¿Me preguntas que serás allí? ¿Y qué eres aquí? ¿Qué sois los seres de Fantasía? ¡Sueños, invenciones del reino de la poesía, personajes de una Historia Interminable!
La primera vez que leí La Historia Interminable, estas palabras de Gmork me cortaron el aliento sin saber muy bien porqué. Tiempo más tarde descubrí que fue leer «Historia Interminable» dentro de la propia Historia Interminable. Porque si Bastián estaba leyendo la historia de Atreyu, para luego entrar en ella, ¿no sería posible que a mí me pasara lo mismo? Que un día, estuviera leyendo una novela o un cuento, viera esas mismas palabras y encontrara una forma de ser parte del relato. O más allá, ¿era posible que yo misma fuera sin saberlo la protagonista, o un personaje de una historia que una niña estuviera leyendo en ese momento?
Las historias dentro de las historias tienen ese cariz mágico que me hace soñar con estas posibilidades cada vez que me encuentro con una de ellas. La Historia Interminable no es el primer caso, pues este tipo de narrativa existe desde casi siempre. Podríamos empezar por Las mil y una noches, que no son más que una recopilación de cuentos con el hilo común de que están narrados por Sherezade a un sultán como forma de mantenerse con vida. En este caso la narración inicial no es más que una excusa para juntar distintos cuentos que no tienen nada en común, y no deja de ser un recurso un poco más elaborado para aglutinar estos. Sin embargo, con el paso del tiempo, este recurso ha evolucionado y se puede encontrar mejor integrado en la narrativa, como por ejemplo en Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley. Aquí el relato lo inicia el capitán Walton, para luego dar paso a Víctor Frankenstein, quien narra su propia historia. Pero a su vez hay una pausa en este relato, donde la propia criatura le habla a su creador y cuenta lo que hizo mientras estuvieron separados y le explica qué quiere de él. Tenemos aquí dos historias anidadas que nos permiten conocer los distintos puntos de vista de los personajes. El conocer los sentimientos de la criatura permite empatizar con ella y hacerle las mismas preguntas a Víctor: ¿por qué está en ese mundo cruel?

Rellenar estos huecos no es siempre el propósito, pero sí que por lo general este recurso se usa para dar más información del mundo a quien lee. Una de las formas habituales es recurrir a la narración oral en el texto, como hemos visto en los ejemplos anteriores y como también hacía Vernon Lee en su obra: usar leyendas o anécdotas que sirvan a su protagonista para conocer más de los hechos que suceden a su alrededor. Este recurso hace que la historia tome un cariz distinto. Porque se pasa de leer a que te cuente a ti la historia: pasamos de leer en soledad a oír un cuento en compañía. Para mí le da un nuevo nivel a la narración, haciéndola más cercana porque siento que no sólo le cuentan esa información a alguien dentro del libro sino a mí. Porque cuando Gmork habla se dirige, no sólo a Atreyu, no solo a Bastián, sino también a ti. Las palabras traspasan el papel totalmente para envolverte y hacerte partícipe de la historia. Un matiz muy leve que le da un aire nuevo a la lectura.
Dentro de estos relatos orales en las historias tengo que destacar a Kelly Link cuya obra suele centrarse en historias en historias. En Magia para lectores encontramos varios ejemplos y podemos ver cómo no hace falta una extensión larga para narrar varios hechos a la vez. En el caso de esta obra, la autora no sólo usa varios niveles de profundidad, sino que entremezcla varias historias y usa varios niveles de anidación en un mismo relato. El ejemplo más sólido es «El bolso de las fadas» (The faery handbag), donde en apenas ocho mil palabras nos encontramos una historia que sigue tres líneas diferenciadas que se entremezclan durante todo el relato. Link no sólo usa este recurso para contarnos historias distintas, sino que en ocasiones juega con el nivel de la narración, como sucede con «La chica detective» o «Monstruos preciosos». En ambos casos no dejamos de preguntarnos ¿cuál es la historia que está dentro de la historia? ¿Podría ser que ambos relatos se retroalimenten de alguna forma, no siendo historias distintas, sino una única obra narrada de forma fragmentada?
Aunque sólo he hecho mención de narraciones orales, hay otras formas de usar este recurso y otra muy común es el «manuscrito encontrado»: un diario, una libreta con anotaciones, una grabación… El soporte varía pero la intencionalidad es la misma: dar más información a quien lo encuentra y quien lee. Por ejemplo, en Nuestra parte de la noche Mariana Enríquez usa un artículo para ampliar lo que pasó; o en The Twisted One de T. Kingfisher, donde un manuscrito ayudará a la protagonista a entender que está pasando a su alrededor, más o menos.

En ocasiones encontrar este manuscrito es algo más que una pieza clave para entender la historia, como pasa en Las diez mil puertas de Enero de Alix E. Harrow. A las pocas páginas Enero, la protagonista, se encuentra un libro que cuenta una historia. Según avancen ambas narraciones, nos encontraremos con que las piezas del puzle que nos dan no son de un único lugar. Para rematar, esta novela es una narración en primera persona de la propia Enero, quien desde el inicio habla de la importancia de las Historias, las Puertas y sus mayúsculas, y lo hace interpelando todo el rato a quien lee. Harrow va un poco más allá de esta narración en la narración, no sólo contándonos la historia sino buscando nuestra complicidad en la misma, haciendo que seamos un personaje más. Porque en ocasiones parece que Enero sabe perfectamente quién eres y tienes la sensación de que en cualquier momento traspasará el papel para llevarte con ella de aventuras. Así, la autora juega con tu sentimiento de ser parte de esa historia subiendo el nivel en vez de bajarlo.
Y si hay una autora que haya sabido plasmar bien este sentimiento y anhelo de leer una historia y ser parte de ella, ha sido Cornelia Funke en su trilogía de El mundo de tinta. Esta saga de libros se caracteriza por un profundo componente metaficcional, donde la historia contada (la del libro Corazón de tinta) da un salto arriba e interfiere en la historia que narra (la de la trilogía de El mundo de Tinta). A lo largo de los tres libros, Funke reflexiona sobre qué son las historias y cómo son contadas. Como quien las lee forma parte de ellas, de una forma u otra por el mero hecho de leerlas y cómo le afecta este hecho.
Porque a veces leer no es sólo querer disfrutar de una historia, sino que deseemos ser parte de ella. El abrir un libro y sentir un cosquilleo nervioso. Volver a la lectura con el estómago encogido esperando que te pase como a Meggie o Bastián. Soñar que te pueda pasar lo mismo. Que un día estés leyendo una historia y empiece a hablarte por tu nombre. Donde descubras que esos mundos que estaban en el papel pueden ser más reales de lo que piensas, y estés a sólo un nombre en voz alta de poder ser tú también de tinta.

Si quieres estar al día de nuestras publicaciones, subscríbete a la newsletter de La Nave Invisible.
### Hola y muy buenas tardes capitanas,
##### Aquí les saluda un (aprendiz) de marinero.
`Tuve que leer varias veces este artículo y tomármelo con calma y no para dar una opinión al respecto porque todo lo que escribís es impecable, sino por pedir un consejo.`
Llevo tanto tiempo en escribir algo similar (aunque no con tanta magnitud) que apenas me acuerdo de las ideas iniciales. Lo estoy mencionando porque me parece tan bonito como «arriesgado». Pienso en miles de ideas y formas de como empezar y al final sin querer (_queriendo_), mis pensamiento me lleva a contar una **historia dentro de una historia**.
Estaba pensando en [Alix Harrow — Las diez mil puertas de enero](https://amzn.to/3g2kw07) como título que habéis mostrado para que pueda mejorar al respecto o bien que alguna de vuestra [tripulación](https://lanaveinvisible.com/tripulacion/) me recomienda algún título (personal) similar al que acabo de mencionar.
Marinero a vuestro servicio, un abrazo!
Georgian Iordache (GeorgioGalben)
Me gustaMe gusta