Diario de a bordo: arranca el Ansible Fest de Bilbao

Aunque a día de hoy el trono de los festivales españoles de literatura de género lo ocupa sin duda alguna el Celsius 232 de Avilés, siempre es buena noticia ver que también van naciendo cosas nuevas. Eso es síntoma de que el género sigue ganando peso y salud, crece el número de lectores y el público está dispuesto a pedir más. Ya me pareció muy interesante el Festival Niebla que se celebró en Salamanca en 2016, y este año hemos tenido el lujo de poder asistir a la que espero sea primera de muchas ediciones del Ansible Fest, festival de ciencia ficción feminista que tuvo lugar en Bilbao los pasados 21 y 22 de septiembre.

¿Cómo hablar de lo que ha supuesto el Ansible? Buena pregunta, porque dudo que sea capaz de abstraerme lo suficiente como para contároslo de forma neutra. Nada de lo que me ha hecho sentir ha sido neutro. Así que lo que os traigo hoy aquí es una crónica del festival, sí, pero también es un artículo muy personal, con el que me gustaría compartir algunas de las reflexiones que me he traído a casa. Porque esa es la gracia del Ansible, en el fondo: que estaba preparado para hacernos pensar.

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Cartel oficial del Ansible Fest, diseñado por Paw Salcés.

Como voy a centrarme en las ponencias, antes de empezar me gustaría dedicarle un momento a los aspectos técnicos. Decía Lola Robles en su charla de apertura que estaba encantada con el sitio tan distópico que habían elegido las organizadoras, y tenía razón. No ha habido auditorios, ni butacas, ni grandes comodidades, y para llegar teníamos que cruzar una galería tan «entrañable» que posiblemente se convierta en meme para toda la gente que asistimos al festival; pero justo por eso destacó aún más el cariño con el que el equipo del Ansible acondicionó el local para recibirnos. Además de las mesas redondas, hubo distintos talleres, feria editorial y artística, rol en vivo e incluso cuentacuentos por si alguien quería acercarse con sus peques. Teníamos todo lo necesario para estar a gusto, incluso aunque el lugar era pequeño y modesto, o nos quedáramos sin sillas y tuviéramos que sentarnos en el suelo. Y creo que ese es uno de los aspectos que mejor define el espíritu del Ansible: la cercanía, la familiaridad y la espontaneidad. Te hacían sentir como en casa, con la ventaja de tener un montón de mujeres geniales circulando por allí (a las que admiro un montón), charlando, debatiendo y compartiendo. En ese aspecto, el ambiente que se creó me pareció fantástico.

Pero si hay algo que aplaudo del festival y que me caló hondo fue la calidad de las charlas y de las ponentes invitadas. Ya es emocionante de por sí poder asistir a un evento de este tipo donde todas las mesas están llevadas por mujeres, mujeres que hacen cosas, y que hablan de todo. Si encima esas mujeres sacan a la palestra temas de feminismo interseccional, colonialismo cultural, sociología, política, ciencia, y el reflejo de todo ello en el arte en general y la literatura en particular, os puedo asegurar que el viaje a Bilbao quedó más que amortizado.

El Ansible arrancó oficialmente el viernes 21 por la tarde, primero inaugurado en euskera por Ana Isabel Morales, Itxaro Borda y Josune Muñoz, con su charla «Euskal emakume idazleak zientzia-fikzioan» («Escritoras vascas de ciencia ficción»). En ella hablaron de Mayi Pelot, primera escritora de cifi en euskera, nacida a mediados del siglo XX, y de Bihotzean daramagun mundua, de Maite Darceles, la última distopía que ha salido a la venta este mismo año. También se debatió sobre el estado de la ciencia ficción vasca, las posibles causas de la escasez de autoras y la importancia de conocer la genealogía propia y tener acceso a ejemplos (tema con el que enlazaría después Lola, al mencionar no solo la cifi en euskera, sino también en gallego). Iniciativas como el propio Ansible o el grupo de lectura de Zarautz (cifi queer y feminista en euskera) son algunas de las medidas que se están tomando al respecto.

Después, Lola Robles y Laura Huelin presentaron «Hermanas del futuro: mujeres pioneras de la ciencia ficción», que fue en sí misma un recordatorio de que la generación actual de escritoras de cifi no es la primera. Y esto es algo que debemos tener muy presente: ni estamos solas ni carecemos de referentes en los que podernos apoyar. Ya hubo mujeres trabajando en este género, y olvidarlas equivale a borrar nuestra propia historia, cerrar el camino que ellas abrieron y condenarnos a luchar las mismas batallas una y otra vez. La memoria es vital para ayudarnos a seguir avanzando. De modo que Laura nos hizo un repaso por algunas de las precursoras del género en el mundo anglosajón, empezando por supuesto por Mary Shelley, pero sin olvidar otros nombres del siglo XIX o principios del XX tan importantes como Elizabeth Burgoyne Corbett (autora de Nueva Amazonia) o Charlotte Perkins Gilman (autora de Herland, recientemente reeditada y traducida como Matriarcadia por Akal). Hablamos de distopías, utopías, ciencia ficción sufragista, mujeres que teorizaban sobre cómo sería la sociedad de un mundo donde el poder no lo ostentaran los hombres… ¡Y solo habló de las anglosajonas! Cuántas más habrá habido, a lo largo y ancho del mundo; como Rokeya Sakhawat Hossain, autora bengalí de la que ya os hablamos el año pasado en La Nave.

Pero me parece especialmente importante la parte que abordó Lola, porque ella se centró en las autoras españolas, y esa ya es nuestra historia, nuestra herencia. Nosotras también tenemos una trayectoria propia que merece la pena conocer. Me pareció muy interesante que nuestra ciencia ficción fuese más de corte político y social, y que solo después del parón que supuso la Guerra Civil nos empezáramos a alinear con las tendencias que llegaban de Estados Unidos. Esto no es casual: en plena dictadura, no había demasiado margen para las reflexiones sociopolíticas. Pero así nos alejamos de la tradición europea, que siempre ha estado más caracterizada por ello, y solo la ciencia ficción catalana mantuvo una identidad propia, más cercana a Europa. Vamos, que el «porno para ingenieros» no era originalmente nuestro sello, sino las Ciencias Sociales; y resulta irónico que tengamos que estar ahora peleando el valor de estas últimas frente a la cifi hard.

Además, en una sociedad como la de la posguerra española, con su mentalidad y sus roles, donde las ciencias estaban casi vetadas tácitamente a las mujeres… ¿qué ciencia ficción van a escribir estas, si les haces creer que el género no es más que tecnología, ingeniería y ciencias naturales? ¿A quién le importan las naves espaciales cuando acabas de salir de una guerra civil?

También fue interesante (y triste) descubrir que buena parte de las autoras que escribían ciencia ficción durante la segunda mitad del siglo XX desaparecieron del mapa en un barrido que, aunque siempre afecta a toda la comunidad literaria, suele cebarse especialmente en las mujeres. El trabajo de documentación que han realizado Lola y Teresa López-Pellisa para dar forma a la doble antología Distópicas y Poshumanas ha sido bestial, rescatando autoras y relatos que nos permitan recordar a esas pioneras. ¡Y había más! Muchas otras que no pudieron incluir en esa recopilación, pero que estuvieron ahí. Aún nos queda mucho por recuperar, pero tenemos raíces, y eso nos ata más al suelo, nos da estabilidad y nos hace más fuertes.

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Todo el mundo reunido para disfrutar del documental sobre la vida de Le Guin.

No obstante, el plato fuerte del viernes fue la proyección del documental Worlds of Ursula K. Le Guin, de Arwen Curry, con quien incluso tuvimos una pequeña videoconferencia (y a quien también entrevistó Cristina Jurado para el número especial de SuperSonic dedicado a La Maestra que nos dejó este año). Dicho documental fue una pasada; y lo fue porque Le Guin es un referente importantísimo para mucha gente, y Curry nos acercó a su lado más humano: sus inicios, su evolución como escritora y como pensadora, las cosas de las que se arrepentía o que creía que podía haber hecho mejor, su autocrítica, su revisión constante, sus ganas de no dejar nunca de aprender y de crecer. Le Guin no nació sabiéndolo todo, ella no era perfecta desde el minuto uno, hubo mucho ensayo y error, sesgos y asuntos con los que tuvo que aprender a reconciliarse a lo largo de su vida. Pero la lección es precisamente esa, que debemos permitirnos toda una vida para poder madurar. Ahora que vivimos en la inmediatez, que necesitamos ser perfectos y alcanzar nuestros objetivos ya o nos sentimos un fracaso, ahora que de verdad hay gente que cree que esto se acaba a los treinta… es inspirador echar un vistazo a la trayectoria de Ursula y recordar que cada etapa (los treinta, los cuarenta, los cincuenta, los sesenta) traerá sus retos y sus experiencias, y nos enseñará algo nuevo sobre nosotros mismos y sobre el mundo. Aunque no dejemos nunca de trabajar, es necesario ser paciente, porque quizá dentro de diez años sepamos escribir lo que no sabemos cómo expresar hoy. Y la perfección no se alcanza a los treinta; seguiremos aprendiendo hasta el final, siempre que no perdamos la curiosidad y la mirada crítica.

Laura Ponce nos hablaría al día siguiente de los paralelismos que hay entre Le Guin y Angélica Gorodischer, que eran casi de la misma edad y tuvieron que pasar por cosas similares, siendo ese tipo de mujeres que para las predecesoras iban demasiado lejos y para las sucesoras se quedaban cortas. Esas mujeres de «transición», la época que les tocó vivir, la forma en que se tuvieron que adaptar, son también algo que merece la pena no perder de vista, para poder aprender de ellas y ser conscientes del camino que se ha recorrido hasta llegar a donde estamos ahora.

El sábado 22 fue el día grande del Ansible, y empezamos ya fuertecito desde primera hora con la mesa «Fabricando humanxs: reproducción, ciencia ficción y feminismo», en la que Lola Robles, Maielis González y Aurora Ranchal debatían sobre transhumanismo. Decía Lola que, a pesar del desarrollo en este campo y lo lejos que se llega imaginando posibilidades (incluso soñando con la mismísima inmortalidad), parece que pocas veces se le presta atención a la maternidad. Y el control de la reproducción es importantísimo, porque lleva implícito el control de la fuerza de trabajo. Como la ciencia ficción solo va un paso por delante de la ciencia real, se comentó que el debate que estamos teniendo a día de hoy sobre la gestación subrogada podría ser la antesala al debate sobre la viabilidad de los úteros artificiales; y la charla dio lugar a un diálogo interesantísimo que analizaba el asunto desde distintas perspectivas. Porque ¿liberaría esto a la mujer de la explotación que ha sufrido a lo largo de la historia como gestante? Y, como apuntaba Aurora, ¿qué tipo de regulación se establecería, cuando ya estamos viendo que los bebés prácticamente se «encargan» a la carta? En algunos círculos ya se habla de los hijos como si fuesen un producto más, un bien de consumo que puede adquirirse como quien se compra un coche. ¿Y qué papel jugarían los gobiernos? ¿A servicio de quién estaría esto? Maielis nos recordaba que estamos pensando en colonizar Marte, pero ni siquiera somos capaces de mejorar las condiciones del parto o dejar de banalizar la gestación de esas mujeres contratadas para parir los hijos de otra gente. La ciencia no es buena o mala per se, depende del uso que se le dé; pero es el sistema capitalista el que tira de los hilos de este mundo, y sus prioridades no son un secreto para nadie. En caso de que los úteros artificiales se conviertan en una realidad, ¿qué mujeres son las que van a tener de verdad acceso a ello? Incluso en el caso de la gestación subrogada, ¿de verdad es viable sin que haya relaciones de poder implicadas? ¿Sin que haya explotación u opresión de ningún tipo?

La ronda de preguntas aportó otros matices igualmente interesantes (como el tema de la esterilización forzada en personas con diversidad funcional y el derecho de dichas personas a poder elegir sobre la maternidad/paternidad), pero me quedé sobre todo con una reflexión en concreto: ¿acaso nuestra obsesión por la descendencia biológica no lleva implícito el egoísmo de querer conservar nuestros genes, nuestra sangre? ¿Acaso no es una forma de seguir adhiriéndonos al modelo de «familia tradicional», con la pareja estándar y los hijos de su linaje, denostando indirectamente otros tipos de familias o el valor de la adopción? ¿Por qué para muchas personas sigue siendo más apetecible contratar a una mujer del Tercer Mundo para que geste un hijo con sus genes, en vez de adoptar a niños que ya existen y necesitan una familia? ¿Somos conscientes del colonialismo y el racismo intrínsecos en estas dinámicas?

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De izquierda a derecha: Arrate Hidalgo, Yania Concepción y Carla Bataller, en la mesa sobre Afrofuturismo.

Otra de las charlas más potentes del Ansible fue «Afrofuturismo en expansión», donde contamos con Arrate Hidalgo, Carla Bataller y la fantástica Yania Concepción, parte del equipo de Afroféminas y a la que fue un lujazo poder escuchar. En lo personal, fue una de mis charlas favoritas y una de las que considero más importantes y necesarias. Porque ya desde el minuto uno se nos instó a encarar nuestros propios sesgos, cuando, a la pregunta de «¿qué pensáis que es el afrofuturismo?», la mayoría de respuestas giraron en torno a la idea de «que la comunidad negra pueda ponerse a nuestro nivel». Pocas veces somos conscientes de lo interiorizadas que tenemos ciertas cosas. Europa lleva tanto tiempo creyéndose el centro del universo, la cuna de la civilización, el paradigma del progreso y del mundo moderno, que todo lo medimos considerándonos lo ideal por defecto. Yania recondujo al público con mucha mano izquierda: no, el futuro es poder imaginar lo que nos dé la gana. Que la comunidad negra pueda imaginar lo que le dé la gana, avanzar hacia donde le dé la gana y como le dé la gana, crear su propio camino y ser dueña de su realidad. Porque quizá aquí estemos de vuelta de todo, pero para quienes sufrieron la apisonadora del colonialismo, esto es vital para proteger su propia identidad.

Lo que entiende Europa por progreso no tiene por qué ser lo mismo que África entiende por progreso, y distintas perspectivas del futuro dan lugar a distintas formas de crear. Comentaba Yania que, para Europa (o Estados Unidos, o el Primer Mundo en general), el progreso implica proyectarse hacia fuera, mientras que para África también hay un proceso de introspección, de mirar hacia dentro, buscar las propias raíces y reconectar con la tierra, la tradición, la espiritualidad y esa identidad ancestral de la que muchos fueron arrancados. El Afrofuturismo es una proyección de la historia africana hacia el futuro, pero conectada con el pasado; un avance sin cadenas. Sin embargo, el término en sí no está exento de polémica, porque, aunque tanto en África como en la diáspora siempre se ha creado y se han imaginado futuros, fue un blanco quien acuñó la palabra y quien decidió qué significaba y qué obras englobaba, invisibilizando de rebote la voz de los propios creadores. ¿Y si existía ya un nombre para designar a esta corriente? ¿Alguien preguntó a la comunidad? ¿Qué cuerpos de poder son los que deciden, y desde qué privilegios? ¿Quién decide ahora que esto es «moda»? ¿Quién lo vende y quién se beneficia?

Estas cuestiones han dado lugar a una diversidad terminológica, porque algunos han decidido reapropiarse de la etiqueta «afrofuturismo», mientras que otros prefieren buscar alternativas, como «futurismos africanos», por ejemplo. Aunque lo que de verdad importa es que haya libertad para poder autodesignarse, porque la diversidad es enorme. Y la diáspora ha experimentado ese «viaje de ida y vuelta» del que hablaba Yania: salieron de su hogar, aprendieron otras cosas fuera y volvieron, trayéndoselo a casa y creando algo nuevo, identidades nuevas. Al final, lo imprescindible es que comprendamos que no toda la ciencia ficción (o la ficción o el arte) tiene el mismo linaje ancestral; y así como la cifi occidental es principalmente blanca y masculina, la africana y afrodiaspórica no quiere verse como víctima, porque también es y se sabe creadora. Seamos conscientes de que su bagaje es igual de válido que el blanco.

Toda la charla estuvo complementada además por referencias concretas, desde los más conocidos precursores, como Octavia Butler, Samuel R. Delany o Sun Ra (Herman Sonny Blount, músico y poeta importantísimo en el género también), hasta personalidades más contemporáneas de la literatura, la música (una de las ramas más potentes del Afrofuturismo, porque la música siempre fue expresión anticolonial), el cine o el arte: Nalo Hopkinson, Nnedi Okorafor, Ytasha Womack, Sheree Renée Thomas, Janelle Monáe, Wangechi Mutu, el Space is the place de Sun Ra, el cortometraje Pumzi de Wanuri Kahiu… y tantos otros que se me escaparon, pero que Yania nos acercó. De verdad, maravilloso.

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Logo oficial del Ansible, por Paw Salcés.

Cerraron la mañana Eleazar Herrera, Inés Alcolea e Ilargi Blasko, con su ponencia sobre «Feminismo y masculinidades en los videojuegos». El diseño de los personajes femeninos es algo que debatimos con frecuencia, pero me gustó mucho el enfoque que le dieron a la charla, centrándose también en los aspectos más problemáticos del diseño de los personajes masculinos y la idea de masculinidad que perpetúan. Especialmente relevante me parece la práctica de asociar a los personajes masculinos con la instrumentalidad y a los femeninos con la expresividad, y cómo con frecuencia estas dos representaciones se polarizan en vez de buscar un equilibrio entre ambas dinámicas (que, a fin de cuentas, es lo más deseable para cualquier persona en la vida real). De hecho, parece que los personajes masculinos con más características expresivas, tradicionalmente asociadas a los femeninos, son penalizados por el público y no tomados en serio. Incluso los juegos que permiten la customización de sus protagonistas suelen elegir las dinámicas instrumentales como lo default, priorizando esa idea de masculinidad e imponiéndosela al personaje, aunque tú decidas jugar como mujer. Por eso, aunque la customización permite una mayor inserción en cierto modo, también cuenta con una narrativa muy limitada, y es necesario que se creen más protagonistas canónicamente femeninas que permitan profundizar en problemáticas concretas en vez de limitarse a poner parches.

Es triste e irónico que, a pesar de que las mujeres representan casi la mitad de la comunidad de jugadores, el mercado nos ignore y nos veamos obligadas a tragar la sexualización de los personajes femeninos, las escasez de variedad en los diseños, el encasillamiento en ciertos roles o la infravaloración constante de los rasgos expresivos, mientras que la actitud instrumental es la que se premia constantemente.

De las dos charlas que abrieron la programación de la tarde, «Cuerpos e identidades femeninas en el cine de ciencia ficción« de Laura Lazcano y «Viñetas de otros mundos: Autoras de cómic en la ciencia ficción, el terror y el fantástico« moderada por Elisa McCausland, voy a dejaros sendos links a los hilos que tuiteó Gacela en directo, porque son geniales. Yo no llegué a tiempo para asistir a la charla de Laura Lazcano, pero fue un gusto escuchar a Mayte Alvarado, Xulia Pisón, Miriam Persand y Carla Berrocal en la mesa dedicada a los cómics, hablando de su trabajo, el lenguaje visual, la posibilidad de las imágenes, su bagaje cultural, sus referencias… Como comentó Mayte, vivimos en un momento en el que el acceso al mercado no está tan encorsetado, gracias a Internet y a la autoedición; no es un camino fácil, pero el tradicional tampoco lo es, y al menos ahora contamos con más herramientas para poder sortear las puertas cerradas. Es un mensaje importante que recordar a las mujeres que están o que quieren dedicarse al cómic.

El broche de oro al festival lo puso la charla «Ciencia ficción latinoamericana: una habitación propia», con las grandísimas Laura Ponce, Maielis González y Ariadna Castellarnau, y que de lejos fue otra de mis favoritas. Tener la oportunidad de contar con ellas allí y poder escucharlas directamente me pareció maravilloso; porque como dijo Laura en un momento dado (citando a la antropóloga y feminista argentina Rita Segato), «las mujeres latinoamericanas son las otras de los feminismos elitistas», y es imprescindible tener en cuenta sus voces. Los reclamos de las mujeres reflejan las realidades de cada comunidad, y allí se están discutiendo temas directamente relacionados con la supervivencia y la calidad de vida en muchos lugares. También tiene un gran peso la tradición indígena, que da lugar a circunstancias específicas (se mencionó el trabajo de la activista y feminista Marcela Olivera y la cubana Eliana Rivero, que en su día coordinó una antología de literatura chicana). Tal y como se comentó también en la charla sobre Afrofuturismo, la noción de prosperidad o progreso que tenemos aquí desde nuestra perspectiva neoliberal no tiene nada que ver con la que pueden tener las mujeres de otras comunidades; ellas necesitan otro tipo de respuestas que se adapten a su realidad. Y nosotras, desde nuestro privilegio europeo, necesitamos dejar de mirarnos el ombligo para comprenderlo.

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En la mesa, de izquierda a derecha: Maielis González, Laura Ponce y Ariadna Castellarnau. Foto de Arrate Hidalgo.

Comentaba Laura que la participación de las mujeres vinculadas a los movimientos feministas fue determinante en la conformación de la cifi latinoamericana, porque esta también pone el foco en la crítica social, la política y la situación histórica reciente de Latinoamérica. Mujeres como Angélica Gorodischer, Elena Aldunate, Daína Chaviano o Marcela Ríos tuvieron un papel vital, y la generación posterior retomó el pensamiento feminista, pero ya integrado en su discurso. De hecho, ahora incluso se habla de «post-ciencia ficción» como género trabajado por autores de todo tipo, que utilizan la cifi más como lenguaje que como mundo. Una especie de naturalización de la ciencia ficción, que en cierto modo la integra a la literatura general. Se mencionaron un montón de nombres: Agustina Bazterrica, Liliana Colanzi, Chely Lima, Elaine Vilar, la propia Maielis González, Teresa Mira, y otros tantos que no alcancé a apuntar, de Uruguay, Bolivia, Chile, Cuba, México… Pero la mayoría de lo que se consume a nivel global es anglosajón, y necesitamos identificarlo, desmontarlo y utilizar las herramientas para contar las historias propias. Laura nos terminó animando a leer de todo, a abrirnos a otras perspectivas (ahí están revistas como Axxón o Próxima, con muchísimo contenido en español disponible en Internet), a escuchar lo que nos tienen que contar y no lo que nos dé la gana oír y, sobre todo, a seguir trabajando juntas. Porque, como comentó Lola Robles en la ronda de preguntas, si estamos desconectadas entre nosotras y no nos enteramos de lo que andan haciendo las demás, nos condenamos a dar vueltas y a duplicar trabajo. Y ojalá, ojalá con el tiempo pudiésemos crear entre todas una red de apoyo a las autoras de habla hispana a ambos lados del charco, para aprender unas de otras y crecer juntas.

Fue difícil no salir del Ansible flotando un poco, la verdad. Quizá porque se tocaron temas que, a nivel personal, me preocupan e interesan profundamente y son muy importantes para mí. Y no solo para mí; lo son también para todo el equipo de La Nave, para el proyecto en sí, cosas en las que creemos y por las que llevamos dos años luchando. En cierto modo, fue como poder sentir validado el esfuerzo y recibir un nuevo empujón para seguir trabajando, porque aún hay mucho por hacer, muchos objetivos que alcanzar. Aún hay muchísimas mujeres increíbles ahí fuera de las que poder aprender, y el Ansible ayudó a recordarnos eso y a ampliar los horizontes. Esa es la magia de la ciencia ficción, el permitirnos imaginar un futuro a nuestra medida y en nuestra lengua, para las mujeres de aquí y de allá, racializadas, con diversidad funcional, todas, soñando y creando. Porque ese siempre es el primer paso para hacerlo posible. Y saber que somos tantas llena de muchísima fuerza.

¿Qué más puedo decir? Pues que larga vida al Ansible. Y que no os lo perdáis el año que viene, carajos.

Pilar Caballero
Pilar Caballero (Reseñas/Corrección): Dikana en el ciberverso. Humanista, escritora y multitasking editorial, fan del storytelling en cualquiera de sus formatos. Criada en el terror, formada en la fantasía y ahora enamorada de la ciencia ficción. Me dedico a reseñar todo lo que caiga en mis garras como si no existiera el mañana.


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2 respuestas a «Diario de a bordo: arranca el Ansible Fest de Bilbao»

    1. Mil gracias a ti por el comentario, Gacela 😀 ❤ ¡Y gracias también por haber estado tuiteando en directo todas las charlas durante el festival! Tus hilos fueron la caña y también me llevaron de nuevo a Bilbao mientras los releía :_) ¡Qué ganas de que llegue ya el próximo septiembre!

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