Estamos en tiempos en que la realidad asusta más que cualquier fantasía retorcida, y por eso quiero hablar del tipo de libros que más miedo me da y por qué la trilogía de la precariedad de Enerio Dima es mi favorita del género.
El terror era un género que yo creía que no me gustaba, al igual que me ha pasado en otros géneros, porque no estaba encontrando las obras que eran para mí. Siempre odié el cine de terror y las obras más comerciales. El que me encontraba siempre era el gore, el violento, asqueroso. Y solo me generaba eso, asco, más pena que angustia. Me dejaba mal cuerpo, enfado y miedo durante días (o peor, noches). El que a mí me gustaba era más psicológico, en el que las amenazas eran más sutiles, en el que había que usar más la imaginación. Ese sí me dejaba esa sensación catártica, la satisfacción de pasar por la tensión y verme después en una realidad más a salvo. El terror psicológico, en el que más que morir o el dolor físico da miedo todo lo demás, el que te hace pensar qué harías en esa situación porque es algo que sí podría pasarte.
En parte no me gustaba porque percibía una fijación con lo que debía ser el terror para ser digno. Solo debía asustar, ser violento y cruel, regodearse en torturar al lector y a sus personajes.
Para empezar, algo que dijo la propia Enerio: el terror no tiene por qué dar miedo. Ante todo es un género literario para hablar de los miedos, las cosas que asustan en general o a quien ha escrito esa historia. Importa más el tono y la ambientación que simplemente los hechos pensados para desagradar. Al fin y al cabo cada persona es diferente y se impresiona por cosas distintas y en distinto grado.
Como comentan en este capítulo del podcast de la Nave, el terror clásico de autoras suele resistir mejor al paso del tiempo porque hablan de los que a ellas les daba miedo, unas circunstancias que por desgracia han cambiado poco: la maternidad y la familia, la violencia, el abandono, el rechazo, la enfermedad y el rechazo que conlleva, el miedo a lo desconocido o a perder el control… Mary Shelley, precursora de este género, estaba tan habituada a la muerte que eso no la asustaba, pero sí que los avances científicos y el morbo se descontrolasen, corrompiendo la vida misma. Al final más que solo asustar buscaban advertir. Igual ocurría con los cuentos y leyendas populares que contaban las madres a sus criaturas, historias precursoras de muchas de este género donde lo sobrenatural escondía una enseñanza.

Ilustración del libro de Frankenstein de Mary Shelley.
Creo que la primera en la que leí algo así fue Nahikari Diosdado, con su relato Mamá, el cerdo me mira mal. A través de una trama muy siniestra, casi de terror cósmico se hacen metáforas con el miedo que produce en una niña los cambios de la pubertad, no solo porque en sí mismos impresionan, sino por todo lo que implican en la sociedad en la que por desgracia todavía vivimos. Una especie de Caperucita Roja menos sutil. Otro de sus libros, Desollada, también habla de los terrores de la adolescencia, en este caso la inseguridad y problemas de imagen, encarnados muy gráficamente por una pérdida progresiva de la piel.
One love de María Angulo Ardoy, aunque no está catalogado como terror porque parte de un supuesto de ciencia ficción en el que las mentes se pueden transferir, para muchas fue muy terrorífico. Explica con mucha claridad cómo es ir perdiendo autonomía en una relación que se vuelve abusiva muy poco a poco. De forma parecida, en el relato Casa encantada… de ayudarte, de Coral Carracedo, se habla del miedo a perder el control de la propia mente, dejando de ser quien eres.
El pasado es un cazador paciente, de Laura S. Maquilón, tampoco es sólo terror, pero sí tiene un ambiente muy desolador, distópico. Habla de los miedos a la pérdida de identidad, la propia y la común, el miedo a que la sociedad nos engulla y no podamos cambiar lo que está mal, el miedo al pasado y los remordimientos, todos ellos tomando forma y atacando incluso muchos años después.
Uno que nos dejo una enorme inquietud a las personas con útero fue El cuento de la criada, de Margaret Atwood, porque esa amenaza de que perdamos toda autonomía si retrocedemos en materia de igualdad está siempre ahí. Y como han apuntado las mujeres racializadas, para ellas ha sido algo más real. En la saga de La tierra fragmentada de Jemisin se ahonda más en este abuso y control hacia el diferente. Estas novelas me causaron mucho más desasosiego que cualquier película de asesinos en serie, incluso aunque algunas no se consideren del todo terror.

Portadas de Mamá, el cerdo me mira mal, Desollada, One Love y El pasado es un cazador paciente.
Los libros que más me han impactado con estos temas y de los que quería hablar sobre todo son la llamada trilogía de la precariedad de Enerio Dima. Realmente no es una trilogía como tal porque no están ambientados en una misma línea temporal ni comparten hechos o personajes. Pero sí tienen muchas cosas en común. Las protagonistas son mujeres invisibles: una madre soltera limpiadora, una mujer mayor enferma de pueblo y una joven que no encuentra trabajo ni estabilidad. Todas viven en España y su mayor enemigo es la precariedad.
En Micosis se cuenta la expansión de una pandemia global, y ojo que esto lo hizo antes de la del virus y en muchos aspectos del comportamiento de la gente acertó bastante. Lo hace desde la perspectiva de una mujer sencilla y normal en la que nadie se fijaría ni esperaría que tuviese ningún papel importante. Los síntomas de la enfermedad y las reacciones que causa tanto en quienes la padecen como en sus allegados se parecen mucho a las de una depresión profunda. La pobre Marga está especialmente desamparada, sin nadie que pueda defenderla y teniendo que luchar por sus hijos siendo una madre divorciada con padre negligente. La empatía que genera es total, incluso aunque tome decisiones un poco reprobables se puede entender su desesperación por no querer perder lo poco que tiene y por no perderse a sí misma. La narración también es maravillosa y original, apelando a quien lee para que piense qué haría en su lugar.
La última mujer de la Mancha es bastante explícita desde el título. Su protagonista está sola en toda la amplitud de la palabra, aunque en cierto modo ya lo estaba antes, pero ahora ni siquiera ve a nadie en las calles, casas ni ningún lugar. Leo intentará encontrar a alguien o saber qué ha ocurrido, y la intriga en esta historia es constante. Pero donde se pone el foco es en cómo se ha ido vaciando el país, dejando a los mayores desatendidos en los pueblos para ir a la ciudad con promesas falsas de una vida mejor, y cómo una mujer mayor y enferma ha tenido que adaptarse a hacerlo todo por su cuenta. Es atípico y satisfactorio leer a una señora apañárselas bien en una especie de escenario postapocalíptico, con su humor amargo y sus frases que podrían sacarse del contexto y valer en nuestra realidad.
Como final de la saga está Sagato, con la visión de una de esas jóvenes que emigra para poder tener un trabajo. Al lograrlo se encuentra con que en la capital, por mucho que tenga más posibilidades, en realidad no hay tiempo para disfrutar ninguna de sus virtudes porque el trabajo y los eternos desplazamientos absorben todas las energías. Para colmo tiene que vivir en un sitio casi inhabitable, pequeño, semisótano y con problemas de seguridad que ya han afectado a otros inquilinos. Este fue el que más me llegó de los tres, quizá porque su protagonista es la más cercana a mi situación, quizá porque aquí Enerio sobresale. La narración te sumerge por completo, parece un documental que estés viviendo en directo y durante buena parte del libro ni siquiera parece que esté ocurriendo nada sobrenatural, ya que la pobre lo achaca todo, y con razón, al estrés y la tristeza que siente. Poco a poco te atrapa como el zulo a sus inquilinos.

Portadas de las tres novelas cortas Micosis, La última mujer de La Mancha y Sagato.
Leer estas historias se podría decir que me ha cambiado. Al final no es que este tipo de terror sea el único válido, ni el mejor, pero sí uno que no sabía cuánto necesitaba. Además de eso, se trata de buenas historias que me estaba perdiendo porque no las conocía.
La trilogía de Enerio ha sido nominada los tres años seguidos a los premios Ignotus, el mayor reconocimiento a la narración de fantasía, ciencia ficción y terror en español, incluso a pesar de que el terror suele ir a la cola en estos géneros. La última mujer de la Mancha llegó a ganar el premio. Hablar, reseñar y reconocer a estas obras tan importantes ayudaría a que sean más conocidas y no tengamos que seguir perdiéndonos historias que nos interesan y que podrían hacernos cambiar nuestra opinión sobre el terror.

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