Reseña: Kalpa Imperial

Se dice que las tres voces femeninas más importantes de la ciencia ficción hispana son Elia Barceló, Daína Chaviano y Angélica Gorodischer. Siendo española, es imposible no conocer a nuestra querida Elia, y a Daína Chaviano hemos tenido la suerte de poder disfrutarla a este lado del charco hace muy poquito, gracias a Huso Editorial, que nos ha traído sus Extraños testimonios. Así que, cuando nos tocó programar nuestro mes de reseñas de ciencia ficción clásica, fui directa a por Gorodischer, porque era la que menos conocía de las tres. Y porque siento debilidad por nuestras compañeras americanas, qué demonios.

Portada de la edición integral de Kalpa Imperial, editada por Gigamesh en 2000.

Sin embargo, ¿cuál es la obra de Gorodischer más accesible en España? Sí, Kalpa Imperial. ¿Y es Kalpa ciencia ficción? Pues no. De modo que he aquí la segunda trampita que voy a cometer, y ya van dos seguidas con la del mes pasado y El cuento número trece. Lo siento, en serio. Me habría encantado poder echarle el guante a Trafalgar, por ejemplo, que es ciencia ficción de verdad y otra de sus poquísimas obras que ha pisado alguna vez nuestro país; pero no me ha sido posible (de hecho, acabo de descubrir ahora mismo, mientras escribo esto, que Sportula la reeditó el año pasado y estoy rabiando bastante por no haberme enterado antes). Es una auténtica lata esto de que, aunque compartamos el mismo idioma, nos quede tan lejos lo que se hace al otro lado del Atlántico y nos perdamos tantas cosas.

De todas formas, por lo que he leído, es probable que Kalpa y Trafalgar compartan más aspectos de los que parece, aunque los escenarios en los que se desarrollan sean tan distintos. Y aquí lo que importa en realidad es Angélica Gorodischer y el hecho de que, quienes no la conozcan, ni a ella ni a su extensa obra, puedan ponerle remedio.

Kalpa Imperial es en realidad una colección de relatos que originalmente fue publicada en Argentina en dos volúmenes separados: el Libro I (La casa del poder) y el Libro II (El Imperio más vasto), allá por los años 80. En 1990, Martínez Roca publicó en España una edición integral con los dos libros en uno, y Gigamesh volvió a editarla en el año 2000. Son en total once relatos, cinco pertenecientes a La casa del poder y seis, a El Imperio más vasto; pero, aunque suelen tener un planteamiento muy similar, lo único que comparten todos ellos es el hecho de estar ambientados en ese Imperio sin nombre, el Imperio más vasto y más antiguo que ha conocido el hombre.

Ese es uno de los puntos fuertes de Kalpa y lo que más me ha hecho disfrutar la lectura: todos los relatos menos uno están narrados por la voz en off de un cuentacuentos del Imperio, que le explica la anécdota de turno a un grupo de oyentes (nosotros) en la calle. A veces hablan de un periodo histórico en general, otras veces de un episodio muy concreto de la vida de una persona muy concreta, o del papel de una determinada ciudad a lo largo de los siglos… pero Gorodischer lo maneja con tanta habilidad que, de algún modo, puedes «sentir» que no siempre es el mismo cuentacuentos el que habla y que, aunque algunos compartan ciertas técnicas propias de su oficio, cada uno tiene su estilo y su carácter, y estos se reflejan en su forma de narrar.

Como buena aficionada que he sido toda mi vida a los cuentos, estos pequeños detalles han hecho que devore Kalpa Imperial a una velocidad que ni yo misma me esperaba, y eso que este es un estilo que no siempre funciona. Es complicado encontrar un buen equilibrio que no haga cargante un texto donde casi todo es narración y apenas hay diálogos que lo aligeren, pero Gorodischer lo consigue a base de carisma, cercanía y algún que otro truco que da un poco más de personalidad a algunos relatos, rompiendo la monotonía.

Portada original de Kalpa Imperial I: La casa del poder, editada por Minotauro Argentina.

Ejemplo de esto último es «Las dos manos», donde el cuentacuentos se niega a narrar la historia del usurpador sin nombre que acabó con Orbad, el último Emperador de los Oróbeles, y su punto de vista se va intercalando con el del archivista imperial y algunos testigos directos de lo sucedido: una doncella y un oficial de la Guardia. O «Retrato de la Emperatriz», donde la voz del cuentacuentos se entrelaza con la de la propia Emperatriz Abderjhalda, que previamente le contó a él su historia. En «El fin de una dinastía o Historia natural de los hurones», el cuentacuentos tenía tanta chispa que estaba constantemente apelando al público (no de la forma más amable, he de añadir); detalle que, junto a la trama y los personajes, hicieron de este relato mi favorito de toda la colección. Y en «El estanque», en vez de ceñirse a una historia más o menos lineal, el cuentacuentos se las ingenia para entretejer las tramas de cuatro personajes diferentes hasta alcanzar el desenlace.

Otros relatos son un poco más convencionales en su forma, pero interesantes en su contenido. «Retrato del Emperador», que es el que abre Kalpa Imperial, narra con bastante simpatía la resurrección del Imperio después de casi extinguirse. En «Acerca de ciudades que crecen descontroladamente», la protagonista no es ninguna persona, sino la propia capital del Imperio, a través de los siglos, desde que se fundó hasta el momento presente del cuentacuentos. Y en «Así es el sur», a pesar de narrar también la vida y obras de uno de los emperadores desde mucho antes de que soñara siquiera con serlo, el tono da un giro radical y se vuelve mucho más místico, más críptico, adaptándose a la «espiritualidad» del mundo del que habla. Estos dos últimos son quizá los que más largos se me han hecho, porque no son tan ligeros como los demás, pero están tan bien estructurados y ejecutados que los disfruté igualmente.

No obstante, en Kalpa no es oro todo lo que reluce y, como pasa siempre con las antologías, también hay algunos relatos que, integrados en el conjunto, se sienten más flojos o son más olvidables. Es el caso de «Sitio, batalla y victoria de Selimmagud», «Y las calles vacías» y «Primeras armas». Los dos primeros solo tocan temas imperiales de forma tangencial, el tercero no llega siquiera a eso y los tres son, en general, los más insulsos, con unas tramas menos elaboradas y centrados en cosas tan nimias que no terminan de encajar con el resto de relatos. Tienen la ventaja, eso sí, de ser los más breves de la colección.

Dejo para el final «La vieja ruta del incienso», no solo porque es el último relato de Kalpa, sino porque se aleja por completo de todos sus compañeros. Es el único que no está narrado por un cuentacuentos (a pesar de que en él se narran cuentos extraoficialmente), sino por la propia Gorodischer sin más, y también es el único que hace pequeños guiños a nuestro mundo y nuestra realidad, de una forma que casi se podría considerar paródica. Esto le ha dado un tono muy distinto, que rompe con la solemnidad y la seriedad planteadas a lo largo de toda la colección. Como lectora, tengo sentimientos encontrados al respecto. Me ha arrancado alguna que otra carcajada y el relato en sí es bueno, con una buena historia, muy original en los detalles, y unos personajes vivaces y entrañables. Pero también me ha chirriado demasiado comparado con los demás como para poder decidir si me ha gustado o no como broche final de la colección.

Portada original de Kalpa Imperial II: El Imperio más vasto, también de Minotauro Argentina.

Al centrarse más en ciertos acontecimientos que en quienes los protagonizaron, no hay demasiados personajes destacables en Kalpa Imperial. Ellos son peones al servicio de la trama, las herramientas del cuentacuentos, aunque no por ello se sienten en ningún momento como muñecos de cartón. Mención especial merecen Livna’lams, el Emperador niño de «El fin de una dinastía o Historia natural de los hurones», la Gran Emperatriz Abderjhalda de «Retrato de la Emperatriz» y Liel-Andranassder, el curioso protagonista de «Así es el sur». Los tres están muy bien trabajados, tienen una personalidad sólida y están rodeados por secundarios igualmente interesantes. Livna’lams y Liel-Andranassder, además, muestran una evolución personal muy marcada a lo largo de sus respectivas historias, dándoles aún más valor. «El estanque» y «La vieja ruta del incienso», al ser relatos más corales, tienen también un elenco más variado y consistente. Y no me olvido tampoco de Bib, ese chaval inquieto y desobediente que rescató al Imperio de debajo de sus propias ruinas y volvió a levantarlo por pura cabezonería, en «Retrato del Emperador».

Aunque tiene algunos aspectos que delatan su edad (profusión de señores lascivos a los que les gusta forzar jovencitas y profusión de mujeres que son usadas como moneda de cambio y tienen que sobrevivir prostituyéndose, por poner un ejemplo), se agradece que en la historia del Imperio más vasto conocido por el hombre no se obvie por completo el papel de las mujeres. No solo se nos habla de varias emperatrices muy destacadas, a veces buenas, a veces malas, sino que también reflexiona sobre la diferencia clara entre el puesto que ocupan las mujeres en la sociedad del norte y el que ocupan en la sociedad del sur, bastante más respetado.

De hecho, esta distinción norte-sur es uno de los pocos elementos recurrentes que encontramos en los relatos de Kalpa Imperial: la violencia con la que el norte somete al sur, las constantes revueltas, la dicotomía civilización-barbarie, arrogancia-tradición… Estos guiños, así como la huida del maniqueísmo, las reflexiones sobre el arte de gobernar o el arte de comprender el mundo y a sus gentes, los peligros de la venganza y la fuerza de la resolución, son el marco sobre el que se levanta este Imperio que, en el fondo, poco tiene de ficticio.

Por último, solo añadir que si estos relatos funcionan es porque la propia Gorodischer es una cuentacuentos excepcional, que conoce muy bien las peculiaridades de la tradición oral y las aplica de maravilla. No tienen nada ver la voz del archivista, clara, concisa, clínica, con la del chismorreo campechano de la doncella o del oficial, o con la de la Emperatriz Abderjhalda, que habla con la sabiduría del pueblo llano, o con la de los propios cuentacuentos, vehículos de la memoria colectiva, con sus giros, sus florituras y su rica retórica. Leer Kalpa es una gozada porque te puedes ver perfectamente allí, a los pies del cuentacuentos, en la plaza, en la calle o donde sea, escuchando. Lo que te aburra o no la historia de turno ya es cuestión de cada cual.

Al principio he dicho que Kalpa compartía aspectos con Trafalgar, y es que creo que este sistema de narración oral es el que marca también esta obra, con la diferencia de que allí las historias transcurren en el espacio, en vez de en un Imperio fantástico. Elijáis el escenario que elijáis, dadle una oportunidad a Gorodischer si aún no la conocéis, porque merece mucho la pena.

puntuacion4

 

Pilar Caballero
Pilar Caballero (Reseñas/Corrección): Dikana en el ciberverso. Humanista, escritora y multitasking editorial, fan del storytelling en cualquiera de sus formatos. Criada en el terror, formada en la fantasía y ahora enamorada de la ciencia ficción. Me dedico a reseñar todo lo que caiga en mis garras como si no existiera el mañana.

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