Reseña: Superluminal

Hace cinco años escribí una reseña sobre una multipremiada novela que apenas se podía encontrar ya en saldos de librerías. Cinco años después, puedo volver con otra de la misma autora, reeditada tras cuarenta años, y que podéis pedir sin problema en cualquier librería. Tratándose de mí, no podía ser otra que Vonda McIntyre, y la obra de la que os hablaré a continuación, Superluminal, con una nueva traducción a cargo de Rosa María García y prologada por Lola Robles, ahí es nada.

Robles da en su texto, de hecho, todas las claves para descifrar esta obra. La describe como extraña, oscura y fascinante. Habla del sentido de la maravilla y el transhumanismo, del feminismo y la reflexión colonial, del desdoble espacio-océano. Y, sin duda, todo eso es cierto. Ahondemos un poquito en cada uno de estos aspectos.

Cubierta de Superluminal.

Superluminal empieza tras la operación de Laenea. Una operación en la que han cambiado su corazón por otro artificial, uno que le permitirá ser piloto y mantenerse despierta durante el tránsito, el momento del viaje espacial en el que viajan a una velocidad superior a la de la luz. En ese momento, la vida de Laenea cambia por completo: las pilotos se mueven en una jerarquía superior y sus amistades quedan atrás. Y en su proceso de adaptación a sus nuevas condiciones conoce a Radu Dracul.

Radu Dracul es un mero tripulante y procede de un planeta colonizado en el que una plaga arrasó la población hace unos años. Radu Dracul es el único que enfermó y sobrevivió. Y allí estuvo Laenea, en el equipo de salvamento, junto a los médicos que aislaron los criptovirus y sintetizaron la vacuna. Y Radu no se ha olvidado de ella.

No puedo evitar la comparación entre Serpiente y Arevin, de Serpiente del sueño. Un hombre prendado por una extranjera, por una acción salvadora, que le hace seguirla hasta hallarla de nuevo. No es mi tropo favorito de McIntyre pero, una vez lo aceptas, todo lo demás funciona solo.

Por su inicio, Laenea parece ser la protagonista de la historia, pero, en un momento dado, es Radu quien toma las riendas de la acción. Aunque quizá la expresión no sea la más adecuada. Radu no tiene muy claro qué quiere y a dónde va, ni siquiera cuando tiene una misión concreta que seguir. Es una persona en una búsqueda constante de algo que dé sentido a su existencia. Cuando sobreviviste sin explicación a una enfermedad mortal, no es de extrañar su situación.

Pero esto es solo la superficie. Superluminal se adentra en las profundidades de lo desconocido y nos deja situaciones de lo más chocantes. Y es que hay muchas cosas de la sociedad que plantea McIntyre que desconocemos. En primer lugar, esa diferencia social entre pilotos y tripulantes, que llega a ser casi un repelente físico. La manera de hablarse y socializar es extraña, al igual que la relación de las buceadoras con las terrestres. Las buceadoras son humanas que fueron modificadas genéticamente para vivir bajo el agua, aunque son seres anfibios. Hay ahí un cisma y un viejo enfrentamiento que la autora dejará entrever entre conversaciones.

Y, entre toda esa tensión, está el tránsito. Algo de lo que todo el mundo habla, pero nadie sabe describir, ni siquiera aquellas que lo han experimentado. Superar la velocidad de la luz cambiando a la cuarta, la quinta, la sexta dimensión, es una práctica que cada cual percibe de manera diferente, inenarrable. Ahí es donde McIntyre explota con fuerza el sentido de la maravilla, al igual que en la relación de Orca, una buceadora, con los mamíferos marinos. Recrea situaciones bellísimas, casi mágicas, dando rienda suelta a la imaginación.

Vonda McIntyre en el palacio de Versalles. Fuente

Junto a todo eso, en Superluminal encontramos otros temas recurrentes de la autora, como son el biocontrol, esta vez centrado en las pilotos: con el corazón artificial, Laenea y sus compañeras son capaces de controlar la presión sanguínea y las reacciones de su cuerpo, lo que les permite acomodarse con mayor facilidad a las exigencias del tránsito. También está la cuestión de la libertad sexual y el poliamor, y cómo se trata a personas procedentes de otros planetas. Entran ahí las reflexiones sobre el colonialismo y sus implicaciones, aunque no profundiza mucho en ellas.

Como hemos visto, Superluminal es una obra que da pie a hablar de muchos temas, si bien se centra en la relación entre Laenea y Radu Dracul y en cómo encontrar aquellas naves que se pierden durante el tránsito. Es, por tanto, también una novela de investigación, donde la desesperación a veces se adueña de la escena y que finaliza con el planteamiento de un cambio que deja la puerta abierta a la imaginación.

Ya pasaba con Serpiente del sueño, además del caso del amor instantáneo, y es que es una novela alejada del ritmo actual de lectura. No esperemos una obra repleta de acción y de un ritmo desorbitado. Es una obra calmada, que se recrea en los detalles y en las conversaciones. Lamentablemente, la maquetación y la falta de cuidado del texto dificultan el disfrute de la que es, por otra parte, una novela que destila sentido de la maravilla, que se recrea en la inmensidad y el terror del espacio, en aquello que no vemos, pero ansiamos, en los lazos que nos unen en la distancia.

Para mí siempre es un gusto leer a McIntyre y con Superluminal no ha sido menos. Ojalá que se sigan recuperando sus obras. Por desgracia, ya no podremos preguntarle por qué uno de los personajes principales de esta obra tiene el nombre del hermano menor de Drácula.

Laura S. Maquilón
Laura S. Maquilón (Novedades/Fichas de autoras): Escritora ofídica. Correctora y diseñadora profesional. Reseñista en Más que veneno y Libros Prohibidos. Coorganizadora de la iniciativa #LeoAutorasOct. Le gusta soñar con mundos mejores. Desvaría en Twitter.

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