléctrico en el aire que parece estar relacionado con Yusuke y con la muerte llamándole.

“Me quedé un buen rato mirando fijamente el horizonte oscuro. Y agucé el oído por si, entre el rumor rítmico de las olas, oía la voz del cangrejo llamando a Yusuke. Pero sólo capté unos silbidos parecidos a los que emite un cable eléctrico cuando se balancea: zum, zum, zum…”.

También aparecen algunos elementos religiosos relacionados con el regreso de Yusuke de entre los muertos.

Uno de ellos es la idea de que la vuelta de Yusuke está relacionada con la transcripción de un Sutra que Mizuki realizó durante su ausencia. La transcripción de Sutras es una práctica budista que se usa para alcanzar la iluminación y consiste en copiar sobre papel de arroz los discursos de Buda (Sutras). De hecho, lo primero que le dice Yusuke antes de que emprendan el viaje es que si ella en algún momento quiere regresar, lo único que tiene que hacer es quemar las hojas del Sutra.

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Transcripción de Sutras. Fotografía de David Esteban. Fuente: Un español en Japón.

Otro elemento remarcable es el hecho de que Yusuke desapareció en el Obon, la festividad japonesa para honrar a los espíritus de los muertos. Concretamente lo hizo durante el Gozan no Okuribi, que es la culminación del Obon en la ciudad de Kioto y que tiene lugar el 16 de agosto. Esa fiesta, que consiste en encender grandes hogueras alrededor de la ciudad, celebra el momento en el que los espíritus de los familiares difuntos abandonan el mundo de los vivos, que han visitado durante el Obon, y regresan al mundo de los muertos.

Por último, tenemos la referencia que se hace a la Escalera de Jacob, estructura por la que los ángeles ascendían y descendían del cielo, en un momento de la novela.

En conclusión, Viaje a la costa se trata de una bonita historia sobre sentimientos, sobre la aceptación de la muerte como parte de la vida, sobre las segundas oportunidades y que, además, es ideal para conocer un poco más sobre la cultura japonesa y la visión de la relación de pareja en ese país. Una historia en la que el viaje no es lo importante, sino lo que los protagonistas aprenden realizándolo. Además, le da una vuelta de tuerca a las historias de fantasmas que vuelven del más allá, montándonos un mundo en el que vivos y muertos conviven con normalidad.

Una historia que seguro que disfrutarán los amantes de las historias tranquilas, cargadas de costumbrismo y simbolismo, pero también aquellos que busquen algo diferente o un modo de acercarse un poco más al mundo de la pareja y de la muerte en Japón.

puntuacion3

Anna Roldós
Anna Roldós (Reseñas/Novedades/RRSS): Irilaya. Química de formación, librera de vocación; me leo hasta los prospectos de los medicamentos. Enamorada de Japón, del manganime, de los videojuegos, de la animación y de la ilustración. Me encanta la ci-fi. También escribo.

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2 respuestas a «Reseña: Viaje a la costa»

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